jueves, 8 de noviembre de 2018

Lucidez Mental


Un sueño premonitorio con el perro de una amiga y, sobre todo, la última conversación con su madre fallecida de cáncer de ovario en el año 2000, le han llevado a Jesse Bering, profesor de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, y que se declara escéptico-racionalista, a investigar el extraño fenómeno de la lucidez terminal. “Estaba en coma irreversible y yo no había tenido tiempo de agradecerle lo que había hecho por mí”, recuerda en Scientific American. “Pero mientras la acompañaba en el hospital, en torno a las tres de la madrugada, me desperté con su mano junto a la mía; parecía muy consciente. Estaba demasiado débil para hablar, pero sus ojos lo decían todo.

Pasamos unos cinco minutos cogidos de la mano: le dije todo lo que había querido decirle antes. Después cerró los ojos de nuevo, esta vez para siempre”. La lucidez terminal fue analizada por el biólogo alemán Michael Nahm en un artículo de 2009 en The Journal of Near-Death Studies donde describía a personas con deterioro cognitivo que despiertan poco antes de morir.

Casos de este tipo se han registrado desde Hipócrates, pero nadie los había formalizado. Nahm define la lucidez terminal como “el (re) surgimiento de capacidades mentales normales o inusualmente mejoradas en pacientes inconscientes o con enfermedad mental poco antes de la muerte”. Algunos la incluyen dentro de las experiencias cercanas a la muerte. En un artículo del mismo año en Journal of Nervous and Mental Disease, Nahm precisaba que de los 49 casos de lucidez terminal que había estudiado, la gran mayoría (84 por ciento) ocurrieron una semana antes de la muerte y el 43 por ciento, el último día. Así, un paciente esquizofrénico ruso que había estado totalmente catatónico durante casi dos décadas “se convirtió en casi normal” antes de fallecer.

En otro estudio, el 70 por ciento de cuidadores de un hogar de ancianos británico dijeron que habían observado a personas con demencia resucitar mentalmente poco antes de morir. Una mujer de 92 años con Alzheimer avanzado no había reconocido a su familia durante años, pero el día antes de su muerte conversó con ellos con normalidad, recordando el nombre de todos.


Nahm no descarta una explicación fisiológica-cerebral, pero en pacientes casi vegetativos es un auténtico misterio médico, algo más que una colección de anécdotas. “Sigo siendo escéptico”, dice Bering. “Aun así, no sé cómo mi madre se las arregló en esos cinco minutos de perfecta comunión conmigo. ¿Era su alma inmortal? ¿Una última tormenta química de su cerebro moribundo? 

Sea lo que fuere, me alegro de que ocurriera”.

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