En mi niñez, escuche en muchas ocasiones decir
este refrán “es mejor callar, que locamente hablar”.
Cómo es de importante ser prudente, ¿Verdad?
Cuántas discordias, pleitos, separaciones evitamos si callamos en lugar de
explotar, y cuánto ganamos cuando sabemos actuar con prudencia.
La prudencia es una cualidad que se desarrolla en
nuestra vida a través de la experiencia y las circunstancias que nos toca
vivir. Si somos personas sujetas a nuestras emociones, seremos esclavos de
ellas y también nos expondremos a varios problemas.
No siempre actuamos con prudencia. Ante una crisis
o un momento de coraje, generalmente perdemos el control. Mantenerse en
calma ante situaciones de mucho estrés y dificultad no es nada fácil. Se
requiere de autocontrol, de dominio propio.
Cuando te enfrentas a situaciones que te generan
sentimientos de ira, tristeza, venganza, cuando eres víctima de las
injusticias, la manera como reaccionas, habla mucho sobre quién eres como
persona y muestras en alto grado tu éxito o fracaso en las
relaciones interpersonales.
La prudencia es un valor que se forja en tu vida no
por apariencia, sino por la manera en que conduces tu diario vivir.
La gran mayoría de las decisiones equivocadas que has tomado, se deben al afán,
a la emoción, el mal genio, la falta de una buena información, es decir, a la
falta de prudencia para actuar.
El ser prudente no quiere decir que no vamos a
cometer errores. La persona que es prudente, tiene la cualidad de reconocer que
ha fallado, que tiene limitaciones y sabe rectificar, disculparse y pedir
consejo.
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