A menudo estamos enganchados a nuestro sistema de vida,
nuestras cosas, nuestras aficiones, amigos, viajes... ¿Pero son tan
imprescindibles y esenciales como ahora nos parecen? ¿Tendría sentido nuestra
vida sin ellas? Quizá incluso más...
A continuación, te proponemos un ejercicio para que empieces
a simplificar tu vida de manera ordenada, según tus verdaderas prioridades.
Un ejercicio para simplificar tu vida material
Coge un lápiz y una hoja de papel. Siéntate cómodamente en
el lugar de tu casa que más te apetezca.
No se trata de hacerlo bien o mal, sino de una práctica de autoexploración.
No hay respuestas correctas o incorrectas.
1. Haz una lista de tus posesiones
Para comenzar, haz un recorrido mental por algunas de tus
posesiones materiales. Puede
ser una casa, un coche, una colección de discos, un puesto de trabajo, una suma
de dinero en el banco…
Escribe ahora una selección de las diez posesiones más preciadas entre las que has pensado.
No es necesario que las ordenes. Recuerda que son las diez cosas más valiosas
para ti, no importa si su valor monetario es pequeño o inmenso, no importa que
no resulten valiosas para los demás. Céntrate solamente en ti.
2. Despréndete de la mitad
Imagina ahora que debes renunciar a cinco de estas posesiones.
Puedes ir tachando, una a una, aquellas a las que podrías
renunciar o escoger las que querrías seguir teniendo, pero finalmente debes
quedarte con cinco, tus cinco posesiones más preciadas.
Has debido renunciar a algunas cosas muy atractivas, pero lo
esencial para tu vida sigue estando ahí, ¿no es cierto?
3. La decisión difícil
Es hora de continuar. Imagina que se da una situación tal
que para
conservar tres de estas cinco cosas debes renunciar a las otras dos. ¿Cuáles conservarías?
Tacha las dos que dejarás para no perder las tres más importantes.
Esta renuncia es difícil, pero apóyate en la idea
de que para disfrutar de las que has escogido, debes decir “no” a otras tantas.
4. Conserva sólo dos cosas
Imagina ahora que, de esas tres cosas, un cambio radical,
una especie de crisis o catástrofe repentina, hace que debas dejar atrás
una de ellas. Tacha también esta posesión.
Te quedan sólo las dos más preciosas, dos cosas
que tienen para ti un valor incalculable, que va seguramente mucho más allá de
lo económico.
5. La renuncia por el otro
Pero alguien, la persona que más amas en el mundo, necesita que
renuncies a una de estas cosas. Le es imperioso. Esa persona
también te ama y querría ahorrarte este mal trago, pero no puede.
Así que debes quedarte con una sola posesión. Una
sola. La más valiosa. ¿Sabes ya cuál será? Muy bien. Escribe esta posesión y
haz un recuadro alrededor de ella. Es tu posesión más preciada.
6. La vida sin lo que más aprecias
Una vez que hayas llegado hasta aquí, tómate un respiro y
luego comienza a imaginar cómo sería tu
vida si te faltase
únicamente aquello que has escrito en el recuadro.
Tienes todo lo demás, pero lo más preciado lo has perdido ya.
¿Cómo vivirías si no tuvieras esa última posesión, la mejor valorada?
Escribe unas cuantas líneas describiendo
tu vida sin ello. Cuando hayas terminado de escribir, continúa
leyendo, el ejercicio no ha acabado aún.
7. El orgullo de ‘ser’ y no de ‘tener’
Si has podido describir una vida sin aquella cosa –aunque te
hayas imaginado menos feliz–, hay que concluir que esa posesión no es
indispensable para ti, que por más importante que sea, podrías vivir
sin ello.
Y, tal vez, hasta hayas podido descubrir algún beneficio en
no tenerla...
Si comprendemos que las cosas pueden ser muy convenientes para
nuestra vida, pero no indispensables, habremos dado un gran paso
para dejar atrás la obsesión de “tener” y dirigirnos hacia el sano orgullo de
“ser”.
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