Una simple
filosofía de vida, tan sencilla que en ocasiones nos olvidamos
de aplicarla: sé coherente, que lo que piensas coincida con
lo que dices y con lo que haces.
Cuando esto no sucede, nos
encontramos con problemas, malentendidos, falta de motivación, errores, y un
sinfín de situaciones que podríamos evitar con una simple palabra: coherencia.
Las personas en las que más confías la tienen. Las personas a las que admiras
la muestran. Y créenos, es lo que quieres en tu vida. Existen muchísimos
malentendidos entre las personas porque dicen unas cosas y hacen otras, o
porque las hacen a regañadientes porque lo que han dicho que querían no
coincide con lo que pensaban. Muchas personas acuden a consultas psicológicas
porque quieren entender por qué hicieron esto o aquello, y se pasan (y pagan)
semanas y meses tratando de comprender cómo han llegado a situaciones en las
que no querían estar
.
¿Quieres algunos ejemplos?
Javier está sentado en un sofá, pensando en que está en baja
forma, que debería ponerse a hacer deporte tarde o temprano, mientras se come
otra galleta con chocolate delante de una reposición de un episodio en la tele.
Sonia necesita aprender idiomas, se lo está diciendo a todo
el mundo, en la cafetería, en el bar, en la fiesta, el inglés es importantísimo
para su trabajo, prácticamente imprescindible, y sin embargo, lleva tres meses
en su puesto y ni siquiera ha buscado una academia.
Magda le dice a su novio que está harta de fumar, que lo
deja, lo deja y lo deja, todo esto con un cigarro en la mano. Él lleva oyendo
lo mismo tres años y medio, y le devuelve una sonrisa. Ella se enfada con él
porque no la apoya.
Héctor ha decidido tras su separación que no quiere una
relación. Sin embargo lleva cuatro semanas durmiendo en casa (y cama) de Elena.
Cuando lo hablan, ella se enfada y él no la entiende.
Luz se pasa horas en una manifestación para reducir la
pobreza en el mundo. Llega a casa, se quita sus sandalias de marca, su camiseta
de marca, sus pantalones de marca, se sienta a leer el correo electrónico y el
primer mensaje que elimina es el de una ONG que le pide una donación mensual
para apadrinar a un niño.
Estos son sólo unos pocos ejemplos en los que el problema es
siempre el mismo: falta la línea que une tus pensamientos, tus palabras y tus
acciones. Si lo que sale de tu pensamiento lo verbalizas tal como lo quieres, y
te pones en camino hacia ello, es mucho más probable que consigas tus
objetivos, que seas una persona más sencilla, más libre, que te resulte mucho
más fácil entenderte a tí mismo y comunicarte con los demás, pues habrás ganado
en credibilidad y fuerza de voluntad. Además, es el tipo de personas que queremos
tener a nuestro lado.
¿Cómo nos convertimos en una persona coherente? No es
tan sencillo. Es más fácil decir que hacer. Como todo, a caminar se empieza
andando, poquito a poco. Escucha tu diálogo interior, ¿qué piensas realmente?
Escucha tu diálogo exterior, tu lenguaje verbal, observa tu lenguaje no verbal.
¿Quieres estar en este sitio? ¿Qué quieres hacer? ¿Qué quieres cambiar? Y luego
piensa en las cosas que haces, en las situaciones y en las personas con las que
las haces, ¿Son las que quieres hacer? ¿Quieres cambiar algún hábito? ¿Lo
piensas realmente? Practica este ejercicio de escucha interior y observación
para ver si vives una vida coherente contigo, con tus valores, con tus
necesidades, con tus aspiraciones…
¡Puedes hacerlo! Comienza el viaje, y
disfruta la transformación a cada paso.
Hugo W Arostegui
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