En este último día del mes de mayo en una de esas mañanas
frías tan típicas de un otoño que se presenta haciendo gala de ser “una
antesala obligada al invierno” nos encontramos finalizando nuestro tránsito por
uno de los meses que tiene bien ganada su condición de ser considerado uno de los
“meses más largos” de lo que va de este dos mil diecisiete.
En lo personal, con referencia a mi estilo de “comunicar mis
impresiones diarias” en la cuales intento impregnar una impronta tan particular
como genuina de los acontecimientos que periódicamente adquieren el rango de
“noticias” no dejo de asombrarme de la extensión de este mes que nos señala que
estamos en otoño y en el cual no podemos dar por finalizadas sus ocurrencias
hasta que no finalicen las largas y fructíferas horas de este miércoles treinta
y uno.
De manera que aquí estamos tecleando nuestro ordenador
observando el cúmulo de artículos que se registran en nuestra producción
personal agregando una nueva impresión, una más de las tantas que diariamente
publicamos y que cabe agregar nos provocan la enorme satisfacción de “sentirnos
en contacto” con todos aquellos que con su “presencia virtual” nos inducen a
transmitirles cuánto de importantes son
en nuestras vidas y cuánto más valiosas son todas aquellas cosas que en su
“aquí y ahora” nos hacen saber que son capaces de realizar.
La extensión de los días significa “ventanales de vida” que
se abren de par en par de cara al horizonte, son nuestra ganancia vivencial, la
que permanece en nuestro ser totalmente independiente de cuánto de finito pueda
tener la existencia humana, hoy estamos y es lo que importa, y si decimos que
“estamos” entonces nuestra esencia se manifiesta en todo eso que denominamos
creación.
Hugo W Arostegui
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