“En el mundo de la mentira, que no es más que nuestro propio mundo,
funcionan dos máximas que debemos asumir antes de iniciarnos en esta
provocadora disciplina: en primer lugar, somos muy malos detectores de la
mentira y, en segundo lugar, todos somos unos mentirosos”
Casi todos somos unos pequeños mentirosos deshonestos, y unos pocos
somos unos grandes mentirosos deshonestos. Aunque, en honor a la verdad, los
costos para nuestra sociedad de los pequeños mentirosos son descomunales en
relación a los costos de los grandes defraudadores.
Nos engañamos pensando que la mentira es necesaria para el
funcionamiento eficaz de nuestra sociedad y que disponemos de una holgada
capacidad para justificarnos: el "vivo" es el héroe de nuestra
sociedad.
Además, ni siquiera podemos confiar en nuestros mayores. Ni policías, ni
jueces, ni personas con alta experiencia, tienen una capacidad para detectar
mentiras. Es decir, no existen buenos detectores de mentiras en ninguna
parte de nuestro mundo. De hecho, las investigaciones realizadas al
respecto apuntan a una mayor fiabilidad de los "no expertos" que de
los "expertos"
Ni taparse la boca, ni apartar la mirada, o cualquier otro estereotipo
que venimos aceptando como cultura social, tiene validez científica para ser
considerada como una mentira. Si bien es cierto que algunas personas pueden
engañar mejor que otras, es conveniente conocer cuándo nos enfrentamos a buenos
mentirosos potenciales para así abordar una estrategia.
Una estrategia empieza por desconfiar del extrovertido, alguien con una
alta estabilidad emocional y una dosis de frialdad afectiva. Es decir, aquellos
en los que acostumbramos a confiar.
La buena noticia es que no todo está perdido. Detectar mentiras es una
tarea compleja, pero no imposible. Mentir es muy difícil y requiere de un
trabajo extraordinario: el mentiroso debe planificar, saber de lo que miente, y
crear una verdad alternativa; además de analizar si le creemos y controlar el
miedo a que lo descubran.
No es fácil y requiere un elevado despliegue de recursos que lo hace más
vulnerable, especialmente si tenemos la posibilidad de controlar nuestra
relación con él.
Existen demasiados condicionantes que pueden alterar el resultado de un
análisis de credibilidad, como las razones que nos mueven a mentir y para qué
mentimos. Algunos aspectos en la cultura de la mentira pueden ser válidos
en algunos casos y ser muy diferentes en otros, como los tiempos de reacción a
una pregunta que son superiores a lo normal (especialmente si alguien no está
preparado para una entrevista).
Hay mucho "ruido" en el mundo de la mentira. Los manuales para
la detección de mentirosos son bastante decepcionantes, existen demasiados
aficionados con fórmulas de lenguaje corporal sin validar que solo representan
una ofensa a los equipos de científicos que trabajan validando investigaciones
en muchas universidades.
Entonces, ¿debemos renunciar a mejorar nuestra capacidad para evitar el
engaño? La respuesta es no, solo debemos ser conscientes de que no existen
elixires mágicos y que este proceso requiere de un trabajo serio y avalado por
profesionales.
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