Hoy en día el sector que merece ese calificativo es el de la prensa
escrita respecto su influencia en la vida política.
Desde la aparición en Europa de la prensa moderna, a finales del siglo
XVIII, y el consiguiente surgimiento de la opinión pública, como consecuencia
del fortalecimiento de la burguesía, los periódicos tuvieron un papel decisivo
en el acontecer político, que empieza con el apoyo a las revoluciones
liberales de 1830 y 1848, que traen consigo, por primera vez en la historia, la
libertad de expresión.
Su época de esplendor es la segunda mitad del siglo XIX, en la que
surgen todo tipo de periódicos, serios, sensacionalistas, radicales, muchos de
ellos, especialmente en Gran Bretaña, dirigidos a la clase trabajadora que estaba
aprendiendo a leer. Son los primeros medios de comunicación de masas, que
entienden, sobre todo en Estados Unidos, que la publicidad les permite vender a
precios baratos, dando pie a la prensa amarilla, pero también a los grandes
medios para la burguesía como The New York Times, Corriere della Sera o
Le Figaro.
La prensa se había convertido en un arma política, que fue usada tanto
con objetivos liberales como totalitarios, especialmente entre la primera y la
segunda guerra mundial, pero ya con la competencia de la radio, que al ser un
monopolio estaba necesariamente al servicio del poder y que fue magníficamente
utilizada por Hitler, Stalin, Churchill o Roosevelt.
Primero los políticos fundaban periódicos, pero en América los
empresarios fundaron periódicos y después cadenas de radio y televisión para
controlar a los políticos.
La televisión que había comenzado como entretenimiento tardó en mostrar
su musculo político, pero lo hizo con fuerza a partir del famoso debate
Nixon-Kennedy en 1960.
La prensa solo mantuvo su poder en países con gran tradición de medios
masivos como Gran Bretaña o Suecia, pero lo fue perdiendo en otros como España
donde nunca habían comprado periódicos más del 10% de la población.
Con la irrupción de internet son otra vez los periodistas los que lanzan
los nuevos medios tanto por el bajo coste de entrada, como por la dispersión de
la audiencia que hace que dichos proyectos tengan poco interés para los
empresarios.
Allí donde la prensa era poderosa –EEUU, Gran Bretaña– son los propios
periódicos los que hacen las ediciones digitales más leídas –The Guardian, The
Daily Mail–, incluso con suscripciones de elevado pago como The Economist o
Finantial Times. Y solo algunos digitales en USA –The Huffington Post y
Politico, en la rama liberal, y Breithard, del jefe de campaña de Trump,
Stephen Brannon, en la extrema derecha populista– tienen cierta influencia. En
otros países, especialmente en España, cada periodista de cierto prestigio
quiere tener el suyo, con la consiguiente fragmentación y el fracaso de todos
los intentos de instalar el llamado muro, es decir, de cobrar.
La fragmentación ha producido un importante cambio en las relaciones
entre medios de comunicación y política. Como dice Matthew Garrahan en The
Finantial Times, ahora en tiempos de elecciones hay que ir a buscar el voto
allí donde los votantes hablan, es decir, los bares e internet. Las grandes
campañas son cosa del pasado. En Reino Unido los del Exit ni siquiera
contrataron a una agencia de publicidad: los videos los hizo gratis Alex
Thompson de 25 años y el magnífico eslogan Take Back Control fue
ideado por el propio jefe de la campaña Frederic Cumming. La prensa estuvo
dividida.
En Estados Unidos el triunfo de Trump ha sido a pesar de la mayor parte
de los medios. Solo fue apoyado por la cadena de televisión Fox, algunas
radios, y pocos medios digitales. Los diarios The Washington Post y The New
York Times, antes todopoderosos, descubrieron algunas de sus vergüenzas, pero
no han podido con él.
Su campaña estuvo basada en la cobertura gratuita de cada barbaridad que
decía por parte de las cadenas de televisión, que contaban con aumentar la
audiencia para obtener más publicidad. Según algunos medios americanos, dicha
cobertura tendría un valor equivalente o superior a dos mil millones de
dólares. En Twitter tiene más seguidores que la tirada conjunta de los
principales periódicos.
La prensa de papel intenta llevar la publicidad a sus ediciones
digitales, pero el 75% de la nueva publicidad digital se la reparten entre
Facebook y Google.
Estamos cerca del abismo y carecemos de guía que nos oriente.
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