“Todos los seres vivos buscan lo bueno y evitan
lo malo. Pero si un conejo ve una zanahoria al lado de un zorro, ¿qué hace?
Evitará ambas.
La zanahoria no le garantiza la vida pero el zorro sí que le
garantiza la muerte. Por tanto es necesario que el recuerdo (o la intensidad
emocional asociada a ese recuerdo) del zorro sea más importante que el recuerdo
de la zanahoria”
Recordar unas vacaciones o un viaje con amigos,
recordar una cita romántica o aquella vez que te fuiste de fiesta con amigos y
te divertiste tanto. La mente a menudo tiende a recordar lo bueno incluso aumentando
el recuerdo y a quitarle importancia a los recuerdos dolorosos.
Tal vez sea una forma de alivio, si recordáramos
a diario los momentos malos que hemos pasado nos influiría en el estado de
ánimo.
Memoria
praeteritorum bonorum (“El pasado siempre se recuerda como
mejor). Esta frase latina define La retrospección Rossy.
El recuerdo es incluso más positivo
que la experiencia real.
Es el nombre que define esta tendencia, a menudo recordamos
de forma positiva o muy positiva momentos que fueron agradables o
medianamente agradables, incluso con el paso del tiempo exageramos las
emociones al recordar estos momentos.
Este efecto se da más a los
acontecimientos agradables o moderadamente agradables, sin embargo no se da
cuando los recuerdos son molestos. Es como si la memoria potenciara las
experiencias positivas.
Este fenómeno de ‘la visión optimista’ se asocia con un
aumento de los pensamientos negativos durante ese momento (el viaje, el camping
con los mosquitos etc.), que pueden ser causados por decepciones y una visión
menos positiva.
Sin embargo esto es de corta duración. Pasado un tiempo la
gente tiende a recordar esos momentos de forma mucho más positiva que en
‘momento real’ cuando vivió aquella experiencia.
Es como si el tiempo nos
hiciera olvidar los inconvenientes y recordar solo lo bueno.
Mantener una “buena sintonía” con todos esos momentos de
nuestra vida durante los cuales nos hemos “sentido felices” de haber podido
compartir experiencias que permanecen en la memoria y conservan como los vinos
añejos ese “sabor incomparable” que sólo el paso del tiempo puede incrementar.
Lo bueno siempre permanecerá vigente como una fuente inagotable
cuya frescura seguirá humedeciendo nuestros labios, mientras mantenemos vigentes e imborrables los
gratos recuerdos de un tiempo de compartir.
Hugo W Arostegui
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