La razón es la facultad del ser humano de identificar conceptos, cuestionarlos, hallar coherencia o contradicción entre ellos; y así, inducir o deducir otros conceptos distintos de los que ya conoce. La razón, más que descubrir certezas, tiene la capacidad de establecer o descartar nuevos conceptos concluyentes o conclusiones, en función de su coherencia con respecto de otros conceptos de partida o premisas.
Para su cometido, la razón se vale de principios, que por su
naturaleza tautológica (se explican en sí mismos), el humano asume íntima y
universalmente como ciertos. Estos son descritos por la lógica que es la
disciplina encargada de descubrir las reglas que rigen la razón.
El principio de identidad, que evidencia que
un concepto es ese mismo concepto (A es A).
El principio de no contradicción, que
evidencia que un mismo concepto no puede ser y no ser a la vez (A no es
negación de A).
El principio del tercero excluido,
que evidencia que entre el ser o no ser de un concepto, no cabe situación
intermedia (A es, o no lo es).
Utilizando estos principios, la razón humana es capaz de
otorgar coherencia o contradicción a las proposiciones, atendiendo no tanto a
su contenido como a sus relaciones lógicas. Así por ejemplo, la proposición
"Si todos los mangulibrios tienen el mango corchado; y los manguletes son
mangulibrios; entonces todos los manguletes tienen el mango corchado"
sería una proposición coherente a los ojos de la razón, con independencia del
significado de sus palabras, porque de las premisas se sigue necesariamente la
conclusión.
Si por el contrario decimos, "Si todos los mangulibrios
tienen el mango corchado; y los manguletes son mangulibrios; entonces ningún
mangulete tiene el mango corchado", entonces la razón determina, con
independencia de los significados, que nos encontramos ante una contradicción;
la razón entiende que la proposición es absolutamente falsa porque atenta
contra el principio universal de no contradicción.
Diremos pues que la primera proposición es relativamente
cierta (relativa a la validez de las premisas y al significado de las
palabras), mientras que la segunda es absolutamente falsa o falsa de necesidad.
La razón, pues, forja el pensamiento no estableciendo verdades absolutas (casi
ninguna verdad lo es), sino descartando falsedades absolutas que la razón
identifica inequívocamente por contradictorias.
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