La vida se compone de luces y sombras, de espacios
pigmentadamente únicos, entre días y noches que abarcan todo el circular en
donde todos estamos.
Seres vivos que danzan y caminan entre habitas que están
sujetos a su vida tanto como lo están de ellos mismos, es esa misma vida que
mientras el día se vuelve noche y la noche se da la vuelta para convertirse en
día, nos regala nuestro ahora.
Mientras el tiempo depende de la mente, el espacio es el
territorio por donde se mueve el cuerpo. Pero, dado que la mente es función del
cerebro y este es parte de nuestro organismo, la segregación mente-cuerpo es
inapropiada. Allí comienzan las dificultades. Si integramos mente y cuerpo, o
mejor aún, si nos damos cuenta de que mente y cuerpo son una sola entidad
indivisible… esa entidad, como un todo, fluirá.
El presente reside en todo el cuerpo, donde percibimos las
sensaciones, incluyendo la cabeza donde se manifiestan los estados mentales.
¿Qué tenemos que hacer para estar en presente? Permanecer atentos a tres cosas:
a los movimientos y las posturas del cuerpo (rápidos, pausados, incómodas, confortables…),
a las sensaciones que percibimos (agradables desagradables, neutras…) y a
nuestros estados mentales (concentrados, dispersos, sesgados, imparciales,
alegres, tristes…). El presente es mirar hacia adentro, no curiosear hacia
afuera.
La percepción del ahora se puede ejercer mediante la
atención total permanente. Cuando vigilamos la mente distraída, la estamos
aterrizando, así las distracciones sean remordimientos por lo que hicimos ayer
o ilusiones de algo bueno que sucederá mañana. Si la mente se nos escapa, sin
importar hacia dónde o hacia cuándo, la observación de la fuga ocurre aquí y
ahora.
Vivir en el presente tiene mucho más que ver con estar
atentos a lo que nos está distrayendo que con intentar encadenarnos al aquí y
al ahora. Si sentimos avaricia o envidia, observamos la experiencia de los
deseos desordenados. Si sentimos gula o lujuria, advertimos cómo estas se
manifiestan en nuestro organismo. Lo que nos sucede en el segundo que está
pasando, en el siguiente, y en el próximo, son las vivencias. Ni siquiera
disfrutamos lo que ya poseemos cuando nos engolosinamos con lo que no tenemos.
La mente atenta al cuerpo, a las sensaciones y a los estados
mentales nos sostiene en el instante real. Cuando así ocurre, la existencia
fluye con espontaneidad. Es imposible fluir a propósito evadiendo el presente.
No se puede flotar río arriba. Las corrientes de los deseos desordenados y de
las aversiones desmedidas nos sacan de las aguas apacibles.
Estar aquí y ahora
es más estar atentos a las distracciones que están dispersando la mente que
ponerle fuerza de voluntad al momento actual.
Hugo W Arostegui
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