Las decisiones que tomamos como propias, o la forma en que
dirigimos nuestra vida, están condicionadas por la sociedad. Todo esto es fruto
de lo que es correcto hacer, lo que creemos que debemos hacer según la
opinión de la mayoría o los procedimientos que estamos acostumbrados a
percibir.
Desde la infancia sentimos una necesidad imperiosa de
pertenencia a un grupo con la familia y el grupo clase. Además, tenemos
dependencia o interdependencia de estos, ya que nos aportan seguridad e
inclusión social.
Actualmente esta necesidad es cada vez mayor debido a la
cantidad de grupos que existen a partir de las redes
sociales y la facilidad de conexiones a través de Internet.
La presión social alcanza su mayor esplendor en la época
adolescente. Se trata de un tipo de presión que condiciona la formación de la
personalidad de los jóvenes. Además da lugar a ciertas prácticas negativas, a
veces fuera de la propia voluntad, solamente para ser aceptados.
La presión social sigue presente a lo largo de la vida y en
cierto modo afecta a nuestros actos e ideas.
¿De qué modo la presión social influye en nuestro
comportamiento?
Recientemente realicé con un alumno la lectura del cuento “El
traje del Emperador”.
Cuando pasamos a analizarla, al niño le resultaba difícil
comprender por qué la gente del pueblo alababa la belleza de un traje
inexistente si en realidad el Emperador iba desnudo, ¿por qué mentían? ¿Por
qué consideraban que su respuesta sería estúpida si no era igual que la del
resto de los ciudadanos?
Existen numerosos estudios en los que se demuestra cómo una
persona cambia de opinión si el resto del grupo tiene un parecer común aunque
sea contrario al suyo. Todo ello con el objetivo de obedecer a la
conformidad social y sentirse aceptado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario