Somos seres pensantes y sintientes.
“Según nos hablemos a nosotros mismos, nos viviremos de una
marera u otra y el mundo que percibamos será uno u otro.”
-Óscar González-
Nuestra manera de pensar determina lo que sentimos y, a
raíz de lo que nos provoca tomamos como prueba de verdad aquello
que pensamos. Esto es una capacidad increíble, pero también puede jugarnos
malas pasadas.
Es delgada la línea que separa nuestra capacidad de pensar,
y de sentir, en la que la emoción se encuentra a medio camino entre ellas.
En nuestro día a día y debido al uso que hacemos de nuestro
lenguaje, en muchas ocasiones utilizamos estos tres conceptos como si fueran
sinónimos, pero lo cierto es que pensar, emocionarse y sentir son cosas muy diferentes.
Somos seres racionales. Esto no implica que las emociones y
los sentimientos sean ajenos y no intervengan en nuestra personalidad,
nuestra manera de interpretar el mundo, la toma de decisiones y la forma en que
fijamos nuestras ideas.
Hacemos caso a nuestras emociones y es una capacidad humana
que no debemos alejar de nuestra vida. La razón sin emoción ni sentimiento
no tiene sentido.
Aprender cómo funcionan en nosotros esa relación es
fundamental para fomentar nuestra inteligencia emocional, nuestra manera de
relacionarnos con nosotros y con los demás y, en definitiva, para mejorar
nuestra salud mental.
La emoción está asociada con la personalidad y con la motivación
de las personas. Las emociones son de menor duración que los sentimientos y
son las que nos motivan a que actuemos. Son más intensas que los sentimientos,
pero duran menos.
El sentimiento viene del verbo “sentir” y hace referencia a
un estado de ánimo afectivo, por lo general de larga duración, que se presenta
en el sujeto como producto de las emociones. Los sentimientos son el
resultado de las emociones.
Valorarse a uno mismo y tener congruencia interna es donde
realmente se enfrenta la batalla, ganar sobre tu propio corazón y mente, no el
de los otros, es lo que verdaderamente hace la diferencia entre una vida sin
logros y una con propósito y plena. Pero muy seguido hacemos justamente lo
opuesto de lo que realmente queremos, tenemos hábitos o adicciones que nos
retienen de avanzar.
Tenemos patrones de pensamientos negativos atorados en la
repetición en automático. Desafortunadamente no tenemos diseñado un botón
de “STOP” en el pizarrón de nuestra mente, y no contamos con un manual, así que
tenemos que hacer lo mejor que podamos para encontrar nuestro propio camino.
Hugo W Arostegui
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