Dentro de todo proceso de crecimiento personal es
fundamental el poder integrar, como parte de nuestra experiencia diaria, el
siguiente hecho: La importancia de tomar responsabilidad plena
por nosotros mismos.
En mi caso personal, y a lo largo de muchos años, puedo
decir que solía situarme en una postura de absoluta víctima frente
a la vida, y es así como, por una parte, si bien todo pareciese encontrarse
externamente en orden y en paz conmigo mismo, mi mente solía permanecer llena
de prejuicios y pensamientos poco favorables acerca mí y el mundo, otorgando
pleno poder y responsabilidad a distintas personas y circunstancias sobre mi
situación actual, repercutiendo con ello en mi estado de ánimo habitual y, en
general, en mi actitud personal frente a la vida.
Si bien es cierto existen momentos en los cuales pasamos por
situaciones difíciles y que pueden escapar de nuestro control, el hecho de ser
responsables nace desde un lugar de mayor profundidad y permanencia en el
tiempo. Es, probablemente, la decisión más importante que podemos tomar para
nosotros mismos, de empoderarnos y hacernos cargo en un 100% de
nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras emociones, y de lo que brindamos
diariamente a nuestro entorno.
Es por ello que, en base a lo anterior, mi intención es
concentrarme, de manera muy sencilla, en tres aspectos fundamentales
relacionados con la responsabilidad que podemos ir aplicando diariamente en
nuestro cotidiano:
Nuestros pensamientos:
La calidad de nuestros pensamientos más recurrentes va
determinando en gran medida la concepción que tengamos de nosotros mismos. Una
buena forma de empezar es enfocarnos en este preciso instante e ir educando
nuestra mente con apreciación y
agradecimiento. Al encontrar nuestro valor propio, daremos un nuevo
sentido a nuestro día a día y contaremos con un nivel de empoderamiento
personal que quizás nunca hayamos sentido antes.
Nuestras palabras:
Aprender a comunicarnos es comprender la importancia de
mantener una sintonía entre lo que pasa en nuestro interior y nuestra manera de
expresarnos, ya sea en forma verbal o escrita. Incluso nuestros silencios son
una forma de comunicarnos. Detenernos un momento antes de comunicar, porque
aquello que decimos repercute en nuestro entorno, y comenzar por nosotros
mismos antes de hablar o analizar a otras personas, nos ayudan a ir volviendo
gentilmente a nuestro centro y darnos cuenta que, antes que todo, debemos
partir por casa.
Nuestras acciones:
Nuestras acciones, al igual que las palabras, hablan por sí
solas. Por ello, es recomendable hacer el ejercicio de mirar hacia nuestro
entorno y ver si son el reflejo de lo que pasa en nuestro interior y si es lo
que queremos para nosotros mismos. Acciones tan sencillas como mantener en
orden nuestro entorno físico, cuidar de nuestro cuerpo y ser gentiles y
responsables con los demás tal como quisiéramos que lo fueran con nosotros
mismos nos brindan un mayor grado de reciprocidad con el resto del mundo como
un todo unificado.
El valor de ser responsables es inconmensurable y permea
todos los aspectos de nuestra vida. Trasciende nuestra edad, nuestras creencias
y experiencias y es, por sobre todo, una decisión constante de amor y de
respeto hacia nosotros mismos.
Su integración en cada aspecto de nuestras vidas
es, sin lugar a dudas, sumamente necesario para llevar una vida más plena y con
mayor sentido de madurez personal
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