domingo, 1 de diciembre de 2019

Sirvamos


Servir es ayudar a alguien de manera espontánea, como una actitud permanente de colaboración hacia los demás. La persona servicial lo es en su trabajo, con su familia, pero también en la calle ayudando a otras personas en cosas aparentemente insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera. Todos recordamos la experiencia de algún desconocido que apareció de la nada justo cuando necesitábamos ayuda que sorpresivamente tras ayudarnos se pierde entre la multitud.

Las personas serviciales viven continuamente estuvieran atentas, observando y buscando el momento oportuno para ayudar a alguien, aparecen de repente con una sonrisa y las manos por delante dispuestos a hacernos la tarea más sencilla, en cualquier caso, recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo agradecimiento.

La persona que vive este valor, ha superado barreras que al común de las personas parecen infranqueables:

- El temor a convertirse en el “hácelo todo”, en quien el resto de las personas descargará parte de sus obligaciones, dando todo género de encargos, y por lo tanto, aprovecharse de su buena disposición.

La persona servicial no es débil, incapaz de levantar la voz para negarse, al contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre la necesidad real y el capricho.

- Vernos solicitados en el momento que estamos concentrados en una tarea o en estado de relajación (descansando, leyendo, jugando, etc.), se convierte en un verdadero atentado. ¡Qué molesto es levantarse a contestar el teléfono, atender a quien llama la puerta, ir a la otra oficina a recoger unos documentos... ¿Por qué “yo” si hay otros que también pueden hacerlo?

Quien ha superado a la comodidad, ha entendido que en nuestra vida no todo está en el recibir, ni en dejar la solución y atención de los acontecimientos cotidianos, en manos de los demás.

- La pereza, que va muy de la mano a la comodidad también tiene un papel decisivo, pues muchas veces se presta un servicio haciendo lo posible por hacer el menor esfuerzo, con desgano y buscando la manera de abandonarlo en la primera oportunidad. Es claro que somos capaces de superar la apatía si el favor es particularmente agradable o de alguna manera recibiremos alguna compensación. ¡Cuántas veces se ha visto a un joven protestar si se le pide lavar el automóvil...! pero cambia su actitud radicalmente, si existe la promesa de prestárselo para salir con sus amigos.

Todo servicio prestado y por pequeño que sea, nos da la capacidad de ser más fuertes para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo valioso para atender otros asuntos, o en su defecto, un momento para descansar de sus labores cotidianas.

La rectitud de intención siempre será la base para vivir este valor, se nota cuando las personas actúan por interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar en atenciones y cuidados a determinadas personas por su posición social o profesional, al grado de convertirse en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable no recibe el nombre de servicio, sino de “servilismo”.

Algunos servicios están muy relacionados con nuestros deberes y obligaciones, pero como siempre hay alguien que lo hace, no hacemos conciencia de la necesidad de nuestra intervención, por ejemplo:

- Pocos padres de familia ayudan a sus hijos a hacer los deberes escolares, pues es la madre
quien siempre esta al pendiente. Darse tiempo para hacerlo, permite al cónyuge dedicarse a otras labores.

- Los hijos no ven la necesidad de colocar la ropa sucia en el lugar destinado, si es mamá o la empleada del hogar quien lo hace regularmente.

Algunos otros detalles de servicio que pasamos por alto, se refieren a la convivencia y a la relación de amistad:

- No hace falta preocuparse por preparar la cafetera en la oficina, pues (él o ella) lo hace todas las mañanas.

- En las reuniones de amigos, dejamos que (ellos, los de siempre) sean quienes ordenen y recojan todo lo utilizado, ya que siempre se adelantan a hacerlo.

No podemos ser indiferentes con las personas serviciales, todo lo que hacen en beneficio de los demás requiere esfuerzo, el cual pasa inadvertido por la forma tan habitual y natural con que realizan las cosas.

Como muchas otras cosas en la vida, el adquirir y vivir un valor, requiere disposición y repetición constante y consciente de acciones encaminadas para lograr el propósito. Hagamos unas breves consideraciones:

- Esforzarnos por descubrir pequeños detalles de servicio en lo cotidiano y lo común: ayudar a recoger los platos después de la comida, mantener en orden los efectos personales (sea en casa o el trabajo), ceder el paso o el lugar a una persona, llevar documentos u objetos en vez de esperar que alguien venga por ellos... Existen múltiples oportunidades y el realizar cada una de ellas, nos capacita para hacer un mayor esfuerzo en lo sucesivo.

- Observa cuantas cosas hacen los demás por tu persona y sin que lo pidas. Cada una de ellas puedes convertirla en un propósito y una acción personal.

- Dejar de pensar que “siempre me lo piden a mí”. Observa cuantas veces te niegas a servir, seguramente muchas y frecuentemente. Existe un doble motivo para esta insistencia, primero: que nunca ayudas, y segundo: se espera un día poder contar contigo.

- Si algo se te pide no debes detenerte a considerar lo agradable o no de la tarea, sin aplazar el tiempo, comenzar inmediatamente sin considerarlo una carga.

Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para servir eficazmente hace falta iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y vivir la Solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.

Irreverentes


Como irreverente se denomina aquello que es opuesto a la reverencia. Como tal, es un adjetivo, también empleado como sustantivo, que se usa para designar a aquella persona o cosa que no guarda el debido respeto, acatamiento o veneración hacia asuntos importantes, oficiales o sagrados. Etimológicamente, la palabra proviene del latín irrevĕrensirreverentis.

Una persona irreverente tiende a ser contestataria, rebelde y cuestionadora de las convenciones y los moldes sociales. Un individuo irreverente no siente que debe guardar respeto alguno hacia políticos, funcionarios del Estado o agentes del orden público.

Un irreverente, asimismo, no solo se declara contrario a los dogmas de la religión, sino que manifiesta activamente actitudes críticas, burlonas o irónicas hacia estas creencias y hacia sus seguidores.

Por otro lado, la irreverencia es una actitud común en muchos jóvenes que empiezan a buscar su propio camino en la vida, y desafían a sus padres y a las figuras de autoridad de su entorno, como maestros o profesores, pero que puede tornarse negativa cuando el joven se escuda en la irreverencia como excusa para olvidar sus deberes o para justificar su irresponsabilidad.

Asimismo, se pueden calificar de irreverentes otras expresiones del pensamiento humano como ciertas ideologías (el anarquismo, por ejemplo) y algunas posturas artísticas (como las vanguardias). Sobre todo en estas últimas se ha vuelto una tendencia común que aquellos artistas, cuyo objetivo es precisamente el cuestionamiento de los valores tradicionales de la sociedad, sean considerados como individuos irreverentes.

No creo que seamos irreverentes, menos porque digamos que lo somos – tampoco porque digan que lo somos -creo que es por naturaleza. La gente piensa que ser irreverente tiene algo que ver con valores negativos. Creo todo lo contrario, la irreverencia se basa en desafiar – intelectualmente – al status quo. Significa hacer que algo suceda cuando todos te dicen que no lo conseguirás, significa defender tus principios y valores delante de cualquier situación y significa buscar nuevos caminos -donde parece no haberlos – para poder ayudar a la gente de tu alrededor, caminos lejos de los que normalmente recorremos, precisamente porque hay mucha gente que no le interesa que esos caminos se exploren y sean descubiertos por gente ordinaria.

Los irreverentes quizá no están bien mirados, porque crean cambio y el cambio hace que los demás reaccionen, eso no gusta a la gente que se encuentra en un posición privilegiada y a salvo, malas noticias para ellos, ahora están en peligro.

Me parece que los nuevos héroes son esa gente ordinaria que pasan a ser irreverentes. Ir a contracorriente no es malo, sólo que no es lo lógico, pero…¿Qué es lo lógico? ¿Es lógico seguir las instrucciones de otros? ¿Es lógico que nos digan lo que tenemos que hacer? ¿Caminar por donde todo el mundo ya lo ha hecho?


En 1909, Mark Twain le envió una carta a un amigo en la que le hablaba en confianza de lo último que había escrito: «Este libro no saldrá jamás. Es imposible porque se consideraría una ignominia». Tomada en su conjunto, la obra de Twain quien, junto a Melville, está considerado el Gran Novelista Americano, es una colosal sátira de la naturaleza humana. En el caso de Los escritos irreverentes, recurrió a un género que algunos críticos denominaron «pseudo-historia». Las pequeñas diatribas bíblicas que lo componen, escritas entre 1870 y 1909, evidencian el profundo escepticismo religioso de Twain. 

El libro oculta bajo su burlona fachada un humorístico y mordaz ataque a los valores establecidos, y es la muestra de una inteligencia superior, que no deja títere con cabeza. 

La muerte de Mark Twain da un significado especial a la edición de un libro que, al salir a la luz en Estados Unidos, produjo una verdadera conmoción y estuvo durante meses en la lista de libros más vendidos.

Hedonismo

Cuando hablamos de hedonismo estamos hablando de placer. Este concepto encierra la idea de que el placer o el disfrute es el fin y fundamento de la vida misma. Al referirnos al placer no nos quedamos en la parte superficial de este término, sino que vamos más allá: el placer también es la ausencia de dolor físico y mental.

Existe actualmente una búsqueda del placer instantáneo. Algunos lo llaman “Carpe Diem” lo que viene a significar literalmente “toma el día”. Cuando el poeta romano Horacio pronunció el “Carpe Diem”, se refería a no malgastar el día presente que tenemos entre manos.

Está bien vivir en el presente, gozar lo que se pueda con lo que tenemos en frente de nosotros en estos momentos y no desviarse mentalmente ni al ayer, ni al mañana.

Otra cosa muy distinta es como hemos usado el término en la actualidad. El “Carpe Diem” ha servido de excusa para justificar multitud de comportamientos que en realidad son perjudiciales para nosotros mismos. Una cosa es vivir y disfrutar de nuestro presente sin desperdiciarlo y otra muy diferente es obtener gratificaciones inmediatas con la creencia de que no se sabe que ocurrirá mañana o de que de algo hay que morir, por poner algunos ejemplos.

Consecuencias del hedonismo a corto plazo
Cuando tomamos como alternativa en nuestras vidas el hedonismo a corto plazo, somos víctimas de las gratificaciones inmediatas y esto a priori puede generarnos un gran placer. El problema es que este placer, aunque sea intenso, también es muy efímero.

Conformarse con cualquier trabajo por la recompensa de ganar dinero de forma rápida, sabotear la dieta con la excusa de que la vida son dos días, tomar drogas -tanto legales como ilegales- porque hay que disfrutar de los placeres mundanos aunque sean perjudiciales o comenzar una relación de pareja con la primera persona que se nos cruza en el camino, son algunos de los numerosos ejemplos que existen sobre hedonismo a corto plazo.

“Puede que en un principio todas estas alternativas nos ayuden, bien como refuerzo positivo -es placentero, agradable y hace que me sienta pleno- o bien como refuerzo negativo -atenúa mi ansiedad, mi tristeza, mis sentimientos amargos”

Pero este recreo no dura demasiado. A la larga lo que ocurre es que ese placer súbito va dejando paso a la merma de nuestros propios objetivos vitales, así como de nuestras emociones sanas. Con palabras más sencillas: cuanto más me conformo con la obtención de un deleite fugaz, más pierdo a largo plazo ya que, pasado este tiempo, aquello que me producía felicidad deja de hacerlo. En realidad, a lo que nos agarrábamos nunca nos dio felicidad, solo era una ilusión.

Las tentaciones efímeras
Nos damos cuenta de que aquello pierde el valor que en un principio le otorgamos y que objetivos más difíciles o más largos de conseguir, que podrían habernos interesado más o haber sido más beneficiosos para nosotros, los hemos dejado atrás.

“El hedonismo a corto plazo también se relaciona mucho con nuestra autoestima, sobre todo con el elemento de la autoeficacia”

Piensa que priorizar con flexibilidad el hedonismo hará que amuebles tu vida de manera que te sientas contento con ella. 

Será un lugar en el que los sacrificios no serán tan duros, en el que disfrutarás mucho más de los placeres efímeros y en el que podrás alcanzar esos objetivos que te has marcado, para los que necesitas tiempo y paciencia.

Agregar Valor


Evidentemente todos estamos interesados en agregar valor. Pero la unanimidad acaba aquí, pues hay una gran diversidad de puntos de vista sobre el significado de “valor”. Creo que un primer paso para establecer una definición razonable es responder “¿valor para qué?”, es decir, ¿para qué finalidad queremos agregar valor? Aunque la respuesta obvia sea “para satisfacer al cliente”, aun así no parece haber un consenso general sobre quien sea el “cliente” o sobre cómo debemos “agregar valor para el cliente”.

Por increíble que parezca, hay muchos que creen y predican que debemos agregar valor “para el producto” (!). Y hasta son usados indicadores de desempeño para esto, tales como “tasa de utilización del activo” y “rentabilidad de inventario”. Lo que lleva a que mucha gente “empuje” producto de manera desenfrenada para el stock de producto terminado, hasta alcanzar el techo del almacén. Pero en la gran mayoría de los casos, inventario alto implica producto dañado por manoseo o deterioro, 
costo de almacenaje, costo de obsolescencia etc. El hecho es que mientras este inventario no se transforma en venta y esa venta no genera satisfacción en los compradores, el valor generado es cero.

Para otros, “cliente” es el cliente interno, es decir, aquel que recibe el resultado de mi trabajo. Así, si satisfago a mi cliente interno, estoy agregando valor. Definir valor de esta manera puede tener alguna utilidad como discurso exhortativo, pero en la práctica puede acarrear problemas: si la cadena proveedor-cliente interno no está enfocada y orientada a la satisfacción del cliente final, tendremos un equipo de trabajadores satisfechos entre si, amigos con excelente relación, pero allá en la punta de los procesos habrá clientes finales irritados (sin contar aquellos que ya se fueron).

Para otros, agregar valor es incorporar tecnología al producto, haciéndolo cada vez más sofisticado. Pero si los nuevos recursos del producto no encuentran en el mercado clientes que reconozcan en ellos la satisfacción de sus necesidades, el resultado será un montón de chatarra que no sale del estante.

Y, claro, hay aquellos que entienden que generar valor es generar dinero, sea en venta de productos, sea en valor de mercado de la empresa. Esto es relativamente fácil de hacer en el corto plazo, pero el verdadero desafío es hacerlo de manera sustentable a largo plazo. Y esto es imposible si la empresa y sus productos no satisfacen consistentemente a los consumidores, hoy y siempre.

En todas estas situaciones vemos que aparece como criterio definitivo de éxito la figura del cliente final, es decir, aquel que toma la decisión de comprar y que efectivamente paga por el producto que recibe. Toda la confusión viene de no reconocer que la finalidad es la satisfacción del cliente final, y tal confusión se vuelve aun mayor cuando se confunden los medios con el fin. 

Para satisfacer los clientes puede ser necesario tener un stock de producto terminado, o buscar la satisfacción del cliente interno, o aun innovar el producto con más tecnología. Pero todos estos son apenas medios para la gran finalidad de satisfacer (y mantener satisfecho) al cliente final. 

Cuando le preguntaron al Dr. Deming cuál era su definición de “calidad”, él muy sabiamente respondió: “– Qué es calidad? No me pregunten a mí. Pregunten al cliente.” De hecho, el cliente es el gran juez de la calidad; es él quien decide dónde va a gastar su dinero tan duramente conquistado. 

Este último aspecto (dinero) indica que la definición de “valor” estaría incompleta si apenas contiene el concepto de “satisfacer al cliente final con las características de desempeño funcional del producto”, sin cualquier relación con el precio que él está dispuesto a pagar por el beneficio.

Aumentando a esto la cuestión del tiempo de respuesta o plazo de entrega del beneficio al cliente, podríamos definir valor de la siguiente manera:

“Valor es un conjunto de funciones útiles incorporadas al producto, entregadas al cliente en el momento correcto y por un precio adecuado, conforme la apreciación del propio cliente, específicamente para cada caso.”


Los Valores Humanos

Definición de valores humanos. En el ámbito de la filosofía, los valores son las cualidades que hacen que una realidad sea estimable o no. ... Estos valores son los que enaltecen al ser humano: es decir, que colocan a la especie en un plano de superioridad gracias a la moral. Un valor humano, por lo tanto, es una virtud.


El concepto de valores humanos, en este sentido, alude a aquellas ideas que comparten la mayoría de las culturas respecto a lo que se considera correcto. Estos valores son los que enaltecen al ser humano: es decir, que colocan a la especie en un plano de superioridad gracias a la moral.
No existe un listado específico de valores humanos, ya que su definición puede variar de acuerdo al filósofo o el pensador que los proponga como resultado de sus investigaciones. Sin embargo, hay muchos valores que suelen ser mencionados sin discusión.

La sensibilidad es uno de esos valores humanos reconocidos a nivel general. Se considera que las personas deben ser sensibles ante el prójimo, sentir empatía y reaccionar ante el sufrimiento o el dolor de los demás.

Otros de estos valores, que a veces también se denominan morales, son la honestidad, el respeto, la responsabilidad, la gratitud, la puntualidad, la prudencia, la sinceridad, la compasión, el desprendimiento de las cosas materiales, la lealtad y la humildad.

Cabe destacar que, en ocasiones, el valor humano se refleja en leyes u obligaciones. En determinados contextos, un individuo no escoge ser responsable por su mera intención de actuar “correctamente”, sino también porque la irresponsabilidad constituye un delito; esto ocurre, por ejemplo, cuando decidimos no beber alcohol antes de conducir.

Y aquí entramos en un terreno controvertido, donde se pone en duda la esencia de los valores humanos: si fueran intrínsecos a nuestra naturaleza, entonces no deberíamos necesitar del rigor para respetarlos. Vivimos inmersos en diferentes sistemas que nos ofrecen un supuesto orden a cambio de nuestra libertad, y esto nos genera un sentimiento de frustración y ahogo que crece lentamente dentro de nosotros y nos lleva a incumplir las reglas muy a menudo.

En resumen, no debemos esperar a que un comunicado oficial nos diga cuáles son los valores humanos que debemos descargarnos en nuestro teléfono móvil, sino buscar dentro de nosotros, en nuestro rincón más salvaje, nuestro rincón más humano.


sábado, 30 de noviembre de 2019

Temor A Lo Diferente

El hecho de vivir “globalizados”, de que las culturas se mezclen por la facilidad que hay ahora, en relación al pasado, de viajar más, ha facilitado también que lo diferente cobre otro matiz

Es decir que el hecho de que lo diferente, lo extranjero, se convierta cada vez más en el vecino (porque antes se tenía a distancia en las películas, las pantallas) fragmenta el lazo social que se creía homogeneizado. Así, eso diferente o extranjero quiere decir lo que el otro hace diferente a mí pero cerca de mí. El diferente deja de ser lo exótico lejano para pasar a ser el incómodo próximo.

Su manera de hablar, de vestir, de comer, de usar el cuerpo, de relacionarse con los otros o su color de piel, puede llegar a molestar de una manera muy intensa a una persona. Es entonces cuando, inconscientemente, puede trasladar lo más insoportable de sí mismo –eso que como dice Lacan lo tiene perdido o no localizado– a ese otro que de alguna manera también simboliza “el afuera” o lo que está más allá de una frontera que, precisamente, no es la que delimita un país de otro.

Si lo que no se soporta de sí mismo se localiza fuera, entonces el sujeto puede hacer como si no le concerniera. Puede suscitar incluso el odio por hecho de que el otro no es, no hace, no dice como él.
En la vida contemporánea nos podemos sentir desbordados por el exceso de estímulos que nos rodea.

Sabemos bien que en nuestra época se ha configurado un modelo de experiencia de realidad en el que pareciera imperante siempre estar haciendo muchas cosas, conocer muchas opiniones sobre un mismo tema, saltar de una publicación en redes sociales a otra y así con muchas cosas más, en un ritmo frenético en donde, entre otros efectos, corremos el riesgo de quedar avasallados por ese mar y perder así la brújula de lo que somos, creemos y pensamos. Paradójicamente, el exceso hace que la experiencia del mundo deje la diferencia para encaminarse hacia lo idéntico.

En este sentido, ahora se nos presenta una oportunidad inmejorable y acaso urgente para re-descubrir la diferencia propia de la vida. Desde distintas perspectivas, la idea de lo diferente ha sido reivindicada como un elemento que también da vitalidad al mundo. 

Sin lo diferente, por ejemplo, no tendríamos capacidad de asombro, pues nos podemos sorprender sólo ante aquello que escapa a nuestras previsiones y la manera en que experimentamos la realidad. 

La diferencia activa nuestros sentidos, nos lleva fuera de nuestras creencias y, por lo mismo, es capaz de situarnos en territorios que nunca nos hubiéramos atrevido a pisar.

Ser independiente, vivir fuera de la casa familiar, adquirir el primer automóvil, dejar la universidad… éstas son algunas de las circunstancias en donde se vive con mayor ardor la fuerza de la diferencia, al mismo tiempo que se le busca con más empeño. 

Ser diferente se vive también como un ímpetu por ser arriesgado, creativo, innovador, inquieto: todo ello orientado con un propósito vital que aunque no es sencillo concretar, se sabe que está ahí, animando nuestra existencia.

¿Cómo descubrir lo diferente? En buena medida, relajando nuestros sentidos. Dándonos cuenta de que todo fluye y todo cambia, y aceptando esa mutabilidad. Mirando con atención lo más ínfimo y lo más grandioso, y percibiendo que cada uno de esos elementos tiene el peso específico que lo mantiene presente en nuestro mundo.


¿Y cómo aprender a valorarlo? Sencillo: al tomar conciencia del efecto que eso tiene en nuestra realidad, la manera en que la cambia y, como decíamos, la lleva a un punto imprevisible, siempre nuevo: diferente.

Intolerantes


ILa intolerancia se define como la falta de habilidad y voluntad de tolerar algo. En un sentido social o político, es la ausencia de tolerancia de los puntos de vista de otras personas. Para un principio social, es demasiado abierto para interpretación subjetiva debido al hecho de que hay una lista de definiciones

En la intolerancia cultural no acepta costumbre y tradiciones de otras personas, de raza, de otra comunidad, municipio, región o país.

En este último sentido, la intolerancia resulta ser cualquier actitud plena de las ideas, por ejemplo, se caracteriza por la perseverancia en la propia opinión, a pesar de las razones que se puedan esgrimir contra ella. Supone, por tanto, cierta dureza y rigidez en el mantenimiento de las propias ideas o características, que se tienen como absolutas e inquebrantables.

Tiene por consecuencia la discriminación dirigida hacia grupos o personas (que puede llegar a la segregación o a la agresión) por el hecho de que éstos piensen, actúen o simplemente sean de manera diferente. Las múltiples manifestaciones de este fenómeno poseen en común la elevación como valor supremo de la propia identidad, ya sea étnica, sexual, ideológica o religiosa, desde la cual se justifica el ejercicio de la marginación hacia el otro diferente. El intolerante considera que ser diferentes equivale a no ser iguales en cuanto a derechos.

Podríamos distinguir también una doble vertiente en la intolerancia. Por un lado estarían los grandes casos de persecución a lo largo de la historia. Pero también es un fenómeno sutil que puede identificarse continuamente en cualquier entorno. La intolerancia, pues, tendría una segunda vertiente más cercana, la cual se halla presente en la vida cotidiana.

La intransigencia para con los demás, para con los diferentes escoge distintos objetos. En cualquier caso, siempre supone una diferencia respecto a lo considerado normal o correcto por quienes juzgan. Acá esperan ser resueltos y desarrollados muchos conceptos, empezando por aproximarnos a un metalenguaje en el que cualquier cultura quiera definir los términos o conceptos.


La intransigencia es la diferencia en el prójimo, ya se base ésta en características de género, culturales, ideológicas o religiosas, contra lo que arremete el intolerante. Formas comunes de intolerancia son el racismo, el sexismo, la homofobia, la intolerancia religiosa y la intolerancia política.


viernes, 29 de noviembre de 2019

La Integridad


La gente generalmente cree que la palabra integridad proviene del latín integrîtas, -ãtis y eso es correcto (totalidad, virginidad, robustez y buen estado físico), pero el vocablo se deriva del adjetivo integer (intacto, entero, no tocado o no alcanzado por un mal). Se compone de in- (no) y una raíz que es la misma que la del verbo tangere (tocar o alcanzar), es la pureza original y sin contacto o contaminación con un mal o un daño (físico o moral).

Integridad se traduce como honradez, honestidad, respeto por los demás, corrección, responsabilidad, control emocional, respeto por sí mismo, puntualidad, lealtad, pulcritud, disciplina, congruencia y firmeza en sus acciones. En general es alguien en quien se puede confiar. Integridad es retomar el camino de nuestra verdad, hacer lo correcto por las razones correctas del modo correcto. Se relaciona al derecho de no ser objeto de vulneraciones en la persona física, como lesiones, tortura o muerte.

La integridad personal, no se encuentran en una sola actividad, sino que se desplaza por las diversas partes del conocimiento. Además una persona íntegra es la que hace lo correcto y haciendo lo correcto se considerara bien para todos porque además no afecta los intereses de los demás sujetos.

La integridad moral, se refiere a los sujetos que se habilita para la toma de decisiones sobre la conducta de sí mismo, esta integridad es interesante a la hora de estar en el entorno familiar.

“Integridad y Política” dos palabras que unen un sentimiento pedido a gritos por la sociedad y una virtud asequible para cualquier persona. Si entendemos que la integridad política es la capacidad de obrar con rectitud y limpieza, donde cada acto, en cada momento se alinea con la honestidad, la franqueza y la justicia, tenemos la base para una nueva generación de estilo político.

Se puede hacer una política diferente y se pueden tener líderes políticos diferentes, sin embargo para ello requerimos valor. Valor para tomar decisiones ante las urnas, valor para reclamar de forma clara y contundente que no queremos un país envuelto en engaños, fraudes, malversación de fondos, comisiones ilegales y un sin fin de acciones que van en contra de la confianza puesta por el pueblo
.
Estamos tan acostumbrados a recibir información sobre casos de corrupción que lo que realmente nos sorprende es que a estas alturas se pillen a los malhechores y no demos importancia a los hechos.
Y la realidad es que ni todos los políticos son corruptos ni todas las personas de un mismo partido político actúan de la misma forma. La diferencia, marca la pauta de que es posible una política distinta. Y para que sea conocida esa forma distinta de hacer política es necesaria una buena comunicación, pues la integridad de todo líder político se refleja en todo lo que hace y es ahí donde su palabra obtiene mayor valor, logrando que lo que dice sea confiable y como reflejo creamos que cumplirá lo que promete. 

Así es la política, una generadora de ilusiones donde la base de todas ellas se llama confianza.

Si uno hace lo que dice, y a su vez, dice lo que hace, genera reputación y con ella obtiene la tranquilidad necesaria para disponer del tiempo imprescindible para llevar a cabo los proyectos políticos. En política y en lo personal levantar una sólida reputación es realmente difícil, sin embargo perderla es francamente muy fácil.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Razón De Ser

Para una razón de ser debe haber un objetivo principal a lograr, y aunque a la vez podrías escoger varios objetivos a lograr, lo ideal es que escojas uno….y los demás vendrán por añadidura, serán como los vagones que arrastra el tren.

Tu objetivo puede estar referido a cualquier aspecto de la vida en que te haya parecido difícil sobresalir, aunque se trate de algo que te haya parecido imposible antes, hazlo tu objetivo si eso deseas. Puede estar referido a la salud, al trabajo, a los estudios, a los negocios, al amor……no importa el campo ni cuan alto apuntes en tus sueños, lo que tienes que hacer es enfocarlo bien, concebirlo en tu mente.

Que no te preocupe si tus objetivos le parecen ilusos o locos a los demás, está claro que los que viven aferrados al EMS “esquema mental de la sociedad” consideran ciertos logros imposibles para los demás porque los sienten imposibles para ellos.

No hagas caso a esa gente que sólo sabe criticar, deja que vivan a su manera, no te contamines con su ignorancia y falta de audacia. Debe ser triste poseer vidas que nunca se preguntan por qué están en este mundo, para que existen,…La gente sin sueños, sin metas…sólo saben seguir al rebaño.
Una vez que has hecho la lista de tus objetivos, ubica el principal, y concentra todas tus energías en él. Se trata de que enfoques tu objetivo fuertemente en tu subconsciente con convicción pero sin apego. Si tu disposición es la correcta, las condiciones favorables llegarán a ti por si solas, las fuerzas del universo atraerán hacia ti dichas condiciones, te prepararán, y te avisarán para cuando llegue el momento de entrar en acción.

En la realización de tus objetivos, no debes olvidar que estos son el medio para encontrar tu verdadera razón de ser, por lo cual se ha de reiterar que no debe haber apego alguno a las cosas que deseas lograr, lo que no significa que las pierdas de vista en ningún momento.

La visualización de lo que deseas lograr es importantísimo, las imágenes mentales contribuirán a que la realización de tus sueños se logren más pronto de lo que imaginas.

Visualiza en tu mente como te imaginas el futuro como si tus objetivos ya estuvieran logrados, sé lo más detallado posible en tu visión. Ten esta imagen mental bien aferrada a tu mente, y recurre a ella cada que te quieras estimular positivamente. Está claro que no sólo se tendrá que visualizar imágenes sino también sonidos, grabaciones que le recuerden al subconsciente el objetivo principal, escritos que uno puede leer sea en un papel o incluso mensajes para uno mismo que se puedan leer en el celular.

En la búsqueda de tu logro, debes ser capaz de armonizar todos los aspectos de tu vida: la familiar, el aspecto económico, el profesional, la salud física, el ámbito espiritual, etc.
Claro, es cierto que esto implicaría en tener varios objetivos a la vez, en realidad se puede tener varios porque entre ellos hay una interrelación. Pero como se dijo antes, se debe tener un objetivo principal, el cuál siempre se pondrá en primer lugar cuando se entre en acción.

Es muy importante el “objetivo principal” porque este es el motor que te impulsará al objetivo supremo que es: encontrarte a ti mismo, lo cual es tu verdadera razón de ser.

El objetivo principal es el medio por el cual tú entras en el camino del verdadero propósito en tu vida. Por ello es importante que escojas bien cual será. Salud física, Dinero, Reconocimiento, Amor, cualquiera de esos puede ser tu objetivo principal pero recuerda que ese objetivo es un medio para llegar a lo más trascendente….que es tu verdadero propósito,

La verdadera razón de tu existencia.


Determinación


No sé qué voy a hacer para salir de este bache en el que me veo atrapado. La vida a veces llena de niebla los cruces de caminos e incluso me hace pensar y sentir que el mundo se puede acabar mañana. Sin embargo, sé que esta sensación es fruto de una ceguera que me provocan todas esas emociones y pensamientos negativos que me abordan. En mi interior, sé a ciencia cierta que conseguiré salir de todo esto. Porque me he sentido así otras veces, porque ya lo he conseguido otras veces.

Hay muchas situaciones que ahora, con perspectiva, me dan la sensación de haberme superado demasiado teniendo en cuenta el peligro que suponían realmente. En esos momentos, el mayor drama que existía era el que yo recreaba en mi mente. No obstante, aún existen muchas creencias y puntos de vista que tengo que revisar y en los que de alguna manera tengo que encontrar la calma.

“Lo conseguiré, siempre y cuando me arriesgue, siempre y cuando afronte mis miedos y lo haga apartando la idea de que son un motivo para desistir”

Los finales siempre son nuevos comienzos
Los finales aterran. Esa tristeza que nos aborda cuando termina nuestra serie o libro favorito, ese miedo que nos invade ante la posibilidad de romper con una relación y destrozar la idea del amor para toda la vida provocan en nosotros una sensación que buscamos evitar a toda costa.

Sin embargo, esto también impide que tomemos decisiones que nos beneficiarían. Por ejemplo, no es negativo romper una relación a la que en realidad ya nada nos une más allá de los recuerdos; una relación que en el presente incluso nos puede estar haciendo mucho daño. No obstante, creemos todo lo contrario y mantenemos nuestra posición, abrigados por una falsa sensación de fidelidad al otro, mientras nos traicionamos a nosotros mismos.

En ocasiones, romper o dejar atrás algo no es una decisión que podamos tomar. A veces, son las circunstancias las que nos obligan a cerrar un ciclo y además lo hacen sin darnos opción a retrasar ese momento. Esto supone un duro golpe para nosotros. Pues no estamos preparados para esto y, tampoco, es algo que en realidad deseemos.

A todo lo duradero, eterno y seguro lo consideramos algo bueno, a todo lo contrario como negativo. Así nos lo han enseñado desde pequeños, lo que ha provocado en nosotros esa tendencia a apegarnos a diferentes objetos, situaciones y personas. Por eso nos cuesta tanto soltar, dejar ir y tomar decisiones que impliquen un punto y final.

“Conseguiré cerrar esa puerta que me abrirá nuevas y mejores posibilidades, conseguiré observar los fracasos como éxitos personales”

Desechemos esas creencias en las que se afirma que todo final es la materialización de un fracaso. Esto no nos aporta nada más que frustración y una gran angustia que nos paraliza y evita que tiremos hacia adelante.

Daña nuestra autoestima, pensando que en nosotros existe una especie de magia negra con la fuerza suficiente como para terminar con cualquier proyecto que merezca la pena.

Tenemos una resistencia mayor de la que pensamos, una capacidad para tomar impulso en el fondo de la que a veces nuestro olvido da buena cuenta. Hay muchos momentos vividos en el pasado en los que consideramos que todo se había terminado para nosotros, pero cuando menos lo esperamos surgieron nuevas oportunidades.

Estoy seguro de que conseguiré ver las circunstancias más desagradables como una oportunidad y no como un infortunio. Porque tras esquivar varias situaciones en las que tenía que tomar decisiones, tarde o temprano me terminaré encontrando en un callejón sin salida en el que, sí o sí, pondré a prueba mi determinación.


Libertad De Conducir

La vida de cualquier ser humano es un brevísimo lapso de tiempo en la historia del planeta tierra. Conforme crecemos y maduramos van transcurriendo los días, los meses, los años… De cada uno de nosotros depende cómo sean esos días. Podemos sufrir o podemos disfrutar, podemos hacer lo que nos gusta o podemos dedicarnos a cosas que no nos gustan, podemos emplear nuestro tiempo en actividades de nuestra elección o en actividades que otros elijan para nosotros. 


Aunque cueste creerlo, todo es cuestión de elección. En nuestra vida podemos dejar al azar las cosas que nos suceden, o podemos elegirlas. No depende tanto de las circunstancias externas como nos han inducido a pensar desde niños. Son nuestros miedos, hábitos, costumbres y rutinas las que habitualmente llevan el timón de nuestro destino. Pero nunca es tarde para aprender a manejar tu propia vida.

Sólo debemos sentirnos lo suficientemente libres para elegir hoy, aquí y ahora. Si quieres ser algo, sea lo que sea, simplemente hazlo ahora. Si deseas obtener algo, sea lo que sea, simplemente ve a por ello ahora. No puedes seguir dejando todo para mañana. Si dejas tu vida, tu felicidad y tus deseos profundos siempre para mañana, nunca los obtendrás, porque nunca estarán en el “hoy”. El mañana no existe, sólo existe el ahora, por tanto esas cosas importantes en tu vida, si las mantienes siempre en el “mañana”, jamás existirán. Pon en marcha tu felicidad ahora. Pasa a la acción, traslada tus sueños del plano de los deseos al plano de la realidad.

Los seres humanos somos criaturas de hábitos. Si tus hábitos cotidianos se basan en los miedos, en el pesimismo, en la negatividad, en el pensamiento de que la vida es lucha y sufrimiento, eso es lo que obtendrás. Tu “ahora” se basará en pesimismo, negatividad y sufrimiento. La felicidad y tus sueños quedarán de esa forma en el “mañana”, es decir, en el plano de los deseos. 

Las cosas que te ocurren en la vida no son más que consecuencias de lo que haces cada día, tus logros son el resultado de lo que siembras, ni más ni menos. Te resultará imposible alcanzar la felicidad, dado que el pesimismo se convierte en un hábito y una rutina, en tu día a día, en un automatismo diario. La infelicidad será tu hábito.

Salir de esa situación depende única y exclusivamente de que tomes una elecciónla elección de poner en marcha tu felicidad ahora. Planifica tu vida, elige las cosas que deseas para ti y tu familia y diseña un plan de acción para llegar a ello. Pero hazlo ahora. ¿O estás demasiado ocupado para ser feliz?



miércoles, 27 de noviembre de 2019

Intelecto

El intelecto es la capacidad que tiene el ser humano de comprender, analizar y entender el mundo que le rodea. De algún modo se asimila al concepto de razón, a la capacidad de discernir el orden oculto del universo de modo tal que le permita mejorar sus condiciones de existencia.

Lo primero que hay que hacer es dejar patente que intelecto es una palabra que tiene su origen etimológico en el latín. En concreto, procede de “intellectus” y es fruto de la unión de dos componentes de dicha lengua: el prefijo “inter-“, que es sinónimo de “entre”, y el vocablo “lectus”, que puede traducirse como “escogido”.

El intelecto supone la capacidad de desarrollar representaciones mentales de la realidad y de relacionarlas entre sí. El concepto puede asociarse a la inteligencia, la reflexión y el raciocinio.
La capacidad de entender la unidad de lo semejante y de pasar de lo individual a lo universal (y viceversa), de elaborar y vincular conceptos y de comprender distintas problemáticas forma parte del intelecto.

No podemos pasar por alto tampoco el hecho de que además se considera que el intelecto humano tiene varias funciones importantes como son las que exponemos a continuación:

• Atención, que ayuda a estar alerta ante un hecho o situación concreta.
• Sensopercepción, que es la que permite captar los estímulos externos a través de los diversos sentidos.
• Imaginación, que se define como la capacidad que tiene el intelecto de pensar en imágenes.
• Memoria, que da la oportunidad al hombre y a la mujer de usar el pasado en el momento presente.
• Afectividad. Con este término nos referimos a las sensaciones y a los sentimientos que experimentamos y que hacen que cambie nuestro estado de ánimo.
• Pensamiento, que es el que permite diferenciar al ser humano del resto de seres vivos. Es más, es el que hace que se establezca como superior frente al resto de seres que moran en el planeta.

“Sólo el conocimiento de la estructura psíquica del hombre puede aclararnos la cuestión de la verdad. Esta estructura descansa sobre tres factores fundamentales: el intelecto, el corazón y la voluntad; con su intelecto piensa, con su corazón experimenta sentimientos, y la voluntad, estimulada por el intelecto y por el corazón, le impulsa a actuar… El intelecto tiene como ideal manifestar la sabiduría; el corazón, manifestar el amor; y la voluntad, que es la resultante de ambos, tiene como ideal manifestar la verdad. Esto significa que, en la medida en que sus pensamientos tiendan hacia la sabiduría y los sentimientos de su corazón tiendan hacia el amor, estará en la verdad. ¿Acaso no es sencillo?

De la verdad se han dado toda clase de definiciones que no han hecho más que embrollar la cuestión. En realidad, es imposible definirla, porque no existe como tal. Sólo existen el amor y la sabiduría, y la unión del amor y de la sabiduría es la que da nacimiento a la verdad.”