Emociones como estas son parte de la naturaleza humana. Nos dan
información sobre lo que estamos viviendo y nos ayudan a saber cómo reaccionar.
Sentimos las emociones desde que somos bebés. Los bebés y los niños
pequeños reaccionan ante sus emociones con expresiones faciales o con acciones
como reírse, dar un abrazo, o llorar. Sienten y muestran emociones, pero aún no
tienen la capacidad de darle un nombre a la emoción o decir por qué se siente
de esa manera.
A medida que crecemos, nos volvemos más hábiles al entender las
emociones. En lugar de reaccionar cómo reaccionan los niños, podemos
identificar lo que sentimos y ponerlo en palabras. Con el tiempo y la práctica,
nos volvemos mejores para descifrar lo que sentimos y por qué. Esta habilidad
se llama conciencia emocional.
La conciencia emocional nos ayuda a develar lo que necesitamos y
queremos (o no queremos). Nos ayuda a construir mejores relaciones. Esto se
debe a que el ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a hablar
claramente sobre nuestros sentimientos, evitar o resolver mejor los conflictos
y superar los sentimientos difíciles con mayor facilidad.
Algunas personas están naturalmente más en contacto con sus emociones
que otras. La buena noticia es que todos pueden ser más conscientes de sus
emociones. Solo hace falta práctica. Pero vale la pena el esfuerzo: la
conciencia emocional es el primer paso hacia la construcción de la inteligencia
emocional, una habilidad que puede ayudar a las personas a ser más exitosas en
la vida.
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