miércoles, 28 de noviembre de 2018

La Posesión Más Valiosa


A menudo estamos enganchados a nuestro sistema de vida, nuestras cosas, nuestras aficiones, amigos, viajes... ¿Pero son tan imprescindibles y esenciales como ahora nos parecen? ¿Tendría sentido nuestra vida sin ellas? Quizá incluso más...

A continuación, te proponemos un ejercicio para que empieces a simplificar tu vida de manera ordenada, según tus verdaderas prioridades.

Un ejercicio para simplificar tu vida material
Coge un lápiz y una hoja de papel. Siéntate cómodamente en el lugar de tu casa que más te apetezca.
No se trata de hacerlo bien o mal, sino de una práctica de autoexploración. No hay respuestas correctas o incorrectas.

1. Haz una lista de tus posesiones
Para comenzar, haz un recorrido mental por algunas de tus posesiones materiales. Puede ser una casa, un coche, una colección de discos, un puesto de trabajo, una suma de dinero en el banco…
Escribe ahora una selección de las diez posesiones más preciadas entre las que has pensado. No es necesario que las ordenes. Recuerda que son las diez cosas más valiosas para ti, no importa si su valor monetario es pequeño o inmenso, no importa que no resulten valiosas para los demás. Céntrate solamente en ti.

2. Despréndete de la mitad
Imagina ahora que debes renunciar a cinco de estas posesiones.
Puedes ir tachando, una a una, aquellas a las que podrías renunciar o escoger las que querrías seguir teniendo, pero finalmente debes quedarte con cinco, tus cinco posesiones más preciadas.
Has debido renunciar a algunas cosas muy atractivas, pero lo esencial para tu vida sigue estando ahí, ¿no es cierto?

3. La decisión difícil
Es hora de continuar. Imagina que se da una situación tal que para conservar tres de estas cinco cosas debes renunciar a las otras dos. ¿Cuáles conservarías? Tacha las dos que dejarás para no perder las tres más importantes.
Esta renuncia es difícil, pero apóyate en la idea de que para disfrutar de las que has escogido, debes decir “no” a otras tantas.

4. Conserva sólo dos cosas
Imagina ahora que, de esas tres cosas, un cambio radical, una especie de crisis o catástrofe repentina, hace que debas dejar atrás una de ellas. Tacha también esta posesión.
Te quedan sólo las dos más preciosas, dos cosas que tienen para ti un valor incalculable, que va seguramente mucho más allá de lo económico.

5. La renuncia por el otro
Pero alguien, la persona que más amas en el mundo, necesita que renuncies a una de estas cosas. Le es imperioso. Esa persona también te ama y querría ahorrarte este mal trago, pero no puede.
Así que debes quedarte con una sola posesión. Una sola. La más valiosa. ¿Sabes ya cuál será? Muy bien. Escribe esta posesión y haz un recuadro alrededor de ella. Es tu posesión más preciada.

6. La vida sin lo que más aprecias
Una vez que hayas llegado hasta aquí, tómate un respiro y luego comienza a imaginar cómo sería tu vida si te faltase únicamente aquello que has escrito en el recuadro.
Tienes todo lo demás, pero lo más preciado lo has perdido ya. ¿Cómo vivirías si no tuvieras esa última posesión, la mejor valorada?
Escribe unas cuantas líneas describiendo tu vida sin ello. Cuando hayas terminado de escribir, continúa leyendo, el ejercicio no ha acabado aún.

7. El orgullo de ‘ser’ y no de ‘tener’
Si has podido describir una vida sin aquella cosa –aunque te hayas imaginado menos feliz–, hay que concluir que esa posesión no es indispensable para ti, que por más importante que sea, podrías vivir sin ello.
Y, tal vez, hasta hayas podido descubrir algún beneficio en no tenerla...


Si comprendemos que las cosas pueden ser muy convenientes para nuestra vida, pero no indispensables, habremos dado un gran paso para dejar atrás la obsesión de “tener” y dirigirnos hacia el sano orgullo de “ser”.

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