jueves, 19 de marzo de 2020

Razonemos


De todos los seres vivos, sólo lo seres humanos son "animales racionales", lo que pone de manifiesto la superioridad racional de la humanidad como "diferencia específica" sobre la animalidad como "género próximo" compartido con los demás animales.

Ahora bien, la singularidad de nuestra condición y naturaleza racional no nos asegura ni nos garantiza que todos nuestros actos y decisiones merezcan la cualidad y el atributo de razonables.

Ser racional no quiere decir que se tenga siempre la razón. Paradójicamente, los seres dotados de razón son los únicos que pueden equivocarse e incurrir en error; aunque lo puedan corregir y rectificar. En este sentido, el profesor Jorge de Esteban, refiriéndose a la dificultad de los políticos en llegar a acuerdos, afirma que en esos supuestos "el hombre no es un animal racional, sino un animal que tiene capacidad de razonar; pero que unas veces la usa y otras no". Sin embargo, esa capacidad de razonar es, precisamente, la que define al ser humano como ser racional, pues nadie puede dar lo que no tiene.

Las personas pueden incluso perder la razón, lo que es imposible en los demás animales que carecen de ella.

La razón es, por consiguiente, un instrumento que nos permite indagar la verdad; pero también asumir el riesgo de caer en el error. El error se comporta como un inseparable compañero de nuestras vidas. Tanto el acierto como el error son propios de la actividad intelectual, a sabiendas de que "la verdad es una" y "el error múltiple" como dice Simone de Beauvoir.

Con independencia de lo antes expuesto, razonar y discurrir necesitan un soporte previo en el que surjan y se desarrollen nuestros pensamientos, y ese soporte no es otro que la actividad de pensar. El pensar es previo a razonar. Éste no existe sin aquél. No todo lo que se piensa es razonable; pero sin la actividad de pensar es imposible discurrir o razonar.

El "pienso luego existo" de Descartes nos evidencia la convicción de nuestra existencia; pero no nos dice ni prejuzga nada sobre el contenido y desarrollo posterior de nuestra actividad pensante y de sus pensamientos.

Como es sabido, pensar y pensamiento no son lo mismo, pues pensar es una actividad mental común a todos los seres racionales; pero el pensamiento, aunque recaiga sobre la misma cosa, es individual e intransferible de cada persona y, por eso, no tiene porqué ser el mismo en todas ellas. Pensar es una actividad y el pensamiento el resultado de esa actividad. La distinción entre ambos conceptos se refleja en el hecho de que muchas personas pueden tener un mismo pensamiento; pero el proceso síquico seguido para obtenerlo y conseguirlo es estrictamente personal, distinto e intransferible.

A la vista de lo anterior, no es correcto afirmar, como habitualmente se hace, que algo es "impensable" cuando lo que queremos decir es que "no es razonable". Pensable puede ser cualquier cosa; pero no todo lo que se piensa es razonable. Razonar es reflexionar y tomar partido por una opción, idea o decisión determinada.

Es evidente que los pensamientos, una vez expresados, se independizan del sujeto pensante que los elaboró y del propio pensar que los produjo.

Finalmente, puede decirse que el ideal del mecanismo intelectual consiste en que los pensamientos sean razonables para así conseguir la alianza perfecta entre pensar y razonar.

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