sábado, 11 de marzo de 2017

El Candil Encendido



Había un filósofo llamado Diógenes de Sinope (412 a.C.) que vivió como un vagabundo en Atenas, convirtió su extremada pobreza en una virtud, vivía en la calle, dentro de una tinaja, siempre reduciendo al mínimo sus deseos y necesidades. Valoraba el comportamiento y la forma de vida de los perros, y era una persona que siempre decía lo que pensaba, aunque no estuviera bien visto.

Hay dos anécdotas impresionantes que son dignas de contar y que pueden ayudarnos mucho a reflexionar sobre nuestra vida.

La primera ocurrió así:

Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos y tomando el sol fuera del gimnasio que estaba a las afueras de Corinto, había mucho ajetreo, porque se decía que el rey había llegado (este rey es el gran Alejandro Magno). 

Tal era la fama que tenía Diógenes, que estaba interesado el propio Alejandro en conocer al famoso filósofo, y antes de que pueda saber Diógenes, qué es lo que ha pasado, se ve rodeado por un montón de ciudadanos de Corinto, y se produce el encuentro.

Llega Alejandro acompañado de su escolta y de muchos hombres más, el rey se pone frente a él y dice, - soy Alejandro Magno -.

A lo que responde Diógenes, - y yo Diógenes el perro -, (pues todos se metían con él).

Hay murmullos de asombro ante la sorprendente respuesta del sabio, pues nadie se atreve a hablarle así al rey, Alejandro pregunta, - ¿por qué te llaman Diógenes el perro? -.

Responde Diógenes, - porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan y a los malos les muerdo -.

De nuevo más murmullos, ¡cómo es osado este Diógenes al atreverse a hablarle así al rey!, pero Alejandro no se deja inmutar por esas respuestas y le dice, - pídeme lo que quieras -.

Tranquilamente Diógenes le contesta, - quítate de donde estás, que me tapas el sol -.

Por lo que se hace una exclamación generalizada de todos los presentes, ante una petición tan pobre, a un hombre que todo lo podía dar, Alejandro sorprendido realmente le pregunta. - ¿no me temes? -.

A lo que Diógenes le contesta con gran aplomo con otra pregunta,- gran Alejandro, ¿te consideras un buen o un mal hombre? -.

El rey le responde, - Me considero un buen hombre -.

Y Diógenes le dice, - Entonces... ¿por qué habría de temerte? -.

Siendo esta, una respuesta muy sincera de nuestro filósofo, toda la gente está decididamente escandalizada; entonces Alejandro pide silencio y dice - silencio... sabéis lo que les digo a todos ustedes, que si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes -.

¡Es simplemente genial!; la otra anécdota es más corta y dice así:

En una ocasión dejaron en su tinaja un pequeño candil, él pensó que no lo necesitaba, pues aunque en las noches y cuando hace frío se pasaba bastante mal, él no requería estar despierto iluminándose con el mismo. 

Diógenes, pasó mucho tiempo pensando qué haría con él, por lo que durmió esa noche, y al amanecer despertó reflexionando qué hacer con el candil. Apareció en pleno día por las calles de Atenas, con el candil de aceite en la mano, diciendo, - busco un hombre, busco un hombre honrado que ni con el candil encendido puedo encontrarlo -. 

La gente lo seguía y él continuaba vociferando lo mismo, sin encontrarlo aun a plena luz del día y con el candil encendido. Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino, diciendo que solo tropezaba con escombros, pretendía encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra.

Estos dos relatos de la vida de este hombre, tienen una riqueza enorme, pues si eres consciente de lo que pasa en esta sociedad y estás en contra de tantas injusticias, estás llamado a ser como este pobre “loco”, que poseía una gran sabiduría.

Sin poder compararme con él, pues yo no soy nadie, siento que soy parecido a este filósofo, pues como le decía al rey, agradezco a los que ayudan, me quejo frente a los egoístas e hipócritas y lucho hasta la muerte, contra la gente malvada; así lo reflejo en el blog cada semana y en mi vida particular, diariamente. Es verdad, que cuando vas por ahí diciendo las verdades a la gente, todos se asombran, unos lo agradecen, pero la mayoría se escandalizan, porque viven sumidos en el mundo de la mentira y los falsos cumplidos; por eso, al final te miran como a un bicho raro y quieren expulsarte de su lado, inventando incluso una serie de mentiras, con tal de acallar tu voz. Pero si nunca has cedido a sus chantajes y corruptelas, jamás podrán silenciar la voz de la justicia y de los necesitados, pues para ellos eres como un candil que ilumina la habitación, colgado del techo, y les recuerda la cantidad de atrocidades que han cometido en esta vida. Nunca nadie podrá esconder del todo la verdad, pues la luz siempre vence a la oscuridad, es pura física, donde aparece la luz, desaparece las tinieblas.

A esto estamos todos destinados, a ser esta lámpara de aceite que ilumine los sitios oscuros, donde la mayoría de esta sociedad esconde sus pasotismos y malas obras, para denunciarlas y poder provocar el cambio a mejor.

Al igual que en el segundo relato, Diógenes buscaba a plena luz del día, con un candil encendido un solo hombre que fuera justo. Fijaos el significado tan profundo de este hecho, es como si tu fueras por la calle de día, con una linterna encendida en pleno agosto, parece que no tiene sentido; pero no es así, pues este hombre, el día lo veía como la noche, ya que aunque luciera el sol, la oscuridad reinaba en todos los corazones de aquella sociedad, por eso, usaba el candil, para encontrar lo que no era capaz de ver a simple vista.

La verdad es que no dista nada, de esta época en la que vivimos, pues mis publicaciones siempre han girado en torno a esto, una realidad que grita, tapada por un oscuro manto que domina esta sociedad. Por eso, como decía en el post que hablaba de los millonarios, busco un hombre, justo y que tenga bastante dinero para empezar a cambiar el mundo, pues el dinero lo facilita todo y también puede usarse para hacer cosas muy buenas. ¿No hay ni un solo millonario, que vea esta realidad y quiera dedicar su vida a mejorar la tierra?, seguro que mucha gente lo seguiría, miles de millonarios, ¿y ni siquiera uno quiere cambiar la vida en este planeta para bien?... es una desgracia.

Y tú, ¿te consideras un persona cabal?, ¿eres de los que iluminan en esta vida, con obras concretas?, ¿o de los cobardes, que viven entre las sombras, huyendo de este candil?.

Los hombres son como los astros, que unos dan luz de sí y otros brillan con la que reciben; ese tiene que ser nuestro deber, prender la llama de la honestidad, enseñad con obras lo que se puede llegar a hacer. 

Por eso comienza a caminar en este sendero, donde tus pensamientos de amor y justicia, se hagan realidad en cada ser vivo que te encuentres en tu vida.

Practica todo esto y tu existencia será una luz tan fuerte, que todos querrán beber de ella, para encender más lámparas y por fin todo sea diferente… todo esto que digo está en ti, a tu alcance, ¡ánimo!.


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