Demasiadas personas viven una vida que no es suya. Viven sus vidas de acuerdo a lo que otros piensan que es mejor para ellos; a lo que sus padres piensan que es mejor para ellos, a lo que sus amigos, sus enemigos y sus profesores, su gobierno y los medios de comunicación definen que es mejor para ellos. Ignoran su voz interior. Están tan ocupados con agradar a todo el mundo, intentando estar a la altura de las expectativas de otras personas, que pierden el control sobre sus vidas. Se olvidan de lo que les hace felices, lo que quieren, lo que necesitan… Y, finalmente, se olvidan de sí mismos. Tienes una vida – la que tienes ahora mismo – hay que vivirla, sé dueño de ella, y sobre todo, no dejes que las opiniones de los demás te distraigan de tu camino.
Sabemos que el silencio es sabio, y siempre es bueno pensar antes de hablar, sobretodo ante alguien que no quiere escucharnos o no va a valorar lo que le vamos a decir. Pero hay que encontrar un equilibrio entre el silencio y la defensa de nuestras necesidades:
Silenciar nuestros sentimientos y nuestros pensamientos permiten a la persona que está delante de nosotros no saber que nos está haciendo daño, aunque esté superando algunos límites. Nadie puede adivinar los pensamientos de los demás, por eso si no decimos lo que nos duele o no nos duele, las demás personas no lo sabrán.
Hay silencios sabios y sabias palabras. Saber cuándo callar y cuándo hablar es, posiblemente, la mejor habilidad que podemos aprender a desarrollar. No se trata, de ninguna manera, de estar siempre callado o de decir siempre lo que tenemos en mente. Los extremos nunca son buenos.
Mantén el equilibrio, pero recuerda siempre que ocultar los sentimientos nos puede hacer daño. Si permites que otros invadan tu espacio personal, al final, serás como una marioneta guiada por otro.
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