Se ha escrito y hecho muchísimo en nombre de la “solidaridad”. Incluso,
algunos han llegado a decir que “ser solidario” es parte del talante chileno,
sobre todo porque nos asoma en momentos de dolor, en terremotos y en las
desgracias más desgarradoras: donde hay infortunio, lo más seguro es que allí
nos encontremos con dos chilenos, uno en adversidad, otro ayudando a quien lo
necesita.
Para qué hablar de la Teletón, que ha cuadrado a nuestros conciudadanos
bajo sus filas durante años y años, pese a las críticas más furibundas en su
contra.
En cada una de estas acciones sociales visibilizamos la solidaridad.
Cuando un país entero se vuelca hacia las personas con discapacidad, o cuando
un grupo de universitarios realiza trabajos que van en beneficio directo de una
comunidad que tiene necesidades materiales y espirituales, hay allí formas
nobles de concretar la solidaridad, es decir, de responsabilizarse por la
suerte de los demás; pero, ¿qué implica “responsabilizarse” por los más
desventajados?, ¿”asistirlos” para que salgan de la pobreza, entregándoles
herramientas para que lo hagan por sí mismos, premiar sus “méritos” con beneficios
de distinta índole, redistribuir la riqueza del conjunto del país entre quienes
no la poseen, reformar las estructuras e instituciones sociales injustas,
cambiando todo lo que sea carente del más mínimo sentido de humanidad?
Todas estas preguntas, legítimas y razonables, revelan que el asunto no
es tan sencillo como parece. Las respuestas exigen una serie de precisiones que
no todos están dispuestos a asumir.
En nuestro país, por el contrario, nos hemos
acostumbrado a hablar de la solidaridad a troche y moche. Cualquier asunto con
olor a “social”, ya es solidario. Y así, usualmente “imponemos” nuestro parecer
por sobre las sensibilidades ajenas ─pasamos “retroexcavadora”─ donde
ciertamente hay injusticias, pero también complejidades políticas, técnicas y
culturales que no se solucionan con payasadas, ni tampoco negando la sal y el
agua a quienes a veces tienen más iniciativa que nosotros.
¿Qué nos exige, en consecuencia, la “solidaridad”
en nuestros días? Reflexión seria: hay tras la palabra “solidaridad” distintos
conceptos y miradas sobre la persona y la sociedad, que requieren ser
ponderadas, interpretadas y analizadas críticamente. La filosofía, la teoría
política o la economía tienen un rol indispensable, que no siempre empleamos
correctamente.