El ejercicio de la responsabilidad individual depende de cada uno. En
principio, en un contexto de libertad, y desde la perspectiva de una persona
sana, es decir, libre de trastornos psicológicos graves, todos podemos
elegir libremente qué hacer con nuestra vida, hacia dónde dirigirnos, con
quienes queremos estar, qué queremos ser. Podemos incluso decidir no tomar
ninguna decisión acerca de nuestra vida.
La consecución de nuestros objetivos y de nuestras metas depende de muy
diversos factores, pero el principal de todos ellos es ser conscientes de la
responsabilidad que tenemos sobre nuestras propias vidas, sobre nuestro
bienestar y sobre nuestra felicidad personal.
Ser responsable supone decidir acerca de cuáles son las acciones más
adecuadas para conseguir nuestros objetivos, significa ser proactivos, tomar la
iniciativa. La responsabilidad conlleva tomar conciencia acerca del nivel de
atención que prestamos a nuestro trabajo, a nuestras actividades y tareas
cotidianas, así como a las relaciones que mantenemos con las personas que se
encuentran en nuestro entorno, ya sea personal o profesional.
Ser responsables significa asumir las consecuencias de las decisiones
que tomamos, por tanto, significa excluir de toda culpa a las circunstancias o
personas que nos rodean. Expresiones como “ella/él me está volviendo loca/o”,
“esta persona me saca de quicio”, “todo lo que me pasa es por su culpa”, “esta
situación es injusta”, son expresiones que ponen de manifiesto nuestra falta de
responsabilidad.
Ser responsables supone también decidir cómo jerarquizamos nuestro
tiempo, como disponemos de nuestra energía, a quiénes le dedicamos ese tiempo y
esa energía. Asimismo, ser responsable afecta a la calidad de nuestra comunicación
con los demás. En el ejercicio de nuestra responsabilidad somos nosotros los
que nos cercioramos de que las personas han entendido el mensaje que
transmitimos, y de que también hemos entendido lo que otros pretenden
comunicarnos, por tanto, somos responsables de la forma y de la claridad con
que expresamos nuestras ideas e interpretamos las de los demás.
La responsabilidad supone aceptar de forma incondicional que nuestra
felicidad depende sólo y exclusivamente de nosotros. Esto exige un alto grado
de madurez personal. Significa que no vamos a hacer depender nuestra felicidad
del hecho de que otros nos quieran o no, cumplan nuestros deseos o no, actúen
de la forma que creemos más oportuna o no, o nos presten o no la atención que
consideramos nos merecemos.
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