viernes, 23 de noviembre de 2018

Las Ilusiones Humanas


Más allá de esta terminante postura gnoseológica, parece ser claro para todos que la percepción es la puerta que la realidad sensible tiene en nosotros. De allí su importancia. En psicología se suele diferenciar entre sensación (la recepción del estímulo) y la percepción (la interpretación, esto es, la asignación de un valor y un significado a la sensación detectada). 

La ilusión óptica (y otras formas de ilusionismo) ilustran bien este fenómeno, una contradicción entre sensación y percepción. Ahora bien... explicar una ilusión suele ser algo bastante simple, y la cuestión se agota en un mero divertimento. Si trasladamos estas experiencias de percepción confusa a nuestra percepción de la realidad cotidiana, veremos sin duda que esta suele estar viciada de creencias, especulaciones, de proyecciones, en síntesis... de limitaciones. 

Esto se hace evidente, por ejemplo, en las relaciones humanas. Nuestra percepción de los otros, incide sin duda en nuestras decisiones más que muchos otros factores y tantas otras veces, esto nos lleva inevitablemente al error. ¿De qué depende nuestra habilidad para comprender la realidad más allá de lo que percibimos... simplemente? 
La gente ve lo que quiere ver y no ve lo que no quiere ver... y muchos quisieron ver en el prestigio de Einstein y la palabra 'relatividad' en el nombre de su teoría una validación de las corrientes de pensamiento favorables a la relativización de la realidad. Pero nada podría estar más lejano al modo einsteniana de ver el mundo, me parece. 
Nos apoyamos en la experiencia para forjar nuestras ilusiones, es decir, que realizamos proyectos haciendo referencia a lo que poseemos; en base a esto creamos objetivos originales. 

La ilusión es anticipación de lo que va a aparecer en nuestra vida. Si el cumplimiento de la ilusión está proyectado a largo plazo, anticipamos lo que va a acontecer cuando la realicemos y en el periodo de espera imaginamos las distintas consecuencias que le pueden seguir. Cuando la realización de la ilusión es a corto plazo, aparece la impaciencia que la hace más intensa; si la ilusión fracasa, surge el sentimiento de no saber qué hacer y renunciaremos a ella o elegiremos otro camino para conseguir el fin. 

La ilusión es inminencia; nos ilusiona lo que podemos conseguir, pero esto no evita el que aparezca el temor a la desilusión, a que el resultado no responda a nuestras expectativas. Sin embargo, si lo que conseguimos es justamente lo que habíamos proyectado, lo introducimos a nuestra vida como algo personal e insustituible y nos sirve para ir formando nuestro yo y la trayectoria vital, pero la inconclusión del hombre hace que la vida no sea un elemento estático y necesitamos nuevas ilusiones que complementen a las que tenemos y que contrarresten a las pérdidas o a las desilusiones. 

Por todo ello, la ilusión necesita un periodo de maduración y de planificación de medios, para darle un enfoque hacia el futuro; por eso no debemos confundir el placer instantáneo con la satisfacción de conseguir algo en lo que hemos ido trabajando durante un tiempo. 

Por tener continuidad en el tiempo y ser futuro anticipador, la ilusión no sólo anticipa lo que va a venir, sino que enlaza nuestro presente con nuestro futuro, nos lleva hasta él. Así, debemos afirmar que la ilusión nunca está dada, pues siempre surgen nuevas expectativas, nuevos proyectos y nuevas necesidades; es cierto que el hombre a lo largo de su vida necesita infinidad de cosas y no sólo en algún momento de su vida, sino siempre, de ahí que tengamos miedo a la soledad, a la ignorancia y en definitiva a lo que no conocemos.
Entonces, cuando el hombre se apropia de lo que le hace falta no lo desecha, sino que lo guarda para poder utilizarlo en otra situación, porque la posesión de cosas no anula la incesante necesidad que tiene el hombre. 

Todos sabemos que al igual que nacemos tenemos que morir, no hay otro camino, es una dimensión de la vida humana que aunque queramos no la podemos eliminar, porque de un modo u otro a todos algún día nos llegará el fin. Por eso, la noción negativa de esta palabra no ha desaparecido, porque nos empeñamos en anular ese aspecto de la vida que obligatoriamente tiene que estar presente.
 

La vida está llena de ilusiones y éstas nos mantienen en un constante proceso de construcción del yo. Hay cosas que hacemos todos los días y por eso, porque son habituales, nos da seguridad, aunque somos conscientes de nuestra mortalidad, pero aun así nos hace ilusión porque nos proporciona un proyecto, al menos para el mañana.
 



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