En estos últimos años parece que el número de protestas y
manifestaciones se ha incrementado. Desde los levantamientos en países árabes,
calificados como “primavera árabe“, la indignación se extendió como la pólvora y en
occidente surgieron movimientos como el 15-M, occupy Wall Street o la
revolución de los paraguas. Al margen de estos grandes movimientos, manifestaciones más pequeñas
se han producido por todo el mundo con más o menos suerte. ¿Qué
hace que la gente se manifieste?
Independientemente de la consecución de los propósitos, es
un hecho que salir a la calle es una forma válida de protesta. Si bien resulta
difícil concebir como ilegal una protesta pacífica, los gobiernos intentan
mantener lo más bajos posibles los niveles de las manifestaciones ya que, en muchas ocasiones, los
intereses son opuestos. Para ello, se han intentado controlar que la gente se
manifieste de diferentes formas, como impidiendo las grandes reuniones en la
calle sin consentimiento previo.
Aun así, mucha gente sigue optando por unirse a las
manifestaciones con la esperanza de que sus protestas sean escuchadas y
atendidas. Por otro lado, mucha gente, normalmente la gran mayoría, no
participa en las manifestaciones. Entonces, ¿qué es lo que hace que algunas personas
participen y otras no?
Algo está mal
En primera instancia, para que la gente se manifieste es necesario
que haya un motivo de queja, una reivindicación. Este debe
afectar a uno o varios grupos de personas o, al menos, ser percibido así.
Algunas de las quejas más comunes en occidente son las malas condiciones
laborales, como bajos salarios, la corrupción de los gobiernos o la defensa de
ideologías, como la animalista o la religiosa.
Una vez la queja es
reconocida debe ser compartida por un grupo. Si todos los miembros de mi grupo
comparten la misma queja es más probable que todos nos manifestemos. Y cuando
más comprometido esté con mi grupo, más aún. Por tanto, la identidad social va
a ser uno de los factores que determine la participación en las
manifestaciones.
La eficacia de las manifestaciones
Otro factor va a ser la eficacia percibida. Si creo que la
manifestación va a ser eficaz y se va a conseguir solucionar los motivos de la
protesta, es más probable que participe. Pero no solo hay que tener en cuenta a
los grupos que participan en las manifestaciones. También hay que tener en cuenta
contra quién protestan, que, normalmente, suele ser el estado o
alguna de sus instituciones.
La eficacia que atribuyamos al estado o a los miembros de
las fuerzas de seguridad que pueden tratar de disolver la manifestación también
va a afectar a nuestra decisión de participar o no en la manifestación.
Así, cuanto menos eficacia
pensemos que tienen, más dispuestos estaremos a salir a la calle a
manifestarnos.
Grandes niveles de ira van a
contribuir en gran medida a la hora de tomar las calles, sobre
todo si esa emoción es compartida por el grupo social.
Por supuesto, otras emociones van a influir. Una de ellas es el
desprecio. Cuando el desprecio hacia el grupo opresor es grande, la elección va
a ser manifestarse participando en actividades ilegales e incluso violentas. Lo
mismo va a suceder cuando es la humillación la emoción grupal predominante.
Aunque hasta ahora solo hemos nombrado emociones negativas,
las positivas también suelen estar presentes en las manifestaciones.
A nivel individual nos vamos
a encontrar emociones positivas entre las personas que participan en las
manifestaciones. Mientras
como grupos pueden sentir ira, individualmente van a sentir emociones positivas
relacionadas con la eficacia de la acción para uno mismo.