Desde la evaluación debemos estimular estas habilidades
metacognitivas para que el alumno tome conciencia de su propio proceso de
aprendizaje, de sus avances, estancamientos, de las acciones que le han hecho
progresar y de aquellas que le han inducido a error. La evaluación se convierte
así en un instrumento en manos del estudiante para tomar conciencia de lo que
ha aprendido, de los procesos que le han permitido adquirir nuevos
aprendizajes, así como para regular dichos procesos.
A fin de que esto sea así la evaluación y las estrategias
evaluativas que se planteen en el aula deben facilitar el desarrollo de
habilidades de autoconocimiento y autorregulación. Por estas causas toda
estrategia debe facilitar:
el autoanálisis respecto a sus actitudes y el control del
esfuerzo y dedicación que pone a las distintas tareas de aprendizaje.
el control ejecutivo de la evaluación, o sea, la capacidad
para planificar las acciones que implique la evaluación, para valorar en qué
medida se aparta del plan previsto y para adoptar las medidas oportunas de
acuerdo a las posibles desviaciones.
el control de la adquisición de los conocimientos y las
habilidades a fin de identificar estados iniciales que le dificultan o
facilitan la adquisición de nuevos conocimientos, y tomar conciencia de sus
propias estrategias de aprendizaje (identificación de los procedimientos más
efectivos para su estilo y ritmo de aprendizaje, fuente de errores, etc.)
Junto a estas estrategias metacognitivas, es necesario que
el estudiante conozca los criterios e indicadores de evaluación que se han de
tener en cuenta para valorar sus acciones: procedimientos y productos. Es
preciso hacer explícito los aspectos que toman en consideración para emitir el
juicio valorativo y los indicadores de nivel de logro. Esto no es tarea fácil
en muchas ocasiones. En la práctica estos criterios e indicadores son más
implícitos que explícitos. Se ha de analizar cómo un docente plantea la
evaluación y cuál es el contenido de esta para extraer los criterios y niveles
de evaluación que utiliza.
El conocimiento de estos criterios es una información clave
para el alumnado. Es más, dentro de un aprendizaje auténtico y significativo,
la participación del alumno y de la alumna es fundamental en el momento de
establecer los criterios y los niveles de logro. Cuando dispone de este
conocimiento puede orientar su aprendizaje, centrándose en los aspectos que son
básicos y estableciendo decisiones discriminativas efectivas.
Las estrategias de evaluación de naturaleza metacognitiva
tales como los diarios reflexivos, el portafolios, la autorregulación del
aprendizaje mediante la elaboración de mapas conceptuales, la auto observación
y valoración de las adquisiciones mediante el uso de parrillas de evaluación
(Juba y Sanmartí, 1996) son recursos favorecedores de una evaluación centrada
en el proceso más que en los resultados.
Desde estas perspectivas, la evaluación se convierte en un
instrumento poderoso para que el estudiante aprenda a evaluar y a “entender
cuál es su aprendizaje individual” y, de
esta manera, desarrollar una de las habilidades clave del “aprender a aprender”
No hay comentarios:
Publicar un comentario