Los escándalos de corrupción que afectan a una
buena parte de los gobiernos de América Latina subrayan la necesidad de que las
democracias de la región promuevan un recambio generacional en la elite
gobernante.
En tanto las alternativas políticas a los gobiernos
de varios países de la región son líderes que ya gobernaron antes, las
investigaciones sobre actos de corrupción en el pasado seguirán contaminando el
debate sobre las rutas que debe tomar América Latina para encontrar el
desarrollo ahora que se ha terminado el boom de las exportaciones de materias
primas.
La corrupción siempre ha sido un problema en todos
los países con instituciones débiles e insuficientes mecanismos de rendición de
cuentas. Adicionalmente, cuando mejora el acceso a la información, se
profundiza la transparencia y los medios de comunicación están sujetos a menos
control de los gobiernos, la gente tiene más acceso a conocer procedimientos
irregulares que han sido práctica habitual en la elite, pero que eran
desconocidos para el resto de la población. Ya que hay menos información
disponible sobre lo que ocurría antes, es difícil saber si hoy hay más
corrupción que hace veinte años. Pero no hay duda de que hoy hay más
capacidad de destapar casos de corrupción de la que había hace dos
décadas.
La corrupción también importa más cuando la economía está en
problemas. Cuando la gallina de los huevos de oro produce riqueza y los
gobiernos tienen las billeteras llenas para financiar programas sociales, la
gente le pone menos atención a la corrupción.
En América Latina hoy, con el fin del ciclo de las commodities, el
crecimiento se ha detenido, el desempleo ha aumentado, la inflación ha subido y
la capacidad de los gobiernos para ir en ayuda de los más necesitados se ha
visto sustancialmente limitada. La falta de recursos ha hecho que la gente
culpe a la corrupción por el difícil momento económico.
El recambio generacional en la política de América
Latina no sólo ayudará a que aparezcan nuevos líderes que sean capaces de
articular soluciones innovadoras para los nuevos problemas y desafíos que
enfrentan los países de la región.
También permitirá a esos países separar aguas
entre el debate sobre el futuro y los escándalos de corrupción que golpean a la
clase política que ha estado en el poder en estos años.
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