En la esfera de las relaciones sociales, consideremos para
empezar las fuerzas elementales que unen al hombre con la mujer, es decir, las
fuerzas del sexo. Dichas relaciones se encuentran o bien reprimidas, a lo cual
ya Freud atribuyó el "malestar de la cultura", o disolutas y sin
lugar fijo a causa de la eliminación total de los tabúes. En dicha forma se
convierte en botín fácil para los medios de información de las masas y para sus
respectivos intereses. Por esto no se puede hablar ni en uno ni en otro caso de
una integración de la existencia humana en un Todo significativo.
Las
relaciones entre las generaciones jóvenes y las generaciones mayores se
encuentran profundamente perturbadas por ambos lados, de tal modo que una
iniciación razonable en una nueva forma de vida ya no da resultado. En lo que
respecta a la vejez, se la elude o se trata de suprimirla al querer darle
seguridad por medio de la previsión y de la asistencia social.
El tiempo
destinado a la vida en comunidad es en realidad tiempo de trabajo y rendimiento
o simplemente tiempo libre. Esto último a su vez es entendido ya sea como un
puro restablecimiento de la capacidad de trabajo o como un simple espacio
vacío, un hueco que la moderna industria de consumo y tiempo libre se encarga
de llenar. Las fiestas que se han mantenido por tradición en el calendario no
representan para la mayor parte de los hombres un momento integrador de su
existencia, sino por el contrario un motivo de confusión y molestias.
En lo que
concierne finalmente a las relaciones entre la vida y la muerte se aprecia en
nuestra civilización moderna un afán enérgico de suprimir el tema de la muerte.
No se debe hablar ni pensar en ella, a pesar de que se sabe que hay algo así
como la muerte. Las ceremonias fúnebres, por ejemplo el entierro, se han
convertido en un acontecimiento cualquiera, sin lugar fijo en el contexto total
de la vida moderna; la muerte se considera como un hecho embarazoso, como algo
que no debería haber.
Se quiere presentar la vida como siempre nueva, joven, eficiente
y exitosa y por decirlo así, sin muerte. No se piensa en lo más mínimo que con
dicha actitud se suprime desde sus bases un momento decisivo que pertenece al
conjunto total de la existencia.
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