A través de nuestros errores tenemos la oportunidad de
reflexionar y aprender algo nuevo. Cuando revisamos las consecuencias de una
acción que acabamos de realizar, es cuando podemos reconocer el error que
cometimos. Debido a esto, nos resulta tan difícil prevenir algunos errores,
porque sólo podemos reconocerlos una vez que los hemos cometido.
Desarrollar la capacidad de reconocer y aceptar
nuestras equivocaciones amplía nuestra visión de la realidad, nos impulsa a
asumir nuestra responsabilidad y nos enseña, además, a reconocer la presencia
de personas afectadas por las consecuencias de nuestras equivocaciones.
Oímos a diario frases como: "Cometer errores es
humano", "Un error lo comete cualquiera", etc. pero, lo más
importante, es que tengamos la disposición de asumir el compromiso de hacer
cuanto sea necesario para corregirlos. Algunos padres, por ejemplo, temen
reconocer un error frente a sus hijos por miedo a perder su autoridad o el
respeto por parte de ellos, cuando, en realidad, hacerlo sería una señal de
sabiduría, humildad y amor.
Desde luego que no es sencillo aceptar nuestras equivocaciones,
pues hiere nuestra autoestima. A veces nos da pena que otros descubran que
hemos cometido un error; otras, quedamos paralizados por el miedo de volvernos
a equivocar, o también puede suceder que en vez de asumir nuestra
responsabilidad y reparar nuestros errores, busquemos culpar a alguien de
ellos. En realidad, saber que tenemos derecho a equivocarnos y estar dispuestos
a aprender de ello, nos da la libertad de ser auténticos, de tomar decisiones
más acertadas y nos concede el permiso para atrevernos a realizar actividades
nuevas con más seguridad y confianza.
En algún momento, nos llegará el día en que hemos
cometido un error grave, pero, a pesar de la vergüenza que podamos sentir, no
debemos huir de la responsabilidad ni ponernos agresivos o defensivos cuando
otros nos hagan una observación al respecto; nuestra meta deberá ser, en ese
momento, tratar de reparar el daño de la forma más digna posible. Muchas
personas creen que reconocer un error puede ser una señal de debilidad y que,
además, puede representar la posibilidad de perder el respeto por parte de los
seres queridos… ¡No es así! Definitivamente, el admitir que nos equivocamos nos
merece el aprecio y la estima de ellos, especialmente si nos ven hacer el
esfuerzo para superarlo y no repetirlo.
Asumir nuestros errores nos permite
crecer y madurar internamente. Además, todas las equivocaciones son una
oportunidad para aprender algo nuevo acerca de nosotros mismos, de los demás y
de la vida.
Hay dos maneras simples de aprender y madurar: lo
hacemos por error y acierto, reconociendo y asumiendo las consecuencias que se
generan de nuestras elecciones. Si tienes hijos, la próxima vez que uno de
ellos cometa un error pídele que asuma su responsabilidad sin presionarlo o
castigarlo inmediatamente por la equivocación cometida. En su lugar, explícale
las posibles consecuencias e invítale para que participe en el proceso de
encontrar la solución y el medio para que no vuelva a suceder.
Pensamos, con frecuencia, que los errores son un
fracaso, pero, en realidad, podemos verlos como una herramienta valiosa que nos
permite aprender, crecer, hacer cambios y superar las limitaciones.
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