sábado, 4 de julio de 2020

El Trabajo De Transformar


El valor del trabajo humano no se mide por el tipo de actividad de cada uno (carpintero, profesional, campesino...), sino por el hecho de ser persona quien lo ejecuta. Entre todas las criaturas, sólo el hombre es capaz de trabajar de manera "programada y racional", en forma "consciente y libre".

Con su trabajo humaniza y ennoblece a la naturaleza, modelándola de acuerdo a sus intereses primordiales, en directa relación con su desarrollo y autopromoción integral.

Por ejemplo si para tí el trabajo es un valor que requiere y exige su ejercicio. Habrá que iniciar por la descripción que de él se tenga, la cual puede ser de una manera positiva o negativa, optimista o pesimista y que resulta ser el reflejo de la valoración que se le da.

El trabajo ofrece a cada hombre la oportunidad de crecer, desarrollar todas sus capacidades congénitas, realizarse como persona y ser cada día "más plenamente hombre". Así perfecciona su humanidad y mantiene el predominio y superioridad efectiva que debe ejercer sobre las cosas.


El trabajo desarrollado por la persona engendra, por sí mismo, el derecho al bienestar suficiente, personal y familiar, derecho que es independiente de la valoración económica, científica o técnica que tenga el trabajo realizado.


viernes, 3 de julio de 2020

Cuando Surge


Filosofía
Racionalismo
Surgir De La Nada

Los tres filósofos de Mileto pensaban que tenía que haber una –y
quizás sólo una- materia primaria de la que estaba hecho todo lo
demás. ¿Pero cómo era posible que una materia se alterara de
repente para convertirse en algo completamente distinto? A este
problema lo podemos llamar problema del cambio.

Desde aproximadamente el año 500 a. de C. vivieron unos
filósofos en la colonia griega de Elea en el sur de Italia, y estos
eleatos se preocuparon por cuestiones de ese tipo.

El más conocido era Parménides (aprox. 510-470 a. de C). (14)
Parménides pensaba que todo lo que hay ha existido siempre, lo
que era una idea muy corriente entre los griegos. Daban más o
menos por sentado que todo lo que existe en el mundo es eterno.
Nada puede surgir de la nada, pensaba Parménides. Y algo que
existe, tampoco se puede convertir en nada.

Pero Parménides fue más lejos que la mayoría. Pensaba que
ningún verdadero cambio era posible. No hay nada que se pueda
convertir en algo diferente a lo que es exactamente.

Desde luego que Parménides sabía que precisamente la
naturaleza muestra cambios constantes. Con los sentidos
observaba cómo cambiaban las cosas, pero esto no concordaba
con lo que le decía la razón. No obstante, cuando se vio forzado a
elegir entre fiarse de sus sentidos o de su razón, optó por la
razón.

Conocemos la expresión: «Si no lo veo, no lo creo». Pero
Parménides no lo creía ni siquiera cuando lo veía. Pensaba que
los sentidos nos ofrecen una imagen errónea del mundo, una
imagen que no concuerda con la razón de los seres humanos.

Como filósofo, consideraba que era su obligación descubrir toda
clase de «ilusiones».

Esta fuerte fe en la razón humana se llama racionalismo.


Un racionalista es el que tiene una gran fe en la razón de las
personas como fuente de sus conocimientos sobre el mundo.


Aprender A Escuchar

Tal vez sea la madurez, los años o incluso la resignación, pero siempre llega un momento en que nos damos cuenta de que hay discusiones que ya no valen la pena. Es entonces cuando preferimos optar por ese silencio que calla y sonríe, pero que nunca otorga, ese que comprende, por fin, que no sirve de nada dar explicaciones a quien no desea entender.


Ahora bien, a pesar de que a menudo se diga aquello de que discutir es un arte donde todos tienen la palabra pero muy pocos el juicio, en realidad, es un problema que va más allá. Las discusiones, a veces, son como una partitura donde la música está desafinada, donde no siempre se escucha y en la que todos desean tener la razón o la voz cantante.

En ocasiones, es una práctica agotadora. Hay discusiones que antes de empezar ya son batallas perdidas. Puede que sean los años o simple cansancio, pero hay cosas de las que ya no deseo hablar más…

Una buena parte de la psicología y de la filosofía nos han enseñado estrategias para salir airosos en cualquier discusión. Buenos argumentos, el uso de los heurísticos o una adecuada gestión emocional serían  algunos ejemplos de ello, pero...¿Y si lo que buscamos es no iniciar determinadas discusiones que ya damos por perdidas desde el principio?

La madurez no depende de la edad, sino de llegar a esa etapa personal donde ya no deseamos engañarnos a nosotros mismos, donde luchamos por un equilibrio interno donde cuidar de nuestras palabras, respetar lo que escuchamos y meditar cada aspecto que optamos por callar.

Es entonces cuando somos conscientes de qué aspectos merecen nuestro esfuerzo y cuáles nuestra distancia. Es posible, por ejemplo, que nuestra relación con un familiar cercano fuera compleja hace unos años, tanto, que mantener una simple conversación era como caer sin paracaídas al abismo de la tensión, de las discusiones y los malos ratos.

Ahora, sin embargo, todo aquello ha cambiado, y no es porque nuestra relación haya mejorado, sino porque hay una aceptación de  nuestras diferencias. Optamos por un silencio que no otorga, ni se deja vencer, pero que se respeta.

Eran Halperin es un psicólogo israelí especialista en discusiones y resolución de conflictos en el ámbito político, cuyas teorías pueden aplicarse perfectamente al ámbito cotidiano. Según explica, las discusiones más complejas y acaloradas tienen como componente psicológico la “amenaza,” la sensación de que alguien pretende vulnerar nuestros principios o nuestras esencias.

Sabemos ya que hay discusiones por las que no vamos a perder la calma ni nuestras energías. Pero comprendemos también que la vida es negociar casi cada día para poder coexistir en armonía, para mantener esa relación afectiva, para lograr objetivos en nuestro trabajo, e incluso, por qué no, llegar acuerdos con nuestros hijos. Las discusiones no están exentas en ninguno de estos ámbitos.

Aprender a oír es natural, pero saber escuchar es vital.

La Prudencia


En mi niñez, escuche en muchas ocasiones decir este  refrán “es mejor callar, que locamente hablar”.

Cómo es de importante ser prudente, ¿Verdad? Cuántas discordias, pleitos, separaciones evitamos si callamos en lugar de explotar, y cuánto ganamos cuando sabemos actuar con prudencia.

La prudencia es una cualidad que se desarrolla en nuestra vida a través de la experiencia y las circunstancias que nos toca vivir. Si somos personas sujetas a nuestras emociones, seremos esclavos de ellas y también nos expondremos a varios problemas.

No siempre actuamos con prudencia. Ante una crisis o un momento de coraje, generalmente perdemos el control.  Mantenerse en calma ante situaciones de mucho estrés y dificultad no es nada fácil. Se requiere de autocontrol, de dominio propio.

Cuando te enfrentas a situaciones que te generan sentimientos de ira, tristeza, venganza, cuando eres víctima de las injusticias, la manera como reaccionas, habla mucho sobre quién eres como persona y muestras en alto grado tu éxito o fracaso en las relaciones interpersonales.

La prudencia es un valor que se forja en tu vida no por apariencia, sino por la manera en que conduces tu diario vivir. La gran mayoría de las decisiones equivocadas que has tomado, se deben al afán, a la emoción, el mal genio, la falta de una buena información, es decir, a la falta de prudencia para actuar.

El ser prudente no quiere decir que no vamos a cometer errores. La persona que es prudente, tiene la cualidad de reconocer que ha fallado, que tiene limitaciones y sabe rectificar, disculparse y pedir consejo.



Nuestro Ingenio


El genio de la humanidad siempre ha brillado cuando ha tenido que enfrentarse a los mayores desafíos. Ya fuera la construcción de una pirámide o el diseño de una catedral gótica, ningún impedimento natural ha sido un obstáculo infranqueable para el empeño humano por crear y trascender las aparentes limitaciones físicas que se ciernen sobre nosotros. 

Podemos multiplicarnos a través de genes, obras materiales e ideas que resisten el paso del tiempo y nos proyectan a una esfera universal, válida para cualquier época y cualquier cultura. Lo que parece destinado a sucumbir como elemento efímero puede sin embargo adquirir visos de permanencia gracias al poder del intelecto. Es la mente la que logra sobreponerse a las barreras de la naturaleza. 

Es el ingenio que palpita en el acto del pensamiento lo que consigue valerse de las mismas fuerzas de la naturaleza para burlarlas y edificar lo más excelso. Es la suma de una lógica que comprende las conexiones entre los fenómenos y de una imaginación que se atreve a sondear vínculos alternativos, posibilidades inusitadas, con la claridad que bendice a los espíritus más profundos.

Estos triunfos no se circunscriben al mundo material, a la acción humana sobre el medio, sino que se extienden al ámbito del pensamiento puro, donde resplandecen con un vigor aún más fascinante. Por arduo que se nos antoje erigir templos gigantescos como los que abundan en Egipto, Grecia o China, resulta todavía más complicado desentrañar las leyes de la naturaleza y expandir los confines del razonamiento abstracto. Así, es absolutamente admirable que hayamos llegado a racionalizar conceptos que parecían imbuidos de un misticismo inexpugnable: el infinito, la mente... (quizás también las categorías de trascendencia y creatividad, o al menos cabe creer que lo lograremos de manera paulatina).
En cualquier caso, siempre será posible formular nuevas ideas y anticiparse a la labor ordenadora y explicativa de la razón, para así elevar incesantemente el alcance del pensamiento humano, que en sus actos integra razón e imaginación.

“El poder divino no ha creado ningún ser más inmenso que la imaginación”, proclamaba Ibn Al Arabi. Pero incluso los límites con que tropieza la imaginación pueden sobrepasarse con ayuda de la razón. Muchas cosas que no pueden ser imaginadas pueden ser concebidas racionalmente: las distintas clases de infinito, la velocidad máxima en el universo, la dualidad onda-corpúsculo… Y, hermanadas adecuadamente, ¿qué barrera podría alzarse frente a la suma de razón e imaginación? ¿Qué fuerza podría cercenar nuestro sueño de alcanzar un saber pleno, un entendimiento infinito? La imaginación surgió antes que la razón, que puede definirse como una imaginación sujeta a reglas. 

La imaginación al servicio de la razón nos ofrece así un instrumento prácticamente imbatible para ensanchar el pensamiento humano.

Ciertamente, es probable que siempre persistan secretos inescrutables, que la mente humana jamás consiga descifrar. Son los misterios de la naturaleza, “in which they ever did and ever will remain”, como escribió Hume. Pero también es legítimo sostener que si dispusiéramos de infinito tiempo para investigar el cosmos y penetrar en los entresijos de la naturaleza humana, ningún misterio permanecería eternamente entronizado en su incognoscibilidad. 

En muy pocas ocasiones la ciencia desvela que algunas verdades no pueden ser comprendidas, o ciertos límites superados. Alabar lo posible, homenajear la curiosidad y la aspiración como motores de una búsqueda incesante del saber y del perfeccionamiento, enaltecerlas como diosas supremas del panteón humano, constituye una invitación a soñar para pensar con mayor ambición; nos exhorta a esforzarnos por iluminar lo desconocido y a deleitarnos en el proceso de descubrimiento y exploración, pese a que lo desconocido probablemente supere siempre el espectro de lo conocido, y ningún teorema de finitud pueda determinar a priori el radio de lo cognoscible.

Muchas veces es más bello desconocer que conocer, pues, espoleados por el irrefrenable acicate de la conciencia de nuestra ignorancia, sentimos el poderoso estímulo de la búsqueda, de la investigación; la arenga a caminar por nuevas sendas y a desplegar un esfuerzo heroico por descifrar los enigmas que hoy captan nuestra atención.

Lo posible… Qué hermosa y arcana idea. Sugiere libertad, creatividad, novedad, apertura, horizonte al que dirigirse, expresión, esfuerzo, entusiasmo, capacidad, sueño y movimiento; evoca luz, vida y esperanza. ¿Y no es sorprendente pensar que aún no hemos recibido luz de vastas regiones del universo, de espacios inconmensurables que permanecen ocultos e invisibles, envueltos en la briosa exuberancia de lo misterioso, aunque la conciencia humana los anticipe gracias al razonamiento deductivo y al progreso de la ciencia teórica? La luz no cesa de ser producida en el núcleo de las estrellas, surcando el cosmos a una velocidad que desborda la imaginación humana, pero que al fin y al cabo es finita. 

Sólo podemos conocer las regiones alcanzadas por la luz; la velocidad finita de su desplazamiento nos impide vislumbrar lugares desde los que aún no nos han llegado rayos de esa maravilla de la física que es la luz. La luz sella entonces un límite a nuestro conocimiento y, más aún, abre la ventana a lo desconocido.

¿Qué hay en esas inmensas regiones oscuras de las que aún no hemos percibido luz? ¿Qué secretos esconde el universo en sus puntos más recónditos? Y la luz no sólo ilumina nuestro conocimiento del mundo físico: la luz enciende la chispa del intelecto. La versatilidad del lenguaje metafórico nos permite equiparar el acto físico de ver objetos del mundo con el de contemplar objetos del entendimiento. Así, al igual que aún no hemos visto innumerables regiones del cosmos, tampoco hemos contemplado infinitos espacios mentales. ¿Cómo vería el mundo una mente del futuro, cuyo entendimiento hubiese franqueado los pórticos de ideas que hoy por hoy nos resultan incomprensibles o sencillamente inimaginables?


Desde esta perspectiva, las tres determinaciones supremas del espíritu hegeliano no son descripciones de la realidad, sino expresión de las posibilidades de la mente humana. No representan una objetivación de lo dado, sino una contemplación de las posibilidades de lo dado. Son, por tanto, descripciones de posibilidades, no de realidades. 

Lo que la razón aún no comprende, o todavía no ha formalizado convenientemente, se anticipa en los ejercicios imaginativos que pueblan la creatividad simbólica de las grandes tradiciones artísticas y religiosas de la humanidad. En la filosofía, la convergencia entre razón e imaginación, entre ciencia y arte, alcanza su cúspide. La filosofía trata de amoldarse a la ciencia, a su método y a su sujeción a las evidencias empíricas, pero también suspira por un horizonte de universalidad que sólo puede encontrar en el reino del pensamiento puro. Se aventura así a sondear ideas, sistemas y doctrinas que, finamente combinados, quizás arrojen luz sobre los problemas del mundo y de la mente, e incluso contribuyan a vislumbrar territorios nuevos y a abordar problemas inopinados: una nueva primavera del intelecto, que descubra principios desconocidos y encuentre conexiones inesperadas en el seno de la realidad.


Las Diferencias


Todos somos únicos. Nuestra individualidad no sólo existe en nuestras huellas digitales o labiales, nuestra individualidad que es lo que hace la diferencia entre unos y otros, son mucho más profundas, están en el fondo de nuestro cerebro y también en nuestro corazón.

Y esas diferencias son tan hermosas, pues nos permiten además tener nuestra propia singularidad; compartir e interrelacionarnos con los otros compartiendo nuestras características; entregando y recibiendo emociones, sensaciones, valores, conocimientos.

Todo eso hace que la vida sea hermosa, pues en cada relación, aún transitoria, con todos aquellos con los cuales nos relacionamos como el chofer del bus, el policía de la esquina, el vendedor de pan, el recolector de basura, el vendedor de gasolina y tantos otros, nos permiten conocer siempre y cada vez, algo nuevo, incluso de nuestra propia existencia, de nuestros propios sentimientos y sabidurías.

Y eso tiene siempre una proporción de reciprocidad, que muchas veces ni siquiera notamos, puesto que así como recibimos, también y sin darnos cuentas estamos entregando algo, que cada uno según sus propias sabidurías, tomará o se apropiará de aquello y usará conciente o inconcientemente.

Esas, podríamos llamar de diferencias naturales y necesarias (espero no estar contradiciendo alguna teoría de algún importante filósofo, sociólogo o sicólogo), son la razón de la vida misma.

Hasta ahí, creo, está todo bien.
Sólo que falta la otra parte, las otras diferencias, las que hacen que la vida sea terrible para muchos. Incluso para aquellos que, podríamos decir, tienen diferencias positivas a su favor.

Claro, el problema aparece cuando nos encontramos con esas otras diferencias, aquellas creadas (“a imagen y semejanza del hombre”), por el propio hombre.

Y esas diferencias tienen una particularidad muy importante, que es condición casi “sine qua non”, de ellas mismas, la de dividir.
¿Y cuáles son esas diferencias?
Como ya decíamos, las creadas por el hombre. Divididas en dos grupos, uno en el que están las intangibles, no por eso menos trágicas en sus consecuencias; como: envidia, odio, usura, codicia y otras muchas. En el otro grupo están aquellas que son tangibles, especialmente en sus resultados, como: poder, dinero, explotación, esclavitud y muchas otras. Podemos incluir aquí las enfermedades incurables para los pobres como la diarrea, el resfriado y hasta los dolores de cabeza. 

Luego, aún pareciendo trágico, no lo es tanto, ya que como dicen por ahí, el hombre es un animal de costumbres, y así el esclavo no desea dejar de serlo y el que vive en la calle no quiere dejar “su casa”. Podríamos decir que esta última forma de ver las diferencias es casi poética, porque en la realidad, esas diferencias son también las que causan mucho dolor, son también las que crean o nos muestran otras diferencias. Son aquellas que nos hacen sentir menos que los otros, que por ahí dicen que afecta a los jóvenes, mas creo que afecta todos.

Y así los hombres y mujeres nos pasamos la vida mirando y hablando de nuestras diferencias con los otros. Yo soy rubio y tú negro; yo soy rico y tú pobre; claro que también desde el otro lado: yo soy negro y tú rubio; yo soy pobre y tú rico. Y las diferencias suman y siguen: yo soy alto y tú bajo; mi papá es empleado y el tuyo obrero; mi país tiene mejor IDH que el tuyo; en mi país hay menos corrupción que en el tuyo.

Pero los hombres, que son muy inteligentes y tienen buenas respuestas para todo, solucionaron ya el problema.
¿Cómo?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: Los hombres nacen iguales en dignidad y derechos. ¿..?
La constitución de tu país dice (con seguridad, son todas iguales): Todos son iguales ante la ley; sin distinción de cualquier naturaleza. ¿…?
Eso es todo. Habiendo solucionado el problema de las diferencias, ya no queda nada más por escribir.

www.lecturasparacompartir.com/reflexion/lasdiferencias.html


Cuando Se Entiende



 Todos sabemos del poder que tiene la mente para imaginar cosas, algunos más que otros, pero al fin y al cabo a imaginar lo que para cada uno es su propia realidad.

Gianluca Gimini un diseñador gráfico italiano mediante un simple y divertido proceso nos ilustra lo que para cada persona es su propia realidad de lo que es en su mente una bicicleta.

Durante un tiempo se dedicó a pedirles a sus amigos y a gente desconocida que le dibujaran de buenas a primera una bicicleta. No valía mirar una bicicleta antes, sino simplemente la dibujaran tal cual la recordaran en ese momento. Si es verdad que algunos se acercaron bastante a lo que realmente era una bicicleta, pero muchos otros, prácticamente la mayoría, dibujaron cosas verdaderamente curiosas.

Los propios psicólogos hacen una prueba parecida a esta para demostrar que nuestros cerebros nos engañan en muchas ocasiones haciéndonos pensar que sabemos algo a la perfección y la realidad es otra bien distinta.


Esto a su vez es un punto fuerte que tenemos que destacar los diseñadores, es el ver su propia percepción de las cosas, de esa maneras crearemos conceptos diferentes y exclusivos para nuestras creaciones gráficas.


Aprender Haciendo

¿Cuántos post lees a diario? ¿Cuántos tuits? ¿Cuántos vídeos de Youtube ves? 


Sí, ya sabemos que hoy más que nunca hay que estar informado, y hay que reciclar continuamente nuestros conocimientos para no quedarnos atascados laboralmente. Pero el tiempo que consumes diariamente en estar constantemente “al día”, es tiempo que pierdes en producir algo propio


Lo ideal es encontrar un buen equilibro entre la información que consumimos y la que producimos, porque escribir ayuda a aprender, vamos a verlo en profundidad:
Nos han impuesto la idea de que hay que leer, lo que sea, cuanto más mejor. Ninguna madre castigaría a un hijo que se pasara las horas muertas rodeado de libros en vez de videojuegos. No voy a ser yo el que diga que leer es malo, en absoluto, pero me gustaría matizar este cliché. Leer es una manera de conseguir información, ni más ni menos, y por lo tanto no deberíamos quedarnos con el elogio a la simple acción de leer, sino plantearnos la calidad de lo leído, de la información consumida. También puede que lo que leas sea contenido de calidad, útil, interesante, divertido y bien redactado. Pero si solo te quedas en la lectura, sin una reflexión posterior ni una interiorización de los contenidos, es simple consumo intrascendente.

Seguro que tienes un montón de suscripciones a fuentes de información en medios digitales especializados, como que seguirás con regularidad. Ya sea en programas como Feedly o Pocket, newsletters, o en listas de Twitter, la cantidad de información no deja de fluir. ¿Es esto malo? Pues no y sí. 

Evidentemente estar al día de las novedades de su sector laboral es una buena forma de crecer como profesional, el problema está en el momento en que la cantidad de información es desbordante y dedicamos demasiado tiempo a consumirla. 

Nuestro cerebro apenas es capaz de retener tanta información, y lo que descubrimos hoy raramente lo recordaremos en una semana.

Además de la saturación informativa y de la superficialidad de lo aprendido, el consumo pasivo de información nos volverá vagos intelectualmente, pues la falta de tiempo con la que leemos hace que muchas veces no nos cuestionemos lo que se nos dice y nos acabemos formando una opinión basada en torno a lo que leemos, y como siempre leemos de las mismas fuentes, nuestra visión estará bastante limitada.

Frente a este consumo pasivo basado en desbordantes suscripciones podemos optar por la búsqueda activa. Es decir, hacernos preguntas y buscar las respuestas. De esta forma nuestro cerebro estará más interesado en retener lo que encontremos y además encontraremos opiniones de diferentes medios por lo que no solo tendremos un punto de vista. Además es importante cuestionar todo lo que leemos, ser como el niño preguntón de la clase y dudar constantemente de todo. La duda, la curiosidad y la búsqueda activa fomentarán nuestra creatividad y nuestro pensamiento lateral. Por último, para terminar de construirnos una opinión y fijar lo aprendido sería muy interesante que escribieras.

El objetivo de este post no es fomentar la no lectura, sino fomentar la lectura crítica y activa. El consumo constante de información a veces puede ser contraproducente para nuestro objetivo de aprendizaje o información, la sobre estimulación produce ruido. Te invito a ser más selectivo con lo que lees, a que te lo cuestiones todo, y a que construyas, si aún no lo tienes, el hábito de escribir regularmente para ayudarte a pensar, entender y aprender. Y quién dice escribir, dice dibujar, construir, etc…parafraseando uno de los lemas de la Bauhaus:

"La mejor forma de aprender es aprender haciendo"

Innovar Con Perseverancia


Para efectuar un cambio con innovación, se requiere de mucha educación y perseverancia en el tiempo, para ello debemos desarrollar modelos y concepciones de desarrollo de acorde a nuestras necesidades y particularidades; la amplitud en la concepción del nuevo orden universal del pensamiento, debe estar fundamentado en la diversidad y capacidad de reconocimiento al ser humano como eje fundamental en esta estructuración de este nuevo orden mundial, el mismo que debe estar acuñado por concepciones políticas, económicas, filosóficas, etc, con poder de demostración y argumentaciones a partir del análisis crítico del desarrollo histórico de nuestros pueblos y naciones, no sólo debe ser este un ejercicio empírico técnico, sino que debe derramarse y contrastarse con la realidad específica en la que se viene desarrollando la gente en sus pueblos, villas, juntas, barrios, etc.

Lo cierto es que esta bipolaridad, no ha dado soluciones adecuadas a las necesidades de la gente, y siguen habiendo millones de pobres, sigue habiendo mucha hambre en todo el planeta y seguimos temiendo a manifestarnos y decir ! basta ¡, necesitamos de nuevas alternativas; y dentro de la estructuración de nuevas alternativas de desarrollo, debemos involucrarnos todos, no esperar a los "iluminatis" que van a solucionarnos nuestros problemas, debemos de despojarnos del pensamiento provinciano ó retrógrado que todo nos va a llegar en su momento, que si no es Dios, ó el papá estado el que va a solucionar nuestros grandes problemas de desarrollo humano; debemos de empezar a ejercitar nuestras neuronas y producir alternativas.

Dentro de las alternativas que se viene desarrollando, como unas de las vías extraordinarias dentro del pensamiento (no es la única), está el de la Economía Solidaria, introducida como pensamiento filosófico, y desgarrado de la concepción de economía social, se presenta como una alternativa democrática y con bases consistentes en su capacidad de convertirse en un sólido concepto integrador no sólo social, sino también político, que genere el norte preciso para lograr un desarrollo más armónico y equitativo. 

En nuestras sociedades sudamericanas, el concepto de Economía Solidaria, está en pleno desarrollo y consustanciación, a pesar que desde la década de los ochentas se encuentra flotando en el ambiente; esperemos que este pequeño ensayo, aporte un grano de arena, para que pueda desarrollarse este pensamiento en nuestro país, en beneficio del hombre, de la gente, de esas personas que hoy día miran hacia el horizonte sin esperanza, sin perspectivas, sin certidumbre, sin ilusión.


La Buena Convivencia


Cada vez es más evidente que la convivencia pacífica y democrática entre las personas y entre los pueblos debe ser considerada como uno de los objetivos más importantes para el desarrollo armónico del ser humano, tanto en su dimensión personal como social.


Por ello, la comunicación y el respeto entre todos los ciudadanos, conjugando adecuadamente la igualdad y la diferencia, deben ser referentes básicos para la configuración de las normas sociales y la consolidación de relaciones personales.

En este estudio sobre La cultura para la convivencia se reflexiona sobre la realidad compleja de la vida humana y, desde una perspectiva intercultural y crítica, se exponen los modelos de interpretación más relevantes de la existencia del ser humano.


Se pone de manifiesto el carácter esencialmente relacional del ser humano y se destaca la importancia de la educación y de las actitudes basadas en el reconocimiento recíproco como condición para el desarrollo personal y social, atendiendo a su vez a la influencia que la dimensión afectiva ejerce en la vida humana.

Cultivar Lo Mejor

La práctica de la lectura es una fuente de reflexión, de imaginación, de crítica y de aventura, pero parece una actividad cada vez menos cultivada. En este contexto existen, no obstante, iniciativas como el Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación, o tendencias como la mayor utilización de las bibliotecas en las escuelas de la ciudad, que deben consolidarse con políticas adecuadas.

La lectura se encuentra relegada por creciente importancia de las imágenes y de la representación visual, una tendencia motorizada por el impacto de la televisión y, fundamentalmente, la tecnología digital. Ante tal realidad, algunos pensadores han advertido que estos medios técnicos de reproducción van paulatinamente haciendo decrecer el interés por los libros y por la lectura, lo cual reduciría los umbrales de comprensión, de crítica y de autorreflexión de las personas.

A pesar de esta tendencia, en los países desarrollados los estudiantes leen varios libros a lo largo del año escolar y la industria cultural incrementa el número de títulos editados. En los países más pobres, los libros son objetos caros y la lectura suele verse como poco útil. En nuestras escuelas ha ido decreciendo la cantidad de libros utilizados por los alumnos, a la par que los estudiantes parecen poco interesados en la lectura, sea por suponer que ella no los ayudará a concretar algún progreso social, sea por el prejuicio de que la lectura no sería un buen medio de entretenimiento. Además, nuestra literatura no despierta el interés de un público amplio y la industria del libro se achica a la vez que se adapta al gusto propio de un cuadro de marcado deterioro cultural.

Así, la lectura corre el riesgo de convertirse en una práctica marginal, subalterna, para muchos integrantes de la sociedad, haciendo que muchos jóvenes —que las estadísticas calificarían como alfabetizados— se hallen con graves obstáculos a la hora de enfrentarse con la exigencia de reflexionar, de resolver problemas, de imaginar, de comprender, de argumentar y de representar discursivamente algo. Y es que la carencia del hábito regular de la lectura empobrece el lenguaje, limita los recursos expresivos y suele debilitar el entusiasmo por entender la naturaleza, por participar de la vida social y por explorar qué es lo que uno quiere y puede ser. 

Sin la compañía de los libros es más difícil hallar preguntas y esbozar respuestas; sin ellos parece improbable imaginar alternativas; sin la lectura desaparece todo un infinito de mundos posibles y, sin ellos, la sociedad y las personas se empobrecen.



Comprometidos


Cada vez que nos embarcamos en algún proyecto personal o un nuevo objetivo -no importando cuán grande o pequeño pueda parecer- es muy importante imprimirle un alto grado de compromiso, dedicación y propósito para su buen desarrollo y cumplimiento.

Comprometernos con aquello en lo que ponemos nuestra imagen, nuestro nombre y energía es fundamental, Una vez asumimos nuevos desafíos, esto debiese convertirse en nuestra tarea principal, ya que entra en juego nuestro sentido de responsabilidad y el uso coherente y generoso de nuestros dones y talentos.

La falta de compromiso en nuestra vida es sinónimo de caos y, desde mi experiencia, es, en esencia, solamente miedo disfrazado de distintas formas: Miedo a fracasar, a explorar aspectos desconocidos en nosotros y a ser más. Es aquí cuando comienzan a aflorar la falta de claridad, la tendencia a “dejar para mañana lo que podemos dejar para pasado mañana”, el desgano y la falta de dirección, entre otras variantes nocivas para nuestra integridad personal.


La importancia del compromiso y la dedicación es un aspecto esencial en nuestro cotidiano. Completar lo que empezamos, cerrar ciclos de la mejor manera y cultivar nuestra claridad e impecabilidad en cada una de nuestras esferas de acción nos llevan a disipar el caos y traer calma y claridad a nuestro mundo. El momento para hacernos cargo es, siempre, ahora.
Cada vez que nos embarcamos en algún proyecto personal o un nuevo objetivo -no importando cuán grande o pequeño pueda parecer- es muy importante imprimirle un alto grado de compromiso, dedicación y propósito para su buen desarrollo y cumplimiento.

Comprometernos con aquello en lo que ponemos nuestra imagen, nuestro nombre y energía es fundamental, Una vez asumimos nuevos desafíos, esto debiese convertirse en nuestra tarea principal, ya que entra en juego nuestro sentido de responsabilidad y el uso coherente y generoso de nuestros dones y talentos.

La falta de compromiso en nuestra vida es sinónimo de caos y, desde mi experiencia, es, en esencia, solamente miedo disfrazado de distintas formas: Miedo a fracasar, a explorar aspectos desconocidos en nosotros y a ser más. Es aquí cuando comienzan a aflorar la falta de claridad, la tendencia a “dejar para mañana lo que podemos dejar para pasado mañana”, el desgano y la falta de dirección, entre otras variantes nocivas para nuestra integridad personal.


La importancia del compromiso y la dedicación es un aspecto esencial en nuestro cotidiano. Completar lo que empezamos, cerrar ciclos de la mejor manera y cultivar nuestra claridad e impecabilidad en cada una de nuestras esferas de acción nos llevan a disipar el caos y traer calma y claridad a nuestro mundo. El momento para hacernos cargo es, siempre, ahora.


Hablemos Claro


La claridad en un texto consiste en que el texto sea entendible en la expresión de las ideas contenidas. Para que lo que se escribe tenga claridad se organizan las oraciones y palabras de forma tal, que el lector pueda acceder al contenido mediante una lectura fluida y fácil de comprender, independientemente del tema del texto.

El texto debe expresar de forma clara y jerarquizada las ideas que el autor pretende exponer. Luego de una introducción en donde se expongan los puntos principales de lo que tratará el texto, en el cuerpo del texto se da desarrollo a las ideas y conceptos que se pretenden exponer, posteriormente se da un cierre o conclusión del mismo, procurando que hayan quedado debidamente explicadas las ideas principales y secundarias.

Se evita ser repetitivo en los conceptos por que podría confundir al lector y se procura no caer en la repetición de palabras o términos que provoquen una cacofonía aun cuando las palabras usadas tengan un sentido y sintaxis, por motivo de la confusión que pudieran provocar en quien lee el texto, así como evitar los pleonasmos.

Puntos a seguir para obtener claridad en un texto:
Procurar que en el texto que se escribe cuente con buena sintaxis y buena ortografía.
Expresar de forma precisa lo que se pretende dar a entender al escribir. (las ideas, conceptos, hechos, relatos u opiniones que se plasmen en aquello que se escribe, deben de ser de fácil comprensión para el lector).
Expresar de forma concisa las ideas. (esto no contraviene que en el texto se den explicaciones extensas sobre un tema determinado. a lo que se refiere ser conciso es a evitar redundar en la forma de expresar las ideas de aquello que se escribe).
No repetir términos o palabras demasiado. (en la medida de lo posible hay que procurar no repetir en demasía las palabras, pues se cae en una cacofonía que en ocasiones confunde al lector).
No caer en pleonasmos y vicios propios de la escritura.(texto confuso)