viernes, 30 de noviembre de 2018

El Flagelo De La Mal Nutrición


Cerca de 821 millones de personas -uno de cada nueve habitantes del planeta-, padecieron hambre el año pasado, lo que supone el tercer aumento anual consecutivo, según el último informe sobre el hambre de la ONU.

Existe gran cantidad de información sobre la distribución geográfica del hambre y sus principales causas -en particular factores climáticos y los conflictos prolongados- que imponen una pesada carga a los agricultores de subsistencia, señaló Graziano da Silva. Añadió que es esencial mejorar los medios de vida de la población rural pobre y aumentar su resiliencia en los contextos de desastres y conflictos.

“Tenemos que ponernos más serios para acabar con los conflictos”, subrayó David Beasley, Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Hay también otras formas de malnutrición que se están propagando, en especial la obesidad, que afecta ahora al 13,3 por ciento de la población mundial adulta y está en vías de superar al número de personas subalimentadas en el mundo. Ocho de los 20 países con las tasas de obesidad en adultos que aumentan de forma más rápida, se encuentran en África.

“El sobrepeso y la obesidad deben ser un tema de políticas públicas, no un problema privado”, insistió a su vez Graziano da Silva, y añadió que “los gobiernos deben asumir la responsabilidad de proporcionar alimentos saludables y nutritivos que sean accesibles y asequibles para todos”. Recordó igualmente que las herramientas de políticas necesarias incluyen legislación nacional y programas específicos para promover el consumo de alimentos frescos locales.

La Agenda 2030 exige una alianza firme y amplia y el CSA, que reúne a un amplio abanico de partes interesadas, ofrece un “espacio único de diálogo”, afirmó el responsable de la FAO.

La labor del CSA
Los delegados del CSA debatirán las directrices voluntarias sobre sistemas alimentarios y nutrición, que se esperan finalizar para el 2020.

Estas directrices tienen como objetivo ayudar a los gobiernos y socios relevantes a mejorar los sistemas alimentarios, hacerlos más sostenibles de manera que confirmen las creencias, culturas y tradiciones de las personas y garanticen que se beneficia a las más vulnerables. Están orientadas a desarrollar un enfoque integral, teniendo en cuenta la fragmentación normativa existente entre los sectores de la alimentación, agricultura y sanidad.


Las directrices se centrarán en tres dimensiones en particular: las cadenas de suministro de alimentos, desde la producción y el procesado hasta el envasado y la comercialización; los entornos alimentarios, las condiciones físicas y socioculturales que determinan las opciones alimentarias y el estado nutricional de las personas; y el comportamiento del consumidor, que se ve influido por los dos primeros factores, así como por las preferencias personales.

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