El origen de esta expresión lo encontramos en un ritual que
practicaban los antiguos judíos para celebrar el Día de la Expiación.
Consistía en elegir a dos machos cabríos (chivos) y mediante el azar designar a
uno de los animales para sacrificarlo a Yahveh con
todos los honores, con su sangre se rociaba el Propiciatorio (el arca de la alianza).
En cambio sobre el otro chivo, llamado Azazel, recaía la culpa de
todos los pecados, se realizaba una ceremonia en la que el rabino, purificado y
vestido de blanco ponía sus manos sobre la cabeza del animal, traspasando así
la culpa del pueblo a éste, para luego llevarlo al desierto en calidad de
emisario y ser abandonado allí, según algunas fuentes era además apedreado. De
esta forma puede considerarse que el sacrificio elimina, borra y limpia el
pecado.
Existe mucha controversia sobre el término Azazel aparecido
en las escrituras, Levíticos 16:8-10, ya que no
hay acuerdo sobre si el mismo es el nombre que se le daba al macho cabrío ofrendado,
si representa la entrega del mismo a un ángel caído (o incluso al mismo Satán)
o simplemente designaba el lugar a donde se enviaba el chivo, siendo asociado
el desierto como lugar en el que vivían seres malignos como los demonios.
Lev 16:8 Luego echará suertes sobre los dos machos cabríos, una
para Yahveh, y otra para Azazel.
Lev 16:9 Presentará el macho cabrío sobre el cual haya caído la
suerte «para Yahveh» ofreciéndolo como sacrificio por el pecado.
Lev 16:10 El macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte «para
Azazel», lo colocará vivo delante de Yahveh para hacer sobre él la expiación y
echarlo al desierto, para Azazel.
El Día de la Expiación (Yom Kippur) se celebra el décimo día
mes Tishrei, es un día de gran
solemnidad en el que se ayuna, no se trabaja y todo el pueblo confiesa
sus pecados y se arrepiente por ellos, pidiendo perdón ante su Dios.
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