sábado, 18 de abril de 2020

Conceptos Éticos


La ética es la habilidad para tener siempre presente cómo afectan nuestros pensamientos, palabras y acciones tanto a nuestra felicidad como la de los demás.

Aquello que piensas, dices o haces no debe minar tu felicidad ni la de los demás. En ningún aspecto.

¿Te imaginas un mundo donde nunca jamás nadie hiciese (ni dijese, ni pensase) nada que pusiese en peligro la felicidad de otro ser humano? Ese sería un mundo ético. Un mundo donde blindar la felicidad de uno mismo y la de los demás fuese la prioridad de todo pensamiento, de todo acto.

Así, podemos ser éticos (o no serlo) a tres niveles diferentes: pensamientos, palabras y acciones.

La ética es la habilidad para tener siempre presente cómo afectan nuestros pensamientos, palabras y acciones tanto a nuestra felicidad como la de los demás.

Aquello que piensas, dices o haces no debe minar tu felicidad ni la de los demás.

 En ningún aspecto.
¿Te imaginas un mundo donde nunca jamás nadie hiciese (ni dijese, ni pensase) nada que pusiese en peligro la felicidad de otro ser humano? Ese sería un mundo ético. Un mundo donde blindar la felicidad de uno mismo y la de los demás fuese la prioridad de todo pensamiento, de todo acto.

Estamos acostumbrados a creer que la ética solo se ve envuelta cuando hay palabras o acciones por el medio. Pero claro, siguiendo la definición anterior, cualquier pensamiento que afecte a tu felicidad de manera negativa (o a la de los demás en potencia) también podemos considerarlo como poco ético.

¿Sabes? Cualquier acción o palabra siempre ha comenzado con un pensamiento. 

Me gustaría expresar aquí la importancia crucial que tiene siempre aportar conciencia sobre la ética de los propios pensamientos ya que son la chispa de la hoguera de la falta de ética en las palabras y las acciones.

Prueba a estar una semana solo con pensamientos éticos (no pienses nada que vaya en detrimento de tu felicidad ni de la de los demás) y luego cuéntame qué es diferente en tu vida.


Cuestión De Género



Detrás de la campaña contra la llamada "ideología de género" se esconde una visión machista y conservadora de la vida y de las relaciones entre los seres humanos. Machista porque sus activistas buscan mantener los estereotipos de género, algo evidente en el uso del rosado (mujeres) y celeste (hombres), con toda la carga simbólica que esto representa. Y conservadora porque, según sus defensores, las personas de orientación no estrictamente heterosexual –lesbianas, gays, trans…– están excluidas del "plan de Dios", por más creyentes o buenas personas que puedan ser.

Es necesario, sin embargo, valorar en su exacta dimensión el hecho de que miles y quizá millones de personas se adhieran a las banderas de ese movimiento.

Cuando se debate con sus representantes o dirigentes, hay que tomar en consideración a todas las personas que se identifican con él, de cualquier condición social y lugar del país. Este no es solo un debate entre "élites" conservadoras y renovadoras. No se agota con criticar a personas como el demencial pastor cubano que alentó en una arenga religiosa el asesinato de lesbianas. 

Hay que hacer pedagogía constante, y permear los discursos radicales.
Es innegable que, por las dificultades que todavía implica en la convivencia social –más allá de las cuestiones religiosas–, muchos padres y madres temen que sus hijos sean homosexuales. 

Al mismo tiempo, no se puede dejar de tomar en cuenta que la versión tradicional "varón/celeste-mujer/rosado" la consideran más "segura" para, supuestamente, garantizar la heterosexualidad, y que representa una protección frente a posibles abusos en la escuela.

Frente a todo esto, el gran desafío es explicar –y convencer de– por qué el enfoque de igualdad de género –no la "ideología"–, así como la adecuada información sobre los otrora temas tabú, otorga mayores garantías a la integridad y a la mejor realización –incluso profesional– de sus hijos e hijas, además de que no alienta ninguna orientación sexual, sino que predomine el respeto.

Concordancia


“Cambiar el mundo, amigo Sancho,
que no es locura ni utopía, sino justicia”.
Miguel de Cervantes

Que el Siglo XXI se nos presentó inesperadamente con una idea inequívoca : “cambiar el mundo”, que nos exigía el compromiso de todo el colectivo humano en su puesta en marcha, apremiándonos en la búsqueda de una solución urgente ante nuestra torpeza –de todos- por encontrar una vía saludable a la crisis global que nos inquieta y atemoriza, que de ninguna manera podemos hoy excusar, es una afirmación que difícilmente puede ser hoy discutida en ningún foro, cualquiera que sea su postulado filosófico o credo. 

Incluso cuando utilizamos la expresión “salir de la crisis”, estamos pensando en la necesidad de cambiar el mundo, el nuestro y el de los otros, porque estamos hablando del mundo de todos, global, planetario, hábitat de la humanidad.

Y aunque los seres humanos pertenezcamos a posiciones ideológicas y credos diferentes, no creo que haya nadie en desacuerdo con las palabras con las que Don Quijote ilustraba a su escudero Sancho, que hacemos nuestras dando contenido a cuantas ideas exponemos en esta ventana virtual con la que queremos dirigirnos (y sumarnos en su esfuerzo) a quienes en verdad anhelan una transformación radical del ser humano y del mundo que hemos construido hasta la fecha: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que nos es locura ni utopía, sino justicia”. Y aunque entonces, en el Siglo XVII, en el que vivió y escribió Don Miguel de Cervantes, la justicia era locura y utopía (del mismo modo que aún hoy algunos la consideran improcedente y exclusiva para sus intereses personales y de grupo -siempre de poder) la mayoría de los seres humanos comenzamos a pensar cuánta razón tenía el caballero de la triste figura cuando comunicaba tan sabias palabras (por ello hacen justicia) a su escudero amigo.

Porque es la justicia la que nos convoca hoy para cambiar el mundo. No la justicia que se discute y se reparte en los juzgados, que esa sí es locura, sino la que reclama la fraterna igualdad -que es humanidad sin diferencias y sin fronteras y humanamente digna-; la justa distribución de la riqueza -que es justicia social, además de honesta y equitativa-; la paz y la concordia; la cooperación sin exclusión… Justicia que antaño reclamaban las utopías, como la que Cervantes nos presentó en su innovadora y sabia novela. Y otras utopías que están en la mente de los lectores con memoria agradecida e integradora.

Sin duda que la idea de “cambiar el mundo” es la buena nueva que nos trae el nuevo siglo XXI. Sí o sí. Porque no hay otra elección.  Pero “cambiar el mundo” exige pensar en unas premisas o principios o valores que piloten el cambio de rumbo de la humanidad.


Las Emociones


No podemos evitarlo, experimentamos emociones. Tienen una función educativa y evolutiva en nuestra vida. Pero una emoción intensa puede desencadenar un desequilibrio emocional.

Ante todas las emociones que podemos experimentar, las más intensas y duraderas son las denominadas “negativas”, pero no por denominarse así son malas. Experimentar una emoción negativa es una señal de alarma que nos advierte que algo no va como deseamos.

Un ejemplo es el miedo. Nuestra reacción es rápida, movilizamos una gran cantidad de energía de tal forma que la respuesta puede ser más intensa que en condiciones normales.

Las preocupaciones imaginadas pueden desencadenar emociones muy intensas. La preocupación en equilibrio es buena, es nuestra manera de buscar que puede ir mal y cómo prevenirlo. Pero la preocupación descontrolada puede generar ansiedad, que es desproporcionadamente intensa respecto al estímulo.

La ira es una de las emociones más fuertes e intensas que podemos experimentar.

Es una emoción de supervivencia, con ella aprendemos a defendernos ante situaciones que pueden hacer daño, incluso nos anima a luchar ante una injusticia.

El problema viene cuando la ira desencadena acciones de defensa tan fuertes que puede desatar violencia. Por ello, es necesario conocer su origen y saber cómo gestionarlo.

Aprender a gestionar estas emociones es fundamental para poder consolidar una buena salud mental.

Las emociones o sentimientos son parte de nuestra vida y nos proporcionan la energía para resolver un problema o realizar una actividad nueva. En definitiva, actúan como resortes que nos impulsan a actuar para conseguir nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades.

Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse. Unas se aprenden por experiencia directa, como el miedo o la ira, pero la mayoría de las veces se aprende por observación de las personas de nuestro entorno.

Las emociones o sentimientos son parte de nuestra vida y nos proporcionan la energía para resolver un problema o realizar una actividad nueva. En definitiva, actúan como resortes que nos impulsan a actuar para conseguir nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades.

Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse. Unas se aprenden por experiencia directa, como el miedo o la ira, pero la mayoría de las veces se aprende por observación de las personas de nuestro entorno.

Emociones como estas son parte de la naturaleza humana. Nos dan información sobre lo que estamos viviendo y nos ayudan a saber cómo reaccionar.

Sentimos las emociones desde que somos bebés. Los bebés y los niños pequeños reaccionan ante sus emociones con expresiones faciales o con acciones como reírse, dar un abrazo, o llorar. Sienten y muestran emociones, pero aún no tienen la capacidad de darle un nombre a la emoción o decir por qué se siente de esa manera.

A medida que crecemos, nos volvemos más hábiles al entender las emociones. En lugar de reaccionar cómo reaccionan los niños, podemos identificar lo que sentimos y ponerlo en palabras. Con el tiempo y la práctica, nos volvemos mejores para descifrar lo que sentimos y por qué. Esta habilidad se llama conciencia emocional.

La conciencia emocional nos ayuda a develar lo que necesitamos y queremos (o no queremos). Nos ayuda a construir mejores relaciones. Esto se debe a que el ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a hablar claramente sobre nuestros sentimientos, evitar o resolver mejor los conflictos y superar los sentimientos difíciles con mayor facilidad.


Algunas personas están naturalmente más en contacto con sus emociones que otras. La buena noticia es que todos pueden ser más conscientes de sus emociones. Solo hace falta práctica. Pero vale la pena el esfuerzo: la conciencia emocional es el primer paso hacia la construcción de la inteligencia emocional, una habilidad que puede ayudar a las personas a ser más exitosas en la vida.

Digamos Lo Que Sentimos


A veces lo más duro de algunos sentimientos es compartirlos con otras personas. Pero el hecho de compartir tus sentimientos te puede ayudar, tanto cundo se trate de buenos sentimientos como de otros que no sean tan buenos. Además, el hecho de compartir tus sentimientos te ayudará a sentirte más cerca de la gente que te importa y a quien le importas. Cuando la gente habla sobre sentimientos, a veces utiliza la palabra "emociones".

Céntrate en tus sentimientos
No le puedes explicar a nadie qué llevas en la mochila si no lo sabes ni tú. Con los sentimientos ocurre lo mismo. Para poder compartirlos con alguien, antes tendrás que aclararte tú mismo sobre qué es lo que sientes.

Hacerte una lista sobre lo que sientes te puede ayudar. Puedes hacerla mentalmente o bien escribirlo en un trozo de papel o dibujarlo. ¿Hay algo que te molesta o te preocupa? ¿Te hace sentirte triste o enfadado? ¿Sientes esa emoción de vez en cuando o constantemente?

A la hora de intentar identificar tus sentimientos, te puede ayudar recordar cosas que te han ocurrido y cómo te han hecho sentirte. Entonces podrás decir, por ejemplo: "Me pongo triste cuando mi amigo no quiere jugar conmigo " o "Me enfado porque mi hermano siempre me gana cuando jugamos a hacer canastas". Eso te ayudará a identificar tus sentimientos, y también dará a la persona a quien se lo expliques más información sobre lo que te molesta o preocupa.

¿Por qué hablar sobre los sentimientos?
La forma en que nos sentimos por dentro es importante. Puede ser muy duro no explicarle a nadie que estás triste, preocupado o enfadado con alguien. Entonces, estarás tú solo con esos desagradables sentimientos. Y, si te lo guardas todo para ti, ¡podrías llegar a ponerte enfermo!

Pero, si hablas con alguien a quien le importas de verdad, como tu madre o tu padre, lo más probable es que empieces a sentirte mejor. Ya no estarás tú solo con tus problemas y preocupaciones. Eso no significa que tus problemas y preocupaciones vayan a desaparecer como por arte de magia, pero por lo menos habrá alguien más que sabrá qué es lo que te preocupa o molesta y que podrá ayudarte a buscar posibles soluciones
.
A tu madre y a tu padre les importa lo que te ocurre y les interesa saber cuándo tienes problemas porque te quieren y quieren saber lo que está pasando en tu vida. Pero, ¿y si no quieres explicárselo a tus padres? En tal caso, siempre puedes buscar a otro adulto de confianza, como un pariente o el psicólogo escolar. Tal vez esa persona pueda ayudarte a hablar con tu madre y/o tu padre sobre lo que te preocupa.

¿Cómo puedes hablar sobre los sentimientos?
Una vez hayas decidido con quién quieres hablar, necesitarás elegir un lugar y un momento adecuado para hacerlo. ¿Debería ser un lugar recogido, o puedes hablar con tus hermanos en la sala de estar? Eso dependerá de tus preferencias, pero es importante que escojas un momento y un lugar en que podáis hablar tranquilamente sin que nadie os interrumpa. Si crees que te va a resultar difícil decir lo que tienes en la cabeza, anotátelo en un trozo de papel. Si la persona no entiende a la primera lo que intentas contarle, prueba a explicárselo de una manera diferente o ponle un ejemplo de lo que te preocupa o molesta. Si hay algo que crees que podría mejorar las cosas, explícaselo también.

Algunos niños -al igual que algunos adultos – son más introvertidos que otros. 

Esto significa que hay algunas personas que son más tímidas y les cuesta más compartir sus sentimientos. No es preciso compartir con los demás todos y cada uno de los sentimientos que tenemos, pero es importante que lo hagamos cuando necesitamos ayuda. No puedes solucionar tú solo todos tus problemas. 

A veces necesitarás ayuda. Y, entonces, hablar sobre cómo te sientes puede ser el primer paso para obtenerla.


Seres Sociales

Convivir significa vivir en compañía de otros.


Para convivir necesitamos una relación con otros seres humanos y con el medio.
 La convivencia social es una necesidad humana, porque el ser humano es un ser bio-psico-social, que nace tan desvalido, indefenso, que necesita otros seres humanos para sobrevivir.

Podemos clasificar las necesidades humanas en:
-      Biológicas: el alimento, el abrigo...
-      Sociales: relaciones de familia, amistad...
-      Económicas: el trabajo, la vivienda...
-      Culturales: la educación.
-      Sicológicas: la necesidad de afecto, amor, relacionamiento con otros seres humanos.

Somos seres gregarios, pues necesitamos vivir en grupos con otros seres humanos.

Nuestro contexto social muchas veces nos condiciona, influye en cómo nos vestimos, la música que escuchamos, lo que comemos, lo que los varones buscan en las mujeres y las mujeres en los varones, como hablamos, lo que queremos para nuestro futuro, hace que nos identifiquemos con unos y nos diferenciemos de otros.

La Socialización es el proceso por el cual aprendemos a vivir en sociedad, a través de aprendizajes e interiorización de valores, normas, comportamientos y gustos.

La sociedad es el gran agente de socialización y cada persona con quien se entre en contacto es en cierto modo, un agente de socialización. Entre la gran sociedad y la persona individual existen grupos grandes y pequeños que son los principales agentes de socialización del ser humano.

Algunos agentes de socialización son: madre, padre, hermanos, familia, amigos, centros educativos, medios de comunicación, barrio, etc.

Cada uno de ellos, en alguna forma, nos ayuda a adaptarnos a vivir con otros seres humanos, enseñándonos pautas de convivencia, valores, etc., que hacen que interioricemos normas y podamos convertirnos en miembros cabales de la sociedad.

La cultura es toda creación del hombre, resultado de la invención social, trasmitida y conservada a través de la comunicación y el lenguaje.
 Tylor: “La cultura es un todo complejo que incluye los conocimientos, las creencias, el arte, la moral, las leyes, las costumbres y otras capacidades adquiridas por el hombre como miembro de la sociedad”

La cultura se aprende a lo largo de toda la vida a través del proceso de socialización.


La Ingrata Soberbia


Filosofía

“Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda tribulación”  (Dhammapada)

Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en crisis.

Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de valores éticos.

Caramba, qué coincidencia.
Los que creemos en la filosofía siempre hemos pensado que son los valores éticos los que conforman nuestra identidad como seres humanos y en su cultivo está la raíz de las soluciones que se manifestarán, igual que su ausencia fue la raíz de los problemas que afloran ahora a la superficie. Puede la filosofía, también, servir para encontrar una buena brújula para navegar en las procelosas aguas de la vida.

Esto, que suena tan rimbombante, no es ni más ni menos que lo que todo ser humano ansía interiormente por naturaleza, porque todos necesitamos saber para qué hemos venido a la vida, y si no queremos declararlo así, por lo menos nos gustaría tener un pequeño manual práctico de cómo ir capeando aquellas situaciones que nos provocan inquietud, esa inquietud que no es material, y que nos demanda insistentemente una meta que nos impulse hacia adelante y nos anime a no dejarnos aplastar por las olas cotidianas que ofuscan nuestra visión del horizonte.

Hemos conocido tiempos llenos de palabras. El mundo ya ha visto a dónde nos conducen. Es el tiempo de pasar a las acciones, pero no a las que son fruto del miedo, la inquietud, la desesperanza o el resentimiento. Es tiempo de reflexionar por un momento qué es lo verdaderamente importante, y sobre todo, qué es lo que depende de nosotros mismos, algo en lo que insistieron tanto los estoicos. 

Tal vez podamos evitar el sentido trágico de nuestro momento e interpretar nuestro papel lo mejor posible, tal como nos sugirió el gran Epicteto.

Lo pasado ya pasó. Hemos de aprender a diferenciar las situaciones que no dependen de nosotros de aquellas otras en las que sí podemos ser protagonistas activos. Todo ello redundará en una mejor vida para todos. Tal vez no seamos más ricos, o no tengamos tantas comodidades materiales, pero sabremos qué camino hemos de tomar ante las adversidades. Curiosamente, en la filosofía de los textos clásicos hay recetas que todavía no han caducado. ¿Qué tal si las echamos un vistazo?

"Mejor que mil disertaciones, mejor que un mero revoltijo de palabras sin significado, es una frase sensata, al escuchar la cual uno se calma"  (Dhammapada)


viernes, 17 de abril de 2020

Ser Tal Cual Soy


“A pesar de la incertidumbre, siento la solidez de lo que existe, y la continuidad de mi ser tal cual soy” Carl G.Jung

Las flores de Bach trabajan sobre el mecanismo central de desconexión entre máscara y sombra. El mito griego de Quirón describe la tarea que cada persona debe enfrentar: la herida que debe sanar, la lección de vida que debe aprender.

La sombra es lo opuesto a lo que aceptamos, reconocemos y con lo que nos identificamos: nuestra máscara. De esta manera la tarea de la Terapia Floral consiste en destruir o disolver nuestras máscaras y ponernos en contacto, cercano e íntimo, con nuestra sombra. La Terapia Floral (en lenguaje moderno) es una psicoterapia sostenida por esencias florales.

Entrar en contacto con la sombra es el paso inicial del proceso terapéutico e implica:

Que la persona la sienta como parte propia e incorpore los afectos/ emociones que por ausentes se vuelven síntomas, ya que el síntoma es la expresión de una emoción suprimida

Que acepte que somos dos y que ambos somos “uno mismo”. Ej: Que todo Vervena - Vervain en la personalidad esconde un Violeta de Agua -Water Violet en su sombra, que todo Agua de roca - Rock Water, una Cerasifera - Cherry Plum.

Nuestro trabajo floral consiste en lograr que la persona reconozca lo que proyecta fuera de sí y considere sus síntomas, sus vínculos y sus sueños como espejos que le devuelven la madera de que está hecha su alma. Actividad difícil porque nos cuesta ver en nosotros lo que rechazamos en otros.

Eduardo H. Grecco nos aconseja como terapeuta, tener en cuenta tres lugares desde el cual diagnosticar en términos caracterológicos a una persona: máscara, sombra y posición emocional. La personalidad es la ventana por medio de la cual miramos el mundo y el mundo nos mira. 

La sombra es lo que ignoramos y rechazamos de nosotros mismos. La posición emocional es la modalidad afectiva que marca nuestra vida y tiñe el modo de mirar y ver la realidad propia y ajena.

Hay esencias para acercarnos, para tomar conciencia de nuestra sombra, opuesta a lo que es ese escudo identificatorio manifiesto que llamamos personalidad. Esa flor que mora en el abismo al que nos cuesta asomarnos es la que hay que descubrir y se debe prescribir cuando hablamos de prescripción caracterológica – flor tipo. Allí es donde mora la fuente de donde mana la “causa real de la enfermedad”.

“Detrás de una máscara rígida y autosuficiente, la sombra que tenemos que abrazar es el espíritu de libertad de pensamiento que envolvía a Bach por dentro y por fuera, de la cabeza a los pies”.


La Cultura Desarraigada


El ritmo acelerado de la sociedad actual, su permanente cambio, su tendencia constante a falta de solidez y permanencia, el bombardeo de información de todo tipo y los más importante, la imposición de estereotipos con el fin de favorecer un modelo social capitalista y consumista apunta a la perdida de las individualidades nacionales, formando en el mejor de los casos culturas hibridas o llegando al punto de la formación de una cultura mundial homogenizada.

Desarraigo cultural
La realidad
La globalización es inevitable y hasta necesaria en este siglo, ya que vivimos en una sociedad en la que la proximidad global es fundamental para el desarrollo de la misma, pero hay que tener muy en cuenta que las diferencias y raíces culturales son las que permiten la individualidad y el sentido de nación, además de hacer parte de nuestra identidad.

Es por eso la importancia de la conservación de las culturas, tradiciones y etnias autóctonas, ya que gracias a estas tenemos un sentido de nación, historia, memoria e identidad.

Es necesario que las costumbres y tradiciones de un pueblo sigan siendo parte importante de la vida de los futuros habitantes para que de esta forma puedan mantener vivas las costumbres y tradiciones familiares y de la comunidad.

Perdida o cambio de tradiciones
Desde hace mucho tiempo las personas han ido creado la cultura y esta ha formado parte de nuestras vidas, por lo que la cultura se forma según las características que tiene un pueblo, esto es, desde los rasgos físicos de la gente, hasta la forma de hablar, lo que comen, las relaciones sociales, el vestir, sus historias, sus ideas, las formas de ver la vida, sus tradiciones, sus hábitos, etcétera.




Lo Vivido

“La experiencia es la madre de la ciencia”; “más sabe el diablo por viejo que por diablo”; “el pájaro viejo no entra en la jaula”… Cuando se habla de experiencia se habla de conocimiento, pero no del conocimiento adquirido a través del estudio, de la observación o de la investigación, sino de aquel que proviene de las vivencias, de la acción personal y de todo aquello que los años nos han hecho aprender a fuerza de haberlo protagonizado.

Es común definir la experiencia como las enseñanzas que se adquieren con la práctica y se identifica con lo vivido o ejecutado durante un tiempo largo

También se considera una habilidad; uniendo ambos conceptos se describe la experiencia como la práctica prolongada que proporciona conocimientos y habilidades por hacer algo o como el conocimiento que nos queda por las circunstancias y cosas vividas.

Un poco más técnicamente, la experiencia se refiere al carácter procedimental de las situaciones (cómo se resuelven las cosas) y no a su carácter material (que son y cómo son las cosas). Desde la filosofía hemos aprendido que la experiencia es siempre un conocimiento a posteriori y empírico.

¿Cómo aplicamos esto al entorno del management? Desde una perspectiva organizacional, o mejor dicho laboral, la experiencia es un capital de conocimiento profesional que se va acumulando año tras año y que garantiza un rendimiento excelente, lo cual puede conducir al incongruente y falso razonamiento de: cuantos más años lleves ejerciendo un cargo o haciendo una determinada tarea, mayor será el conocimiento sobre ello.

“La experiencia no tiene valor ético alguno. Es simplemente el nombre que damos a nuestros errores”
(Oscar Wilde)

Acabamos de llegar al gran error: Confundir la experiencia con la antigüedad. En un entorno meramente profesional la experiencia no es sino la habilidad personal e intransferible de transportar al presente y a una situación dada y concreta momentos similares (por analogía) vividos en el pasado y además vividos en primera persona, con la finalidad de comprobar si las fórmulas que en aquel momento se aplicaron son convenientes, o no, para solucionar las situaciones actuales.

Visto de esta manera podría ocurrir (y de hecho es mucho más frecuente de lo que imaginamos) que personas que han acumulado gran antigüedad no tengan experiencia o que otras personas estén todavía viviendo en el pasado porque son incapaces de separarse o superar sus experiencias.

Inicié estas reflexiones con unos refranes y concluyo con sus frases de prestigiosos autores: 

“La experiencia no tiene valor ético alguno. Es simplemente el nombre que damos a nuestros errores” (Oscar Wilde). 

“Una espina de experiencia vale más que un bosque de advertencias”             (James Russel Lowell). 

“Los cabellos grises son el archivo del pasado” (Edgar Allan Poe).



Tienes Tu Lugar


No Eres Como Eres por Casualidad

El universo tiene una característica muy importante, que además es muy útil a la hora de comprender mejor nuestra vida: nada es como es por casualidad, todo lo que existe tiene una forma asociada a su función.

Las sillas, por ejemplo, no tienen patas y un asiento por azar, sino para que nos podamos sentar; nuestro corazón tiene cuatro cavidades con paredes musculares para poder bombear la sangre; las raíces de los árboles son como son para captar los nutrientes de la tierra, etc. La forma de cualquier cosa está asociada a su función; este hecho se cumple siempre. Y tú no eres ninguna excepción.

Así pues, no eres como eres por casualidad. Tienes una función dentro del universo, y tu forma es perfecta para llevarla a cabo.

Tu Lugar en el Mundo: Puedes Descubrirlo a Través de tu Forma
Cuando no sabemos cuál es la función de una cosa, podemos intentar descubrirla a través de su forma. Es decir, si miramos un objeto desconocido, podemos intentar descubrir para qué sirve analizando cómo es. ¿Tiene ruedas? ¿Es grande o pequeño? ¿Tiene algún mecanismo? A través de estas y otras preguntas, podemos ir deduciendo cuál es su función.

Esto mismo lo puedes hacer contigo mismo. Puedes analizar tu forma como persona: ¿cómo eres? ¿Qué habilidades tienes? ¿Qué te gusta? ¿Qué sabes hacer mejor? Todas estas cuestiones hacen referencia a tu manera de ser, y apuntan en una dirección: tu lugar en el mundo.

Este proceso de análisis se puede dividir en dos pasos.

Paso 1 para Encontrar Tu Lugar en el Mundo: Analiza Tus Sentimientos
Los sentimientos son una parte importantísima de nuestra vida que, desgraciadamente, a menudo dejamos en segundo plano. Pensamos que la razón es mucho más sólida y fiable, cuando la realidad es todo el contrario: los sentimientos son los que realmente saben cuál es nuestro camino.

Al fin y al cabo, ¿de qué va la vida? ¿De trabajar? ¿De formar una familia? ¿De luchar para sobrevivir? Bien, un poco sí que va de todo esto, pero detrás hay un objetivo mucho más básico: sentirse bien. Esta es la finalidad principal de la vida; es lo que todos queremos conseguir.

Y los sentimientos son los que saben qué es lo que nos hace sentir bien. En el fondo, nos están marcando un camino; nos están diciendo qué tenemos que hacer para ser felices.

¿Qué te gusta hacer? ¿Qué experiencias quieres vivir? ¿De que te gustaría trabajar? ¿Con qué tipo de personas quieres relacionarte? Las respuestas a este tipo de preguntas te están indicando cuál es tu lugar al mundo.

Paso 2: Analiza Tus Capacidades
Simplemente escuchando nuestros sentimientos, podemos ver claramente cuál es nuestro lugar en el mundo. Una persona que está conectada con lo que siente no tiene nunca ninguna duda. Pero esto no siempre es fácil, ¿verdad? Por esta razón, es útil analizar también nuestras capacidades.

¿Qué se te da bien? ¿Qué habilidades tienes? Si respondes a estas preguntas, verás que tus capacidades también indican un camino: el de las cosas que sabes hacer mejor. ¡Y este camino coincide con lo que te gusta hacer! No es  por casualidad, el universo es muy sabio.

Así pues, tu lugar en el mundo es la respuesta a dos preguntas: “¿qué te gusta?” y “¿qué  sabes hacer?”.

Estás preparado para hacer aquello que más te gusta. Esto es lo que has venido a hacer a la Tierra, y lo que el universo espera que hagas.


Los Desubicados


Un desubicado o desubicada es una persona que, por ejemplo dice o hace cosas que no tiene que hacer, es como si alguien estuviera en un funeral y llega uno con animo de fiesta, es un desubicado, o si alguien está hablando y otra persona lo interrumpe diciendo algo que no tiene nada que ver con lo que se está hablando...

En fin, una persona desubicada es una persona que no se ubica según la situación en que se encuentra, es más bien un tema moral, para la sociedad hacer tal y tal cosa no está bien, o decir tal y tal otra no está bien, como que vas caminando por la calle y te cruzas con una persona que va caminando desnuda, es algo que está moralmente mal en la mayoría de las sociedades, entonces esta persona seria una/un desubicada/o.

La des-ubicación, se puede encontrar en muchas expresiones, y no únicamente en la conducta de las personas, lo que entendemos por lo general como una conducta no adecuada para un determinado momento, o también una conducta que no es socialmente aceptada o adecuada.

Si no tenemos suficiente enfoque respecto a lo que queremos hacer en nuestras vidas, los obstáculos que queremos vencer, cuándo queremos esto, podemos fácilmente comenzar a ir a la deriva, y desubicarnos. 

Entonces la vida toma las riendas del ser, en vez de ser uno el que las toma.
Un desubicado o desubicada es una persona que, por ejemplo dice o hace cosas que no tiene que hacer, es como si alguien estuviera en un funeral y llega uno con animo de fiesta, es un desubicado, o si alguien está hablando y otra persona lo interrumpe diciendo algo que no tiene nada que ver con lo que se está hablando...

En fin, una persona desubicada es una persona que no se ubica según la situación en que se encuentra, es más bien un tema moral, para la sociedad hacer tal y tal cosa no está bien, o decir tal y tal otra no está bien, como que vas caminando por la calle y te cruzas con una persona que va caminando desnuda, es algo que está moralmente mal en la mayoría de las sociedades, entonces esta persona seria una/un desubicada/o.

La des-ubicación, se puede encontrar en muchas expresiones, y no únicamente en la conducta de las personas, lo que entendemos por lo general como una conducta no adecuada para un determinado momento, o también una conducta que no es socialmente aceptada o adecuada.

Si no tenemos suficiente enfoque respecto a lo que queremos hacer en nuestras vidas, los obstáculos que queremos vencer, cuándo queremos esto, podemos fácilmente comenzar a ir a la deriva, y desubicarnos. 

Entonces la vida toma las riendas del ser, en vez de ser uno el que las toma.


Cuidar De Nosotros Mismos


“No debemos tener miedo a estar solos con nosotros mismos. Podemos aprovechar esos momentos para relajarnos y conectar con nuestro interior para conocernos más a fondo y satisfacer nuestras necesidades”

Cuidar de nosotros mismos, no es solo oírnos, sino también escucharnos. Saber qué queremos, qué es aquello que necesitamos, qué sentimos o qué pensamos.

La vida es demasiado ruidosa, y a veces el silencio nos da miedo, incluso la soledad nos da miedo, y es en esos momentos cuando nos encontramos con nosotros mismos.

1)  Quiérete, ámate con todas tus fuerzas, valórate.  ¡Es hora de quererse! .Cada persona es un ser único e irrepetible, no hay nadie como tú, puedes tener ciertos puntos en común con otras personas,  pero también muchas diferencias que te hacen tener tu propia esencia.
2)      Aprende a expresarte. Aprende a expresar tus sentimientos, tus emociones y tus pensamientos; son la fuente de tu ser, los que te configuran como persona y permiten que tengas relaciones con los demás. Es muy difícil saber que siente, piensa o quiere alguien si no lo expresa. Puedes comenzar por hacerlo tú mismo. ¡Adelante!
3)      Conoce a tu pensamiento. Nadie más que tú mismo tiene el control sobre sus pensamientos. Tú puedes elegir qué decisión o actitud tomar.
4)      Aprende a decir “no”.  Di “no” a todo aquello que te parezca irracional, no pasa nada, solo tienes que empezar a entrenarte.
5)      Sonríe. Busca el humor, invítalo a ser tu compañero. Mejora nuestra forma de pensar, nos fortalece, protege nuestra salud…
 Dedica tiempo a disfrutar. Algún hobby que te guste, te ayudará a sentirte bien.
7)      Mantén algunas relaciones con los demás. Pueden ser familiares, o relaciones de amistad. Relacionarte con los otros es un modo de aprender e ir creciendo.
8)      Haz ejercicio. Puedes salir a dar un paseo, coger la bicicleta, ir al gimnasio… Mantenerte activo es algo beneficioso tanto para tu cuerpo como para tu mente.
9)      Aprende a relajarte. Practicar la relajación, meditación o respiración, ayuda a calmar tu mente, sobre todo en estos tiempos que corren de tanto estrés, y ruido. Conecta con tu interior. Comienza a escucharte.
10)   Ayuda a los demás. No hay mayor satisfacción que dar a los demás, te sentirás tu bien y también ellos.

“El respeto comienza con uno mismo” (Nathaniel Branden)