sábado, 9 de mayo de 2020

Superarnos


Es una acción que requiere inmediatez, planeación, esfuerzo y trabajo permanente. Por lo que simplemente el tiempo, el deseo y la propia estimulación, no llegan a un buen puerto.

Las aspiraciones que habitualmente tenemos en la vida, tienen su centro en aquellas oportunidades, su provecho y la obtención de los frutos deseados. Por lo tanto, podríamos decir que la superación es aquel valor que nos motiva a perfeccionarnos, ya sea desde lo humano, espiritual, profesional, económico. Por lo cual debemos vencer todos aquellos problemas que se nos presenten. Para ello, desarrollaremos la capacidad de lograr cada objetivo propuesto. Es decir, que la verdadera solución no tiene cantidad, sino por el contrario, calidad
.
Los seres humanos tenemos que saber que poseemos un deseo innato: la superación. Pero a veces, nos paralizamos. ¿Por qué? Diríamos que el principal freno es nuestra persona, ya que muchas veces los temores más profundos, nos paralizan y actuamos como simples conformistas.

Usualmente, nos encontramos con personas que hablan permanentemente de sus planes y del nuevo rumbo que iniciarán en sus vidas, pero finalmente todo se desvanece, y quedan en palabras y deseos, replicando los contratiempos no previstos, los cuales obstaculizaron sus objetivos. 

Ello demuestra lo que mencionábamos anteriormente, y es que la superación no se logra con tiempo, sino con acciones inmediatas y cargadas de esfuerzo y arduo trabajo.

El gran cambio lleno de beneficios materiales, no concuerda con la superación.

La capacidad de plantearnos nuevos retos, disponernos a enfrentar y resolver dificultades, es temida por las personas, ya que el tiempo y permanencia en un determinado lugar, nos asegura estabilidad y seguridad.

Justamente, la manera más fácil de medir el progreso, es la acumulación de recursos económicos y materiales tan necesarios. El problema es que siempre encauzamos la superación hacia ese punto. El hecho aquí, es que existen otros aspectos fundamentales que debe tener en cuenta cualquier persona.

Por ejemplo, como manejamos nuestros hábitos y costumbres (ya sea desde el cuidado de cosas ajenas y personas, a la amabilidad con que nos dirigimos hacia otros). Además como nos desenvolvemos en el ámbito laboral. Si somos padres analizar que tiempo le dedicamos a nuestros hijos y la labor que estamos haciendo en la formación de nuestra familia. Y además ver nuestra cercanía al ámbito espiritual, ya que es muy frecuente que quede descuidado, sin embargo es un espacio que ofrece muchas posibilidades para el conocimiento de valores, preceptos y sacramentos.


Como mencionábamos anteriormente, en los bienes materiales no encontramos la superación; sino por el contrario, está en nosotros mismos. Ahora bien, tampoco importa la edad en el que uno se dispone a superarse, porque renunciar a mejorar, se asemeja a una vida sin falta de aspiraciones, es decir, solamente a conformarse.



L a Generosidad


Uno de los valores que debería fomentarse y practicarse a diario, desde los primeros años de vida,  es la generosidad  para conseguir un mundo mejor.
La bondad y la empatía deben practicarse diariamente.

Enseñarla a los niños es sencillo, basta el ejemplo genuino de los adultos cercanos a ellos para que esta virtud sea parte de sus vidas y así la practiquen a diario, comenta la orientadora familiar Ana Lucía Rosel.

Los niños desde pequeños deben  aprender que es mejor  ayudar al necesitado y cooperar, en lugar de agredir, arrebatar o maltratar.  “Pero ¡Ojo!, no solo basta con que ellos sepan lo que es la generosidad y en qué consisten los actos bondadosos, si no los practican. Aquí entra en juego la palabra “servicio” y lo que esta conlleva, añade Rosel y explica que la palabra bondad tiene muchos sinónimos, entre ellos, amor, servicio, caridad y solidaridad.

“Ser bondadoso requiere acción a través del servicio y hay muchas maneras de demostrarlo, de hecho, Jesús, es el claro ejemplo de generosidad, porque buscaba al fatigado, al enfermo, al pobre y al solitario para ser benévolo con ellos”,  dice el guía espiritual Roberto Mejía.

“Es igual que la fe; Santiago 2: 14-20: cita ‘¿De qué sirve si alguno dice que tiene fe y no hace obras?... Si un hermano o una hermana está desnudo  y alguno de vosotros le dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas  necesarias para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma’”, añade Mejía.

La formación moral de los alumnos empieza y sigue en casa. No debe pretenderse que en los centros educativos se enseñe esta.

“La única forma en que los niños pueden incorporar lo que implica tener un buen corazón es observando comportamientos que los modelen por parte de las personas que más aman, es decir, sus padres”, señala la educadora familiar y psicóloga Ángela Marulanda en su libro Creciendo con nuestros hijos.

Para enseñarle a los hijos a ser bondadosos primero hay que enseñarles a que sean agradecidos. Quienes tienen gratitud hacia sus familias, o por los juguetes que tienen,  por la casa, por la comida, por el colegio, por la ropa, etcétera, serán capaces de desarrollar una mejor empatía y compasión por los demás.

Hacer obras sociales  también es educar en bondad y además se fomenta la empatía. Una obra social puede ser recaudar dinero para una buena causa, ofrecer el tiempo para recoger elementos para los más necesitados, recaudar fondos para niños enfermos o encontrar hogares para perros y gatos abandonados.

“A raíz de las crisis de valores que atraviesa la sociedad actual, se ha llegado al extremo de considerar  que ser  bondadoso es casi una desventaja. Desde que el éxito, la felicidad y el progreso se entiendan en términos de acumular bienes, escalar posiciones y cosechar fama y poder, todo lo que no contribuya a tal fin es considera innecesario. Así, la competitividad, el protagonismo y la agresividad han desplazado a la sencillez, la compasión, la rectitud, la generosidad, la solidaridad y la bondad”, cita Marulanda.

En conclusión, para conseguir que los niños sepan qué es la bondad, el ejemplo es la mejor herramienta. El modelo que le ofrece el adulto le dirá mucho más que mil palabras y su efecto será  inmediato y profundo.



Las Expectativas Y La Realidad


Las expectativas versus La realidad: la eterna batalla.
No hay ninguna conspiración contra ti, nadie te quiere hacer daño y nadie te ofende. Créeme. Lo que de verdad te ofenden son tus expectativas.

Y es que no hay nada más devastador que esperar algo y que la realidad no cuadre con lo que teníamos pensado. ¿O acaso es al contrario?

¿Acaso no son nuestras expectativas la verdadera causa de nuestro malestar y dolor?

Hoy quiero hablarte de esta disonancia que vivimos continuamente y te quiero regalar mi técnica take-away para vivir en la realidad y vencer esas expectativas que te restan felicidad.

Quiero que realices conmigo un ejercicio de introspección y busques esas situaciones donde tus expectativas no se han ajustado con la realidad.
Quizá esperabas un regalo en tu cumpleaños que no recibiste.

Quizá un día que estabas especialmente mal esperabas afecto de tus amigos más cercanos  y no te lo dieron.

Quizá esperabas ciertas notas en un examen y el resultado no fue el esperado.
Quizá esperabas que tu pareja te llevara a un lujoso restaurante y te agasajara a cumplidos y halagos… y al final todo lo que pensaste no podía estar más lejos de la realidad.

Y claro, después de estas situaciones te enfadabas. Te entraba la típica rabieta de cuando un niño quiere un helado y no se lo compran.

Ahora, date cuenta de dónde está el problema.

¿Son los demás los que te ofenden o eres tú quien exige demasiado a la realidad?
Puedes pensar lo que quieras, pero creo que es más sano deshacerse de esas expectativas que te están amargando y estropeando los momentos felices.

Ni tu familia (padres, madres, hermanos), ni tus amigos, ni tu pareja te pertenecen. Son personas distintas con motivaciones distintas y vidas distintas.

No puedes pretender que estén ahí para ti cumpliendo todas tus expectativas. No los puedes comprar, no los puedes acaparar, no los puedes atar… Son libres, igual que un pájaro o el agua corriente de un río
.
Y es bello que sea así, porque así es la vida. Un ir y venir de personas que te tocan, comparten contigo su tiempo y se van.

No te ofenden los demás, son tus pensamientos acerca de cómo tienen que actuar las personas, cómo tienen que actuar tus padres, tus amigos o tu pareja. Deja que cada uno actúe como es, como seres libres y conscientes de otra realidad (la que perciben ellos) y que es totalmente distinta a la tuya.

Nuestra mente quiere ayudarnos a ver la realidad y que nos esforcemos lo mínimo posible, por lo que hace que nos guiemos diariamente por pensamientos y creencias. Esto no es ni bueno ni malo, simplemente estos patrones sirven para que nuestro comportamiento esté más orientado y haya menos incertidumbre en nuestra vida. Aunque muchas veces estos pensamientos automáticos nos jueguen malas pasadas. Nuestra mente quiere ayudarnos a ver la realidad y que nos esforcemos lo mínimo posible, por lo que hace que nos guiemos diariamente por pensamientos y creencias. 

Esto no es ni bueno ni malo, simplemente estos patrones sirven para que nuestro comportamiento esté más orientado y haya menos incertidumbre en nuestra vida. Aunque muchas veces estos pensamientos automáticos nos jueguen malas pasadas.


Ni tú deberías nada, ni los demás deberían nada. La palabra “debería” quítala de tu diccionario mental, elimínala para siempre. No es más que un peso de obligación sobre nosotros, sobre nuestra propia capacidad y sobre lo que esperas de los demás. 

Créeme, ni tú debes hacer nada por nadie ni los demás deberían hacer nada por ti. Hazlo si quieres hacerlo, y los demás lo harán por ti si les sale desde el corazón.

Los Mitos

A través de la mitología se ha tratado de interpretar la inmortalidad, el deseo de la eterna juventud o una cura milagrosa. estos son temas que aluden a la muerte o a su negación. “en el inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad

En la hermenéutica del mito existen distintos niveles interpretativos que devienen de diversas postulaciones teóricas. Una de ellas concibe al mito como un intento de expresión de las ansiedades básicas de la humanidad. Aquello que no se sabe cómo conocer o entender, se lo explica míticamente, siendo esta explicación a la vez un esfuerzo de elaboración de tales ansiedades y, ambivalentemente, la búsqueda de la negación de las mismas.

Se cierra el círculo: se constelaniza el mito, fascina a los individuos. Este efecto luminoso, adhesivo, fascinante, es la clave que señala que el mito porta esos secretos inaccesibles a la conciencia; como un juego que todos los hombres lo practican como que no conocieran las reglas.

Por esto el mito es también una contraseña que permite indicar aspectos de la identidad humana. En el ciclo mítico del héroe, específicamente, y siguiendo a Joseph  Campbell, mitólogo y escritor, la fórmula de los ritos de iniciación: separación-iniciación-retorno que denomina unidad nuclear del monomito, esquematiza en tres los momentos de la vida del héroe. ¿Qué impulsa al héroe a iniciarse? ¿Cuándo decide emprender la aventura? ¿Por qué?

Estas preguntas quizás puedan comenzar a responderse si se toma en cuenta aquello de que el héroe sale a buscar: la hierba de la inmortalidad, los elíxires para la larga vida y la eterna juventud, la panacea que curaría todas las enfermedades, los secretos de la vida. Estos son temas que aluden a la muerte o a su negación.

El héroe sale a desafiar la muerte, entonces, y su propósito sería vivir después de haberse encontrado con la muerte, o tener la seguridad de su inmortalidad, generalmente para tratar de transmitirla a los demás. Gilgamesh, héroe mesopotámico, salió a buscar el elixir que le garantizara rejuvenecer y no envejecer. Su travesía implicó vencer leones, hombres-escorpiones, hasta que pudo llegar a un hermoso jardín con flores, frutas y piedras preciosas.

La Responsabilidad


Quiero hablar de este tema de gran importancia, para que las demás personas sepan lo que es para mí la responsabilidad. Todos en este mundo tenemos libertades, derechos, así como también tenemos obligaciones, que son parte de algo llamado responsabilidad.

Responsabilidad: acción de responder de las consecuencias de las propias acciones o de las de otro.

La responsabilidad no solamente es un tema para ti mismo; es decir, no solamente te afecta a ti, sino a toda la sociedad que te rodea. Aunque pienses: “¿qué tiene que ver la responsabilidad conmigo?”, la respuesta es simple: TODO.

 En este caso me voy a referir a los estudiantes como yo. Mis responsabilidades son: ir a la escuela, llegar temprano, llevar mi uniforme limpio y completo, asistir bien peinado, tarea, trabajos, exámenes, actividades; también en el hogar: mi ropa, mi recámara, etc.

Para que la responsabilidad se lleve a cabo son necesarias dos cosas: libertad (primeramente se necesita el uso de razón, por ejemplo: los animales, los niños y los locos carecen del uso de razón; por lo tanto, ellos no son responsables) y la ley (que implica hacerte cargo de tus actos ante alguien que ha regulado un comportamiento).

Todos necesitamos, para poder ser responsables, de alguien que tenga autoridad y que sea capaz de ponernos reglas. Las siguientes autoridades pueden ser: Dios, padres, maestros, etcétera, por mencionar los más importantes.

Para mí la responsabilidad es ser libre y enfrentar tus problemas o tus buenos ratos con razonamiento. Para mí es mejor ser responsable, ya que así mi conciencia como hijo-estudiante está limpia, además de que crece mi valor como persona.

Las demás personas tienen otra imagen de ti si eres responsable, por ejemplo: “mira, él sí trabaja, cumple con sus tareas y es un buen hijo”.

Siempre tendrás personas que te ayuden, ya que saben que eres responsable y nunca fallas.

Pero hay otras personas que en vez de afrontar sus problemas deciden quitarse de toda culpa, o se hacen los que no les importa nada, eso se le llama EVITAR RESPONSABILIDADES, pero yo creo que si quieres llegar a ser alguien en la vida, tienes que aprovechar al máximo las oportunidades que te den y responsabilizarte en las cosas que tengas que hacer AHORA, porque después serán muchas más obligaciones de las que pienses
.
A veces no puedo creer, cuando mis compañeros de clase llegan sin sus tareas y sus trabajos, y me quedo pensando “¿Que habrá sido más importante para no cumplir con lo que debía?” o “¿Qué será de ellos cuando estén más grandes?...Cuando tengan casa, familia, hijos, trabajo.
Si decides ser responsable, primeramente tienes que aclarar lo que deseas ser en la vida, que quieres que la gente vea de ti, que quieres lograr, así tendrás tus valores más planteados y tu mentalidad de responsabilidad crecerá. Bueno al menos a mí sí me funciona.

Pero también necesitas de dos cosas que para mí son muy importantes, la valentía: que te ayuda a querer alcanzar tus metas a toda costa, y la humildad: que hace que aceptes tus fallos, y así mejoras, ya que de los errores aprendes.


Para concluir, yo solo quiero decir que para cambiar al mundo, primero tienes que cambiarte TÚ. Hay que luchar para que este valor tan importante (LA RESPONSABILIDAD) nunca se pierda. Juntos lo podremos lograr.



Lo Que Hace Todo Posible

 
Una vez que empieces a considerar que estar solo es agradable, vas a sentir más confianza en tu habilidad de estar sin nadie. Y eso naturalmente lleva a que te sientas más independiente.

Ya no vas a experimentar más la ansiedad o ese deseo ardiente de compañía, una vez que aprendas lo encantador que es estar solo.

La vida está llena de relaciones, y la mayoría de ellas sólo dura cuando ambas personas están felices.  Y eso se puede volver un trabajo desgastante dependiendo de con quien estás. Ahora, esto no se aplica sólo a las relaciones personales, sino a todo tipo de relaciones.

Una vez que estás solo, la única felicidad por la que te tienes que preocupar es por la tuya.

Cuando comienzas a disfrutar de estar solo, muy rápidamente verás que la soledad significa que no tienes que disculparte por lo que has hecho. Muy a menudo, hacemos cosas que terminan enojando a otras personas o hiriendo los sentimientos de alguien más y luego tenemos que disculparnos rápidamente por eso.

Muy seguido, sentimos la necesidad de que nuestros amigos y familia nos den el visto bueno antes de hacer algo. Constantemente buscamos el consejo de otras personas acerca de lo que deberíamos hacer.

Por supuesto, hay algunas veces en las que no sólo es perfectamente aceptable pedir un consejo, sino que es necesario también. Pero por otro lado, hay veces en las que somos perfectamente capaces de actuar por nuestra cuenta, y no necesitamos buscar a los demás para que nos den las respuestas.

Saber Estar Solo


Algunas personas piensan que “estar solo” es algo malo.
Sin embargo, existen muchos beneficios que surgen una vez que aprendes a aceptar la soledad.

No estoy diciendo que te transformes en Tom Hanks en el Náufrago, ya que nadie puede discutir contra los beneficios y alegrías que hay al tener una relación gratificante con otras personas. Lo que sí estoy diciendo, es que una vez que aprendes a disfrutar estar solo, vas a crecer como persona.

A continuación hay diez cosas increíbles que te pasarán una vez que comiences a divertirte estando solo:

A menudo cuando estamos rodeados de personas gastamos mucha energía.

Tratamos de mantener al resto feliz, de hacerlos reír, apaciguar sus egos, leer sus emociones y todas esas otras cosas de rigor que vienen con cualquier interacción. Un poco de tiempo en solitario permite que te recargues, por lo que es bueno tomar un descanso, tanto emocional como  mental, de la interacción constante.

Tu vida siempre se mueve a un ritmo increíblemente rápido. Tan rápido de hecho, que probablemente sea raro que tengas un momento para sentarte y reflexionar sobre tu vida. Estar solo te da la oportunidad perfecta para realizar un poco de auto reflexión.

Cuando comiences a disfrutar estar solo, ganarás una mayor perspectiva sobre tus propias emociones. Crearás un entendimiento más profundo acerca de lo que te hace feliz, lo que te molesta y lo que te entristece.

Con ese conocimiento es más fácil regular tus emociones. Pero todo comienza con el entendimiento sobre cómo te sientes, y eso sólo llega con un poco de soledad
.
Cuando estás permanentemente acompañado por otras personas, siempre estás cediendo para encontrar soluciones que el grupo completo pueda disfrutar. Y desafortunadamente, las cosas que más quieres, podrían no siempre estar dentro de lo que el grupo quiere.

Así que es fácil divertirse estando sólo, una vez que te das cuenta que al hacerlo, tienes más libertad para realizar las cosas que realmente quieres hacer.

Estar en compañía de otros puede ser entretenido, pero también puede afectar seriamente tu productividad. Hay momentos en que la compañía de otras personas resulta ser nada más que una distracción que impide que hagas tu trabajo.

Cuando pasas tiempo solo de forma constante, y eventualmente comienzas a disfrutarlo, echas de menos a tus amigos. Por ello, cuando estés con ellos te darás cuenta de que también disfrutas de esas relaciones incluso más.

Esto se debe a que el tiempo que pasas solo te da a una mayor apreciación de ti mismo. Pero también te permite apreciar todas las cosas geniales que hay en las relaciones con otras personas, muchas de las cuales no podías percibir antes.

Una vez que empieces a considerar que estar solo es agradable, vas a sentir más confianza en tu habilidad de estar sin nadie. Y eso naturalmente lleva a que te sientas más independiente.

Ya no vas a experimentar más la ansiedad o ese deseo ardiente de compañía, una vez que aprendas lo encantador que es estar solo.


La Ilusión Mental



Atravesamos la vida tratando de hacer equilibrio entre la paranoia y la ingenuidad. En algunos casos, tendemos a ver amenazas donde no las hay o no tienen la dimensión que les otorgamos, y en otros, adoptamos una postura cándida que se inclina por ver las cosas mejor de lo que realmente son.

Una revisión constante de la experiencia y de las reflexiones que la sustentan nos sirve para ir calibrando nuestros juicios, que con el tiempo se van haciendo más certeros, aunque nunca exactos.

Si te ilusionas e idealizas “todo el tiempo” es probable que no estés evaluando tu experiencia de manera adecuada. En general, esto sucede cuando los datos de la realidad desafían creencias muy arraigadas y que nos negamos a modificar. 
Entonces, para conservar esas creencias, evitamos confrontarlas con la información que las contradice.

A menudo, este apego a determinadas creencias toma la siguiente forma: las cosas “deben” ser de una cierta manera. Como consecuencia de esta postura, aunque comprobemos una y otra vez que la realidad nos desmiente, hacemos caso omiso de esto y continuamos en nuestra búsqueda para ver si la próxima vez las cosas son finalmente como nosotros creemos que deben ser.


Para no hacerse falsas ilusiones es importante que evites pensar tanto en el futuro y que te centres en el presente. Muchas veces, por anticiparnos demasiado a los hechos, evitamos disfrutar de lo que es realmente importante y, lo importante, es la vida que tienes hoy. 

Así que disfruta del momento sin pensar en el mañana. Este es el mejor consejo para que tu vida sea satisfactoria. 



Nacidos Para Pensar


Si lo ha intentado alguna vez no creo que lo haya conseguido, pues, aunque intentemos evitarlo es muy difícil, si no imposible, detener el pensamiento del mismo modo que detenemos la imagen del televisor presionando el botón de pausa. 

Otra cosa es dejar de pensar en algo concreto. Eso sí es posible y mucho más fácil, pero si intentamos dejar de pensar por completo, el intento mismo ya es una forma de pensamiento. No podemos parar al cerebro, detenerlo en su inercia pensante. Lo que muchas veces llamamos quedarse en blanco, nunca es un blanco perfecto. Siempre hay algo en nuestro pensamiento, simple o complejo, 
más estático o más dinámico, quizá nunca completamente estático, salvo cuando dormimos sin soñar o cuando nos anestesian en un quirófano. 

El cerebro no se para nunca pues, mientras funcione, estamos pensando de un modo u otro. Una mente sin pensamientos tiene poco sentido, sería algo así como un recipiente vacío y, por tanto, un mero adorno.

Por un lado, los pensamientos pueden ser queridos, voluntarios, como cuando razonamos intencionadamente sobre algo, o cuando soñamos despiertos imaginando que pasan determinadas cosas, sean buenas o malas. De forma intencionada podemos pensar en que nos ha tocado la lotería, o dejar de pensar en que se acaban las vacaciones. Sin embargo, ¡ay!, cuando los pensamientos están impregnados de emociones, entonces difícilmente podemos evitarlos.

Entonces nos acosan y se nos imponen. Cuando temo el resultado de una prueba médica no puedo dejar de pensar en ello por mucho que lo intente. Pero el pensamiento es otras veces errante, vago y aleatorio, influido por percepciones momentáneas, por los estímulos exteriores que afrontamos en cada momento. Influido también, sin que lo sepamos, por la actividad inconsciente del cerebro, algo que no tenemos por qué considerar pensamiento propiamente dicho.

Sabemos muy bien a qué nos referimos ordinariamente cuando hablamos de pensar, no obstante, más difícil es tratar de definir el pensamiento mismo. ¿Qué es, cuál es su naturaleza? Utilizamos el término en muchos sentidos, incluidos algunos incongruentes y poco científicos. Hablamos de personas que piensan poco o mucho, que piensan bien o mal, o incluso de gente que no piensa. 

Curiosamente, en ambientes académicos o intelectuales se suele hablar también de aprender a pensar, como si el pensar fuera algo que hay que aprenderlo, igual que el hablar o el andar. Ese lenguaje es básicamente erróneo porque el pensamiento se nos impone, es decir, surge espontáneamente y se modula con la estimulación ambiental cuando el cerebro madura en el recién nacido. 

Antes incluso de nacer, el feto ya puede tener ciertas formas de pensamiento basadas en los estímulos que recibe. No tenemos que aprender a pensar, pues nacemos genéticamente dotados para ello. Otra cosa es aprender a pensar de un modo particular sobre algo, o a razonar convenientemente sobre determinadas cosas.

Una definición científica del pensamiento es la que lo considera como la actividad mental, y, por tanto, cerebral, que tiene lugar en ausencia de la cosa misma sobre la que se piensa. Cuando contemplamos un paisaje u oímos una melodía las primeras impresiones que invaden nuestra mente son de luces, colores, formas o sonidos. Son sensaciones inmediatas que, según dicha definición, no son todavía pensamiento. El pensamiento surge cuando nos ponemos a razonar sobre esas sensaciones, es decir, cuando empezamos a reconocerlas, valorarlas, compararlas con información almacenada en la memoria o tomar decisiones sobre ellas o a partir de ellas. 

Tal como lo concebimos no es fácil discernir el momento en que la sensación se convierte en pensamiento, pero sí podemos decir que cuando reconocemos las cosas que vemos u oímos las sensaciones ya se han convertido en percepciones y eso ya es una primera forma de pensamiento. Éste se hace especialmente profundo, implicando una gran actividad cerebral, cuando hacemos cosas complejas, como resolver problemas matemáticos o dilemas morales.

La pléyade de estímulos de toda índole que nos invade en el mundo moderno hace que nuestro cerebro se vuelva adicto a los mismos, es decir, hace que se convierta en un órgano al que no le bastan sus propios pensamientos y necesite ser estimulado por doquier. De ello da fe un experimento reciente de la Universidad de Virginia en Estados Unidos, donde el psicólogo social Timothy Wilson sometió a un buen número de estudiantes universitarios y a otros voluntarios a sesiones de entre seis y diez minutos, en una habitación pobremente ambientada o en sus propias casas, en las que tenían que quedarse a solas con sus propios pensamientos, sin compañía de ningún objeto o aparato estimulador o distractor, como móviles, ordenadores o incluso bolígrafos. El resultado fue que esa experiencia resultó tan desagradable para el sesenta y siete por ciento de los hombres y el veinticinco por ciento de las mujeres que muchos de ellos prefirieron administrarse una descarga eléctrica de cierta intensidad antes que volver a repetirla.

Imagínese usted mismo sin móvil, ni televisor, ni periódicos, ni agendas, ni ordenador, ni cadena musical, ni libros o revistas. Se pasa verdaderamente mal cuando hoy en día, en nuestro sofisticado y enriquecido mundo, te quedas completamente a solas con tus pensamientos. 

Hay incluso quien dice que una prueba de hambre de estímulos y adicción informativa es la imperiosa necesidad de consultar el whatsapp o el correo electrónico que tienen algunas personas cuando se levantan a media noche para ir al baño.

Marquemos El Rumbo



“El ser humano está Determinado o estamos sujetos al libre Albedrío???”

Bueno, hace un tiempo leí algo sobre Determinación y Libre Albedrío. Es un tema de discusión muy controvertido cuyos inicios se remontan incluso antes de la Antigua Grecia. 

Es cierto que hoy en día se da por válida la teoría del Libre Albedrío, por lo menos en el contexto social, pero yo no lo tengo tan claro.

Creo que estamos vinculados a una genética y a una cultura, y es en base a estas dos premisas donde realizamos todas las elecciones en la vida (yo soy yo y mis consecuencias). Una idea no puede surgir de la nada, pues para generar una idea se necesita conocer algo para aplicarla sobre algo. 

Es decir, el ser humano no puede decidir a priori absolutamente nada, todo lo decidimos en base a algo, nuestra forma de ser, lo que hemos aprendido, nuestra moral, nada se escapa a nuestra biología. 

Solamente un ser ajeno a nuestro universo, sin conocimientos, sin datos de ningún tipo podría elegir de forma libre, y solo se me ocurre Dios para hacer esto.

No me voy a explayar, pero solo una curiosidad más. Pienso que estamos determinados, todo lo que hacemos, todo lo que somos no lo elegimos, ni las ideas que tenemos las tenemos libremente, pero eso sí, somos autoconscientes de esa determinación aunque en apariencia no lo veamos (por lo menos yo si soy consciente de ello)

Mateo 10:30 “Pues aun vuestros cabellos están todos contados”



viernes, 8 de mayo de 2020

Lo Políticamente Correcto


Los pueblos somos resultado de muchas fuentes de aprendizaje: la sociedad y sus costumbres, su familia y su contexto escolar, religioso, entre otros. Durante la historia la humanidad ha ido acumulando una especie de “expertise” que va transmitiendo a lo largo de sus generaciones, una serie de fuentes de enseñanza que le indican al ser humano lo que le conviene y lo que no. 

Es decir, es la práctica empírica la que en un momento determinado le enseña a un niño a no meter la mano a una fogata para no lastimarse; luego, con unos años más, aprenderá con las clases de ciencia básica los usos del fuego y el peligro que puede representar si no se utiliza adecuadamente.

Entonces, esta composición de aprendizajes –de cultura entendida como el cúmulo de costumbres– indica humanamente la forma en que podemos seguir participando de este contrato social, que a su vez nos ayuda a ser interdependientes.

La cultura o la transmisión de usos y costumbres, ambas tienen una carretera de ida y vuelta, nos obligan a regresar a los orígenes para no perder el sentido del caminar y nos indican que en los usos y costumbres hay que distinguir los que nos construyen y los que nos destruyen (imagínese amigo lector que siendo un uso habitual el fumar cigarros, aprehendiéramos este hábito como bueno porque lo realizan muchos cientos de miles de personas desde hace tanto tiempo, y no diéramos paso a la ciencia para afirmar los daños del tabaquismo).

Por lo tanto, en ese razonamiento de ida y vuelta, quisiera compartirle una opinión sobre lo “políticamente correcto”.

Pues mire, el otro día participé en un foro sobre lo que habría qué decir ante ciertos escenarios, sobre todo en los universitarios. La idea es que las universidades tendrían que entrar en la materia de la globalización para efectos del proceso de enseñanza-aprendizaje, la investigación y la cátedra, pero también porque los valores se han globalizado por igual. Es cierto eso, pero el discurso no tendría por qué cambiar.

La esencia de una institución educativa tenderá siempre al origen de la academia griega: el donde nace el conocimiento.

Los políticos, los artistas, los personajes de la vida pública en general, guardan las formas para efectos de su “rating”, más que porque así lo crean. De ahí se deriva el lenguaje incluyente; más los efectos del lenguaje incluyente han polarizado los grupos, en lugar de unirlos. Sin embargo, el centro de la charla no es esa.

En efecto, hay quienes guardan los discursos para mejores ocasiones; pero la educación se ha de centrar no en dogmas, ni en estigmas, sino en argumentos para localizar la verdad. Si la institución educativa, como la universidad, pierde la intencionalidad de fomentar en sus alumnos la empatía por el conocimiento, por la verdad –aunque ésta duela–, en ese caso hemos perdido a la universidad.

En el caso de lo políticamente correcto, se aplican dos versiones:                   
– Lo convenientemente correcto de acuerdo al contexto, nos sugiere que lo correcto es ser amantes de la diplomacia, para que no nos desencadene una serie de desacuerdos que se basan en la percepción o en los argumentos. En esta versión de lo políticamente correcto, debemos decir las cosas con la intención de no lastimar, dogmatizar, abrumar o insultar a alguien por lo que se es. Pero lo que no podemos hacer en el ambiente educativo, es dejar de decirlas, porque nuestros orígenes hablan de que hay una preponderancia en el mensaje que se manda desde la educación y que trasciende y ha trascendido a las generaciones para los grandes cambios de comportamiento.
– El otro gran tema es la dignidad humana. En primer lugar, la dignidad óntica, referida a aquella que se posee por el hecho de ser persona humana, no se pierde por los accidentes. Una persona, aunque sea la más villana de la historia, tiene una dignidad, al menos óntica, lo que le vale para que sea respetada su vida y su espacio vital. Sí, pero además debemos aclarar que la dignidad se compone también del comportamiento del sujeto específico. No es el sujeto contra lo que la verdad habla, sino quizás contra sus actos.

Debemos hablar con claridad de muchos temas en las instituciones educativas, y eso tiene ciertamente que matizarse con el detalle del tono humano, pero nunca perder su fin constructivo, reparador o mejorador de la persona, es decir, guiarla de donde está, a donde quiere llegar. De otro modo, caeríamos en la complacencia de los respetos humanos, en que, por no generar discordia, discusión, disenso, preferimos el silencio de la indiferencia.

– La otra dignidad es la ética. Es la que nos ha de distinguir, de saber el lado bueno y malo de un tema, e inclinarse por el bueno, con lo que esto implique. Lo que nunca se ha de perder es el sentido reponedor, nunca usar el conocimiento para denigrar o discriminar, sino para construir.

La diferencia de una educación transformadora y una políticamente correcta, es que en este momento de la historia, con la globalización a tope, hay que abandonar el silencio que nos mantuvo callados, con la creencia de que algún día todo se arreglaría por generación espontánea. Hoy, hay que hablar.

Hoy, hay que defender el matrimonio, la familia, la vida humana, la verdad y el conocimiento, no callarse. Porque hoy es cuando se necesita aclarar en las leyes lo que sí es un matrimonio, lo que sí es el ser humano en el vientre materno, lo que sí es el cuidado paliativo y no la eutanasia, lo que sí es un factor de protección y no el supuesto derecho a legalizar la mariguana.

Es hoy cuando hay que aclararle al mundo de forma empírica y científica lo que conviene social y humanamente. Es una obligación de los educadores, de los ciudadanos. Pienso en aquellos que han quedado complacidos con este concepto de ser políticamente correctos en un aula, si tienen hijos, corren el riesgo de padecerlo alguna vez.

La globalización, por su parte, sí ha permitido que la comunicación supere la velocidad de la luz, y que las noticias corran como pólvora a través de las redes. Pero esa misma globalización que nos permite conocer los lugares más hermosos del mundo, y rescatar sendos artículos de los mejores escritores, y un sinfín de buenas cosas, también como una especie de condición colateral, también nos ha traído una confusión extrema sobre la realidad y la verdad misma.

Al paso de la globalización hacia la “aldea mundial”, hemos caído en una situación en que hoy todo puede ser verdad o mentira –el relativismo en su máxima expresión–, poniendo en tela de juicio todos los aprendizajes de la historia y descontextualizando a los seres humanos de lo que son, de lo que en parte deben a sus padres y a su historia personal. Hemos caído pues en una imposición ideológica forzada, a tal grado que ahora las universidades y las instituciones educativas tienen que repensar si siguen enseñando conocimientos, o poniéndolos a juicio del educando, para ver si son de su agrado.

El peor peligro que tiene la humanidad es que una de las instituciones más seguras, más confiables, como la educativa, se pierda en los respetos y los dichos políticamente correctos y caiga en este juego de palabras para no perturbar la paz de sus integrantes, pues cuando eso sucede, no se pierden sus integrantes, se pierde una sociedad. Se pierde y difícilmente se podrá recuperar del todo, si es que un día sucede.

Lo políticamente correcto sucede para las campañas políticas, para los encuentros diplomáticos; pero la verdad es una y hay que decirla, decirla bien y decirla fuerte, no importan las consecuencias. 

Es eso, o seguir la cobarde sombra de un consenso hacia la perdición humana.