viernes, 6 de marzo de 2020

Hagamos La Diferencia


“Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar el dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para crear impresiones que no duran, en personas que no nos importan”, Emile Henry Gauvreay. 
Si nos dejamos llevar por lo que nos rodea, es mucho más común copiar e imitar lo bueno o malo que hacen otros, simplemente porque lo vimos, nos gustó; no nos pusimos a pensar si eso era apropiado para nosotros o no, pero nos pareció que estaba bien y lo asumimos para nosotros. Por lo mismo, nuestra sociedad ha caído en un círculo vicioso en que alguien saludó de un modo y todos lo correspondemos y hacemos igual sin preguntarnos qué implica o de dónde proviene; o bien, por qué alguien empieza a usar un tipo de ropa y nosotros también. 
Claro está que no debemos ser ni excéntricos ni raros, si queremos convivir armoniosamente con nuestro entorno y pretender conservar nuestra manera de ser y todavía conservar comunicación con los que nos rodean, pero es lamentable cuando nos dejamos llevar por lo que hace el resto hasta el punto de perder nuestra identidad, la manera en la que fuimos formados y lamentablemente no podemos negar que perdemos los valores y costumbres en que nosotros fuimos criados por nuestros mayores.

Si se invirtiera el proceso y nos tomáramos el trabajo de analizar y evaluar lo que nuestro derredor hace y preguntarnos qué es lo que quieren comunicar o qué mensaje están comunicando los que me rodean, posiblemente seríamos mucho más cuidadosos de asimilar costumbres, prácticas y modalidades que vemos en los demás. Y seguramente valoraríamos lo que se nos enseñó y trataríamos de afirmar nuestra identidad, al punto que podamos ser ejemplo no para que se nos reconozca, sino que puedan ver un modo de vida.

No podemos negar que nuestro medio busca modelos para copiar o alguien que los ayude a hacer las cosas de diferente modo, que no se hagan por el simple hecho de hacer, sino porque tiene razón de hacerse. A la luz de esta realidad, ¿por qué no ser iniciadores propositivos que puedan generar cambios para recuperar el terreno perdido en lugar de estar simplemente ensayando con lo que vemos en otros? Así viviríamos la vida, con sentido y propósito.

El dicho tan popular que se dice en la calle termina siendo verdad: “A donde va Vicente, va toda la gente” Claro está si no sé a dónde ir, seguiré a alguien más, pero no es así en el caso que sé qué quiero en la vida y sé dónde quiero llegar. Averiguo si el modo y camino me permitirán llegar a buen destino y de ese modo no vivir con frustraciones y disgustos.

En primer lugar debemos aceptarnos, luego determinar, o bien, fijar nuestras metas con claridad y de allí empezar a definir la vida que queremos vivir, no tanto por lo que los demás hacen o dejan de hacer. Si me miro en el espejo, ¿qué quiero comunicar? Si hablo, ¿qué es lo que quiero comunicar? Cada cosa que hago debe tener sentido, propósito y valor. Así puedo proyectar un modo de pensar personal que no solo lo tengo, pero también lo puedo comunicar a mi gente.

Cada minuto que vivimos tiene valor y razón para la totalidad e integralidad de la vida que con el favor de Dios viviremos, por ello empecemos a valorar la vida como tal, acciones y conducta que la acompañan y dejemos de ser como el resto para ser lo que queremos ser en lo que nos resta para vivir.

Bienvenido a una vida con propósito y disciplina productiva.


Imaginación Y Realidad

La ciencia está descubriendo que la imaginación juega un papel fundamental en la percepción que tenemos de la realidad y en la elaboración de los recuerdos, los sueños y los pensamientos. La inteligencia depende de ella, al igual que la creatividad, y solo potenciándola podemos avanzar hacia una sociedad más sana y más sabia.

El escritor Gabriel García Márquez afirmó en una ocasión: “La vida no es lo que uno vivió, es lo que uno vivió y cómo lo recuerda para contarlo”.

Efectivamente, lo que vives y lo que recuerdas está impregnado de imaginación. Fuente de placeres y temores, de descubrimientos y creaciones, la imaginación no es una facultad menor, sino esencial en nuestra vida interior.

¿Qué es la imaginación?
Numerosos filósofos han visto en la imaginación una dimensión clave de la actividad mental; en cambio, la psicología desdeñó durante mucho tiempo el papel de la imaginación, considerándola como una facultad marginal, que nada tendría que ver con otras más elevadas, como la percepción o el conocimiento.

Sin embargo, la ciencia contemporánea está descubriendo que la imaginación es una función cognitiva fundamental, que desempeña un papel clave en todas las formas de vida mental, desde la percepción a los recuerdos, sueños y pensamientos.

Gracias a la imaginación podemos pensar más allá de los confines de nuestra situación inmediata, generando vívidos contenidos mentales con los que podemos revaluar el pasado o evocar un posible futuro.

La mayoría de las ideas, por más abstractas que parezcan, nacen como imágenes. De hecho, etimológicamente, la palabra griega idea significa “visión”. En este sentido, idear es imaginar. Pero la imaginación no solo surge de las imágenes. También puede ser desencadenada por una descripción verbal, al leer una novela o un poema, por ejemplo.

En cualquier caso, sin imaginación no habría lenguaje. Aprendemos a leer gracias a la imaginación, que convierte marcas de tinta sobre un papel en evocaciones de cosas ausentes. El poder transformador de la imaginación es tan grande que la simple lectura de un texto escrito puede llegar a conmovernos profundamente.

Su relación con la inteligencia
No hay “inteligencia artificial”: la verdadera inteligencia es natural –y cordial: arraigada en el corazón–. Sin imaginación no habría creatividad: todo sería predecible y aburrido. La imaginación es vida.

Empatía: imaginar a los demás
La empatía, la capacidad de conectar con lo que siente otra persona, sería imposible sin la capacidad de imaginarnos viviendo la experiencia ajena. Cuando siento empatía, una parte de mí deja de estar aquí y, a través de la imaginación, viaja hacia ti. En cambio, el psicópata y el tecnócrata son incapaces de imaginar en el otro la interioridad que lo convierte en persona. Solo ven lo que atañe a sus propósitos.

Por eso señalaba el psicólogo James Hillman que “una educación que de algún modo descuida la imaginación es una educación para la psicopatología”.

El ser humano es un ser imaginativo. La imaginación, estrechamente relacionada con los recuerdos, las fantasías, los sueños y la percepción, pertenece al núcleo de la mente y de la conciencia. Hoy sabemos que la imaginación moviliza las mismas capacidades neuronales que la visión precisa y la cognición, y que no se localiza en un área específica del cerebro.

La imaginación visual a veces se sitúa en la parte posterior de la corteza cerebral, pero en otros casos no. De hecho, las personas que pierden su córtex visual en un accidente son ciegas, pero la mayoría de ellas pueden visualizar perfectamente a través del ojo interior de la imaginación.
Incluso pueden tener vívidas alucinaciones, como si su imaginación visual fuera más poderosa que antes. En realidad, múltiples áreas del cerebro entran en actividad cuando imaginamos. Neurológicamente, la imaginación es un proceso múltiple, dinámico y no-lineal, todo lo cual puede tener que ver con su carácter espontáneo.

¿Cómo podemos entender la imaginación a nivel neurocientífico?
Sin embargo, el rastro de la imaginación no se limita al cerebro. Se ha demostrado que cuando una persona visualiza un objeto o una situación, sus ojos se mueven como si lo percibiera y no solo como si se lo figurara.

Cuando imaginas un rascacielos, tus ojos tienden a moverse arriba y abajo, como si estuvieras abarcando toda su altura, mientras que si imaginas el paso de un vehículo, tus ojos se moverán horizontalmente. Algo semejante se aplica al movimiento corporal.

Neurológica y fisiológicamente imaginar una acción es semejante a realizarla. Si visualizas que levantas con tus brazos un objeto pesado, habrá actividad eléctrica en tus brazos, por más que estés en reposo.

La imaginación y la percepción son actividades distintas, pero están más relacionadas de lo que pudiera parecer. Son parte de un continuo que tiene en un extremo la imaginación libre y espontánea y, en el otro, la percepción nítida de algo que tenemos ante nosotros.

Entre uno y otro extremo, en la mayor parte de nuestra experiencia confluyen imaginación y percepción. Vemos formas de animales en las nubes o, en un ejemplo clásico de la tradición filosófica india, podemos asustarnos ante una serpiente y luego darnos cuenta de que era una cuerda.

La fusión de imaginación y percepción que se da en estos casos, así como en las ilusiones ópticas, sucede igualmente, más sutil, en la vida cotidiana. La imaginación nos permite relacionar e interpretar lo que percibimos, dándole así sentido.

Francisco Varela, pionero de la ciencia cognitiva, llegó a afirmar que la percepción ordinaria es una forma de imaginación que se ve limitada por lo que nos brindan los sentidos.



Nuestro Compromiso


Solidaridad es el apoyo a una causa o al interés de otros, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. En su acepción derivada del ámbito jurídico tiene un componente de compromiso y de responsabilidad contraída por cada uno de los sujetos implicados. 

En el concepto actual permanece la idea de “compartir” algo inexorablemente sin poder “dividirse” de la responsabilidad asumida por el grupo. Es decir, el destino del grupo se convierte en destino asumido en totalidad por cada uno.

En la actualidad se está trabajando en la definición del derecho humano a la solidaridad, que se apoya en el art. 28 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el que se dice que “toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”. El objetivo general de este derecho a la solidaridad internacional será crear un entorno propicio en el que todos los derechos humanos, incluido el derecho al desarrollo, puedan ser progresivamente realizados por todos los pueblos y las personas a través de las medidas de cooperación internacional y solidaridad adoptadas por los Estados, las organizaciones internacionales, la sociedad civil y todas las demás partes interesadas.

Por eso, toda medida orientada a promover el desarrollo debe tener en cuenta la defensa de lo público para asegurar la cohesión social y la resolución de los problemas globales que nos afectan. Es necesario un contrato social fundamentado en la redistribución de la riqueza y en una mirada de derechos humanos que supere el asistencialismo, que promueva esa idea de la corresponsabilidad que recoge el concepto de solidaridad.

Nos encontramos ante tres desafíos que nos afectan local y globalmente: la pobreza, la desigualdad y la sostenibilidad, y es necesario abordarlos desde la raíz. 

Es importante y necesario trabajar para educar y educarnos en la virtud solidaria, distintiva de la comunidad del hombre, reconociendo que moralmente es necesario darles mayor peso a este comportamiento de apoyo a los demás, sin descuidar a nuestra propia personalidad.

Compromiso, es la palabra que habla con valentía de nuestras intenciones, se lo puede observar en los diferentes contextos en los que el hombre vive, como lo es el trabajo, colegio, universidad, en la calle, se presenta en cualquier momento, se lo aplica y se expresa con aquella actitud que nos inclina a responder favorablemente a las necesidades de nuestro grupo, de nuestro prójimo y una forma de conducta cuando se concretiza en acciones.

 Compromiso es lo que transforma una persona en realidad, es la acción que habla más alto que las palabras, es hacerse el tiempo cuando no lo hay, es cumplir con lo prometido cuando las circunstancias se ponen adversas. 

Compromiso es el material con que se forja el carácter para poder cambiar las cosas, es el triunfo diario de la integridad sobre el escepticismo, pues hemos nacido para colaborar.
Solidaridad es el apoyo a una causa o al interés de otros, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. En su acepción derivada del ámbito jurídico tiene un componente de compromiso y de responsabilidad contraída por cada uno de los sujetos implicados. 

En el concepto actual permanece la idea de “compartir” algo inexorablemente sin poder “dividirse” de la responsabilidad asumida por el grupo. Es decir, el destino del grupo se convierte en destino asumido en totalidad por cada uno.

En la actualidad se está trabajando en la definición del derecho humano a la solidaridad, que se apoya en el art. 28 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el que se dice que “toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”. El objetivo general de este derecho a la solidaridad internacional será crear un entorno propicio en el que todos los derechos humanos, incluido el derecho al desarrollo, puedan ser progresivamente realizados por todos los pueblos y las personas a través de las medidas de cooperación internacional y solidaridad adoptadas por los Estados, las organizaciones internacionales, la sociedad civil y todas las demás partes interesadas.

Por eso, toda medida orientada a promover el desarrollo debe tener en cuenta la defensa de lo público para asegurar la cohesión social y la resolución de los problemas globales que nos afectan. Es necesario un contrato social fundamentado en la redistribución de la riqueza y en una mirada de derechos humanos que supere el asistencialismo, que promueva esa idea de la corresponsabilidad que recoge el concepto de solidaridad.

Nos encontramos ante tres desafíos que nos afectan local y globalmente: la pobreza, la desigualdad y la sostenibilidad, y es necesario abordarlos desde la raíz. 

Es importante y necesario trabajar para educar y educarnos en la virtud solidaria, distintiva de la comunidad del hombre, reconociendo que moralmente es necesario darles mayor peso a este comportamiento de apoyo a los demás, sin descuidar a nuestra propia personalidad.

Compromiso, es la palabra que habla con valentía de nuestras intenciones, se lo puede observar en los diferentes contextos en los que el hombre vive, como lo es el trabajo, colegio, universidad, en la calle, se presenta en cualquier momento, se lo aplica y se expresa con aquella actitud que nos inclina a responder favorablemente a las necesidades de nuestro grupo, de nuestro prójimo y una forma de conducta cuando se concretiza en acciones.


Compromiso es lo que transforma una persona en realidad, es la acción que habla más alto que las palabras, es hacerse el tiempo cuando no lo hay, es cumplir con lo prometido cuando las circunstancias se ponen adversas. 

Compromiso es el material con que se forja el carácter para poder cambiar las cosas, es el triunfo diario de la integridad sobre el escepticismo, pues hemos nacido para colaborar.


Libertad De Opinión


Aprendemos de la diversidad de opiniones

Si nos descuidamos un poco, estaremos actuando como los demás quieren que lo hagamos. Que digamos lo que ellos deseen y que callemos lo que a los otros les parece mal. Así muchos se encuentran asintiendo a todo lo que les dicen, nunca oponiéndose a algo. Sin embargo, cuando no están los otros presentes, se desahogan criticando y señalando lo que les parece mal.

Está bien respetar a los demás. Es una buena práctica de relaciones humanas. Sin embargo, esto debe ir equilibrado con el respeto a ti mismo. Las opiniones de los demás son importantes, pero también lo son las tuyas.

Es correcto no ser destructivo, pero también tienes derecho a dar tu opinión y tu punto de vista. No tienes por qué estar de acuerdo con todo. Es más, aprendemos de la diversidad de opiniones y ellas nos permiten mejorar nosotros y mejorar los procedimientos.

La sinceridad en tu palabra permitirá ganarte el respeto y confianza de los demás, naturalmente con criterio y respeto.

Que tú sí sea sí y tú no sea no.

jueves, 5 de marzo de 2020

La Red Que Atrapa

Esta es una obra de pensamiento libre en el que el autor se ha aventurado a explorar las tendencias de un nuevo mundo.


¿Por qué el título de Atrapados por el futuro? Porque el lector podrá ir comprendiendo las ideas que trata de exponer el autor que entiende que el porvenir empieza a emitir una sintomatología mucho antes de que las personas lleguemos a tomar conciencia y seamos capaces de racionalizar lo que está sucediendo.

Por eso el futuro tiene vida antes de que seamos conscientes de su llegada. Sin pretender tener certeza sobre lo que va a suceder, el autor trata de prever acontecimientos.

Sin duda pensar sobre las orientaciones del futuro no es una acción baldía, más bien parece una reflexión conveniente cuyo objetivo no es tanto acertar, sino tomar conciencia de que la vida va a cambiar drásticamente y preparar la mente para ello.

Y eso es justo lo que pretende el autor, crear debate en cada lector consigo mismo o con otras personas para tomar conciencia de qué y cómo debemos reajustar nuestros comportamientos sociales y personales. Esta es una obra de pensamiento libre en el que el autor se ha aventurado a explorar las tendencias de un nuevo mundo.

Es un libro de aventura y exploración.Lo único que, probablemente, tenía claro el autor al comenzar a escribir este libro era la siguiente pregunta: ¿qué orientaciones y consejos me permitiría dar a mis hijos que les resultaran útiles para viajar por el nuevo mundo que les espera? Y con solo ese bagaje y muchas buenas intenciones, se va, poco a poco, adentrando en tratar de interpretar las sintomatologías que se perciben para proyectarlas en un posible dibujo del futuro.

¿Por qué el título de Atrapados por el futuro? Porque el lector podrá ir comprendiendo las ideas que trata de exponer el autor que entiende que el porvenir empieza a emitir una sintomatología mucho antes de que las personas lleguemos a tomar conciencia y seamos capaces de racionalizar lo que está sucediendo.

Por eso el futuro tiene vida antes de que seamos conscientes de su llegada.

Sin pretender tener certeza sobre lo que va a suceder, el autor trata de prever acontecimientos.

Y eso es justo lo que pretende el autor, crear debate en cada lector consigo mismo o con otras personas para tomar conciencia de qué y cómo debemos reajustar nuestros comportamientos sociales y personales.


Irradiar Confianza


Para irradiar positivismo y bienestar a los que nos rodean basta con ser más amable y saber valorar las pequeñas cosas. No podemos olvidar que obtenemos lo que damos. 

Todos sabemos que tener una mente positiva e irradiar positivismo y buenas energías a los demás nos puede facilitar la comunicación y las relaciones.

Ver el lado amable de cada situación y estar dispuestos a apoyar a otros es una cualidad tan especial que, incluso, influye en nuestro atractivo.

Aunque está claro que no siempre podemos mantener esa actitud, existen algunos ejercicios que nos ayudan a irradiar positivismo la mayor parte del tiempo.

Eso sí, no se trata de fingir o disfrazar las emociones cuando en realidad no se sienten ganas. Lo que se busca es fortalecer las buenas vibraciones y los pensamientos, en especial al tratar con otras personas.

Aquellas personas que viven quejándose de cada situación de su vida suelen considerarse tóxicas en el momento de establecer algún tipo de vínculo.

Ninguna persona se siente cómoda con alguien que solo ve el lado negativo de la vida y que, de una u otra forma, pretende que los demás también lo hagan.

Las quejas nunca son la solución para los problemas y pueden convertirse en un obstáculo para dar pasos significativos.

La empatía es una cualidad que pocas veces se siente con total sinceridad. Sin embargo, aprender a ponerse en el lugar del otro y demostrarlo mediante hechos es bastante bueno para todos.

Con esta se fortalece la confianza, se mejora la comunicación y se facilita la solución de muchos inconvenientes que pueden afectar las relaciones sociales.

Nadie está a salvo de atravesar una situación difícil y negativa. No obstante, contar con una persona positiva y alegre puede ser clave para superarlo.

Apoyar, aconsejar y brindar palabras amables en este tipo de situaciones es una de las mejores maneras de irradiar buenas vibraciones.

Hay múltiples formas de demostrar agradecimiento con los demás cuando estos nos hacen un favor o algo para mejorar nuestra vida.

Unas palabras amables, una nota o alguna invitación especial son sencillas maneras de ser agradecidos por las cosas buenas que nos aportan.

Si bien muchos actúan de manera desinteresada, lo mínimo que se debe hacer es demostrar que su ayuda fue significativa.

El miedo suele ser uno de los mayores obstáculos entre aquellos que no salen de su zona de confort.

Aunque a veces puede evitar situaciones peligrosas, casi siempre impide que la persona realice aquello que tanto desea.

Soltar los miedos y atreverse a asumir las consecuencias es una excelente manera de aumentar los pensamientos positivos y las buenas energías.

Una persona que se atreve a vivir sin negaciones, sin temores y dispuesta a correr riesgos puede transmitir muchas cualidades buenas a los demás.

¿Te das cuenta de todo lo que puedes hacer para irradiar lo mejor de ti? Anímate a aplicarlo en tu día a día y descubre el impacto que tiene para tu vida y tus relaciones. ¿Preparado para irradiar positivismo?

Las Circunstancias


Filosofía

Cuando alguien te dice: “mira es que yo soy yo y mi circunstancia”, entendemos que nos está queriendo decir que no todo lo que le sucede depende de él, que él o ella no son del todo responsables porque también han influido las circunstancias.

Se trata de una famosa frase del filósofo español Ortega y Gasset. ¿Está el filósofo proporcionando una forma de excusarnos, de no ser del todo responsables de lo que somos?

 Es increíble lo que sucede con algunas frases de la filosofía: cuando pasan al lenguaje cotidiano, cambian totalmente de sentido. Ortega decía que el “yo” era uno de los ingredientes de mi vida y que había otro ingrediente y este era “la circunstancia”.

Por “circunstancia” entendía literalmente lo que está a mi alrededor, “circum-stancia”, lo que me circunda. Somos un organismo vivo. Un organismo vivo tiene su medio, decimos que la vida de un organismo está formada por el propio organismo y su medio, forman una unidad, lo que quiere decir que si cambia el medio cambia al organismo y viceversa (esto es importante).

Ahora bien, aun siendo organismos vivos, en los seres humanos hay algo más. Los humanos tenemos logos, pensamiento, y por tanto buscamos sentido en las cosas. Nos preguntamos el porqué y el cómo de lo que somos.

Yo tengo mis circunstancias, mi paisaje por así decirlo. Pero puedo explicarlas, encontrarles un sentido, y de esa manera hacer un acto creador al transformarlas en discurso.

A Ortega le gustaba mucho la siguiente anécdota de Heráclito. Encontrándose Heráclito en su cocina (hecho insólito, supongo, en la Antigüedad), se aproximaron unos discípulos, en buena parte embarazados por encontrarse con el maestro en ese lugar. 

Heráclito los animó a pasar, diciéndoles: “Aquí también están los dioses”. O sea, también esta circunstancia tiene valor, también merece ser explicada mediante el logos.

Esta famosa frase tiene un agregado, una segunda parte que dice así: “si no la salvo a ella, no me salvo yo” (refiriéndose a la circunstancia). Si yo explico mi medio, lo salvo del silencio y del sin-sentido. A eso es a lo que nos invita Ortega y Gasset.


Los Imponderables


En comunicación uno puede planear todo, menos lo que sucede inesperadamente. Es una obviedad, pero es también una de esas cosas que siempre hay que tener presente. Hay situaciones que no pueden preverse ni siquiera en su mínima dimensión. No son crisis que pueden dibujarse en escenarios posibles, son imponderables. 

Un imponderable es, según la Real Academia Española, una circunstancia imprevisible o cuyas consecuencias no pueden estimarse. Veamos algunos ejemplos.

En el nivel local, un caso prototípico de imponderable es la crisis del campo que atravesó toda la primera mitad de 2008 en la Argentina. ¿Alguien en el gobierno podía prever que el campo se tornaría un adversario político de tamaño calibre en la escena nacional? Ni siquiera los dirigentes de las entidades rurales tenían previsto un respaldo tan masivo de tantos otros actores, y principalmente de la opinión pública. Su virtud estuvo en reaccionar adecuadamente al nuevo escenario que se les planteaba y hacer uso de las herramientas comunicacionales a la mano.

El otro caso, más reciente aún, es el de la crisis financiera estadounidense. No me refiero tanto al impacto que supone para el gobierno de Bush, sino a su incidencia directa en la campaña presidencial de Obama y McCain, los dos candidatos demócratas y republicano respectivamente. El segundo decidió suspender su campaña para buscar una solución en el Senado, y Obama dio su apoyo al plan oficial para asistir a los damnificados. El plan fue rechazado en primera instancia con votos de ambos partidos, y la primera conclusión que surge es que si el Congreso rechaza de esta manera un pedido de sus dos candidatos a la presidencia, esto supone una licuación de poder para ambos antes de que uno de ellos asuma el cargo ejecutivo por el cual compiten. 

En el campo empresario, los ejemplos podrían ser muchos. Una larga lista de crisis puede ser prevenida, como lo indican los manuales, pero existe otra lista que está oculta a los ojos de todos. Un ejemplo: ¿alguien en las aseguradoras había pensado en un ataque terrorista a las Torres Gemelas, que pondría en jaque a los activos físicos de sus clientes? No. 

Los imponderables se presentan, insolentes y autónomos, y entonces el comunicador tiene que sacar a la luz sus dotes de improvisación, su prudencia y su creatividad para seguir adelante con la nueva hoja de ruta. 

La obra que acompaña estas reflexiones es "Pandora", de John William Waterhouse. Fue pintada en 1896 y refleja la historia de la famosa caja, de la cual brotan todas las desgracias del mundo. Pero eso sí: la leyenda dice que Pandora alcanzó a cerrar la caja antes de que saliera una virtud: la esperanza.

El Arte De Persistir

Cuando algo no funciona, persiste y lo harás funcionar.
Cuando no sé cómo hacerlo, persisto y aprendo a hacerlo.

Siempre que fallo, me levanto, persisto, y después de unos cuantos intentos probando diferente, logro hacerlo bien.

Si quiero lanzar un proyecto que se escapa a mis posibilidades, persisto, poco a poco, y finalmente, al tiempo, lanzo ese proyecto.

Cuando un negocio no funciona, persisto, persisto y persisto. Si después de una persistencia coherente, no levanta el vuelo. Abandono. En cambio, si al persistir veo una pequeña luz al fondo, no escatimo recursos en llegar hasta esa luz.

Si persistir por lograr algo que puede ayudar a otros significa pagar un precio, lo voy a pagar, y voy a persistir.

Hoy en un correo electrónico a través del libro Ultraproductividad, un lector, José Ramón Cañizares, preguntaba “Eres un tipo muy disciplinado, pero… ¿no crees que sería súper divertido “dejarte llevar” en la parte personal más que profesional?”

Esta ha sido mi respuesta:

“José Ramón, incluso diría que es vital más que súper divertido dejarse llevar.

Prefiero ser ultra-disciplinado primero y luego tener que esforzarme por “fluir”, que al revés. Porque hacer o intentar aprender dos cosas contrarias en naturaleza entre sí, eso se llama ansiedad. Primero una, y después la otra, elige cual, y buen viaje“.

Me decanto por persistir primero, incluso aunque los demás me lo desaconsejen. No ahora por supuesto, que me encuentro en medio de los 20 días siguiendo cualquier recomendación o consejo que se presente ante mí, pero eso ya es otra historia.

Persisto en la vida, en mi trabajo. En mis debilidades, en mis fortalezas. En la alimentación, en el descanso, en el estilo de vida, en el inconformismo, en al alto rendimiento, en la diversión. Persisto, persisto y persisto. Al final, aunque sea al final del todo, casi siempre, en un 95% de las ocasiones, gano. En cambio, si mido el persistir a un mes vista, casi siempre pierdo




Estar En Paz


En tiempos como los actuales, en que la tónica general es la zozobra y la angustia, la paz confiere ventajas al que la posee. Las más importantes son: 

La serenidad del pasado. El pasado queda allí donde pertenece: no agobia, y se transforma en un punto de partida desde el que es posible crecer y construir.

La claridad de visión de las oportunidades del presente, adecuadas a nuestras capacidades.

Permite visualizar un futuro profesional esperanzador

La persecución activa de la paz interior, no debe confundirse con la falta de inquietud como meta. El buen estrés ayuda a pensar, actuar y vivir nuestro trabajo con satisfacción y eficacia. El estrés excesivo en cambio, tiene efectos destructivos.

La paz de verdad no es fantasiosa, y considera la realidad tal cual es. La tensión surge cuando pretendemos llevar una vida desadaptada a los hechos. Las 7 actitudes/acciones clave que generan paz interior (con mayúsculas), son las siguientes:


1. Afrontar los hechos. No esconder la cabeza. Aceptarse uno mismo en lo que es inevitable.

2. Ver las cosas en perspectiva y con visión de conjunto, sin perderse en los detalles. Aprender a diferenciar lo que es trascendente de lo que no lo es. Acostumbrarse a identificar lo que es importante y lo que no lo es. No hacer nada que no sirva para nada.

3. Aceptar la incertidumbre. Mejorar lo que se puede mejorar, aceptar lo que no se pueda mejorar… y aprender a distinguir la diferencia entre unas cosas y otras…

4. No pre-ocuparse. Es decir: no ocuparse de las cosas antes de hora. Un viejo proverbio chino dice así: “Si tienes un problema y lo puedes solucionar, no te preocupes y soluciónalo. Si no lo puedes solucionar, no te preocupes y olvídalo”.

5. Actúa lentamente: hay tiempo de sobra. La impulsividad, actuar instintivamente sin pensar, es propio de los animales. Concederse un tiempo de reflexión antes de actuar es un camino mejor. Y nunca, nunca, nunca… pagues una ofensa con otra.

6. No detenerse en los propios fracasos o fallos, que objetivamente no son otra cosa que experiencias… aunque duras, quizás. Hay que seguir adelante y verlos como una oportunidad de aprendizaje.

7. No solamente hay que trabajar: hay que cuidar el corazón, el cuerpo y el espíritu; amar, hacer deporte, dormir… y orar. Según muchos estudios e investigaciones, orar es el principal generador de paz.

No vivir de acuerdo a estos enunciados trae estrés negativo (distrés), y más estrés cuanto más nos distanciemos de ellos. Conviene pues, y más que nunca en los momentos duros, verificar regularmente que nuestras actitudes no se alejan de las que convienen al ser humano.

Estas nos traerán la paz.

Importancia De La Lectura


Aislados y abstraídos. “Me doy cuenta sobre todo cuando leo –explica Carr-. Antes me era fácil sumergirme en un libro o en un artículo largo. Mi mente quedaba atrapada en la narración o en los giros de los argumentos y pasaba horas paseando por largos tramos de prosa. Ahora casi nunca es así. Ahora mi concentración casi siempre comienza a disiparse después de dos o tres páginas. Me pongo inquieto, pierdo el hilo, comienzo a buscar otra cosa que hacer. La lectura profunda que me venía de modo natural se ha convertido en una lucha”.

Nos adaptamos. Pero a un precio que nuestro cerebro aún no sabe si puede permitirse pagar. La primera capacidad en caer ha sido la de la concentración, que deja paso a la agilidad lectora y selectiva, al ser bombardeados continuamente, terrible.

Y la parte más dramática reside en la rapidez con la que ha sucedido el cambio de paradigma. Sin embargo, al haber ocurrido de forma tan sutil e intuitiva, el hecho de levantarnos con Internet en el móvil desde la mesilla -para ver el correo y el Facebook- y el de trabajar con 30 pestañas abiertas en el navegador son ya situaciones tan cotidianas como lavarse los dientes; aunque hace cinco años nadie las viviera. Según la infografía elaborada por ocialHype y OnlineSchools.org denominada 'Obsesionados con Facebook', prácticamente la mitad de los usuarios consultan Facebook como primera actividad del día. De este porcentaje el 28% escribe un comentario según sale de la cama.

Nos adaptamos. Pero a un precio que nuestro cerebro aún no sabe si puede permitirse pagar. La  primera capacidad en caer ha sido la de la concentración, que deja paso a la agilidad lectora y selectiva, al ser bombardeados continuamente con nuevos datos. Tras ésta, la capacidad de comprender lo que leemos: “Cuando leemos en la Red, nuestro cerebro está demasiado ocupado decidiendo si pincha o no en los enlaces, ignorando los anuncios y valorando el interés de los otros titulares para prestar atención a lo que lee, sin mencionar la interrupción constante de nuestros avisos de actualización (RSS, correo, SMS, etc). Al segundo párrafo nos impacientamos porque el navegador nos recompensa con deliciosas endorfinas cada vez que descubrimos algo nuevo, aunque sea irrelevante”, sentencia Peirano.

¿Le está pasando a usted? ¿Cuánto más usa la Red, más tiene que luchar para concentrarse en escritos largos? No le entretengo más. Lo más probable es que ya haya dejado de leer.
"Si parezco confundido, es que estoy pensando".
Samuel Goldwyn

Con toda seguridad, usted dejará de leer este artículo en el segundo párrafo. No se culpe, pero tampoco me culpe a mí. Según el pensador Nicholas Carr, esto sucede por lo que Internet le ha hecho a su cerebro, y porque seguramente el móvil, la televisión o el correo electrónico interrumpirán nuestro, ya de por sí breve, vínculo, para hacerlo aún más breve.

Las reflexiones de Carr vienen a decir que “nuestros hábitos en la Red son lo suficientemente sistemáticos, repetitivos e instantáneos para reamueblar nuestro mapa neuronal y reprogramar nuestro proceso de pensamiento de manera casi irreversible”, apunta la periodista y escritora Marta Peirano

Y dicho así asusta, pero el problema tiene cura: leer libros o periódicos en soporte de papel. Aislados y abstraídos. “Me doy cuenta sobre todo cuando leo –explica Carr-. Antes me era fácil sumergirme en un libro o en un artículo largo. Mi mente quedaba atrapada en la narración o en los giros de los argumentos y pasaba horas paseando por largos tramos de prosa. Ahora casi nunca es así. Ahora mi concentración casi siempre comienza a disiparse después de dos o tres páginas. Me pongo inquieto, pierdo el hilo, comienzo a buscar otra cosa que hacer. La lectura profunda que me venía de modo natural se ha convertido en una lucha”.

Nos adaptamos. Pero a un precio que nuestro cerebro aún no sabe si puede permitirse pagar. La primera capacidad en caer ha sido la de la concentración, que deja paso a la agilidad lectora y selectiva, al ser bombardeados continuamente, terrible.

Y la parte más dramática reside en la rapidez con la que ha sucedido el cambio de paradigma. Sin embargo, al haber ocurrido de forma tan sutil e intuitiva, el hecho de levantarnos con Internet en el móvil desde la mesilla -para ver el correo y el Facebook- y el de trabajar con 30 pestañas abiertas en el navegador son ya situaciones tan cotidianas como lavarse los dientes; aunque hace cinco años nadie las viviera. Según la infografía elaborada por ocialHype y OnlineSchools.org denominada 'Obsesionados con Facebook', prácticamente la mitad de los usuarios consultan Facebook como primera actividad del día. De este porcentaje el 28% escribe un comentario según sale de la cama.

Nos adaptamos. Pero a un precio que nuestro cerebro aún no sabe si puede permitirse pagar. La  primera capacidad en caer ha sido la de la concentración, que deja paso a la agilidad lectora y selectiva, al ser bombardeados continuamente con nuevos datos. Tras ésta, la capacidad de comprender lo que leemos: “Cuando leemos en la Red, nuestro cerebro está demasiado ocupado decidiendo si pincha o no en los enlaces, ignorando los anuncios y valorando el interés de los otros titulares para prestar atención a lo que lee, sin mencionar la interrupción constante de nuestros avisos de actualización (RSS, correo, SMS, etc). Al segundo párrafo nos impacientamos porque el navegador nos recompensa con deliciosas endorfinas cada vez que descubrimos algo nuevo, aunque sea irrelevante”, sentencia Peirano.

¿Le está pasando a usted? ¿Cuánto más usa la Red, más tiene que luchar para concentrarse en escritos largos? No le entretengo más. Lo más probable es que ya haya dejado de leer.

Intenciones No Alcanzan


El pretexto ordinario de aquellos que hacen la desgracia de los demás, es que dicen querer su bien. 

El padre o madre que asfixió al hijo que lloraba mucho, lo hizo porque no quería que le pasara algo malo con tanto llanto y se le pasó la mano al taparle la boca por más tiempo de lo adecuado. Revelamos el secreto de un amigo por nuestra perversa curiosidad de dejar libre el asunto que se nos rogó mantuviéramos encadenado, pero lo hicimos pensando en su bien, aun sabiendo que cometimos una traición. Insultamos a nuestros hijos y cónyuges, destrozando su confianza y cariño, pero decimos que lo hicimos para ver si así ‘se corregían’. Los ejemplos los podemos enumerar a montones.

Cuando se trata de nuestra propia conducta viciosa, prometemos corregirnos. Recordemos el refrán: “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. Séneca, en su Epístola 112, le escribe a su amigo Lucilio: Este hombre del que me escribes, ¡oh Lucilio! y que me recomiendas, no tiene fuerzas: se dio a los vicios. A la vez se marchitó y se endureció; no puede entrar en razón, no puede nutrirla. ¡Pero desea corregirse! No le creas. No digo que te mienta: él cree desearlo, sólo se cansó del lujo y de la molicie, pero pronto volverán a agradarle. Pero dice que su género de vida le ofende. No lo negaré. ¿A quién no le ofende? Los hombres, a un tiempo, aman sus vicios y los odian.

Deseamos corregirnos pero a la vez ardemos en el objeto de lo que deseamos corregir: lujuria, avaricia, soberbia. Queremos dejar de estafar, de traicionar, pero a la vez deseamos inmensamente los bienes que obtenemos por estafas y traiciones. Es como el beneficiario de toda traición: adora el beneficio de la traición y odia al traidor
.
“El infierno está lleno de buenas voluntades y deseos”, afirmó el religioso suizo San Francisco de Sales.

Pero desea corregirse, le dice Lucilio a Séneca, refiriéndole las buenas intenciones del hombre que se ha dado a los vicios. Y aquí Lucilio se equivoca, pues solamente está atendiendo a las meras palabras que expresa aquél. Por ello Séneca saca del engaño a su amigo sobre las buenas intenciones de esa persona. Y es que Lucilio al atender a las meras palabras, olvida que resulta indispensable en toda persona estar atento no a la buena intención sino a lo que realmente siente el que desea enmendarse, y además cerciorarnos de los más profundos motivos que dan nacimiento a lo que siente.

Cuando caemos ante un vicio y nos quedamos en él es porque las fuerzas de nuestro espíritu son menores que nuestros perversos deseos.

La conducta reiteradamente viciosa, sea en el terreno del engaño para hacernos de bienes, en el consumo de drogas, en la mentira, en la destrucción de honras o en la traición, llega realmente a endurecer el corazón. Se petrifican nuestros sentimientos malvados y ante la desbordante conducta inadecuada, nos convertimos en máquinas que tratan de razonar pero sólo producen argumentos falsos, autojustificaciones y una inmensa capacidad para autoengañarnos.


Muchas veces el que desea corregirse al expresar su deseo de cambio lo hace con la mejor intención y sin el menor propósito de mentir. Es sincero en su deseo, pero su debilidad emocional y su temperamento quebrado vencen sus propósitos. Ya sabemos que el hilo se revienta por lo más delgado y con frecuencia eso es nuestra debilidad por las conductas viciosas. Ya de por sí las personas débiles de carácter son las menos sinceras y las más tendientes a mentir, y no por maldad sino por su temperamento. 

Por ello una de las peores miserias que podemos padecer en nuestra vida consiste en ser débiles y en no luchar por la fortaleza de carácter.


miércoles, 4 de marzo de 2020

El Miedo Que Frena

Vivimos en un estado emocional. Cuesta imaginar cómo sería nuestra vida sin alegrías, tristezas, enojos o miedos. Las emociones constituyen una parte crítica de nuestra experiencia que adhieren color a nuestros estados mentales e influyen en nuestras conductas. También son claves para nuestra memoria, para tomar decisiones, para ayudarnos a evitar el dolor y a buscar el placer. En todo aquello que nos resulta importante están involucradas las emociones. Los antiguos griegos las llamaban "pasiones" y son las que nos emparentan con nuestras raíces animales. Nos atan a nuestro pasado evolutivo (tenemos hambre, miedo, instintos sexuales) pero, al mismo tiempo, nos hacen únicos dentro del reino animal.

La emoción es un proceso influido también por nuestro pasado personal que produce cambios corporales y de comportamiento. El estudio moderno de la emoción comenzó con Charles Darwin. Él fue quien se dio cuenta de que algunas emociones (el miedo, la tristeza, la alegría, la sorpresa, la ira y el disgusto) estaban presentes en diferentes especies animales y eran homólogas a las emociones humanas. Hoy sabemos que las estructuras cerebrales fundamentales para el procesamiento emocional son arquitectónica y funcionalmente muy parecidas en todos los mamíferos y hay quienes sostienen que estructuras similares se pueden encontrar también en reptiles, pájaros y peces. 

En otras palabras, la detección eficiente de estímulos relacionados con la supervivencia (como la presencia de alimentos, de potenciales parejas o de predadores) es algo que se fue desarrollando durante millones de años y que no se modificó demasiado. La diferencia entre los seres humanos y otras especies radica en el procesamiento de esas emociones (en especial en términos de "sentimientos"). Esto se debería al desarrollo de otras capacidades mentales complejas y su interacción con el sistema más "primitivo" de procesamiento de estímulos de relevancia biológica involucrados en la supervivencia de la especie. 

Además de las emociones básicas, hay emociones secundarias como la culpa, la vergüenza y el orgullo, que dependen del contexto cultural y social.

El psicólogo estadounidense Paul Ekman descubrió que ese set de emociones básicas de las que hablaba Darwin estaba presente en diferentes culturas. Fue así que realizó investigaciones transculturales en una tribu en Papúa Nueva Guinea cuyos integrantes nunca habían tenido contacto con Occidente. Estos miembros de una cultura aislada podían reconocer las expresiones emocionales cuando veían la foto de alguien con quienes nunca habían estado familiarizados. Y no sólo eso: cuando les pedía que representaran esas emociones, ellos podían hacerlo sin complicaciones. La conclusión de Ekman fue la siguiente: si estas emociones básicas tenían rasgos faciales distintivos y estaban presentes en todas las culturas humanas, deberían contar con un sello biológico.
"La emoción es un proceso influido también por nuestro pasado personal que produce cambios corporales y de comportamiento"

De estas emociones básicas, sin dudas la que se ha estudiado con mayor detalle a lo largo de las últimas décadas ha sido el miedo. El miedo es un estado emocional negativo generado por el peligro o la agresión próxima. Como referimos en los primeros renglones, cualquier otro estado emocional puede ser pospuesto; el miedo, no. Uno tiene que responder al miedo de manera inmediata; por lo tanto siempre se halla privilegiado en relación a otras emociones. La amígdala, un pequeño núcleo de neuronas situado en los lóbulos temporales de nuestro cerebro, desempeña un papel crucial en la detección y expresión de ciertas emociones, pero particularmente en el miedo. Individuos con lesiones en esta parte del cerebro tienen dificultad en reconocer expresiones de miedo en otras personas y presentan un déficit en su "memoria emocional", es decir, carencia de memoria para eventos pasados personales que tuvieran una connotación emocional, especialmente negativa.

¿Cómo podríamos caracterizar la secuencia de eventos que nos suceden cuando sentimos miedo? Imaginemos el caso extraordinario de que un tigre hambriento entra en nuestra casa. ¿Qué es lo primero que nos sucede? Sin dudas, los cambios en nuestro cuerpo como el aumento de la frecuencia cardíaca y la sensación de terror y pánico. Estos dos procesos son diferenciables: el primero podemos medirlo de manera objetiva; el segundo, a través de un autorreporte que nos brinda la misma persona que lo experimenta, es decir, del procesamiento de la emoción. Ante un estímulo amenazante, se activa la amígdala, que actúa como una central de alarma en nuestro cerebro y se inicia una respuesta que involucra a nuestro organismo para la huida o la defensa.

Los humanos además contamos con un sistema más elaborado para protegernos: la ansiedad. El miedo (detectar y responder al peligro) es común entre las especies. Sin embargo, la ansiedad (técnicamente se llama así a un estado emocional negativo en el que la amenaza no está presente, pero es anticipada) depende de habilidades cognitivas que solamente han sido desarrolladas en el humano. Esta característica está dada por la habilidad única que tenemos los seres humanos de poder revisar el pasado y proyectar el futuro. Es así que podemos vislumbrar varios escenarios posibles en el futuro y recrear, a la vez, eventos del pasado que podrían haber ocurrido pero que no existieron realmente.

Esta capacidad de proyección sobre el pasado y el futuro le ha otorgado a los seres humanos un instrumento crucial para su supervivencia: resolver antes de que sea tarde, prepararse antes de que el peligro se haga presente.





Empatía




La empatía es la capacidad de comprender la vida emocional de otra persona, casi en toda su complejidad. Esto no supone necesariamente compartir las mismas opiniones y argumentos que justifiquen el estado o reacción que expresa la otra persona. Ni siquiera significa estar de acuerdo con el modo de interpretar las situaciones con carga afectiva del interlocutor.

La empatía está referida entre otras cosas a la escucha activa, la comprensión y el apoyo emocional. Además, la empatía implica tener la capacidad suficiente para diferenciar entre los estados afectivos de los demás y la habilidad para tomar perspectiva, tanto cognitiva como afectiva, respecto a la persona que nos expresa su estado emocional.

Sus componentes

Quizá en algunas ocasiones no te has sentido escuchado por falta de feedback, apoyo o comprensión. En otras muchas ocasiones, quizá sientas que no has sabido atender adecuada y empáticamente al estado emocional de la otra persona y te preguntes: ¿Qué necesito o debo hacer para ser más empático?

Fundamentalmente, los componentes de la empatía son los siguientes:

1. Saber escuchar

Presta atención a lo que explica o argumenta la otra persona, atiende a las manifestaciones no verbales, como sería en el caso de los gestos que se corresponden con el estado de ánimo que se verbaliza y no interrumpas el discurso verbal.

Además, reflexiona sobre lo que la otra persona te está comunicando, expresa señales de seguimiento activo a modo de feedback: mira a la cara, asiente con la cabeza o refleja expresiones faciales congruentes con aquello que te está explicando la otra persona.

Por otro lado, es necesario mostrar interés preguntando detalles sobre el contenido de la conversación.

2. Interpretar las señales no verbales

Comprende los mensajes transmitidos de carácter paralingüístico, tales como la entonación, el tiempo de respuesta, el volumen…

3. Mostrar comprensión

Podemos mostrar comprensión congruente a aquello que nos explican a través de frases como:" Comprendo que actuases así". "Entiendo cómo te sientes". "La verdad es que debiste pasarlo genial"…

No se deben invalidar, rechazar o juzgar las emociones de la persona que las expresa ya que esta es una premisa fundamental para mostrar sensibilidad empática.

4. Prestar ayuda emocional si es necesario

Practicar la empatía nos ayuda a ampliar nuestras perspectivas y con ello a enriquecer nuestro mundo con nuevas ideas, puntos de vista y oportunidades.










Buenos Momentos

¿Por qué recordamos bien algunas cosas mientras que otras se desvanecen? Investigadores sugieren que se debe a que los eventos positivos se quedan durante más tiempo en la memoria que los malos, algo que ayuda a la raza humana a mantenerse alegre y resistente.


De acuerdo con psicólogos, el aferrarnos a los buenos recuerdos -dejando atrás los malos- nos ayuda a lidiar con situaciones desagradables y mantener una actitud positiva ante la vida.

Fue hace 80 años que se propuso por primera vez la idea de que los recuerdos malos se desvanecen más rápido
.
En los años 30, los especialistas recogieron lo que quedaba en la memoria de las personas después de las vacaciones, categorizándolas en agradables y desagradables.

Semanas más tarde, los investigadores pidieron a los participantes que recordaran las vacaciones. Casi el 60% olvidó las experiencias desagradables, mientras que sólo el 42% de las agradables habían desaparecido.

Esto es algo que muchos de nosotros puede sentirse afín, tras un descanso solemos acordarnos de los buenos días y de las personas que conocimos y olvidarnos de los retrasos en los vuelos u otros inconvenientes.

Más tarde se hicieron otros estudios rigorosos del llamado fenómeno Fading Affect Bias (FAB), que ocurre cuando la información de emociones consideradas como negativas se borra de la mente más rápido que la positiva.

En un trabajo hecho en los años 70, en vez de preguntarle a la gente que recuerden memorias aleatorias -pues las personas podrían preferir aquellas positivas- a los participantes se les pidió que llevaran un diario, registrando la intensidad emocional de esos recuerdos.

Pero debido a que el 80% de toda la investigación psicológica se hace con estudiantes estadounidenses, no quedaba claro si esta preferencia a mantener en la memoria los buenos recuerdos existiría en otras culturas.