Una historia que nos enseña a trabajar
unidos por la felicidad de todos
En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, el cual ganaba el concurso al mejor producto año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos.
- "¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso año tras año?" preguntó el reportero.
- "Verá usted, señor," dijo el agricultor, el viento lleva el polen del maíz maduro, de un sembrío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga".
Quienes decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Y quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, porque el bienestar de cada uno se halla unido al bienestar de todos.
Asimismo, y ello es de vital importancia en la mayoría de
las experiencias, combinan sus actividades económicas con acciones de índole
educativa y cultural, revalorizando el sentido de la comunidad de trabajo y el
compromiso con la comunidad en la cual producen y trabajan.
De esta manera, las prácticas específicas de dichas
experiencias se inscriben en una nueva racionalidad económica, en la cual la
solidaridad se convierte en el sostén de las iniciativas, que generan
resultados materiales efectivos y ganancias económicas, pero sobre todo se
encuentran enmarcadas en otra lógica donde los principios y valores orientan la
actividad económica y no viceversa
.
Hugo W Arostegui
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