sábado, 20 de mayo de 2017

Espejismos Cotidianos


La búsqueda de la felicidad es una constante en la vida humana y, al parecer, mientras más la buscamos, más esquiva se nos vuelve.

Puesto que buscarla es suponer que no está, y nos lleva a poner el énfasis sobre nuestras carencias, sobre todo lo que hipotéticamente nos falta para llegar a ser felices. Nos lleva a vivir en la ansiedad y en el deseo, deseo de poseer, deseo de alcanzar y cuando aquello llega, vivimos en el miedo de perderlo…y seguimos sufriendo.

La persecución de la felicidad nos lleva a un permanente anhelo de lo que falta, a una atención constante sobre el futuro, sobre lo que vendrá después, sobre el logro, dejando de atender al ahora, al proceso, al disfrute del momento. 

Seré feliz cuando tenga un auto, me case, consiga ese trabajo, tenga el postgrado, los niños crezcan, y cuando eso llega, ya estamos situados en otra felicidad hipotética, esperando, siempre esperando que llegue ese momento idílico en que estaremos completos. 

Lo triste es que podemos llegar al final de la vida física así, quizás allí pensaremos… seré feliz cuando muera.

Nuestra cultura de consumo nos ha convencido que necesitamos agregar mucho a lo que tenemos para alcanzar la felicidad. Agregar cosas, experiencias, conocimientos y, así nos vuelve consumistas, no sólo de objetos, sino de afectos, vivencias, cursos, fiestas. Tragar y tragar esperando siempre otra cosa mejor. El hombre ideal, el trabajo perfecto, los hijos soñados.

Basta visitar un mall para observar como el estímulo visual y auditivo ha ido aumentando a niveles para muchos y, especialmente para los niños pequeños, intolerables. Cuál es la idea que hay detrás de esto? Una idea muy nuestra, que mientras más ropaje y estímulos tengamos, más felices seremos.

Los sobreestÍmulos y la sobreactividad de la vida urbana nos están convirtiendo en ciegos, sordos e insensibles. Como el drogadicto que ya no se conforma con una dosis y pide más y más sin lograr, después de un tiempo, el efecto deseado.

El gran espejismo consiste en pensar que el ser feliz depende de algo exterior, de algo que nos será dado desde fuera, que necesitamos determinadas circunstancias o hechos y olvidar que la fuente de la felicidad está dentro de nosotros y tiene que ver con una actitud interior, de agradecimiento y bendición a lo que está siendo la vida en este momento, aún en el dolor.



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