Había un filósofo llamado Diógenes de Sinope (412
a.C.) que vivió como un vagabundo en Atenas, convirtió su extremada pobreza en
una virtud, vivía en la calle, dentro de una tinaja, siempre reduciendo al
mínimo sus deseos y necesidades. Valoraba el comportamiento y la forma de vida
de los perros, y era una persona que siempre decía lo que pensaba, aunque no
estuviera bien visto.
Hay dos anécdotas impresionantes que son dignas de
contar y que pueden ayudarnos mucho a reflexionar sobre nuestra vida.
La primera ocurrió así:
Se dice que una mañana, mientras Diógenes se
hallaba absorto en sus pensamientos y tomando el sol fuera del gimnasio que
estaba a las afueras de Corinto, había mucho ajetreo, porque se decía que el
rey había llegado (este rey es el gran Alejandro Magno).
Tal era la fama que tenía Diógenes, que estaba
interesado el propio Alejandro en conocer al famoso filósofo, y antes de que
pueda saber Diógenes, qué es lo que ha pasado, se ve rodeado por un montón de
ciudadanos de Corinto, y se produce el encuentro.
Llega Alejandro acompañado de su escolta y de
muchos hombres más, el rey se pone frente a él y dice, - soy Alejandro Magno -.
A lo que responde Diógenes, - y yo Diógenes el
perro -, (pues todos se metían con él).
Hay murmullos de asombro ante la sorprendente
respuesta del sabio, pues nadie se atreve a hablarle así al rey, Alejandro
pregunta, - ¿por qué te llaman Diógenes el perro? -.
Responde Diógenes, - porque alabo a los que me dan,
ladro a los que no me dan y a los malos les muerdo -.
De nuevo más murmullos, ¡cómo es osado este
Diógenes al atreverse a hablarle así al rey!, pero Alejandro no se deja inmutar
por esas respuestas y le dice, - pídeme lo que quieras -.
Tranquilamente Diógenes le contesta, - quítate de
donde estás, que me tapas el sol -.
Por lo que se hace una exclamación generalizada de
todos los presentes, ante una petición tan pobre, a un hombre que todo lo podía
dar, Alejandro sorprendido realmente le pregunta. - ¿no me temes? -.
A lo que Diógenes le contesta con gran aplomo con
otra pregunta,- gran Alejandro, ¿te consideras un buen o un mal hombre? -.
El rey le responde, - Me considero un buen hombre
-.
Y Diógenes le dice, - Entonces... ¿por qué habría
de temerte? -.
Siendo esta, una respuesta muy sincera de nuestro
filósofo, toda la gente está decididamente escandalizada; entonces Alejandro
pide silencio y dice - silencio... sabéis lo que les digo a todos ustedes, que
si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes -.
¡Es simplemente genial!; la otra anécdota es más
corta y dice así:
En una ocasión dejaron en su tinaja un pequeño
candil, él pensó que no lo necesitaba, pues aunque en las noches y cuando hace
frío se pasaba bastante mal, él no requería estar despierto iluminándose con el
mismo.
Diógenes, pasó mucho tiempo pensando qué haría con
él, por lo que durmió esa noche, y al amanecer despertó reflexionando qué hacer
con el candil. Apareció en pleno día por las calles de Atenas, con el candil de
aceite en la mano, diciendo, - busco un hombre, busco un hombre honrado que ni
con el candil encendido puedo encontrarlo -.
La gente lo seguía y él continuaba vociferando lo
mismo, sin encontrarlo aun a plena luz del día y con el candil encendido.
Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino, diciendo que
solo tropezaba con escombros, pretendía encontrar al menos un hombre honesto
sobre la faz de la tierra.
Estos dos relatos de la vida de este hombre, tienen
una riqueza enorme, pues si eres consciente de lo que pasa en esta sociedad y
estás en contra de tantas injusticias, estás llamado a ser como este pobre
“loco”, que poseía una gran sabiduría.
Sin poder compararme con él, pues yo no soy nadie,
siento que soy parecido a este filósofo, pues como le decía al rey, agradezco a
los que ayudan, me quejo frente a los egoístas e hipócritas y lucho hasta la
muerte, contra la gente malvada; así lo reflejo en el blog cada semana y en mi
vida particular, diariamente. Es verdad, que cuando vas por ahí diciendo las
verdades a la gente, todos se asombran, unos lo agradecen, pero la mayoría se
escandalizan, porque viven sumidos en el mundo de la mentira y los falsos
cumplidos; por eso, al final te miran como a un bicho raro y quieren expulsarte
de su lado, inventando incluso una serie de mentiras, con tal de acallar tu
voz. Pero si nunca has cedido a sus chantajes y corruptelas, jamás podrán
silenciar la voz de la justicia y de los necesitados, pues para ellos eres como
un candil que ilumina la habitación, colgado del techo, y les recuerda la
cantidad de atrocidades que han cometido en esta vida. Nunca nadie podrá
esconder del todo la verdad, pues la luz siempre vence a la oscuridad, es pura
física, donde aparece la luz, desaparece las tinieblas.
A esto estamos todos destinados, a ser esta lámpara
de aceite que ilumine los sitios oscuros, donde la mayoría de esta sociedad
esconde sus pasotismos y malas obras, para denunciarlas y poder provocar el
cambio a mejor.
Al igual que en el segundo relato, Diógenes buscaba
a plena luz del día, con un candil encendido un solo hombre que fuera justo.
Fijaos el significado tan profundo de este hecho, es como si tu fueras por la
calle de día, con una linterna encendida en pleno agosto, parece que no tiene
sentido; pero no es así, pues este hombre, el día lo veía como la noche, ya que
aunque luciera el sol, la oscuridad reinaba en todos los corazones de aquella
sociedad, por eso, usaba el candil, para encontrar lo que no era capaz de ver a
simple vista.
La verdad es que no dista nada, de esta época en la
que vivimos, pues mis publicaciones siempre han girado en torno a esto, una
realidad que grita, tapada por un oscuro manto que domina esta sociedad. Por
eso, como decía en el post que hablaba de los millonarios, busco un hombre,
justo y que tenga bastante dinero para empezar a cambiar el mundo, pues el
dinero lo facilita todo y también puede usarse para hacer cosas muy buenas. ¿No
hay ni un solo millonario, que vea esta realidad y quiera dedicar su vida a
mejorar la tierra?, seguro que mucha gente lo seguiría, miles de millonarios,
¿y ni siquiera uno quiere cambiar la vida en este planeta para bien?... es una
desgracia.
Y tú, ¿te consideras un persona cabal?, ¿eres de
los que iluminan en esta vida, con obras concretas?, ¿o de los cobardes, que
viven entre las sombras, huyendo de este candil?.
Los hombres son como los astros, que unos dan luz
de sí y otros brillan con la que reciben; ese tiene que ser nuestro deber,
prender la llama de la honestidad, enseñad con obras lo que se puede llegar a
hacer.
Por eso comienza a caminar en este sendero, donde
tus pensamientos de amor y justicia, se hagan realidad en cada ser vivo que te
encuentres en tu vida.
Practica todo esto y tu existencia será una luz tan
fuerte, que todos querrán beber de ella, para encender más lámparas y por fin
todo sea diferente… todo esto que digo está en ti, a tu alcance, ¡ánimo!.