Así, referida a las personas, la influencia es el poder o la autoridad de alguien sobre otro
sujeto. Ese poder puede utilizarse para intervenir en un negocio, para obtener
una ventaja o para ordenar algo. En otras palabras, la influencia es la
capacidad de controlar y modificar las percepciones de los demás.
Este concepto es subjetivo y, como tal, la percepción de la
influencia de una persona sobre otra varía según el observador. Existe una
serie de situaciones que son mal vistas por la mayoría de los individuos de una
misma cultura, como sucede con el consumo de estupefacientes, los asaltos a
mano armada, los abusos sexuales y los asesinatos; cada una posee un nivel de
gravedad diferente, pero todas estas acciones son consideradas delitos para la
mayoría de las sociedades. Por lo tanto, si un padre sabe que su hijo ha
entablado amistad con una persona adicta a alguna droga, seguramente se opondrá
a la relación alegando que se trata de una mala
influencia.
Del mismo modo, frente a una persona estudiosa y trabajadora,
dentro de los parámetros normales, su cercanía a otro individuo será vista como
una potencial buena influencia. Sin embargo, si
dejamos a un costado los crímenes, dado que atentan contra la libertad de
los demás y de ninguna manera pueden ser vistos como un acto positivo, la
mayoría de las costumbres y de los gustos pueden ser vistos desde dos posturas
opuestas.
Por ejemplo, un apasionado del cine que desea estudiar una
carrera universitaria para convertirse en editor profesional puede encontrarse
con la oposición de
sus padres y con la sugerencia de escoger un camino tradicional, considerado más
redituable. Otras personas con la misma visión de la vida pueden considerar que
este joven representa una mala influencia para sus amigos. Este caso, que
parece extremista, es muy común en muchas familias y resulta absurdo que todas
ellas consuman arte en varias de sus formas: leen novelas y poesía pero
aborrecen la idea de que sus hijos se conviertan en escritores; adoran el cine
pero temen estar criando a futuros actores.
En la eterna lucha por la razón, alguien que en un entorno
determinado tiene el poder para decidir qué está bien y qué está mal, puede ser
considerado como una mala influencia por otra persona, y la complejidad de esta
red de diferencias conceptuales es
potencialmente infinita.
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