Ahora bien, a pesar de que a menudo se diga aquello
de que discutir es un arte donde todos tienen la palabra pero muy pocos el
juicio, en realidad, es un problema que va más allá. Las discusiones, a
veces, son como una partitura donde la música está desafinada, donde no siempre
se escucha y en la que todos desean tener la razón o la voz cantante.
En ocasiones, es una práctica agotadora. Hay
discusiones que antes de empezar ya son batallas perdidas. Puede que sean los
años o simple cansancio, pero hay cosas de las que ya no deseo hablar más…
Una buena parte de la psicología y de la
filosofía nos han enseñado estrategias para salir airosos en cualquier
discusión. Buenos argumentos, el uso de los heurísticos o una adecuada gestión
emocional serían algunos ejemplos de ello, pero...¿Y si lo que
buscamos es no iniciar determinadas discusiones que ya damos por perdidas desde
el principio?
La madurez no depende de la edad, sino de
llegar a esa etapa personal donde ya no deseamos engañarnos a nosotros mismos,
donde luchamos por un equilibrio interno donde cuidar de nuestras palabras,
respetar lo que escuchamos y meditar cada aspecto que optamos por callar.
Es entonces cuando somos conscientes de qué
aspectos merecen nuestro esfuerzo y cuáles nuestra distancia. Es posible,
por ejemplo, que nuestra relación con un familiar cercano fuera compleja hace
unos años, tanto, que mantener una simple conversación era como caer sin
paracaídas al abismo de la tensión, de las discusiones y los malos ratos.
Ahora, sin embargo, todo aquello ha cambiado, y no
es porque nuestra relación haya mejorado, sino porque hay una aceptación de
nuestras diferencias. Optamos por un silencio que
no otorga, ni se deja vencer, pero que se respeta.
Eran Halperin es un psicólogo israelí
especialista en discusiones y resolución de conflictos en el ámbito político,
cuyas teorías pueden aplicarse perfectamente al ámbito cotidiano. Según
explica, las discusiones más complejas y acaloradas tienen como
componente psicológico la “amenaza,” la sensación de que alguien
pretende vulnerar nuestros principios o nuestras esencias.
Sabemos ya que hay discusiones por las que no vamos
a perder la calma ni nuestras energías. Pero comprendemos también que la
vida es negociar casi cada día para poder coexistir en armonía, para mantener
esa relación afectiva, para lograr objetivos en nuestro trabajo, e
incluso, por qué no, llegar acuerdos con nuestros hijos. Las discusiones
no están exentas en ninguno de estos ámbitos.
Aprender a oír es natural, pero saber escuchar es
vital.
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