Básicamente ser superficial es depender de algo o de alguien. Depender
psicológicamente de ciertos valores, de ciertas experiencias, de ciertos
recuerdos contribuye ciertamente a la superficialidad.
Cuando dependo de ir a la iglesia todas las mañanas, o todas las
semanas, para levantarme el ánimo o recibir ayuda, si tengo que cumplir ciertos
ritos para mantener mi sensación de integridad o para recordar algún
sentimiento que pude haber tenido alguna vez me vuelve superficial ¿no me hace
superficial? ¿No me vuelve superficial el que yo me entregue a un país, a un
proyecto, o a determinada agrupación política? Lo cierto es que todo el proceso
de dependencia es una evasión de sí mismo; esta identificación con lo más
grande es la negación de lo que yo soy. Pero, no debo negar lo que yo soy, que
es la realidad, debo comprender lo que soy y no tratar de identificarme con el
universo, con Dios, con determinado partido político o con lo que fuere.
Todo esto conduce al pensamiento superficial, y de este pensamiento
superficial surge una actividad que es permanentemente dañina, sea a escala
mundial o a escala individual.
Justificamos esta actitud diciendo "por lo menos luchamos por algo
mejor" y, cuanto más luchamos más superficiales somos. Esto es lo primero
que tenemos que ver, y esta es una de las cosas más difíciles: ver lo que
somos, reconocer que somos necios, frívolos, celosos, de miras estrechas. Si yo
veo lo que soy, si lo reconozco, entonces por ahí puedo empezar. Sin ninguna
duda es la mente superficial la que huye de lo que es, y no escapar requiere
una ardua investigación, no ceder a la inercia.
En el momento en que sé que soy superficial, ya hay un proceso de
profundización, siempre que no haga nada con esa superficialidad. Si la mente
dice: "soy mezquino; voy a examinarlo, voy a comprender la totalidad de
esa mezquindad, de esa influencia limitativa", entonces existe una
posibilidad de transformación. Pero la mente mezquina, que reconoce que lo es y
trata de no serlo ya sea leyendo, reuniéndose con la gente, viajando, estando
incesantemente activa como un mono, seguirá siendo una mente mezquina.
La mente superficial jamás podrá conocer grandes profundidades. Puede
tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras. Pero
si sabemos que somos superficiales, poco profundos, y observamos todas las
actividades de la superficialidad sin juzgar, sin condenar, pronto veremos que
lo superficial desaparece sin ninguna acción por nuestra parte. Pero eso
requiere atención y paciencia, no el ansioso deseo de resultados, de éxito.
Sólo la mente superficial desea conseguir resultados.
Cuanto más claro percibamos todo este proceso, tanto mejor descubriremos
las actividades de la mente; pero debemos observarla sin tratar de darles una
finalidad, porque en cuanto persigamos un fin, nos veremos de nuevo atrapados
en la dualidad del "yo" y del "no yo", con lo cual
continuará el problema".
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