Hojeando papeles viejos encontré una charla que ofrecí hace 25 años
sobre cómo enfrentar los nuevos valores de la sociedad cambiante en que
vivimos.
Mi argumento básico era que no se trataba de apegarse a valores que ya
han sido sustituidos por conceptos diferentes, sino de darle un sentido
diferente, más abarcador, a los nuevos valores. Decía que asistimos a una época
en que la técnica, que nació al servicio del hombre, se ha convertido en
ideología y ha puesto al hombre a su servicio. En consecuencia, el profesional
en esa sociedad se representa en un técnico frío, un homo eficiencis, que
conoce mucho de las reglas y poco de la gente.
Sin embargo, todas las historias de éxito que se escuchan se basan en
tratar bien a la gente.
Creo que la principal regla para la transformación de los valores
modernos es ampliar su horizonte humano. Que los jóvenes no se queden en la
ingeniería, la administración, la computación o las estadísticas, sino que le
añadan el componente humanístico y moral, pues aunque para sobrevivir como
profesionales tienen que aplicar y conocer la filosofía de la eficiencia, para
vivir una vida plena tienen que disponer de una batería ética alcalina que les
recargue el corazón.
El hombre o mujer exitoso del futuro tendrá que serlo dentro de los
valores de esa sociedad, pero ser reconocido por su forma de vida. Ojalá todos
fuésemos individualistas en el cumplimiento del deber y de nuestras
responsabilidades. Si alguien quiere influir en la sociedad del futuro tendrá
que ser eficiente y exitoso, pero también ser moralmente valioso
.
La pobreza material y espiritual no inspira a nadie. La generosidad y la
vida con moderación, sí.
Ojalá estas reflexiones le sirvan a alguien.
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