Una familia está compuesta básicamente por un papá, mamá, e
hijos, y de acuerdo a la diversidad de culturas puede variar, sumándose los
abuelos, tíos, primos y una mayor cantidad de personas que forman parte del
círculo familiar, pero no podemos negar algo real dentro de la sociedad: la
orfandad.
La orfandad es un estado en el que un hijo o una hija es
sometido(a) involuntariamente a carecer de padre o madre por circunstancias
médicas, económicas, sentimentales, donde la ausencia de uno o ambos pilares
del hogar tiene consecuencias visibles en todo el mundo.
El estado de orfandad hace que varios niños vivan el peligro
de ser víctimas del tráfico de órganos, violencia sexual, adicciones, consumo o
tráfico de drogas. Los hogares que acogen a los infantes son un refugio
temporal ante el clima adverso de violencia de la sociedad y las calles, en
algunos casos ayudan a que los niños adquieran confianza a partir del cariño que
les brindan los educadores con los que cuentan los centros; en otros, ocurre
todo lo contrario.
Esta situación genera incertidumbre personal a un niño o niña
huérfano o en situación de calle, ¿Qué alcanzar?, ¿Qué soñar?, ¿Qué pensar?
Gracias a Dios, algunos de los infantes que atraviesan esta situación
pueden superar la depresión con la ayuda de otras personas, pero otros viven
albergando sentimientos negativos creyendo que no existe esperanza para el
futuro.
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