En una de las "subdisciplinas" de la psicología, a
saber la psicología social, se había venido presentando en las tres últimas
décadas una crisis en torno a su desarrollo y aplicación, a tal punto que en
los actuales momentos la psicología social que se enseña y se practica avanza
por nuevos caminos teóricos que la separan de aquella "psicología" en
la cual tuvo sus comienzos, e incluso, la "nueva" psicología social
ya no puede ser considerada como una "subdisciplina" de la psicología
(o de la sociología, según sea el caso) sino como una disciplina en sí misma,
con su propios paradigmas, teorías y campos de aplicación (donde inclusive
puede rivalizar con la psicología tradicional).
Sin embargo, más allá de la psicología social, en otras
áreas donde se hace y se aplica la psicología (ej. la clínica, el
asesoramiento, la industria, el deporte, etc.) tal crisis no ha tenido efecto y
si lo ha tenido ha sido muy poco. En dichas áreas la psicología que se
practica, aun cuando se presenta en diferentes posiciones teóricas
(psicoanalíticas, conductistas, cognitivistas, humanistas, etc.), posee un
conjunto de nociones "metafísicas" (en el sentido de no ser
comprobables) que han caracterizado a la cultura occidental, principalmente, en
el transcurso de la época moderna o período histórico posterior a la edad
media.
Esas nociones "metafísicas" han sido el sustento
filosófico de la psicología tradicional y de todas las disciplinas científicas
y áreas del conocimiento que surgieron en la época moderna.
Sin embargo, dichas nociones se han visto cuestionadas desde
el siglo XX, siglo en el cual, al parecer, se inicia una nueva época de la
historia humana: una época postmoderna. La nueva época, de cuyo surgimiento y
consolidación somos protagonistas, requiere un discurso que la legitime como
tal y unos "principios" que fundamenten la "lógica" de los
conocimientos y saberes que en ella se generen y difundan.
Este discurso legitimador de la nueva época ha de tener
muchas fuentes que argumenten en su favor – fuentes que acá no pretendo
dilucidar– las cuales de seguro abarcarán las distintas áreas en que la acción
humana ha tenido parte, desde la filosofía hasta la ciencia, desde la religión
hasta las artes.
Una de tales fuentes posibles del discurso legitimador de la
nueva época lo constituye, sin lugar a dudas, la psicología; no solo porque las
acciones humanas (que generan las condiciones para que surja la nueva época) y
el estudio mismo del ser humano constituye su esfera de interés sino, porque es
una disciplina cuya "delimitación científica" aún no se ha
consolidado y ya ha comenzado, desde la psicología social, a jugar un rol
protagónico en la aceptación de las consecuencias que la nueva época traerá a
la ciencia. Consecuencias que de momento apuntan a la construcción de un nuevo
paradigma para la ciencia.
En efecto, el cuestionamiento de los supuestos o nociones
"metafísicas" de la época moderna que permitieron el origen de las
"ciencias" ya hoy consolidadas como tales (las ciencias naturales)
debilita las bases de dichas ciencias, por lo que se requiere de unos nuevos
"supuestos" o "nociones" que las legitimen y que sustenten
a las disciplinas que no gozan, aún, del status de ser científicas.
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