Es evidente que nuestro
cerebro no se rige ni le conmueve nada que pueda tener algún tipo de relación
con fechas o calendarios de los acontecimientos que generalmente ocupan
nuestros primeros planos en la atención de todo aquello que el devenir de los
hechos socialmente admitidos configuran con una trascendencia tal como para
constituirse en memorables y merecedores de una particular atención para toda la
sociedad en su conjunto.
Tal es el caso de este
primero de mayo, el cual no obstante figurar en el calendario como una fecha de
particular atención por la trascendencia del contenido de los acontecimientos
en fechas que ya han sido, las cuales requieren ser rememoradas como hitos de
singular significado en el devenir histórico de nuestra sociedad.
Es por eso, especulamos ante
la evidencia, que en lugar de detenerse en su actividad y aprovechar la ocasión
para simplemente entrar tan siquiera en un “coma inducido” lejos de
incorporarse a la paralización general, continúa sin detenerse, y acucia con su
imprudente desquicio, a su mente enviándole permanentes señales de que debe
añadir a su capacidad de recordar, la necesidad de involucrar al intelecto en
darle forma y sentido a lo que incesantemente acude a su pensamiento.
Cuando todo esto ocurre no
nos queda otro remedio que atender lo que en forma de pensamiento nos llega a
conmover, nos remueve, “disipa la modorra intelectual” que suele adormecer nuestros sentidos
predisponiéndonos a acatar el paro de actividades que nos indica el calendario,
y muy solícitos obedezcamos a sus requerimientos de expresar todo aquello que
entendemos que debemos manifestar un día como el de hoy, sin estar en nada
pendientes a lo que nos puedan indicar las fechas explícitas en el calendario.
A nuestro cerebro le asiste
la razón, la vida es una constante que como el agua cristalina que surca
nuestros ríos y arroyos nos provee de cada vivencia que hace posible nuestra
existencia, sin duda es un hermoso día, tenemos mucho para reverenciar y
recordar, pero continuamos en nuestra órbita alrededor de los aconteceres que
nos indican su permanente presencia.
Hugo W Arostegui
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