jueves, 24 de mayo de 2018

La Conciencia De Sí


La conciencia de sí puede definirse como un estado alerta, en el cual el hombre permanece atento de sí mismo y del entorno, simultáneamente. Esto logra que el hombre nunca se olvide de sí.

La experiencia que llega como resultado de compartir la atención entre uno mismo y el exterior se percibe como “un despertar”. El hombre, tan pronto vive la conciencia de sí, tiene la clara sensación de haberse despertado y de que anteriormente se encontraba totalmente sumergido en un estado de sueño psíquico.

Para comprobar si habita o no, en un sueño psíquico, haga el siguiente experimento: ponga atención sobre usted mismo y sobre el lugar en el que se encuentra, simultáneamente. Es decir, recuérdese (en el sentido de permanecer alerta de usted mismo y no en el sentido de pensar en uno mismo). Permanezca atento a su cuerpo (no piense en él). Permanezca alerta de él. Ahora está usted consciente de sí.

Permanezca en ese estado. No se olvide de sí mismo y dedíquese a realizar sus actividades diarias.

Una vez realizado lo anterior descubrirá lo difícil que es permanecer en este estado, y no tardará más de unos pocos minutos en olvidarse de usted mismo y volver a su estado de sueño psíquico.

Minutos, horas, días o meses después volverá a acordarse de usted mismo y, entonces, en ese preciso instante, en el acto de volver a recordarse, descubrirá que estuvo consciente cuando inició el experimento tiempo atrás. Descubrirá también, que dejó de estarlo una vez que se olvidó de sí y que ahora está nuevamente consciente por el hecho de volver a recordarse.

El primer paso para salir del estado de sueño psíquico es haber descubierto que habita en él.

Al hombre común le resulta sumamente difícil permanecer atento de sí mismo mientras vive. Tan pronto pasan unos cuantos segundos de haber iniciado el experimento que se ha explicado anteriormente, se olvidará de sí (dejará de estar atento a sí mismo) para regresar a su estado habitual, el que, como ya he dicho anteriormente, es muy similar al estado de sueño que transcurre mientras el hombre duerme.

Para que el hombre despierte del sueño psíquico debe ejercer la voluntad. Tan pronto la voluntad de recordarse cesa, el sueño psíquico ocupa su lugar. Una vez que el hombre ha utilizado la voluntad por largo tiempo para volverse autoconsciente, el nuevo estado se convierte en algo natural y permanente.

Mientras no sea permanente, el hombre tendrá necesidad de ejercer la voluntad para que el estado alerta se mantenga.

Todo estado de conciencia aparece en un principio a través de chispazos intermitentes. Es decir, la conciencia de sí, como cualquier otro estado de conciencia superior, empieza a surgir en el hombre poco a poco. Al principio, el hombre no podrá permanecer por más de algunos segundos alerta de sí.

Tiempo después, aumentará el nuevo estado de conciencia, tanto en duración como en frecuencia e intensidad. Más adelante aún, será permanente. Sin embargo, aquel que desee que la conciencia de sí se convierta en algo permanente en su vida tendrá que realizar esfuerzos enormes para lograrlo.

Cuando un hombre escucha que habita en un estado de sueño psíquico, podría ocurrir que se refuerce en él la idea de que es consciente cuando en realidad no lo es. “Despertar” para un hombre que se ha reforzado de la manera anterior es casi imposible, ya que pasará la vida creyendo que es consciente sin serlo en realidad.

Por lo anterior, es muy importante que el lector abandone tanto la idea de que es consciente como la idea de que no lo es. Una vez abandonadas ambas ideas estará en posibilidades de experimentar, por sí mismo, para descubrir si es consciente de sí o no.

Por último, debo decir que el hombre no puede vivenciar la conciencia de unidad, o cualquier otro estado superior, sin antes haber pasado por la conciencia de sí.



La Educación Del Hombre

Filosofía
La Educación Del Hombre
Inmanuel Kant

El hombre es la única criatura que ha de ser educada. Entendiendo por educación los cuidados (sustento, manutención), la disciplina y la instrucción, juntamente con la educación. 

Según esto, el hombre es niño pequeño, educando y estudiante.

Tan pronto como los animales sienten sus fuerzas, las emplean regularmente, de modo que no les sean perjudiciales. Es admirable, por ejemplo, ver las golondrinas pequeñas, que, apenas salidas del huevo y ciegas aún, saben, sin embargo, hacer que sus excrementos caigan fuera del nido. Los animales, pues, no necesitan cuidado alguno; a lo sumo, envoltura, calor y guía, o una cierta protección. 

Sin duda, la mayor parte necesitan que se les alimente, pero ningún otro cuidado.

Se entiende por cuidado [Wartung], las precauciones de los padres para que los niños no hagan un uso perjudicial de sus fuerzas. Si un animal, por ejemplo, gritara al nacer, como hacen los niños, sería infaliblemente presa de los lobos y otros animales salvajes, atraídos por sus gritos.

La disciplina convierte la animalidad en Humanidad. Un animal lo es ya todo por su instinto; una razón extraña le ha provisto de todo. Pero el hombre necesita una razón propia; no tiene ningún instinto, y ha de construirse él mismo el plan de su conducta. Pero como no está en disposición de hacérselo inmediatamente, sino que viene inculto al mundo, se lo tienen que construir los demás.

El género humano debe sacar poco o poco de sí mismo, por su propio esfuerzo, todas las disposiciones naturales de la Humanidad. Una generación educa a la otra. El estado primitivo puede imaginarse en la incultura o en un grado de perfecta civilización. Aun admitiendo este último como anterior y primitivo, el hombre ha tenido que volverse salvaje y caer en la barbarie.

La disciplina impide que el hombre, llevado por sus impulsos animales, se aparte de su destino, de la Humanidad. Tienen que sujetarle, por ejemplo, para que no se encamine, salvaje y aturdido, a los peligros. Así, pues, la disciplina es meramente negativa, esto es, la acción por la que se borra al hombre la animalidad; la instrucción, por el contrario, es la parte positiva de la educación.

La barbarie es la independencia respecto de las leyes. La disciplina somete al hombre a las leyes de la Humanidad y comienza a hacerle sentir su coacción.

Pero esto ha de realizarse temprano. Así, por ejemplo, se envían al principio los niños a la escuela, no ya con la intención de que aprendan algo, sino con la de habituarles a permanecer tranquilos y a observar puntualmente lo que se les ordena, para que más adelante no se dejen dominar por sus caprichos momentáneos.


Pero el hombre tiene por naturaleza tan grande inclinación a la libertad, que cuando se ha acostumbrado durante mucho tiempo a ella, se lo sacrifica todo. 

Lo Que Sabemos


¿Has pensado alguna vez cómo sabes las cosas que sabes? Algunas las sabemos porque alguien nos lo contó, otras porque las hemos visto, otras porque las hemos pensado... ¿Cuántas cosas podemos saber? Por lo que respecta a cuánto podemos saber, es decir, a los grados de conocimiento, Platón diferencia dos grados. Y lo hace atendiendo a su definición del mundo en dos regiones.

¿Recuerdas? Mundo de las ideas y mundo de las cosas. Al mundo de las cosas corresponde la opinión y al de las ideas la ciencia.

¿Es posible que alguna vez alguien sepa absolutamente todo, referido a todo? ¿Y si alguien te preguntara que le digas qué es una idea? ¿Qué dirías? Entre otras cosas, de las condiciones, límites y posibilidad de lo que podemos conocer se ocupa la teoría del conocimiento. Vamos a ver aquí, que decía Platón de este asunto.

Y a Platón se le planteaba un problema: ¿cómo conocemos las ideas si pertenecen a un mundo (el inteligible) en el que el hombre no está porque vive en el sensible? Para responder a esto, Platón lo explicó gracias a dos conceptos que son importantes: la reminiscencia o recuerdo, y la dialéctica.

 ¿Cómo conocemos las ideas si están en el mundo inteligible? Básicamente Platón sostiene que podemos conocerlas recordando. Pero puede recordarlas a través de las cosas del mundo sensible. Se trata de recordar lo que hay en el alma y que ésta conoció cuando estuvo en el mundo inteligible. Según Platón, solamente la contemplación directa de las ideas en el mundo inteligible nos permite conocerlas. 

Y el alma humana vivió en ese mundo, contemplándolas allí. Cuando nuestra alma cayó al mundo sensible y se unió al cuerpo las olvidó. La reminiscencia, por tanto, es recordar.

¿A qué te recuerda esto? La religión cristiana, siglos después de Platón, también habló de un paraíso original perdido, de un alma que es "castigada" a vivir en la tierra... Son muchas las semejanzas que hay entre el pensamiento platónico y la religión cristiana. 

O dicho de otra manera, el cristianismo asumió y transformó en religión conceptos filosóficos de Platón.



La Madurez Intelectual


La experiencia es un grado, eso es innegable, pero no es ni mucho menos el único elemento que marca la diferencia entre una investigación más y un gran hallazgo en una mente científica. 

Un estudio reciente demuestra que los científicos que realizan los grandes descubrimientos son cada vez mayores.

Las investigaciones realizadas hasta ahora apuntaban justamente hacia el lado contrario, especialmente en el campo de la física, y demostraban que los principales avances eran desarrollados por científicos jóvenes.

La edad de los premiados con el Nobel de Física se mantuvo baja durante el principio el siglo XX, en particular durante la emergencia de la mecánica cuántica a mediados de la época de 1930.

Sin embargo, basándose en un análisis histórico y bibliográfico de los ganadores del premio Nobel en Física, Química y Medicina entre los años 1875 y 2008, el investigador de la Universidad Estatal de Ohio Bruce Weinberg y su equipo han demostrado que alcanzar el éxito académico antes de los 30 era común en todas las disciplinas antes de 1905, pero cada vez ha ido resultando menos habitual.

Antes de esta fecha, dos tercios de los ganadores de este galardón en los tres campos tenían menos de 40 años, y el 20% no superaba los 30.

Pero desde entonces la dinámica ha cambiado y en el año 2000 ya apenas se daban casos de grandes logros científicos antes de los 30 en ninguna de estas materias. En física, concretamente, solo un 19% de los autores de grandes resultados eran menores de 40 años, y en química prácticamente ninguno. De hecho, actualmente la edad media de los laureados en física por la Academia Sueca es de 48 años. “Ahora muy pocos avances realmente relevantes se consiguen antes de los 30”, asegura Weinberg.

Brillantes a los 50
El aumento de la edad de oro del científico se debe a varios factores, entre ellos, a la necesidad de una carrera formativa cada vez más larga que retrasa el inicio de la carrera productora, según los investigadores.

Otro de los factores es la rapidez con la que avanzan los descubrimientos y las teorías científicas que, en muchos casos, desbancan a las anteriores y las dejan obsoletas. "Los físicos de principios del siglo XX citaban en sus artículos trabajos recientes, ya que la teoría cuántica era nueva”, relata Weinberg. “Por tanto, los científicos veteranos no tenían ventajas, pues su conocimiento (más completo) de la teoría anterior no era necesaria para hacer contribuciones importantes en ese campo”.

En casos como ése definitivamente la experiencia no sólo no es una ventaja, si no que puede lastrar la investigación. "Los físicos jóvenes de aquel tiempo (años 30) eran parte de una revolución en el conocimiento teórico. El desarrollo de la mecánica cuántica hizo que los viejos conocimientos resultaran menos importantes en las investigaciones”, describe Weinberg. “Los jóvenes lo podían hacer mejor, en parte porque no habían conocido los antiguos razonamientos y podían pensar de una manera nueva”, concluye.

La investigación de Weinberg dilapida los trabajos realizados con anterioridad, que solían hacer hincapié en las diferencias en la edad más creativa en ciencias de un campo a otro, asumiendo que era más o menos constante en cada una de ellas. “Se pensaba de manera general que los matemáticos y los físicos realizaban sus mejores trabajos en edades jóvenes, mientras que los científicos médicos y los historiadores lo hacían más tarde”, explica Weinberg.

“Hemos sido los primeros en observar que dentro de cada área hay cambios en el tiempo mucho más importantes que los que se observan de un área a otra, y que están asociados con variaciones de la edad del éxito”, asegura Weinberg.

Albert Einstein, que por cierto publicó su teoría de la relatividad a los 26 años, dijo una vez que “una persona que no ha hecho su gran contribución a la ciencia antes de los treinta nunca lo hará”. Obviamente, no contaba con la evolución de los conocimientos, los pensamientos, y las técnicas de estudio.




miércoles, 23 de mayo de 2018

La Era Digital


¿Vivimos a raíz de la implantación universal de Internet un proceso de decadencia cultural? En un sugerente y sintomático libro de conversaciones entre Peter Sloterdijk y Alain Finkielkraut (Los latidos del mundo, Amorrortu, 2003), ambos ilustran las monstruosas metamorfosis de nuestro tiempo recurriendo a las metáforas de “lo ligero” y “lo pesado”..

En el pasado, el llamado progresismo, caricaturizando y simplificando mucho el diagnóstico, representaba una tendencia orientada a aligerar la vida y la superación de las cargas indignas sobre el hombre, mientras que los conservadores buscaban reaccionar ante esta levitación general subrayando el peso trágico del mundo.

Hoy, en cambio, las tornas parecen haber cambiado. Tras las transformaciones del siglo XX, no sólo los conservadores defienden ya un concepto de realidad duro, correoso, quizá más sombrío y resistente a la voluntad prometeica. Por otro lado, como ponen de manifiesto los “neocons” norteamericanos, no sólo los progresistas esgrimen ya la bandera de la movilización técnica incesante, del aligeramiento propiciado por el progreso incesante y la levedad informativa.

No olvidemos tampoco cómo este ideal antigravitatorio descansaba también en la popularización y democratización de la información. Allí donde el viejo mundo se observaba a si mismo desde la verticalidad, el nuevo se siente comprometido fundamentalmente con la horizontalidad.

En relación con esta utopía de la levedad, podría afirmarse que la figura de Steve Jobs nos ha hecho reflexionar sobre cuánto se ha transformado, por ejemplo, la dinámica capitalista. Se nos cuenta que el co-fundador de Apple odiaba los botones hasta el extremo de suprimirlos de su propia indumentaria. El gran gurú de la digitalización, obsesionado por la sencillez, los consideraba simplemente un obstáculo innecesario en su vida cotidiana.

Todos sabemos también en qué medida esta ideología del acceso cómodo e inmediato a la información ha modificado de forma irreversible la tecnología de nuestros ordenadores y nuestra relación con ellos.

Volviendo a las utopías de la levedad, hay que recordar que la marca Apple no puede entenderse sin el modelo utópico contracultural de los sesenta. 

En su juventud Jobs se interesó por la filosofía y llegó a viajar a la India en busca de iluminación espiritual. A su vuelta, introduciendo el discurso new age en la tecnología, terminó eliminando las mediaciones, las etiquetas, las jerarquías y la retórica. 

Este “capitalismo sin fricciones”, antigravitatorio, extremadamente ligero y líquido, del que Jobs fue el gran abanderado, nada tiene que ver con la pesada maquinaria del antiguo capitalismo y sus viejos valores ascéticos y disciplinarios.

En realidad, nada más opuesto al elegante y aséptico minimalismo del mundo creado por él que los viejos paisajes industriales, el sudor, la disciplina y el esfuerzo. 
Un ejemplo elocuente del lema jobsiano del “Hazlo simple”: el ascensor de la Apple Store en Tokio carece de todo tipo de botones. No hay botón de llamada, ni botones para indicar la planta a la que deseas ir. Simplemente subes y bajas parando en cada una de las plantas de la tienda. 

Una hipótesis: si el capitalismo, digámoslo medio en broma, se ha ido convirtiendo cada vez menos en máquina y más en un espíritu líquido y profundamente inaprehensible, tal vez sea, entre otras razones, por los tecnófilos hippies que odiaban perder el tiempo desabrochando sus botones.

¿Pero somos realmente conscientes de lo que han cambiado nuestras vidas tras la aparición de Internet y las redes sociales? ¿Es legítimo hablar ya de una mutación antropológica, incluso del paso a un nuevo “hombre digital”, como nos recuerdan con un no disimulado optimismo los apóstoles de esta nueva fe? ¿Representa la buena nueva de “la red” la apoteosis de una cultura de la superficialidad radicalmente opuesta a toda jerarquía cultural?

Que estas herramientas han alterado nuestra existencia parece un hecho incontrovertible; que las nuevas tecnologías de la información supongan un paso adelante en la historia del progreso humano sin costes y peligros, es otro asunto bien distinto, como nos recuerda el ciberactivista y agitador cultural Jaron Lanier en su sugerente Contra el rebaño digital (Debate, 2011), una crónica imprescindible y bien ponderada para todo aquel que quiere sumergirse en el apasionante debate sobre las ventajas e inconvenientes de Internet y las redes sociales sobre nuestras vidas.

Si, como ya advirtiera McLuhan, los medios son capaces de transformar los contenidos y los mensajes, ¿qué tipo de transformaciones estaríamos sufriendo bajo la influencia de estos nuevos medios?

Cabría decir, sin ánimo de exageración, que si en el pasado buscábamos adaptar la respectiva innovación tecnológica a nuestra vida, hoy estaríamos en una situación algo diferente, como si nuestra preocupación pasara más bien por el hecho de que nuestra existencia se encuentre a la altura de nuestra herramienta. 

Es decir, ¿cómo hemos de comportarnos para estar a la altura de nuestro Facebook, nuestro blog o de nuestro Twitter? La ansiedad por filmar, grabar y colgar nuestros momentos de forma inmediata es elocuente a este respecto.


Hoy es como si la vida que no se twitteara ya no fuera vida real.

La Vida


Deberíamos entender, que estamos en una situación de vida, más que de muerte.
Y lo deberías comprender, para que de una vez,
se te borre esa mala sensación de presentir la muerte.

La vida transcurre y la muerte ocurre,
por eso es que deberíamos otorgarle más ventaja a lo que nuestra propuesta es: vivir.

Acabar por entender que si de alguna forma nos procuramos vivir dentro de esta existencia, hay que hacerlo, hay que saber hacerlo, hay que querer hacerlo, querer vivir.

Y que por supuesto eso conlleva, a su vez, una forma de muerte.

¿Pasarías entonces toda tu vida proyectándote el temor de lo que la muerte es?
¡Y hay quien lo hace!

Todo lo que planea, lo que hace, lo que piensa, lo que quiere, es porque sabe, mal-sabe, que algún día debe morir.

¿No sería más sencillo establecer una forma de vida menos penosa, más optimista, más consciente?

Y te hablo porque sé que por sobre todas las cosas, le temes a morir.

Y eso estaría bien si también le temes a tu forma de vivir.

Y si le temes a tu forma de vivir, es que te temes a ti. Temes.
Pregúntate ahora, donde estás, siendo quién eres,

si te sientes bien viviendo, o por el contrario, estás temiendo que puedas morir.
Y no es lo que prefieras, es lo que es.

Las preguntas que seguirían serían tan superficiales o tan profundas como te las plantees: ¿Cómo estoy viviendo? ¿Qué estoy haciendo mientras vivo?
¿Qué estoy entendiendo que la vida es? ¿Soy acaso la resultante de mis formas de vida? ¿Estaré viviendo? ¿Sé vivir?

Y hay quien cree que vivir es esta pretendida vitalidad, que te permite hacer cualquier cosa. El punto es, ¿qué son esas cosas?
Y podríamos agregarle: ¿Con quién estoy haciendo qué? ¿Quién está ahí, junto a mí, allí, allá?

A los que distingues, a los que crees conocer, a los que has integrado a tu forma de vida, a los que has dejado estar en tu vida, a los que les has pedido estar en sus vidas.
Y a lo mejor son muchos o pocos, pero son, están.
Y tal vez estarán incluso cuando ya no estés.

Tienes que considerar de forma definitiva, muy consciente, lo que te estás permitiendo hacer en esta vida, hasta que mueras,
hasta que sientas que mueres.

Y si algo sabes, sabrás que no,que todo sigue ahí,
quizá no tan igual.
¿Sabes por qué te cuento todo esto?

Porque si no guardas un principio de amor, nada de esto sirve.
Ningún acto, ninguna acción, ningún gesto.

Servirá para otras cosas, porque otras cosas también hay, muchas.

Y porque estás aquí, porque estás en mí, porque estamos trabajando,
porque queremos Ser, es mi deber.


Om Namaha Shivaya

Encontrando

Siempre vas rodando en la vida
y te ves tan decidida
a buscar la luz que hay en todo
a cambiar el mundo a tu modo

sé muy bien que eres valiente
y luchas por lo que sientes
una canción siempre va contigo
para abrir nuevos caminos

vas a crecer, vas a despertar
a descubrir para deslumbrar
en busca de tus sueños
tienes el valor y vas a volar

vas a sentir, vas a encontrar
vas a vivir para demostrar
que eres tan valiente
todo lo que quieras lo podrás alcanzar

Oh, oh, oh
Oh, oh, oh
Oh, oh, oh

todo lo que quieras lo podrás alcanzar

porque estas siempre en tu mundo
eres quien decide su rumbo
solo es ver las cosas más simples
para ti no hay nada imposible

se muy bien que es este el momento
ser feliz sin formas ni tiempos
lograras solo que intentes
porque en ti esta ser valiente

vas a crecer, vas a despertar
a descubrir para deslumbrar
en busca de tus sueños
tienes el valor y vas a volar


vas a sentir, vas a encontrar
vas a vivir para demostrar
que eres tan valiente
todo lo que quieras lo podrás alcanzar

Oh, oh, oh
Oh, oh, oh
Oh, oh, oh

conozco bien el valor que hay en ti
y lo que intentes podrás
lograrlo, siempre

Esta canción va siempre contigo
Va va va abriendo caminos
Este es el momento de ser lo que siente
De formas y tiempos porque eres valiente

conozco bien el valor que hay en ti
y lo que intentes podrás
lograrlo, siempre
vas a crecer, vas a despertar

A descubrir para deslumbrar
en busca de tus sueños
tienes el valor y vas a volar
vas a sentir, vas a encontrar
vas a vivir para demostrar
que eres tan valiente
todo lo que quieras lo podrás alcanzar

Letra enviada por Ana Luísa


La Vida Consciente


El desarrollo personal está de moda y la palabra conciencia es una de esas que se utilizan sin parar. Escuchamos cosas como: “Tienes que elevar tu conciencia“, “aprende a vivir más conscientemente“, “una conciencia clara es necesaria para avanzar en la vida“.

Estas frases quedan muy bonitas pero son poco precisas. ¿Qué significa, de forma práctica, elevar la conciencia o vivir más conscientemente? ¿Por qué es necesario? ¿Cuál es el camino para llegar a eso?

El primer autor a quien he leído expresar con palabras sencillas qué es esto de “vivir conscientemente” ha sido Nathaniel Branden en su libro “Cómo mejorar su autoestima”. En dicho libro, el Sr. Branden pone abundantes ejemplos de cómo la conciencia facilita o dificulta la vida de las personas, y por eso su idea resulta fácil de entender.

En este artículo he querido hacer lo mismo, por eso voy a tratar este tema fascinante de vivir con más conciencia a través de experiencias cotidianas en las que la mayoría nos podremos reconocer.

Mi intención final es que tomes conciencia (nunca mejor dicho) de que vivir con los ojos bien abiertos es la mejor opción posible.

¿Empezamos el recorrido?
 Una definición rápida de conciencia
Para mí, una persona vive de forma consciente cuando ve y se da perfecta cuenta de lo que ocurre en su vida. Es decir, no niega ni maquilla la realidad, ni tampoco se escapa de ella a través de los viajes o la literatura. Simplemente ve las cosas como son… con su lado bueno, su lado malo y su lado regular.

Vivir conscientemente es tomar nota tanto las oportunidades como las amenazas que nos rodean, de nuestros aciertos y nuestros errores.

Y sobre todo: vivir con conciencia es escapar de la tiranía de las acciones y los pensamientos automáticos, esos que “nos salen sin querer y sin que podamos evitarlo”.


Desde Lo Profundo


Toda la vida humana es posible entenderla como un camino de búsqueda. Una búsqueda de la que con frecuencia no somos conscientes.

Una inquietud nos asalta que nos enfrenta a las venturas y desventuras del amor, a las incertidumbres del viaje por tierras y mares lejanos, al entusiasmo por el conocimiento formal, por la literatura y por el arte. A la naturaleza, que nos sorprende con una belleza y un orden que parecen querer revelarnos un secreto.

Inmersos inclusos en nuestros deseos más primitivos y groseros, intuimos de pronto que lo que en verdad buscamos está más allá.

Tarde solemos apercibirnos de la insuficiencia de nuestros recorridos por el mundo exterior; de que el éxito, a lo menos relativo, en nuestra búsqueda incierta, no podrá tener lugar mientras no nos decidamos a incursionar en nuestro paisaje interior para recorrer pausadamente nuestras propias e insondables profundidades. Profundidades que son también alturas. 

Esa vía es la única capaz de dar sentido a nuestra búsqueda, de decirnos qué es lo buscamos, en el fondo, más allá de todo lo aparente. De mostrarnos, de alguna manera, aquello que nos hace falta, más que ninguna otra cosa.

Es muy posible que nos extraviemos si sólo recorremos las vías que están fuera de nosotros, por mucho que sea el interés con que observemos e investiguemos sus alrededores. Es posible que ni siquiera lleguemos a saber qué es lo que de verdad perseguimos. Es posible que nos perdamos en los accidentes, en los acontecimientos, en las cosas y en los sentimientos, sin obtener jamás satisfacción, parcial a lo menos, a nuestra más importante inquietud.
.
Allí, en la morada del Espíritu, que hace que se activen otros sentidos, los ojos y los oídos del alma, es posible percibir aromas y gustos y contactos más sutiles y también más verdaderos.

Allí es donde se encuentra el hombre con lo Absoluto, la Suprema Causa, el Espíritu Inefable, el No-ser divino.

En forma semejante, puede entender el hombre la travesía de la vida, siguiendo el camino que se inicia en la indiferenciación, en lo que es el niño antes de convertirse en persona, que sigue en la difícil lucha por la madurez, por la individuación, y luego en la superación de las tendencias  egocéntricas y egolátricas, de todos los apegos y temores, que le permite incursionar en lo transpersonal que lo vuelve a su origen y le indica lo que es en su esencia, en sí mismo. 

En su divinidad.



Enseñar A Pensar


Entrevista de Magisterio a Robert Swartz, ponente en plenaria del Icot 2015.

Hay que enseñar a pensar para transcender la estrechez mental que predomina hoy en día
Filósofo de formación, Robert Swartz opina que la enseñanza de esta asignatura debería obviar interminables debates metafísicos en favor de una discusión abierta sobre los grandes dilemas morales. El estadounidense lleva más de tres décadas abogando por la formación cognitiva en el aula mediante su propuesta Aprendizaje Basado en el Pensamiento (TBL en sus siglas en inglés). Algunos hitos en la expansión global de una actitud favorable hacia la enseñanza explícita de habilidades mentales, remarca, han coincidido con la celebración bienal de la International Conference on Thinking (ICOT), cuya próxima edición tendrá lugar el próximo verano en Bilbao.
Pregunta. Usted fue uno de los pioneros, a finales de los 70, en la promoción de la enseñanza de habilidades de pensamiento en el aula. ¿Ha cambiado mucho la situación desde entonces?
Respuesta. A principios de los 80, varios estados de EEUU empezaron a mostrar un interés creciente por enseñar a pensar utilizando diferentes enfoques más o menos sistemáticos. Mi propuesta es una de muchas. En algunos casos, por ejemplo Carolina del Sur, ese interés se tradujo en leyes que obligan a enseñar pensamiento crítico y creativo en todos los centros. La expansión global surge a finales de los 90, apoyada en buena medida en el éxito del ICOT que tuvo lugar en Singapur en el 97. Desde entonces, muchos países asiáticos han diseñado estrategias nacionales que buscan enseñar a pensar en el aula. La gran decepción, desde mi punto de vista, es la Unión Europea, donde las habilidades de pensamiento siguen al margen entre sus prioridades.
P. Sin embargo, el TBL ha recibido la atención de muchos centros en nuestro país, hasta el punto de convertir su oficina española en la primera fuera de EEUU.
R. En España está emergiendo un movimiento de base protagonizado por los propios colegios y, en concreto, por algunos profesores muy comprometidos con la renovación pedagógica. Por desgracia, estas iniciativas particulares no se corresponden con la actitud de las administraciones, que no reconocen la necesidad de ayudar a los alumnos a convertirse en mejores pensadores.
 P. ¿No ha observado movimientos similares en otros países europeos?
R. No con el alcance de lo que está ocurriendo aquí, al menos en nuestra experiencia. Por el contrario, Irlanda del Norte es un buen ejemplo a la hora de promover el aprendizaje del pensamiento desde arriba, desde el nivel institucional hacia las escuelas. Allí han conseguido articular un plan con el fin de convertir en realidad el que el alumno sea capaz de guiar su propio pensamiento. Sí quiero, por otra parte, dejar claro que el 95% de los profesores con los que hablo, en Nueva Zelanda o en Israel, en Chile o en Arabia Saudí, tiene claro que el viejo sistema de enseñar centrado en la memoria no funciona, a menos que queramos que la escuela persiga que el alumno apruebe el examen y olvide lo aprendido a los pocos días.
P. ¿Hay lugar para la memoria en la enseñanza del siglo XXI?
R. ¡Claro! El debate no es memoria sí o memoria no: por supuesto que hay que recordar cosas. La cuestión que yo y otros muchos planteamos es hasta qué punto tiene sentido que la enseñanza en el siglo XXI continúe siendo esencialmente memorística. Hay que recordar los grandes acontecimientos de la historia, sus grandes nombres, pero sobre todo hay que comprender su importancia en el devenir de los acontecimientos, su significación. El alumno ha de ser capaz de extraer conclusiones, y esto solo se consigue mediante formas de pensamiento más elevadas. 
P. Imaginemos un escenario en el que el aprendizaje de las habilidades de pensamiento se ha convertido en la norma. ¿Cuáles serían los principales beneficios desde una óptica amplia, como sociedad?
R. Hemos observado que los alumnos que aprenden de manera explícita a pensar en la escuela suelen reflexionar antes de actuar: se paran antes de pasar a la acción y tienen en cuenta diferentes opciones. Cuando estos chavales se hagan mayores y hayan interiorizado esta manera de funcionar, contribuirán a un mundo mejor gracias a que estarán en condiciones, en el caso de que lleguen a posiciones de responsabilidad, de trascender la estrechez mental que predomina entre los líderes actuales. Hablo, claro está, de una esperanza sin base empírica.
P. ¿Hay gente que no ve con buenos ojos que los alumnos ejerciten demasiado el pensamiento crítico y reflexivo? ¿Se ha topado con mucha resistencia?
R. Recuerdo que en los años 80 una organización religiosa muy conservadora de EEUU, la Convención Baptista Sureña, se opuso a mi enfoque porque temía que los jóvenes empezaran a desafiar la autoridad de sus líderes. También he encontrado a muchos padres que me han preguntado si no se corre el riesgo de convertir a sus hijos en disidentes crónicos. Normalmente, estos temores se disipan cuando se entiende que mi enfoque y otros similares no pretenden que el individuo critique todo por sistema, sino que básicamente aprenda a tomar mejores decisiones.
P. ¿Piensa que nuestra sociedad anima a pensar rápido en aras de una supuesta eficiencia, y que esto entorpece nuestra capacidad para el pensamiento reflexivo?
R. Sí, se nos empuja a tomar decisiones lo más rápido posible, lo que dificulta que nos paremos y le demos a una vuelta a la situación antes de actuar. Se trata de una tensión, de una lucha de valores que se hace más patente desde que parte de la sociedad reclama la necesidad de un pensamiento más cuidadoso. Pienso que, si conseguimos que las nuevas generaciones ejerciten en la escuela su capacidad de pensar con profundidad, serán ellas mismas las que hagan frente a esa presión para acelerar su mente que encontrarán en la vida adulta. Luego están, por supuesto, las nuevas tecnologías, que en teoría aumentan la velocidad en todos los ámbitos. Y es cierto que ahorran tiempo, como también lo es que ayudan a tomar decisiones más pausadas mediante a un acceso a información ilimitado. Como en tantos otros dilemas que plantean las TIC, todo depende del uso que les demos y de lo que fomentemos en la escuela.
P. Usted propone que enseñemos a pensar desde las edades más tempranas. ¿Es posible el pensamiento crítico sin una cierta base de conocimiento?
R. Antes pensaba que no, que un niño de Infantil puede hacer muñecos de plastilina y poco más. Con el tiempo, y tras ver algunas experiencias con niños de dos o tres años, tengo la certeza de que también ellos pueden ser críticos y analíticos, aunque en un nivel de sofisticación mucho menor. Cuanto antes enseñemos a pensar, mejor. Una vez que el alumno ha asimilado e interiorizado determinados procesos mentales, estos surgen de forma natural durante el aprendizaje. Es como sumar y restar: no hay que aprender de nuevo.



El Derecho A La Intimidad


El desarrollo tecnológico y el avance de las telecomunicaciones han obligado a los Estados a desarrollar una legislación con el fin de proteger, garantizar y respetar la intimidad de los seres humanos. Benjamín Constant afirmaba que: "...hay una parte de la existencia humana que, necesariamente, tiene que mantenerse individual e independiente y que queda, por derecho, fuera de toda competencia social".

El derecho a la intimidad consiste en una especie de barrera o cerca que defiende la autonomía del individuo humano frente a los demás y, sobre todo, frente a las posibles injerencias indebidas de los poderes públicos, sus órganos y sus agentes.

DEFINICIÓN DE INTIMIDAD
La intimidad es una necesidad humana y un derecho natural del hombre por lo que es independiente y anterior a su regulación positiva.

El término intimo viene de intimus, superlativo latino que significa "lo más interior". La intimidad corresponde al ámbito psicológico e inconmensurable del individuo, comprende su personalidad, sus valores morales y religiosos, sus tendencias sexuales y amorosas, sus orientaciones ideológicas. Lo íntimo está más fuera del alcance del interés público que lo privado.

Existen algunas definiciones de intimidad. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es la "zona espiritual y reservada de una persona o un grupo, especialmente una familia".

Miguel A. Ekmekdjian, lo definió como: "la facultad que tiene cada persona de disponer de una esfera, ámbito: privativo o reducto infranqueable de libertad individual, el cual no puede ser invadido por terceros, ya sean particulares o el propio Estado, mediante cualquier tipo de intromisiones, las cuales pueden asumir diversos signos"

Con otros fundamentos, Humberto Quiroga Lavié reflexiona que en el concepto de intimidad y lo define como: "el respeto a la personalidad humana, del aislamiento del hombre, de lo íntimo de cada uno, de la vida privada, de la persona física, innata, inherente y necesaria para desarrollar su vida sin entorpecimientos, perturbaciones y publicidades indeseadas". 

Y continúa: "Es un derecho personalísimo que permite sustraer a las personas de la publicidad o de otras turbaciones a su vida privada, el cual está limitado por las necesidades sociales y los intereses públicos"


martes, 22 de mayo de 2018

Los Monstruos De Las Murallas


En su reciente visita a México, el inefable Trump volvió a la carga con su obsesiva cuestión sobre el muro.




El tema del cerco fronterizo refleja una tendencia general en la nueva oleada de políticos iluminados que persisten en las ideas y soluciones simplistas a la hora de confrontar problemas complejos. La política del amurallamiento es una de esas escenificaciones simbólicas de poder y control pretendidamente soberano desplegado tanto al interior como al exterior de los Estados. La solución política ante determinados retos del mundo globalizado pasa hoy por ese levantamiento de fronteras internas y externas.

El muro de Trump es un ejemplo de “frontera externa”. Ya no se trata de afirmar esa lucha de índole moral que enfrentaba “el mal contra el bien” exportando la democracia al mundo, como hizo Bush con su “globalismo democrático”. 

Ahora se impone el aislacionismo: la ideología del miedo al otro. Los estudios sobre migraciones lo confirman: estos muros fronterizos tienen una capacidad muy limitada para cumplir con el fin al que supuestamente responden, disuadir a los flujos migratorios. Más bien agravan el problema porque potencian la violencia que pretenden repeler al pie de esas fronteras. En realidad, son muros políticos que organizan el miedo y que tratan de generar identidades culturales recurriendo a ese imaginario espacial.

La prohibición del burkini en Francia es un ejemplo de “frontera interna”. El burkini es un muro político impuesto en el interior del Estado, que se justifica como medio para proteger a la ciudadanía. 

Lo que favorece, sin embargo, es la exaltación de un nacionalismo xenófobo desestabilizador del mismo orden público que pretende preservar. 

Prohibir el burkini es estigmatizar a quien lo lleva: construirlo como un otro dentro de la comunidad política impidiendo así que pueda acceder a ella. 

Prohibir el burkini es elevar una frontera interior que se apropia de las mujeres como portadoras de la identidad nacional y defensoras de su pureza.

Fronteras exteriores e interiores irradian el pánico ante una decadencia inevitable, el viejo sueño de la nación como comunidad identitaria homogénea.

Nacionalismo y xenofobia son los monstruos que acaba produciendo ese sueño.







Dignidad De La Persona


El término dignidad significa algo que es valioso, lo que es estimado o considerado por si mismo, y no en función de otra cosa. La dignidad humana radica en el valor interno e insustituible que le corresponde al hombre en razón de su ser, no por ciertos rendimientos que prestara ni por otros fines distintos de sí mismo.
El hombre vale por lo que el mismo es, por su ser. Ya hemos visto que lo que caracteriza al hombre es su ser persona. Persona de naturaleza racional y libre, por tanto con voluntad.
La dignidad de la persona  se funda en ella misma, en su ser persona. De aquí nacen todos los derechos humanos y la igualdad en cuanto ser de hombre y mujer.
No se trata de una igualdad biológica porque claramente varón y mujer son distintos, con rasgos fisiológicos y psíquicos distintos. Su igualdad se basa en que ambos son persona, esto es, tienen naturaleza racional que los diferencia del resto de seres.
El ser persona es lo común a ambos: el denominador común, y sus peculiares características que son el numerador variado y riquísimo que constituyen su diferencia y complementariedad.
Las diferencias físicas, raciales y culturales no pueden ser motivo para excluir a nadie ni tener un trato diferente, ya que a  pesar de esas diferencias, que en realidad son enriquecedoras, somos iguales en dignidad.
La dignidad de la persona es la razón por la que no podemos tratar a las personas de cualquier manera como cosas o animales.
Sin embargo hay determinadas períodos de la vida en la que la defensa de la propia dignidad resulta más difícil, es el caso de los no nacidos, los recién nacidos,  personas con discapacidad, demencia senil, etcétera, que son vulnerables al trato que reciben de los demás y de la sociedad.
Es igualmente persona un anciano que un niño, un enfermo que alguien sano, todos merecen ser tratados con respeto.
La persona es un ser relacional que siempre proviene de otros y está en camino hacia otros. En las relaciones interpersonales hay que tener en cuenta la dignidad de la otra persona. Por eso no es ninguna tontería la cortesía en el trato, la delicadeza, la amabilidad, el modo de vestir… todo esto estará acorde con la dignidad de la persona: de uno mismo y del otro; es consecuencia de la dignidad y a su vez manifestación de la misma.
Una educación bien orientada será aquella en la que se respete la dignidad de la persona y se enseñe a tomar conciencia dela misma. Lleva a tomarse en serio a sí mismo y a los demás. Una persona que no se respeta, es muy difícil que respete luego a los otros.
La dignidad de la persona es la base de cualquier sociedad, de cualquier tipo de relación. Si no se reconoce su valor íntimo, entonces se le acaba tratando como a una cosa.
El voluntariado es una acción que nace de la toma de conciencia de lo que es la persona, de su dignidad, de su valor. Toda persona está necesitada de asistencia básica, de cariño, de compañía, de alguien que les escuche, cuando descubrimos sectores o personas que carecen de todo esto, nos vemos movidos a dárselo. El voluntariado es expresión de humanidad, de que importan las personas por lo que son: ellas mismas.
 El propio conocimiento y la apertura natural a los demás nos permite reconocer en ellos y en nosotros el poder de la inteligencia y la grandeza de la libertad. Con su inteligencia, el hombre es capaz de trascenderse y de trascender el mundo en que vive y del que forma parte, es capaz de contemplarse a sí mismo y de contemplar el mundo como objetos.
Por otro lado, el corazón humano posee deseos insaciables de amor y de felicidad que le llevan a volcarse – con mayor o menor acierto- en personas y empresas. Todo ello es algo innato que forma parte de su mismo ser y siempre le acompaña, aunque a veces se halle escondido por la enfermedad o la inconsciencia.
A la vez que forma parte del mundo, el hombre lo trasciende y muestra una singular capacidad – por su inteligencia y por su libertad – de dominarlo. Y se siente impulsado a la acción con esta finalidad. Podemos aceptar por tanto que el valor del ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás seres del cosmos. Y a ese valor lo denominamos “dignidad humana”



Aprender A Sentir


Vivimos en una sociedad donde todo lo racionalizamos. Pensamos, pensamos, pensamos y por último pensamos… Pero ¿estamos acaso seguros que cuanto más racionalicemos una decisión vamos a acertar mejor?

Un amigo me dice en muchas ocasiones: Cuidado, tu coco es tu enemigo. 

Y tiene toda la razón. Tenemos que aprender a domesticar los pensamientos que tenemos. Sobre todo ese tipo de pensamientos en que rumiamos la misma idea una y otra vez. Como un disco rayado. ¿En serio crees que pensando de manera obsesiva sobre un mismo tema puedes mejorar la situación o decidir mejor?

Si te pregunto qué piensas, seguramente me puedas describir con claridad en qué estás pensando. Sin embargo si te pregunto acerca de lo que sientes, es mucho más difícil que me puedas describir tus sentimientos. La culpa es de la poca importancia que se ha prestado hasta ahora al aprendizaje emocional.

Aprendemos a estructurar pensamientos a través de la palabra, pero no nos enseñan a mirar, analizar y entender nuestras emociones.

Personalmente me llama mucho la atención la diferencia entre ver un programa de televisión estadounidense o alemán, y uno español. Me he dado cuenta que la claridad a la hora de expresar una emoción es mucho mayor en los programas de esos países.

A menudo, cuando te preguntan qué tal te encuentras, contestas algo así como bien, mal o regular. En mi entorno al menos no suelo escuchar “hoy me siento frustrado” o “me siento especialmente feliz”, “siento ira”, “siento rabia”, “me siento…” ¿Qué sentimos?

Quizás necesitemos para empezar reforzar nuestro lenguaje emocional. Con las palabras adecuadas podemos atender mejor las emociones.

Según el psicólogo José María García García, las emociones negativas si te concentras en ellas, acaban por disiparse. Sin embargo las emociones positivas, si nos concentramos en ellas, tienden a aumentarse. Concentrarse en una emoción no significa racionalizar esa emoción. Más bien todo lo contrario. Sentir la emoción. No pensarla ni racionalizarla, ahí es mejor.

Otra de las cosas que también aprendí de José María es a averiguar en qué parte de mi cuerpo sentía esa emoción. Las emociones tienen reflejo en nuestro cuerpo. Yo sentía la rabia en el estómago, el amor en la frente y la tristeza en el corazón. Las emociones se van reflejando en nuestro cuerpo. Es más fácil sentirlas no solo de manera mental sino en esa zona que es reflejo físico de la misma.


Leyendo sobre el tema encontré un proyecto muy bonito, llamado “emocionario“. Profundizando sobre él me topé con una frase maravillosa. Es una frase que recomiendan decir a los niños cuando están enfadados o cuando algo les ha dolido, en lugar de preguntar cómo se sienten u obligarlos a disculparse con otros niños, dando por hecho que no son capaces de entender el concepto. Por tanto optó por decir: “¿Puedo hacer algo para que te encuentres mejor?” 

Me pareció una frase brillante. Desde que la conocí la aplico todo lo que puedo.

El Temperamento

Uno de los grandes ámbitos de la psicología es el estudio de la personalidad.

Sin embargo, a la hora de buscar maneras de clasificar y describir el estilo de comportamiento y pensamiento de los seres humanos, no solo se ha hablado sobre la personalidad, sino que hay otro concepto que a lo largo de la historia, también se ha utilizado para intentar captar las particularidades de cada persona. Este concepto se llama temperamento, e intenta dar cuenta de esas inclinaciones y tendencias de cada uno que son más fijas, invariables y difíciles de cambiar.

El tipo de temperamento de cada persona acostumbra a ser entendida como la estructura básica encima de la cual se construye la personalidad de cada uno, con todos sus detalles y particularidades.

En las últimas décadas esto significa que el término temperamento se ha usado para hacer referencia a la genética de cada uno, la parte heredable de la personalidad, lo cual significa que el temperamento de cada cual permanecería más o menos inalterado independientemente de las cosas que nos sucedan, el modo en el que aprendamos a gestionar nuestras emociones, etc.

Pero... ¿cómo nace la idea de que los seres humanos disponemos de diferentes tipos de temperamentos que nos diferencian los unos de los otros? La respuesta está en la teoría de los 4 temperamentos básicos, que parte de la idea de que nuestra manera de ser depende de varios tipos de sustancias, o "humores", que circulan por nuestro cuerpo.

Una de las primeras personalidades históricas en desarrollar la teoría de los 4 humores que más tarde daría paso a la de los temperamentos fue el médico griego Hipócrates. 

Alrededor de los siglos V y IV a. C., en la antigua Grecia que habitó Hipócrates, tenía mucha importancia la creencia de que todo lo que existe en el mundo estaba compuesto por unos pocos elementos combinados entre sí. 

Hipócrates adoptó este punto de vista al defender la idea de que el cuerpo humano está formado por 4 sustancias básicas, también llamadas humores.
Para Hipócrates, estos humores son los siguientes:
Sangre, cuyo elemento asociado es el aire.
Flema, el elemento del cual es el agua.
Bilis amarilla, que corresponde al elemento fuego.
Bilis negra, asociada a la tierra.

Pero Hipócrates no dejaba de ser un médico, y por eso hizo que esta teoría humoral entrase más en el campo de la medicina que en el de la psicología y la personalidad. Según él, el hecho de que en nuestro cuerpo se encuentren todas estas sustancias en equilibrio hace que estemos sanos, mientras que una descompensación en los niveles de los humores produciría enfermedades.

Fue Galeno de Pérgamo quien, en el siglo II a. C. realizó mayores esfuerzos para transformar la teoría de los humores en una teoría de los temperamentos básicos.

La teoría de los temperamentos básicos
Galeno partió de la idea de que todo está constituido por la mezcla de 4 elementos y que cada uno de ellos corresponde a uno de los humores del cuerpo humano para terminar aplicando esta visión a la primitiva psicología de aquella época.


Para este médico griego, los niveles en los que están presentes cada uno de los humores en un cuerpo humano explican los estilos de personalidad y temperamento de este, lo cual significa que observando las cantidades de estas sustancias se podría saber el estilo de comportamiento de una persona, cómo expresa sus emociones, etc.

lunes, 21 de mayo de 2018

Energía Interior


La energía interior es uno de los grandes misterios de la vida, al igual que lo es la conciencia. En el mundo occidental se le presta muy poca atención a esta energía. Estudiamos la energía fuera de nosotros y valoramos las fuentes de energía. Sin embargo, vamos por la vida pensando, sintiendo y actuando sin saber cuál es la fuerza que impulsa cada una de estas acciones.
Lo cierto es que crear un pensamiento, controlar una emoción y disciplinar nuestros impulsos más fuertes, requiere de un tremendo gasto energético.
Te has preguntado alguna vez: ¿De dónde proviene esa energía? ¿Por qué algunas veces tenemos mucha energía y otras veces nos sentimos agotados?
¿Te has dado cuenta de que cuando estás agotado, mental y emocionalmente, comer no ayuda a incrementar tus niveles de energía?
Te invito a recordar momentos en los que has estado enamorado, emocionado o inspirado por algo o por alguien… permítete sentir la energía que has tenido en esos momentos …estoy seguro que ha sido tanta que hasta el hambre habrás perdido…Esa es la energía que proviene del interior

La verdadera energía interior no es la que se libera con las calorías de las comidas; no es esa que proviene de una fuente externa; viene de adentro y está disponible para todos en cualquier lugar, y en cualquier momento.
Esta energía de la que hablo tampoco envejece, no se cansa y no necesita alimentos; solo requiere de una mente abierta y receptiva.
La única razón por la que, en momentos, dejamos de sentir el flujo de esta energía interna es porque nosotros mismos la bloqueamos, cerrando nuestra mente y nuestro corazón para aislarnos dentro de nosotros mismos.
Te doy un ejemplo de algo que hacemos comúnmente: Digamos que amas a alguien y cuando estás en presencia de esa persona te sientes abiertamente cómodo, confías en él o en ella, tu corazón está abierto y sientes mucha energía estando a su lado. En un momento “x” esa persona dice o hace algo que no te gusta, e inmediatamente tu corazón comienza a cerrarse. Así, la próxima vez que te encuentras con ella,  ya no sientes tanto amor, ni tanta energía.
Más adelante, te das cuenta que en realidad esa persona no ha hecho  o dicho nada malo, o tal vez, se ha disculpado contigo de una forma que te ha dejado satisfecho. Es entonces, cuando tu corazón empieza a abrirse nuevamente…llenándote de energía, permitiendo que el amor vuelva a fluir. Todos sabemos intuitivamente que el corazón es un centro de energía, por lo tanto, un corazón cerrado impedirá el flujo armonioso de nuestra energía interior.
Esto es lo que normalmente hace la mayoría de las personas fluctúan entre estos dos estados… corazón abierto/corazón cerrado…con flujo de energía o con la energía estancada.
Es en esta idea donde quiero detenerme y proponerte que si amas la vida: no dejes que nada de lo que te suceda sea lo suficientemente importante como para que estés dispuesto a cerrar tu corazón.
Cuando sientas que tu corazón comienza a cerrarse… ¡Solo di NO!… No voy a permitir que se cierre, me voy a relajar, voy a observar lo que sucede y me voy a mantener atento, honorando y respetando la situación. Siempre ten en mente que vas a manejarla lo mejor posible, mantén la intención de que harás lo mejor que puedas con buen ánimo y entusiasmo.
Mantener el corazón abierto requiere entrenamiento, pero por experiencia sé que se puede lograr. Aprendí que cerrar el corazón es solo un hábito y como todos los hábitos se puede romper.
Te puedo recomendar que, apenas notes que tu corazón se está cerrando, hagas algo que te guste verdaderamente: escucha música, sal a caminar, medita, haz una oración, escribe, dibuja, cocina… Haz cualquier cosa que te haga olvidar el momento o la situación desagradable. Si, por ejemplo, has tenido un inconveniente con alguien intenta aclararlo, perdona y olvida… aun cuando pensemos que no hemos sido la razón del problema, perdonar siempre alcanza a todas las partes involucradas en el conflicto.
Hay una cita del Dalai Lama que dice que si no perdonamos por amor, perdonemos al menos por egoísmo, por nuestro propio bienestar. En este caso, perdonamos para mantener nuestro corazón siempre abierto y para que nuestra energía fluya… sinónimo de que todo en nuestra vida fluirá también.


Convicciones


Básicamente, creer significa “dar por cierto algo, sin poseer evidencia de ello” 

¿Es una creencia una verdad? Claramente no. Entonces, ¿por qué tantas personas se sienten amenazadas y reaccionan violentamente cuando se cuestiona lo que creen? ¿Por qué pasamos tanto tiempo tratando de demostrar que la ideología del otro está mal, si no es más que una opinión arraigada en ESA persona? 

En vez de cuestionar nuestras propias nociones sobre cómo “son las cosas”, desperdiciamos nuestra energía poniendo a pelear lo que YO pienso con lo que piensa el OTRO, como si se tratase de una competencia en la que, obviamente, nunca nadie gana.

Cuestionar al otro, demostrar lo “equivocado” que está, no sirve si sólo intensifica nuestro sentido de “realidad” frente a situaciones que no son otra cosa que puntos de vista. En cambio, preguntarnos de dónde viene esa idea que defendemos con tanta pasión, sólo puede ayudarnos a evolucionar. Si tu creencia es lo suficientemente fuerte como para ser aceptada como verdad absoluta, cuestionarla no debiera significar una amenaza de ningún tipo, sino todo lo contrario. Como en la ciencia, una creencia no es más que una hipótesis, y es su cuestionamiento lo que puede convertirla en un dato comprobable.
Los adultos debiéramos obligarnos a poner en duda lo que creemos constantemente, y debiésemos considerar que así como en algún momento se trató de loco (o de hereje) a quien insinuó que nuestro sistema solar giraba alrededor del Sol y no de la Tierra, es probable que hoy aceptemos como ciertos, hechos que mañana se demostrará son erróneos. Por ejemplo, cuando yo estaba en el colegio, Plutón era un planeta, y hoy sabemos que no.
Lo que me parece más absurdo del esfuerzo que hacemos por perpetuar ciegamente una creencia, es que esa energía se desperdicia y nos convierte en seres capaces hasta de matar por defender una idea. Y esa ceguera beneficia solamente a los poderosos, a la vez que nos convierte en masa obediente y dócil, ¿qué conveniente no?
Si crees que la religión que profesas es la única verdad, y todas las otras millones de personas que creen otra cosa están mal, reflexiona sobre qué habría pasado si en vez de una reina católica hubiera sido un príncipe musulmán quien financió la expedición de Colón. O si defendiste que prohibir el condón y fomentar la abstinencia sexual era la mejor manera de prevenir el contagio de VIH, mira las cifras de nuestro país y, por favor, piensa de nuevo. Si asumías que las mujeres son el sexo débil, mira cómo están cambiando el mundo y demostrando que su vulnerabilidad no es fragilidad, sino consciencia y autoconocimiento. O si pensaste que el genocidio era una lección aprendida en la Segunda Guerra Mundial, observa por un segundo este mundo y date cuenta que esa “certeza” te mantiene dormido y alienado.
 Creo que lo más peligroso de las creencias es que, al mantenerse en el tiempo, logran transformar la realidad y se van arraigando en el inconsciente colectivo. Porque siempre es más fácil seguir pensando igual.
Intenta revelarle a un niño la verdad sobre Papá Noel sin causarle sufrimiento o desilusión…, es casi imposible. Mejor sigamos defendiendo nuestra idea y permanezcamos en la ignorancia feliz, porque dejar de creer duele, y el dolor es malo… ¿O no?
Es nuestra responsabilidad investigar antes de emitir un juicio, y no tiene nada de malo darnos cuenta que, tal vez, estuvimos equivocados; dudo que exista aprendizaje más liberador. Además vivimos en la era de la información, y ya ni siquiera es necesario salir de la casa para observar las infinitas realidades del mundo… Basta con tener ganas y dedicar tiempo a entender cómo funciona nuestra mente y aprender que casi siempre responde a una enseñanza, un recuerdo, una idea impuesta o incluso un trauma.

Llegó el momento de pensar por nosotros mismos; el estado de nuestro planeta y nuestra especie lo requiere de forma urgente. Somos creadores de nuestra realidad, y en la búsqueda de nuestra verdad no existen las preguntas tontas, sólo las respuestas ignorantes y las reacciones originadas en el miedo. Y hasta el miedo puede ser bueno cuando te impulsa a cambiar, aunque toda tu vida hayas creído lo contrario.