jueves, 25 de mayo de 2017

Egocentrismo

La psicología afirma que el ego es la instancia psíquica que permite que un sujeto sea consciente de su propia identidad y se reconozca como yo. El ego media entre los deseos del ello y los mandatos morales del superyó para que el individuo logre satisfacer sus necesidades dentro de los parámetros sociales.

Se conoce como egoísmo al amor excesivo que una persona tiene sobre sí misma, el cual la lleva a atender solamente su propio interés, sin interesarse por el bienestar ajeno. El egoísmo es, por lo tanto, lo opuesto al altruismo.

El egocentrismo, un término que hace referencia a centrarse en el ego (es decir, el yo), es la exagerada exaltación de la propia personalidad. El egocéntrico hace de su personalidad el centro de la atención.

Los psicólogos resaltan que el egocentrismo consiste en creer que las opiniones y los intereses propios son más importantes que los pensamientos de los demás. Lo que el egocéntrico pretende es, según su óptica, lo único que tiene valor.

Diversos pensadores han expresado sus ideas acerca del egocentrismo y sus consecuencias, y resulta muy interesante observar que se trata de un comportamiento extremo, el cual priva a una persona de la felicidad tanto como lo hace su contracara, la entrega absoluta a los demás, la negligencia de las propias necesidades. 

En una de sus citas célebres, el filósofo suizo Henri Frédéric Amiel expresó que “una manera laboriosa de no ser nada, es serlo todo… de no querer nada, es quererlo todo“; esto resume de forma muy explícita el vacío que acarrea el egocentrismo.

Cuando una persona centra toda la existencia en sí misma, la repercusión más evidente es la desconexión con el resto de los seres vivos, la falta de compromiso e interés hacia los demás; sin embargo, se pasa por alto que el egocentrismo es también una forma de aislamiento.


Al enfocarse exclusivamente en las propias necesidades, se elimina la presencia de las potenciales amistades.

Muchas veces se define a los individuos egocéntricos como seres que sólo pueden amarse a sí mismos; esto puede significar también que se consideren demasiado buenos para ser apreciados por los demás, dado que no pueden comprender su superioridad.



Vale La Pena


Hay momentos que sentimos que todo está mal, que nuestras vidas se hunden en un abismo tan profundo, que no se alcanza a ver ni un pequeño resquicio por el que pase la luz.

En esos momentos debemos de tomar todo nuestro amor, nuestro coraje, nuestros sentimientos, nuestra fuerza y luchar por salir adelante.

Muchas veces nos hemos preguntado si vale la pena levantarnos de nuevo, y solo puedo contestar una cosa; hagamos que nuestra vida valga la pena.

Vale la pena sufrir, porque he aprendido a amar con todo el corazón.

Vale la pena estar en la oscuridad y caer hasta lo más profundo, porque ya no puedo ir hacia más abajo, de ahí en adelante todo va a ser hacia arriba hasta que vea la luz.

Vale la pena agachar la cabeza y bajar las manos, porque al levantarlas seré más fuerte de corazón.

Vale la pena una lagrima, porque es el filtro de mis sentimientos, a través de ella me reconozco frágil y me muestro tal cual soy.

Vale la pena cometer errores, porque me da mayor experiencia y objetividad.

Vale la pena volver a levantar la cabeza, porque una sola mirada puede llenar ese espacio vacío.

Vale la pena volver a sonreír, porque eso demuestra que he aprendido algo más.

Vale la pena acordarme de todas las cosas malas que me han pasado, porque ellas forjan lo que soy el día de hoy.

Vale la pena voltear hacia atrás, porque así sé que he dejado huella en los demás.

Vale la pena vivir, porque cada minuto que pasa es un oportunidad de volver a empezar.

Todo esto son solo palabras, letras entrelazadas con el único fin de dar una idea. Lo demás, depende de cada uno de nosotros. 

Dejemos que nuestras acciones hablen por nosotros.

SE FELIZ Colaboración de María Fernanda Muñoz Tostado.


Entre Ignorantes


Frases:
Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas. 
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
François de La Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés.

En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber.
William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.

El primer paso de la ignorancia es presumir de saber.
Baltasar Gracián (1601-1658) Escritor español.

Si te parece que sabes mucho y entiendes mucho, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras.
Thomas De Kempis (1380-1471) Teólogo alemán.

La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia.
Amos Bronson Alcott (1799-1888) Filósofo y profesor estadounidense.

Todo lo que se ignora, se desprecia.
Antonio Machado (1875-1939) Poeta y prosista español.

El ignorante, si calla, será tenido por erudito, y pasará por sabio si no abre los labios.
Salomón (970 AC-931 AC) Rey de Israel

Los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen.
Alfonso X el Sabio (1221-1284) Rey de Castilla y León.

Nada perturba tanto la vida humana como la ignorancia del bien y el mal.
Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano.

La ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas.
Confucio (551 AC-478 AC) Filósofo chino.

Lo peor de la ignorancia..es que.. a medida que se prolonga, adquiere confianza.
Anónimo

Hugo W Arostegui





El Autodominio


No siempre sabemos discutir. En lugar de escuchar y dialogar con ánimo constructivo, a veces queremos imponer nuestra opinión a toda costa.

Mezclamos lo afectivo. No debemos dejar llevarnos solamente por simpatías o antipatías. En el trabajo somos personas que cumplen una función.
Para ser escuchados debemos saber expresar nuestras necesidades, y la inteligencia emocional puede ayudarnos a mejorar nuestra vida laboral.

¿Cómo podemos saber si alguien tiene o no inteligencia emocional?, pregunta Carlos Mateo, psicólogo clínico y especialista en psicología positiva.

El mundo laboral se ha ido haciendo progresivamente más exigente y a la hora de seleccionar y contratar personal no solo se tienen en cuenta el curriculo, el coheficiente intelectual y la experiencia profesional, sino también las competencias emocionales.

Lo que se busca son personas que sean capaces de enfrentar emocionalmente diversas situaciones, o de aprender a hacerlo si se requiere. Por tanto la flexibilidad, la capacidad de aprendizaje y la tolerancia a la presión, son cualidades cada vez más valoradas por los empresarios y gerentes.

La inteligencia emocional es un término creado por el psicólogo norteamericano Daniel Goleman, y consiste en utilizar positivamente nuestras emociones y orientarlas hacia la eficacia del trabajo personal y las relaciones con otras personas.

En el trabajo cada vez tiene más valor. No en vano pasamos más de ocho horas diarias en el trabajo, cinco días a la semana, compartiendo espacio, competencias, toma de decisiones y responsabilidades con diferentes personas a las que no hemos elegido. No es raro que los conflictos estén a la orden del día.

Muchos de los conflictos en el trabajo se deben a una mala comunicación debido a malentendidos que surgen, hasta suposiciones no siempre fundamentadas, pasando por el afán de llamar o por abuso del poder. Otras veces surgen de nuestros ataques personales, invasión de competencias o por incumplimiento de funciones, señala Miguel Silveira, psicólogo clínico experto en estrés y ansiedad.

Estos malentendidos hacen que se debilite el clima de convivencia. Si suponemos en los demás una intención que no han tenido, se falsea la relación y, por lo tanto, el trato que les damos no está justificado. El origen de la situación está en que no sabemos manejar correctamente nuestras emociones.

Nos dejamos llevar demasiado por los impulsos que nos surgen y como estamos demasiado irritables, la agresividad se impone en nuestras reacciones. No estamos debidamente educados para meditar, de antemano, las consecuencias que se derivan de nuestro proceder", añade Silveira.

Sanear las emociones:

Teresa, de 42 años, recuerda el mal ambiente que había cuando se incorporó a su nuevo puesto: Nadie hablaba con nadie, la tensión flotaba en el ambiente y aunque a nadie parecía gustarle la situación, llevaban tanto tiempo aguantándola que no sabían cómo enfrentarse a ella.

Todo cambió cuando llegó una nueva directora: convocaba reuniones de trabajo efectivas, escuchaba a todos, y comenzó a solucionar los conflictos existentes. Nos hizo a todo participes del proyecto. Como arte de magia, el ambiente empezó a mejorar.

Si la inteligencia emocional es tan apreciada en el trabajo es porque nos ayuda a limar asperezas, acabar con tensiones soterradas y a mejorar la comunicación.

Gracias a ella interpretas mejor tu entorno y te comportas de manera más justa. Dejas de culpar al otro y te permite desarrollar las emociones adecuadas para relacionarte, añade el psicólogo Juan Carlos Álvarez.

Todos podemos aprender a manejar correctamente nuestras emociones. De lo que se trata es de desarrollar las emociones adecuadas para relacionarnos y expresar lo que tenemos en la cabeza.

Debes trabajar con dos emociones básicas como son el miedo y la ira. El miedo está en la base de todo lo que nos pasa. Reaccionamos con agresividad porque nos sentimos inseguros. Hay que cambiar las emociones negativas. Para ello se tiene que tener una imagen clara del beneficio que vamos a obtener por el cambio, y estar motivado para hacerlo, concluye Álvarez.



miércoles, 24 de mayo de 2017

El Valor De La Vida


Nada debe valorarse más que la vida humana, de la misma manera que no hay justificación para que un ser humano se considere superior a otro. Sin embargo, nos encontramos inmersos en un sistema deshumanizante que otorga valor a las personas por el dinero, posesiones o logros. Esto nos crea la necesidad de redescubrir el valor del ser humano.

Tenemos un valor incalculable; no somos el resultado de la evolución, de un accidente cósmico o una forma de vida biológica elevada que por casualidad adquirió conciencia. Fuimos creados como seres racionales, con moralidad, voluntad y discernimiento, únicos sobre la tierra con cuerpo, alma y espíritu, capaces de obrar para bien. Somos obra de un creador que con sabiduría e inteligencia nos hizo con un propósito, que no consiste en acumular posesiones o riqueza, sino en que tengamos como prioridad el cuidado y desarrollo integral de todo ser humano desde el momento de su concepción, utilizando para ello todos los recursos disponibles.

La racionalidad y moralidad nos da la capacidad de obrar para el bien, no solo para sí mismo, sino también para los demás. ¿Qué ha ocurrido entonces que hemos desvalorizado la vida, perdiendo la sensibilidad ante la necesidad y el dolor ajeno? Los grandes desafíos que tenemos en nuestro país, como la desnutrición infantil, carencia de atención en salud primaria y preventiva, el hambre y la miseria, el analfabetismo, la violencia que produce muerte y dolor a millares de familias o la desintegración familiar, exigen de cada uno de nosotros una respuesta concreta, comenzando con los gobernantes, puesto que han sido puestos en autoridad para servir, para buscar el bien común, no el beneficio propio.

Con frecuencia argumentamos que somos un país pobre, dependiente y limitado para enfrentar estos desafíos. Sin embargo, somos un país rico en recursos y potencial humano, con capacidad de generar oportunidades para el desarrollo integral de todos sus habitantes. El verdadero problema radica en que no estamos valorando la vida en la dimensión correcta, nos hemos vuelto indiferentes ante el drama de nuestros semejantes. Esto se evidencia, por un lado, en la forma como se administran y distribuyen los recursos públicos (actos de corrupción o en la priorización de cosas que no buscan satisfacer las necesidades primarias de la población) y por el otro, en la negativa o evasiva de cumplir a cabalidad la responsabilidad de pagar impuestos. Tanto lo uno como lo otro es inmoral y condenable.

La valoración del ser humano es un desafío ético para todos los que formamos parte de la sociedad. La riqueza y las posesiones son instrumentos que deben servir para el beneficio de los demás, no para fines egoístas.

Cada vida es única y valiosa en sí misma. Más allá de la indispensable cobertura de nuestras necesidades básicas, la felicidad no se encuentra en el consumo o la acumulación de bienes materiales, como trataron de hacernos creer, sino que la hallamos en todo aquello que no tiene precio: el amor, la amistad, la naturaleza… Apreciar y valorar los grandes regalos de la vida, es un primer paso para amarla y protegerla, uniendo nuestras fuerzas con las de todas las personas cuya sensibilidad humana haga palpitar su corazón al unísono con el de la humanidad.

El valor de la vida es una vida con sentido y con valores. Los valores como la generosidad, la bondad, la sabiduría, la integridad o la valentía nos hacen humanos. Casi todo el sufrimiento que padecemos nos lo causamos nosotros mismos y los unos a los otros, por causa de la falta de valores humanos que permiten la extensión de la codicia, la maldad, la envidia, el rencor… Tras cada vulneración de los derechos humanos hay alguien que hizo incumplimiento de sus deberes o valores humanos. Hasta que no comprendamos esto, nada cambiará. 

Y, para que cambie, tenemos que comenzar por cambiar cada uno de nosotros, cultivando lo mejor de nosotros mismos para ofrecerlo a los demás.


Comenzar Ahora


Dejar de lado lo que se ha sido para reinventarse no es una tarea fácil, entre otras cosas, porque se deben derrotar temores, replantear ideas, transformar objetivos y tomar la decisión de volar hacia mundos desconocidos.

Hay personas que están anquilosadas en el tiempo. Como prefieren permanecer en terrenos ya trajinados no avanzan y, lo que es peor, no tienen la más mínima posibilidad de cruzar los trayectos que les corresponden.

Son seres que no han aprendido a manejar bien la cotidianidad, ni han asumido el vuelo hacia destinos mejores o más gratificantes.

¿Es su caso?
Haga una sencilla reflexión sobre estas aseveraciones y pregúntese qué tanto de estas palabras retratan su estado actual.

De pronto detecta que todavía hay circunstancias de su realidad que necesitan de una intervención más franca y decidida de su parte.

Es probable que tenga pensamientos negativos que ha dejado anidar en su cabeza y que, en el fondo, lo único que han logrado es cultivar su inseguridad.

Suele ser muy fácil acomodarse a las viejas rutinas diarias lo que, de alguna forma, hace que sus días y los años pasen sin pena ni gloria. Usted, como todo ser humano, debe apuntarles a nuevas emociones como una manera de crecer. No puede abrir los brazos al tedio, porque él lo envolverá y le hará desperdiciar su vida.

Puede ser ‘aterrador’ ver el calendario y comprobar que los años están pasando sin lograr ‘nada de nada’.

Hacer cosas nuevas le ayudará a entender la importancia de correr ciertos riesgos. No tiene que tomar salidas radicales, pero sí deben ser acciones distintas a lo normal.

Empiece con pequeños cambios, pues ellos le abrirán la mente y le permitirán alimentar su espíritu.
Además, esas pequeñas cosas que emprenda le devolverán la confianza a usted mismo y le permitirán estar más abierto a opciones diferentes o a proyectos valiosos.

Yo creo que, de alguna forma, le hace falta poner los pies sobre la tierra y situarse en el camino que lo lleve a la renovación.

Lo que tiene que hacer es cambiar su forma de pensar y aprovechar las oportunidades que tiene a su alrededor.

Si se organiza mejor, si visualiza un mejor futuro, si tiene voluntad y si decide alzar el vuelo, luego de ese ‘plan de ajustes’ verá que las cosas empezarán a marchar mejor.

Está a tiempo de realizar modificaciones en su vida que, de alguna manera, le permitirán enfocar su existencia hacia mejores propósitos.

Ahora bien, incluir a Dios en estos planes de renovación le permitirá aumentar su fe y tener la certeza de que él le bendecirá. No le quepa la menor duda de que el Señor le enseñará a mirar con ojos nuevos y su corazón se expandirá.

Lo que quiero decir es que, en cada cosa nueva que emprenda podrá notar las manos de Dios, pues el encuentro con Él garantizará una continuidad entre su vida espiritual y su cotidianidad.

La experiencia de la fe se va haciendo más creíble en lo cotidiano y en nuestro estilo de vida, siempre y cuando decidamos renovarnos.

Solo me resta recordarle que la vida empieza todos los días y que, si lo analiza bien, hoy es un buen momento para comenzar a disfrutarla.


¡Adelante!

Influencias


Así, referida a las personas, la influencia es el poder o la autoridad de alguien sobre otro sujeto. Ese poder puede utilizarse para intervenir en un negocio, para obtener una ventaja o para ordenar algo. En otras palabras, la influencia es la capacidad de controlar y modificar las percepciones de los demás.

Este concepto es subjetivo y, como tal, la percepción de la influencia de una persona sobre otra varía según el observador. Existe una serie de situaciones que son mal vistas por la mayoría de los individuos de una misma cultura, como sucede con el consumo de estupefacientes, los asaltos a mano armada, los abusos sexuales y los asesinatos; cada una posee un nivel de gravedad diferente, pero todas estas acciones son consideradas delitos para la mayoría de las sociedades. Por lo tanto, si un padre sabe que su hijo ha entablado amistad con una persona adicta a alguna droga, seguramente se opondrá a la relación alegando que se trata de una mala influencia.

Del mismo modo, frente a una persona estudiosa y trabajadora, dentro de los parámetros normales, su cercanía a otro individuo será vista como una potencial buena influencia. Sin embargo, si dejamos a un costado los crímenes, dado que atentan contra la libertad de los demás y de ninguna manera pueden ser vistos como un acto positivo, la mayoría de las costumbres y de los gustos pueden ser vistos desde dos posturas opuestas.

Por ejemplo, un apasionado del cine que desea estudiar una carrera universitaria para convertirse en editor profesional puede encontrarse con la oposición de sus padres y con la sugerencia de escoger un camino tradicional, considerado más redituable. Otras personas con la misma visión de la vida pueden considerar que este joven representa una mala influencia para sus amigos. Este caso, que parece extremista, es muy común en muchas familias y resulta absurdo que todas ellas consuman arte en varias de sus formas: leen novelas y poesía pero aborrecen la idea de que sus hijos se conviertan en escritores; adoran el cine pero temen estar criando a futuros actores.


En la eterna lucha por la razón, alguien que en un entorno determinado tiene el poder para decidir qué está bien y qué está mal, puede ser considerado como una mala influencia por otra persona, y la complejidad de esta red de diferencias conceptuales es potencialmente infinita.