Filosofía
Cuando alguien te dice: “mira es que yo soy yo y mi circunstancia”,
entendemos que nos está queriendo decir que no todo lo que le sucede depende de
él, que él o ella no son del todo responsables porque también han influido las
circunstancias.
Se trata de una famosa frase del filósofo español Ortega y Gasset. ¿Está
el filósofo proporcionando una forma de excusarnos, de no ser del todo
responsables de lo que somos?
Es increíble lo que sucede con algunas frases de la filosofía:
cuando pasan al lenguaje cotidiano, cambian totalmente de sentido. Ortega decía
que el “yo” era uno de los ingredientes de mi vida y que había otro ingrediente
y este era “la circunstancia”.
Por “circunstancia” entendía literalmente lo que está a mi alrededor,
“circum-stancia”, lo que me circunda. Somos un organismo vivo. Un organismo
vivo tiene su medio, decimos que la vida de un organismo está formada por el
propio organismo y su medio, forman una unidad, lo que quiere decir que si
cambia el medio cambia al organismo y viceversa (esto es importante).
Ahora bien, aun siendo organismos vivos, en los seres humanos hay algo
más. Los humanos tenemos logos, pensamiento,
y por tanto buscamos sentido en las cosas. Nos preguntamos el porqué y el cómo
de lo que somos.
Yo tengo mis circunstancias, mi paisaje por así decirlo. Pero puedo
explicarlas, encontrarles un sentido, y de esa manera hacer un acto creador al
transformarlas en discurso.
A Ortega le gustaba mucho la siguiente anécdota de Heráclito.
Encontrándose Heráclito en su cocina (hecho insólito, supongo, en la
Antigüedad), se aproximaron unos discípulos, en buena parte embarazados por
encontrarse con el maestro en ese lugar.
Heráclito los animó a pasar, diciéndoles: “Aquí también están los
dioses”. O sea, también esta circunstancia tiene valor, también merece ser
explicada mediante el logos.
Esta famosa frase tiene un agregado, una segunda parte que dice así: “si
no la salvo a ella, no me salvo yo” (refiriéndose a la circunstancia). Si yo
explico mi medio, lo salvo del silencio y del sin-sentido. A eso es a lo que
nos invita Ortega y Gasset.
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