domingo, 19 de abril de 2020

La Riqueza Del Lenguaje

Mejorar el vocabulario y fluidez verbal puede realizarse a cualquier edad y sin importar el nivel educativo. Incluso los estudiantes universitarios pueden beneficiarse de tener un vocabulario más rico y variado que ayuda a mejorar la comunicación tanto oral como escrita a la vez que proporciona una comprensión más profunda del idioma. Es frecuente que la gente vea el aprendizaje de vocabulario como una prueba dura y aburrida pero también puede convertirse en un proceso ameno y divertido dependiendo de las herramientas que se utilicen. 

Leer, escribir, jugar a juegos de palabras y consultar el diccionario son las mejores formas de aprender nuevas palabras.
Lee y escribe más 
Esta es probablemente la mejor forma de mejorar y ampliar el vocabulario. Leer está directamente relacionado con una amplia variedad de palabras, especialmente si lees libros sobre temas con los que no estás familiarizado o de géneros literarios poco comunes. 

Aunque se suele recomendar leer libros que no sean de ficción, la verdad es que las novelas de ciencia ficción también pueden enseñarte nuevas palabras aunque hay que estar atento a su uso y significado correcto; mientras lees toma nota de las palabras que no conoces aunque deduzcas su significado al leer. Cuándo termines la lectura consulta su significado y escríbelo. 

Una práctica tan simple como leer el periódico cada día es un buen comienzo para ir adquiriendo el hábito de leer más. Y si leer es importante para adquirir nuevo vocabulario, escribir es primordial para interiorizar este aprendizaje. Al escribir te ves en la necesidad de explicar las ideas de una forma muy diferente a como las explicas de forma oral siendo frecuente el uso de palabras y  construcciones de frases que no utilizarías normalmente. 

Realiza juegos de palabras 
Si leer no te gusta, puedes intentar pasar un rato divertido jugando a juegos de palabras para aprender nuevo vocabulario. Algunos como el popular Scrabble® o Boggle® entrenan tu cerebro en combinar letras y encontrar palabras desconocidas o conocidas pero poco utilizadas. La mayoría de estos juegos son interactivos y se juegan en compañía por lo que pueden ser una forma de mejorar tu vocabulario a la vez que pasas un rato agradable con tu familia y amigos. 

Incluso puedes jugar desde tu tablet o smartphone, por ejemplo a través de Scrabble para Android, y mantener una partida a distancia. 
Sopas de letras y autodefinidos 

Las sopas de letras y autodefinidos son pasatiempos que juegan con el idioma y, a diferencia de otros juegos de palabras, puedes realizarlos sólo. 

Puedes encontrar revistas dedicadas a este tipo de pasatiempos o hacer los que vienen en la mayoría de periódicos. También puedes hacerlo en grupo si prefieres el estímulo de la competición. 

Utiliza el diccionario 
Utilizar el diccionario es una forma muy simple de mejorar el vocabulario. Crea tarjetas con palabras que no conoces o que no utilizas mucho. Mientras vas en el bus, esperas tu turno en la cola del super o en cualquier otro momento de espera práctica alguna de las palabras de estas tarjetas. 

Intenta utilizarlas en tu día a día de forma que te vayas acostumbrado a ellas. Si oyes a alguien decir alguna palabra poco común pregunta sobre su significado y luego búscala en el diccionario. En español puedes consultar el diccionario online de la Real Academia Española o el diccionario panhispánico de dudas. 

Recursos online 
Existen numerosos sitios web dedicados a la mejora del vocabulario y al aprendizaje de idiomas. Desde webs completamente dedicadas a juegos de palabras y otras actividades lúdicas relacionadas con el lenguaje. 

Puedes, por ejemplo, suscribirte para recibir una palabra cada día en tu correo electrónico. También puedes encontrar comunidades de usuarios con este mismo interés. Si estás intentando mejorar el vocabulario de tu idioma materno podrás encontrar gente con la que aprender juntos y si estás aprendiendo un nuevo idioma podrás encontrar comunidades en las que escribir, hablar e intercambiar experiencias con otros aprendices. 


Dato: 
El uso frecuente de muletillas, tales como: “tipo…”, “este…”, “am…”, “pa…”,“eeh…” hará que inclusive las personas con vocabularios más ricos y amplios parezcan incultas. Evita las palabras y contracciones innecesarias


sábado, 18 de abril de 2020

La Acción Inteligente

 
El problema verdadero no es el uso de demasiada inteligencia sino la falta de uso de la emoción. La emoción se desatiende totalmente en nuestra civilización, así que se pierde el equilibrio y se desarrolla una personalidad torcida. Si la emoción también es utilizada, entonces no hay desequilibrio.

Un equilibrio de la emoción y del intelecto se debe mantener en la proporción adecuada; de lo contrario la personalidad entera se enferma. Es igual que si únicamente se usa una pierna. Tú puedes seguir usándola, pero no llegas a ninguna parte; simplemente te agotas. La otra pierna debe ser utilizada. 

La emoción y el intelecto son como dos alas: cuando utilizamos solamente un ala el resultado será frustración. Entonces la dicha que llega al usar ambas alas simultáneamente, en equilibrio y armonía, nunca es alcanzada.

No tengas miedo de usar demasiado el intelecto. Solamente cuando se utiliza la inteligencia tú tocas las profundidades; sólo ahí tu potencial está estimulado. El trabajo intelectual no implica la utilización de tu inteligencia. 

El trabajo intelectual es meramente superficial; no se toca ninguna profundidad, nada es desafiado. Eso da lugar al aburrimiento; genera trabajo que no causa placer. El placer viene siempre cuando se desafía la individualidad y tú tienes que probarte a ti mismo y responder al desafío. Cuando son desafiadas, la inteligencia o la emoción crean ambas su propia dicha.

Una persona es esquizofrénica si solamente una porción de su personalidad está trabajando y la otra está muerta. Entonces hasta la parte que está en funcionamiento no trabajará realmente bien porque estará con exceso de trabajo.

La personalidad es una totalidad; no tiene ninguna división en absoluto. 

Realmente, la personalidad entera es una energía que fluye. Cuando la energía se utiliza de manera lógica se convierte en inteligencia, y cuando no se utiliza lógicamente sino emocionalmente se convierte en  corazón. Éstas son dos cosas separadas; es la misma energía que atraviesa dos canales diferentes.

Cuando no hay corazón sino sólo intelecto, nunca te puedes relajar. La relajación quiere decir que ahora la misma energía dentro de ti está trabajando en un canal diferente. 

La relajación no quiere decir que no hay trabajo en absoluto, significa trabajo en otra dimensión. Entonces la dimensión que está sobrecargada se relaja.

Una persona que sigue una búsqueda intelectual continuamente, nunca se relaja. No desvía su energía a otra dimensión, así que su mente sigue trabajando en una sola dirección innecesariamente. Eso crea aburrimiento. Más y más pensamientos vienen y van; se difunde la energía, se pierde. 

Tú no puedes disfrutarla; por el contrario, estarás decepcionado y disgustado con esta carga innecesaria. Pero la mente, o el intelecto, no es el culpable. Como una dimensión alternativa no se ha proporcionado, como no hay otra puerta abierta a ella, la energía continúa dando vueltas en tu interior.

La energía nunca puede estar estancada. Energía significa lo que no está estancado, lo que siempre está fluyendo. Relajación no significa la energía que está estancada o dormida; científicamente, la relajación quiere decir que ahora la energía está fluyendo a través de otro canal, de otra dimensión, — que ha entrado en otro espacio.

Pero aunque el espacio puede ser diferente, si no es completamente lo opuesto al espacio en el que te encontrabas antes, la mente no se relajará. Por ejemplo, si tú trabajas en un problema científico, entonces te puedes relajar leyendo una novela. 

El trabajo es diferente: ocuparse de un problema científico es ser activo — una modalidad muy masculina — mientras que leer una novela es ser pasivo, que es una modalidad absolutamente femenina. Aunque estás utilizando la misma mente estarás relajado, porque es el polo opuesto de la mente el que está siendo utilizado. Tú no estás solucionando nada, no estás activo; eres sólo un receptor, recibiendo algo. La dimensión es la misma excepto que la emoción, el polo opuesto, está siendo utilizada.

De la misma forma, cuando amamos, el intelecto no entra en juego en absoluto. Sucede justo lo contrario: la parte irracional de tu personalidad entra en acción. La inteligencia debe ser balanceada por el amor y el amor debe ser balanceado por la inteligencia. Ordinariamente, este equilibrio no se encuentra en ninguna parte.

Si alguien está enamorado y comienza a descuidar todas las búsquedas intelectuales, esto también creará aburrimiento. Incluso el amor se convierte en una tensión si es un asunto de veinticuatro horas al día. Una vez que el desafío se pierde, el placer también se perderá: el juego se perderá y se convertirá tan sólo en trabajo. La misma cosa sucede con un intelectual que descuida el lado emocional de su ser.


Estas dos piezas, estos dos polos, deben estar en equilibrio, sólo entonces nace un ser humano integrado e individual”.


Hacer Todo Lo Posible


Todos huimos del fracaso. Al fin y al cabo, fallar no es algo positivo; implica no haber logrado lo que se quería, y es, en cualquier caso, tal como lo define la Real Academia Española, un “suceso lastimoso, inopinado y funesto”. Negativo, en cualquier caso, pero inevitable. Tal como dijo Truman Capote, “el fracaso es el condimento que da sabor al éxito”. No hay un gran logro que no vaya acompañado de decenas de fracasos.

Saber aprovechar nuestros fallos es la clave para el triunfo Desafortunadamente, mucha gente no sabe cómo superar sus errores. En vez de aprovecharlos para insistir en su objetivo su influjo les empuja a abandonar la empresa acometida, y esto es lo peor que se puede hacer ante un fallo. La habilidad para aprovechar las oportunidades que nos brindan los fracasos es la gran diferencia que distingue a la gente exitosa de la mediocre. Hay algo que hay que tener muy claro, y es que sólo a través del fracaso se puede lograr el éxito. Aprovecharse de él es la clave para el triunfo. Estos son unos consejos, alumbrados por grandes mentes de los negocios, la ciencia y la cultura, para aprovechar todo lo que el fracaso puede ofrecernos.

No te arrepientas, has gastado tu tiempo sabiamente

Cuando fallamos podemos tener la tentación de pensar que hemos malgastado nuestro tiempo en algo que no hemos logrado, y nos arrepentimos de haber empezado siquiera a intentarlo. Esto es un error. La realidad es que hacer algo, aunque sea errado, es siempre mejor que no hacer nada. La inacción es el peor de los fracasos, y muchas veces la gente que nos critica es la misma que prefiere no intentar absolutamente nada. No les hagas caso. Lo que es lamentable es no hacer nada, no intentarlo y fallar. 

Tal como explicó acertadamente el filósofo y teólogo Paul Tillich, “aquel que escala y cae puede ser olvidado. Aquel que nunca escala y nunca cae es un fracaso en todo su ser”.

El fracaso existe para ofrecer sabiduría
Los errores tienen el significado que queramos darle. Si lo consideramos como un aprendizaje nuestros fallos tendrán un sentido distinto, nos servirán para darnos la sabiduría que necesitamos para alcanzar el éxito. Y cada pequeño fracaso será un paso hacia el triunfo. Si cambias el punto de vista verás el fracaso de forma diferente: será una oportunidad para aprender. Henry Ford decía que el fracaso “es sólo una oportunidad para empezar de nuevo de forma más inteligente”.

Aprende todo lo que puedas de cada fracaso
“No he fallado la prueba, sólo he encontrado cien maneras para no hacerla mal”. Así explicaba Benjamin Franklin como los errores pueden verse como un éxito. Y es que, tanto en la ciencia como en la vida, un fallo nos enseña lo que no debemos hacer para lograr el éxito. Nuestra habilidad para identificar por qué hemos fallado es esencial en este sentido. Debemos reflexionar para encontrar la manera en la que no repitamos los mismos errores. Algo que es esencial para no caer en el mismo error una y otra vez.

No te rindas; quizá estás a sólo un paso del éxito
Nadie podría explicar esto mejor que Thomas A. Edison: “Muchos de los fracasos vitales son de gente que no se dio cuenta de lo cerca que estaba del éxito cuando decidió rendirse”. Tirar la toalla es muy tentador, especialmente cuando los fracasos se repiten. Pero es precisamente la concatenación de intentos fallidos lo que puede conducirnos al éxito. Si de verdad crees en lo que estás haciendo, sigue intentándolo. En algún momento lograrás tu objetivo. En caso contrario, al menos tendrás la satisfacción de que lo intentaste hasta el final.

Mantén tu entusiasmo
No basta con seguir intentándolo, además hay que hacerlo con el mismo nivel de entusiasmo con que se comenzó la empresa. De otra manera, los intentos serán cada vez menos poderosos. La clave reside en lograr que la emoción no decaiga. Una buena manera para lograrlo es poner sobre el papel los avances logrados, para tener claro que estás un paso más cerca del éxito. 

El fracaso puede ser una gran motivación. El dramaturgo Tennessee Williams contaba que siempre encontró impulso en las críticas negativas: “El fallo aparente de una obra me llevaba directo a la máquina de escribir, incluso antes de que salieran las críticas. Me sentía más obligado a trabajar que las veces en las que el estreno era un éxito”


Conceptos Éticos


La ética es la habilidad para tener siempre presente cómo afectan nuestros pensamientos, palabras y acciones tanto a nuestra felicidad como la de los demás.

Aquello que piensas, dices o haces no debe minar tu felicidad ni la de los demás. En ningún aspecto.

¿Te imaginas un mundo donde nunca jamás nadie hiciese (ni dijese, ni pensase) nada que pusiese en peligro la felicidad de otro ser humano? Ese sería un mundo ético. Un mundo donde blindar la felicidad de uno mismo y la de los demás fuese la prioridad de todo pensamiento, de todo acto.

Así, podemos ser éticos (o no serlo) a tres niveles diferentes: pensamientos, palabras y acciones.

La ética es la habilidad para tener siempre presente cómo afectan nuestros pensamientos, palabras y acciones tanto a nuestra felicidad como la de los demás.

Aquello que piensas, dices o haces no debe minar tu felicidad ni la de los demás.

 En ningún aspecto.
¿Te imaginas un mundo donde nunca jamás nadie hiciese (ni dijese, ni pensase) nada que pusiese en peligro la felicidad de otro ser humano? Ese sería un mundo ético. Un mundo donde blindar la felicidad de uno mismo y la de los demás fuese la prioridad de todo pensamiento, de todo acto.

Estamos acostumbrados a creer que la ética solo se ve envuelta cuando hay palabras o acciones por el medio. Pero claro, siguiendo la definición anterior, cualquier pensamiento que afecte a tu felicidad de manera negativa (o a la de los demás en potencia) también podemos considerarlo como poco ético.

¿Sabes? Cualquier acción o palabra siempre ha comenzado con un pensamiento. 

Me gustaría expresar aquí la importancia crucial que tiene siempre aportar conciencia sobre la ética de los propios pensamientos ya que son la chispa de la hoguera de la falta de ética en las palabras y las acciones.

Prueba a estar una semana solo con pensamientos éticos (no pienses nada que vaya en detrimento de tu felicidad ni de la de los demás) y luego cuéntame qué es diferente en tu vida.


Cuestión De Género



Detrás de la campaña contra la llamada "ideología de género" se esconde una visión machista y conservadora de la vida y de las relaciones entre los seres humanos. Machista porque sus activistas buscan mantener los estereotipos de género, algo evidente en el uso del rosado (mujeres) y celeste (hombres), con toda la carga simbólica que esto representa. Y conservadora porque, según sus defensores, las personas de orientación no estrictamente heterosexual –lesbianas, gays, trans…– están excluidas del "plan de Dios", por más creyentes o buenas personas que puedan ser.

Es necesario, sin embargo, valorar en su exacta dimensión el hecho de que miles y quizá millones de personas se adhieran a las banderas de ese movimiento.

Cuando se debate con sus representantes o dirigentes, hay que tomar en consideración a todas las personas que se identifican con él, de cualquier condición social y lugar del país. Este no es solo un debate entre "élites" conservadoras y renovadoras. No se agota con criticar a personas como el demencial pastor cubano que alentó en una arenga religiosa el asesinato de lesbianas. 

Hay que hacer pedagogía constante, y permear los discursos radicales.
Es innegable que, por las dificultades que todavía implica en la convivencia social –más allá de las cuestiones religiosas–, muchos padres y madres temen que sus hijos sean homosexuales. 

Al mismo tiempo, no se puede dejar de tomar en cuenta que la versión tradicional "varón/celeste-mujer/rosado" la consideran más "segura" para, supuestamente, garantizar la heterosexualidad, y que representa una protección frente a posibles abusos en la escuela.

Frente a todo esto, el gran desafío es explicar –y convencer de– por qué el enfoque de igualdad de género –no la "ideología"–, así como la adecuada información sobre los otrora temas tabú, otorga mayores garantías a la integridad y a la mejor realización –incluso profesional– de sus hijos e hijas, además de que no alienta ninguna orientación sexual, sino que predomine el respeto.

Concordancia


“Cambiar el mundo, amigo Sancho,
que no es locura ni utopía, sino justicia”.
Miguel de Cervantes

Que el Siglo XXI se nos presentó inesperadamente con una idea inequívoca : “cambiar el mundo”, que nos exigía el compromiso de todo el colectivo humano en su puesta en marcha, apremiándonos en la búsqueda de una solución urgente ante nuestra torpeza –de todos- por encontrar una vía saludable a la crisis global que nos inquieta y atemoriza, que de ninguna manera podemos hoy excusar, es una afirmación que difícilmente puede ser hoy discutida en ningún foro, cualquiera que sea su postulado filosófico o credo. 

Incluso cuando utilizamos la expresión “salir de la crisis”, estamos pensando en la necesidad de cambiar el mundo, el nuestro y el de los otros, porque estamos hablando del mundo de todos, global, planetario, hábitat de la humanidad.

Y aunque los seres humanos pertenezcamos a posiciones ideológicas y credos diferentes, no creo que haya nadie en desacuerdo con las palabras con las que Don Quijote ilustraba a su escudero Sancho, que hacemos nuestras dando contenido a cuantas ideas exponemos en esta ventana virtual con la que queremos dirigirnos (y sumarnos en su esfuerzo) a quienes en verdad anhelan una transformación radical del ser humano y del mundo que hemos construido hasta la fecha: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que nos es locura ni utopía, sino justicia”. Y aunque entonces, en el Siglo XVII, en el que vivió y escribió Don Miguel de Cervantes, la justicia era locura y utopía (del mismo modo que aún hoy algunos la consideran improcedente y exclusiva para sus intereses personales y de grupo -siempre de poder) la mayoría de los seres humanos comenzamos a pensar cuánta razón tenía el caballero de la triste figura cuando comunicaba tan sabias palabras (por ello hacen justicia) a su escudero amigo.

Porque es la justicia la que nos convoca hoy para cambiar el mundo. No la justicia que se discute y se reparte en los juzgados, que esa sí es locura, sino la que reclama la fraterna igualdad -que es humanidad sin diferencias y sin fronteras y humanamente digna-; la justa distribución de la riqueza -que es justicia social, además de honesta y equitativa-; la paz y la concordia; la cooperación sin exclusión… Justicia que antaño reclamaban las utopías, como la que Cervantes nos presentó en su innovadora y sabia novela. Y otras utopías que están en la mente de los lectores con memoria agradecida e integradora.

Sin duda que la idea de “cambiar el mundo” es la buena nueva que nos trae el nuevo siglo XXI. Sí o sí. Porque no hay otra elección.  Pero “cambiar el mundo” exige pensar en unas premisas o principios o valores que piloten el cambio de rumbo de la humanidad.


Las Emociones


No podemos evitarlo, experimentamos emociones. Tienen una función educativa y evolutiva en nuestra vida. Pero una emoción intensa puede desencadenar un desequilibrio emocional.

Ante todas las emociones que podemos experimentar, las más intensas y duraderas son las denominadas “negativas”, pero no por denominarse así son malas. Experimentar una emoción negativa es una señal de alarma que nos advierte que algo no va como deseamos.

Un ejemplo es el miedo. Nuestra reacción es rápida, movilizamos una gran cantidad de energía de tal forma que la respuesta puede ser más intensa que en condiciones normales.

Las preocupaciones imaginadas pueden desencadenar emociones muy intensas. La preocupación en equilibrio es buena, es nuestra manera de buscar que puede ir mal y cómo prevenirlo. Pero la preocupación descontrolada puede generar ansiedad, que es desproporcionadamente intensa respecto al estímulo.

La ira es una de las emociones más fuertes e intensas que podemos experimentar.

Es una emoción de supervivencia, con ella aprendemos a defendernos ante situaciones que pueden hacer daño, incluso nos anima a luchar ante una injusticia.

El problema viene cuando la ira desencadena acciones de defensa tan fuertes que puede desatar violencia. Por ello, es necesario conocer su origen y saber cómo gestionarlo.

Aprender a gestionar estas emociones es fundamental para poder consolidar una buena salud mental.

Las emociones o sentimientos son parte de nuestra vida y nos proporcionan la energía para resolver un problema o realizar una actividad nueva. En definitiva, actúan como resortes que nos impulsan a actuar para conseguir nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades.

Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse. Unas se aprenden por experiencia directa, como el miedo o la ira, pero la mayoría de las veces se aprende por observación de las personas de nuestro entorno.

Las emociones o sentimientos son parte de nuestra vida y nos proporcionan la energía para resolver un problema o realizar una actividad nueva. En definitiva, actúan como resortes que nos impulsan a actuar para conseguir nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades.

Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse. Unas se aprenden por experiencia directa, como el miedo o la ira, pero la mayoría de las veces se aprende por observación de las personas de nuestro entorno.

Emociones como estas son parte de la naturaleza humana. Nos dan información sobre lo que estamos viviendo y nos ayudan a saber cómo reaccionar.

Sentimos las emociones desde que somos bebés. Los bebés y los niños pequeños reaccionan ante sus emociones con expresiones faciales o con acciones como reírse, dar un abrazo, o llorar. Sienten y muestran emociones, pero aún no tienen la capacidad de darle un nombre a la emoción o decir por qué se siente de esa manera.

A medida que crecemos, nos volvemos más hábiles al entender las emociones. En lugar de reaccionar cómo reaccionan los niños, podemos identificar lo que sentimos y ponerlo en palabras. Con el tiempo y la práctica, nos volvemos mejores para descifrar lo que sentimos y por qué. Esta habilidad se llama conciencia emocional.

La conciencia emocional nos ayuda a develar lo que necesitamos y queremos (o no queremos). Nos ayuda a construir mejores relaciones. Esto se debe a que el ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a hablar claramente sobre nuestros sentimientos, evitar o resolver mejor los conflictos y superar los sentimientos difíciles con mayor facilidad.


Algunas personas están naturalmente más en contacto con sus emociones que otras. La buena noticia es que todos pueden ser más conscientes de sus emociones. Solo hace falta práctica. Pero vale la pena el esfuerzo: la conciencia emocional es el primer paso hacia la construcción de la inteligencia emocional, una habilidad que puede ayudar a las personas a ser más exitosas en la vida.

Digamos Lo Que Sentimos


A veces lo más duro de algunos sentimientos es compartirlos con otras personas. Pero el hecho de compartir tus sentimientos te puede ayudar, tanto cundo se trate de buenos sentimientos como de otros que no sean tan buenos. Además, el hecho de compartir tus sentimientos te ayudará a sentirte más cerca de la gente que te importa y a quien le importas. Cuando la gente habla sobre sentimientos, a veces utiliza la palabra "emociones".

Céntrate en tus sentimientos
No le puedes explicar a nadie qué llevas en la mochila si no lo sabes ni tú. Con los sentimientos ocurre lo mismo. Para poder compartirlos con alguien, antes tendrás que aclararte tú mismo sobre qué es lo que sientes.

Hacerte una lista sobre lo que sientes te puede ayudar. Puedes hacerla mentalmente o bien escribirlo en un trozo de papel o dibujarlo. ¿Hay algo que te molesta o te preocupa? ¿Te hace sentirte triste o enfadado? ¿Sientes esa emoción de vez en cuando o constantemente?

A la hora de intentar identificar tus sentimientos, te puede ayudar recordar cosas que te han ocurrido y cómo te han hecho sentirte. Entonces podrás decir, por ejemplo: "Me pongo triste cuando mi amigo no quiere jugar conmigo " o "Me enfado porque mi hermano siempre me gana cuando jugamos a hacer canastas". Eso te ayudará a identificar tus sentimientos, y también dará a la persona a quien se lo expliques más información sobre lo que te molesta o preocupa.

¿Por qué hablar sobre los sentimientos?
La forma en que nos sentimos por dentro es importante. Puede ser muy duro no explicarle a nadie que estás triste, preocupado o enfadado con alguien. Entonces, estarás tú solo con esos desagradables sentimientos. Y, si te lo guardas todo para ti, ¡podrías llegar a ponerte enfermo!

Pero, si hablas con alguien a quien le importas de verdad, como tu madre o tu padre, lo más probable es que empieces a sentirte mejor. Ya no estarás tú solo con tus problemas y preocupaciones. Eso no significa que tus problemas y preocupaciones vayan a desaparecer como por arte de magia, pero por lo menos habrá alguien más que sabrá qué es lo que te preocupa o molesta y que podrá ayudarte a buscar posibles soluciones
.
A tu madre y a tu padre les importa lo que te ocurre y les interesa saber cuándo tienes problemas porque te quieren y quieren saber lo que está pasando en tu vida. Pero, ¿y si no quieres explicárselo a tus padres? En tal caso, siempre puedes buscar a otro adulto de confianza, como un pariente o el psicólogo escolar. Tal vez esa persona pueda ayudarte a hablar con tu madre y/o tu padre sobre lo que te preocupa.

¿Cómo puedes hablar sobre los sentimientos?
Una vez hayas decidido con quién quieres hablar, necesitarás elegir un lugar y un momento adecuado para hacerlo. ¿Debería ser un lugar recogido, o puedes hablar con tus hermanos en la sala de estar? Eso dependerá de tus preferencias, pero es importante que escojas un momento y un lugar en que podáis hablar tranquilamente sin que nadie os interrumpa. Si crees que te va a resultar difícil decir lo que tienes en la cabeza, anotátelo en un trozo de papel. Si la persona no entiende a la primera lo que intentas contarle, prueba a explicárselo de una manera diferente o ponle un ejemplo de lo que te preocupa o molesta. Si hay algo que crees que podría mejorar las cosas, explícaselo también.

Algunos niños -al igual que algunos adultos – son más introvertidos que otros. 

Esto significa que hay algunas personas que son más tímidas y les cuesta más compartir sus sentimientos. No es preciso compartir con los demás todos y cada uno de los sentimientos que tenemos, pero es importante que lo hagamos cuando necesitamos ayuda. No puedes solucionar tú solo todos tus problemas. 

A veces necesitarás ayuda. Y, entonces, hablar sobre cómo te sientes puede ser el primer paso para obtenerla.


Seres Sociales

Convivir significa vivir en compañía de otros.


Para convivir necesitamos una relación con otros seres humanos y con el medio.
 La convivencia social es una necesidad humana, porque el ser humano es un ser bio-psico-social, que nace tan desvalido, indefenso, que necesita otros seres humanos para sobrevivir.

Podemos clasificar las necesidades humanas en:
-      Biológicas: el alimento, el abrigo...
-      Sociales: relaciones de familia, amistad...
-      Económicas: el trabajo, la vivienda...
-      Culturales: la educación.
-      Sicológicas: la necesidad de afecto, amor, relacionamiento con otros seres humanos.

Somos seres gregarios, pues necesitamos vivir en grupos con otros seres humanos.

Nuestro contexto social muchas veces nos condiciona, influye en cómo nos vestimos, la música que escuchamos, lo que comemos, lo que los varones buscan en las mujeres y las mujeres en los varones, como hablamos, lo que queremos para nuestro futuro, hace que nos identifiquemos con unos y nos diferenciemos de otros.

La Socialización es el proceso por el cual aprendemos a vivir en sociedad, a través de aprendizajes e interiorización de valores, normas, comportamientos y gustos.

La sociedad es el gran agente de socialización y cada persona con quien se entre en contacto es en cierto modo, un agente de socialización. Entre la gran sociedad y la persona individual existen grupos grandes y pequeños que son los principales agentes de socialización del ser humano.

Algunos agentes de socialización son: madre, padre, hermanos, familia, amigos, centros educativos, medios de comunicación, barrio, etc.

Cada uno de ellos, en alguna forma, nos ayuda a adaptarnos a vivir con otros seres humanos, enseñándonos pautas de convivencia, valores, etc., que hacen que interioricemos normas y podamos convertirnos en miembros cabales de la sociedad.

La cultura es toda creación del hombre, resultado de la invención social, trasmitida y conservada a través de la comunicación y el lenguaje.
 Tylor: “La cultura es un todo complejo que incluye los conocimientos, las creencias, el arte, la moral, las leyes, las costumbres y otras capacidades adquiridas por el hombre como miembro de la sociedad”

La cultura se aprende a lo largo de toda la vida a través del proceso de socialización.


La Ingrata Soberbia


Filosofía

“Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda tribulación”  (Dhammapada)

Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en crisis.

Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de valores éticos.

Caramba, qué coincidencia.
Los que creemos en la filosofía siempre hemos pensado que son los valores éticos los que conforman nuestra identidad como seres humanos y en su cultivo está la raíz de las soluciones que se manifestarán, igual que su ausencia fue la raíz de los problemas que afloran ahora a la superficie. Puede la filosofía, también, servir para encontrar una buena brújula para navegar en las procelosas aguas de la vida.

Esto, que suena tan rimbombante, no es ni más ni menos que lo que todo ser humano ansía interiormente por naturaleza, porque todos necesitamos saber para qué hemos venido a la vida, y si no queremos declararlo así, por lo menos nos gustaría tener un pequeño manual práctico de cómo ir capeando aquellas situaciones que nos provocan inquietud, esa inquietud que no es material, y que nos demanda insistentemente una meta que nos impulse hacia adelante y nos anime a no dejarnos aplastar por las olas cotidianas que ofuscan nuestra visión del horizonte.

Hemos conocido tiempos llenos de palabras. El mundo ya ha visto a dónde nos conducen. Es el tiempo de pasar a las acciones, pero no a las que son fruto del miedo, la inquietud, la desesperanza o el resentimiento. Es tiempo de reflexionar por un momento qué es lo verdaderamente importante, y sobre todo, qué es lo que depende de nosotros mismos, algo en lo que insistieron tanto los estoicos. 

Tal vez podamos evitar el sentido trágico de nuestro momento e interpretar nuestro papel lo mejor posible, tal como nos sugirió el gran Epicteto.

Lo pasado ya pasó. Hemos de aprender a diferenciar las situaciones que no dependen de nosotros de aquellas otras en las que sí podemos ser protagonistas activos. Todo ello redundará en una mejor vida para todos. Tal vez no seamos más ricos, o no tengamos tantas comodidades materiales, pero sabremos qué camino hemos de tomar ante las adversidades. Curiosamente, en la filosofía de los textos clásicos hay recetas que todavía no han caducado. ¿Qué tal si las echamos un vistazo?

"Mejor que mil disertaciones, mejor que un mero revoltijo de palabras sin significado, es una frase sensata, al escuchar la cual uno se calma"  (Dhammapada)


viernes, 17 de abril de 2020

Ser Tal Cual Soy


“A pesar de la incertidumbre, siento la solidez de lo que existe, y la continuidad de mi ser tal cual soy” Carl G.Jung

Las flores de Bach trabajan sobre el mecanismo central de desconexión entre máscara y sombra. El mito griego de Quirón describe la tarea que cada persona debe enfrentar: la herida que debe sanar, la lección de vida que debe aprender.

La sombra es lo opuesto a lo que aceptamos, reconocemos y con lo que nos identificamos: nuestra máscara. De esta manera la tarea de la Terapia Floral consiste en destruir o disolver nuestras máscaras y ponernos en contacto, cercano e íntimo, con nuestra sombra. La Terapia Floral (en lenguaje moderno) es una psicoterapia sostenida por esencias florales.

Entrar en contacto con la sombra es el paso inicial del proceso terapéutico e implica:

Que la persona la sienta como parte propia e incorpore los afectos/ emociones que por ausentes se vuelven síntomas, ya que el síntoma es la expresión de una emoción suprimida

Que acepte que somos dos y que ambos somos “uno mismo”. Ej: Que todo Vervena - Vervain en la personalidad esconde un Violeta de Agua -Water Violet en su sombra, que todo Agua de roca - Rock Water, una Cerasifera - Cherry Plum.

Nuestro trabajo floral consiste en lograr que la persona reconozca lo que proyecta fuera de sí y considere sus síntomas, sus vínculos y sus sueños como espejos que le devuelven la madera de que está hecha su alma. Actividad difícil porque nos cuesta ver en nosotros lo que rechazamos en otros.

Eduardo H. Grecco nos aconseja como terapeuta, tener en cuenta tres lugares desde el cual diagnosticar en términos caracterológicos a una persona: máscara, sombra y posición emocional. La personalidad es la ventana por medio de la cual miramos el mundo y el mundo nos mira. 

La sombra es lo que ignoramos y rechazamos de nosotros mismos. La posición emocional es la modalidad afectiva que marca nuestra vida y tiñe el modo de mirar y ver la realidad propia y ajena.

Hay esencias para acercarnos, para tomar conciencia de nuestra sombra, opuesta a lo que es ese escudo identificatorio manifiesto que llamamos personalidad. Esa flor que mora en el abismo al que nos cuesta asomarnos es la que hay que descubrir y se debe prescribir cuando hablamos de prescripción caracterológica – flor tipo. Allí es donde mora la fuente de donde mana la “causa real de la enfermedad”.

“Detrás de una máscara rígida y autosuficiente, la sombra que tenemos que abrazar es el espíritu de libertad de pensamiento que envolvía a Bach por dentro y por fuera, de la cabeza a los pies”.