Todos nosotros tenemos un artista dentro, todos nacimos con la necesidad de crear, porque fuimos creados.
Crear es expresar lo que sientes que eres, lo que sientes que
tienes y quieres ofrecer, es entablar una conversación entre tu mundo
interior y el mundo que te rodea.
Es un deseo de comunicar, de aportar, de trascender, de
comprender, de cocrear.
Crear es la expresión del yo
auténtico sin límites y
un acto de alumbramiento que trae una nueva vida al mundo.
Nuestro yo creativo necesita de la soledad para poder escucharse, para poder
mirar hacia adentro y encontrarse, para sentir que está ahí, que late, que
vibra, que resuena, que está vivo.
Necesita aislarse del ruido, de las voces que dudan de él, que
quieren someterle a normas, que quieren que sea como la mayoría. Necesita un
momento y tiempo que es solo para él, en el que no existe ni el pasado ni
el futuro, solo el aquí y ahora.
Los momentos del artista son momentos llenos de verdad, de
belleza, de vitalidad, de plenitud, de riqueza, de alegría, de totalidad y
trascendencia. Son momentos de grandeza que no se pueden compartir porque
perderían su magia, esa magia que se transforma en palabras, esculturas,
pinturas, bailes, y cualquier otro fruto creativo, para que otros la puedan
vivir. En cada acto de creación el artista transmite su pasión a otros para
hacer renacer de nuevo su propia pasión.
Para algunas personas, entre las que me encuentro, crear
y expresar es vivir, es respirar, es el motivo y la razón de vivir. Sin
ello nos limitamos a meramente existir. Por eso necesitamos la soledad y el
retiro en algunos momentos, pero también la compresión del entorno hacia esa
necesidad, sin que se sientan por ello rechazados o abandonados. Buscamos
la soledad para encontrarnos con nuestra artista, para escucharlo, para
atenderlo, para dejarlo salir y fluir, para renacer en cada encuentro.
A veces por la presión del entorno, por la incomprensión, por el
miedo a que esos momentos de soledad se conviertan en una soledad eterna, vamos
poco a poco abandonando a nuestro artista interior, acallándolo,
desatendiéndolo, hasta dejarlo en coma. Y aunque le hayamos proscrito al
olvido, sigue ahí, y sufre, y llora, y protesta y se enrabieta, y ese artista
desatendido es el autor de muchos comportamientos que no alcanzamos a ver y de
los que nos somos conscientes.
Porque con todo ello está queriendo llamar nuestra atención, para
que volvamos la mirada hacia él, y le demos su espacio y su momento.
Hace tiempo que yo me di cuenta que me había olvidado de mi
artista, pero él no se olvidó de mí, y me llamo y busco con tanta fuerza que no
pude resistirme a volver con él. Después de tantos años separados volver a
vivir juntos no está siendo tarea fácil, pero como dicen “el amor lo puede
todo”, y a pesar de la distancia y el olvido nunca he dejado de querer a mi
artista. Por eso, en este nuevo camino busco espacios y momentos para
encontrarme y disfrutar con él, para darle libertad de crear, de divagar, de
fantasear, soñar, imaginar, de vivir en el caos si hace falta. Son sus
momentos, y hay que dejarle que los viva con plenitud, luego ya vendrá la
calma, el orden y otras cosas.
Esa es la clave para vivir en paz y armonía con nuestro yo
creativo, como dice Maslow en su libro Personalidad Creadora, a las
personas creativas hay que darles libertad y tenerles paciencia.