El conocimiento es lo que define al ser humano y,
si bien todos somos de alguna manera conscientes de su importancia, hay veces
que no le otorgamos un lugar primordial en nuestras vidas. Se dice que vivimos
en la Era de la Información, una especie de Ilustración alimentada por el poder
de la tecnología, en la cual podemos conocer casi cualquier cosa que queramos
con sólo hacer una búsqueda en internet. Esto es ciertamente algo asombroso y
sumamente valioso, pero a veces puede hacernos caer en una especie de indolente
comodidad en la que terciamos nuestro conocimiento a las máquinas o a los
algoritmos y no cultivamos nuestra propia mente.
Confundimos el acceso a la información con el
conocimiento y, por lo mismo, no logramos transformar el conocimiento en
sabiduría.
Karl Taro Greenfeld escribe:
“Nunca ha sido tan fácil fingir que sabemos tanto sin verdaderamente
saber nada. Elegimos temas y bits relevantes de Facebook, Twitter o alertas de email y
los vomitamos después. En vez de ver Mad Men, el Superbowl, los
Óscares o el debate presidencial, simplemente puedes navegar los feeds de
alguien haciendo live-tweets del evento o leer los encabezados
de los diferentes sitios. Nuestro canon cultural está siendo determinado por lo
que sea que tenga más clics.”
Es fácil caer en el espejismo de que sabemos, confundiendo la
información con el verdadero conocimiento. La forma en la que se han diseñado
las plataformas de digitales está orientada al consumo de información
predigerida y superficial, a que leamos resúmenes, bullets, tuits y citas (y no las fuentes originales).
Asimismo, la mayoría de los sitios más populares de la Red crean contenido o distribuyen
contenido con la intención fundamental de obtener clics, no de que el contenido
tenga verdadero valor informativo y contribuya al conocimiento (un ejemplo de
esto es la circulación de noticias falsas en Facebook, la cual se
discute podría haber tenido una influencia en la campaña presidencial de
Estados Unidos). Debemos de tomar conciencia de que el internet no sólo semeja
un enorme cerebro, también semeja un enorme mercado, un lugar donde detrás de
la constante y atractiva estimulación de la información, subyace siempre un
programa económico que es el verdadero poder que controla la Red.
Esto no significa que internet no tenga ya el potencial de contribuir
profundamente al conocimiento, lo cual fue lo que generó tanto
entusiasmo en sus inicios, ayudando a su adopción masiva. Uno de los eslogans
con los cuales se promovió internet en sus inicios era "la información
quiere ser libre", algo que juega necesariamente con otra idea, la de que
"la información nos hace libres".
Este potencial de libertad a través de la información, sin embargo,
suele ser opacado por la saturación de la misma información, la cual tiende a
convertirse en desinformación. Siendo que el potencial de la información que
podemos encontrar en internet es tan grande, muchos se sienten abrumados y no
acceden a la verdadera riqueza informativa que yace más allá de los canales
usuales y de los feeds de las redes
sociales; permanecen en un estado semipasivo, recibiendo los torrentes de
información que circulan las plataformas que dominan la Red de
manera monopólica.
Por otro lado, a diferencia de diarios impresos, libros y demás medios
tradicionales donde existían comités editoriales y grupos de expertos que
filtraban y curaban la información, en internet, donde cualquiera sube su
propio contenido, este tipo de trabajo editorial existe sólo en una mínima
parte del contenido.
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