Todos los días, cuando abrimos los ojos en la mañana, nos
invade una gran cantidad de estímulos visuales. Los colores y las luces fluyen
desde nuestra retina hasta el cerebro, donde los decodificamos. Así podemos
saber si hay un día soleado, vemos el color de las cortinas y encontramos la
puerta. Sin embargo, dentro de este inmenso cúmulo de información, hay muchos
detalles que ignoramos, detalles que no nos resultan significativos.
De hecho, ¿en alguna ocasión te has preguntado cuántas
cosas ve tu cerebro que pasan desapercibidas para tu conciencia?
Esta pregunta se la plantearon investigadores de la Universidad de Arizona, quienes monitorizaron las ondas cerebrales de una serie de personas mientras procesaban unas siluetas que se mostraban en el centro de una pantalla y otra serie de formas paralelas que eran perceptibles solo para la visión periférica.
Los investigadores pudieron apreciar que, tal y como
afirmaba la teoría, las personas se focalizaban en lo que veían en el centro de
la pantalla haciendo caso omiso a las imágenes paralelas. Sin embargo, la
actividad cerebral indicó que en realidad sus cerebros estaban procesando esas
imágenes paralelas para buscarles un significado, incluso desde el punto de
vista semántico.
¿Qué implica esto?
Nuestra visión central abarca poco más de 30 grados mientras
que la visión periférica abarca casi unos 180 grados. Por ejemplo, cuando
estamos ante un paisaje, barremos rápidamente con la vista toda la zona y
buscamos los puntos más importantes para centrarnos en estos. Sin embargo, en
realidad estamos viendo mucho más ya que nuestra visión periférica está
abarcando un radio más amplio y nuestro cerebro lo está procesando, por debajo
del nivel de conciencia. De esta manera, si se detecta algún estímulo que puede
llegar a ser peligroso para nuestra integridad, esta información salta a
nuestra conciencia y nos da la voz de alarma.
La percepción es no solo nuestro proceso de “asimilar” los
estímulos sino es además la manera cómo reaccionamos ante ellos, cómo cada uno
de nosotros nos manejamos o conducimos en el entorno que nos rodea y, además,
es el mecanismo a través del cual realmente convivimos en sociedad. Entonces,
más específicamente, debemos hablar sobre la semiótica de la
percepción.
Todos estamos expuestos a una inmensa cantidad de estímulos
a cada momento del día, partiendo por cosas cotidianas y domésticas como el
sonido de un despertador o el “ringtone” que asignamos a una persona
específica y significativa de nuestra libreta de contactos, las luces de un
semáforo, el aroma del primer café de la mañana, el sabor de un postre, el
contacto con la textura de una superficie y hasta los más complejos sistemas de
signos, por ejemplo, un mapa, un manual constructivo, las letras de un libro,
los diagramas informáticos, los datos que refleja un equipo médico para controlar
los valores de la respiración durante una cirugía, etc. No podríamos reaccionar
ante toda esta avalancha de sensaciones sin la herramienta de la percepción.
Hay que recordar o aclarar que percibir no es sinónimo de
“ver”; vemos con los ojos y a través de un mecanismo también maravilloso que es
la vista, pero no es suficiente. Percibimos a través de los cinco sentidos y
por medio de estímulos que pueden ser visuales, auditivos, gustativos,
olfativos y táctiles, y que tienen muchas más categorías dentro de sí mismos,
volviendo el proceso de percibir algo muy complejo, específico y detallado.
Estos signos estímulos generan en nosotros sensaciones, las
cuales duran únicamente fracciones de segundos para que, al ser asimiladas,
nuestro cerebro las convierta en percepciones, involucrando procesos
cognitivos y otorgándoles significados.
Este proceso continuo e ilimitado es la “semiosis”: la
capacidad humana de asignar significado a todo lo que le rodea. De esta manera
es como realmente nos comunicamos y es así como la fragancia de un perfume
significa para nosotros el recuerdo de una persona en particular, la música y
la letra de una canción nos remonta a un momento importante de nuestra vida… un
color nos puede hacer pensar en una marca específica y un símbolo nos puede
comunicar un concepto.
No podemos hablar de semiosis sin aclarar que la semiótica
es el estudio de los signos dentro de un contexto social, por lo tanto ese
proceso perceptivo estará siempre condicionado por las características y
particularidades de cada uno de nosotros.
Percibimos de acuerdo a quienes somos, a nuestra
sensibilidad, carácter y temperamento, a nuestro nivel de estudios,
nuestra identidad cultural, creencias religiosas, ideologías políticas,
tendencias sexuales, género, edad, status social y capacidad adquisitiva, a
nuestras experiencias de vida, sean éstas agradables o no.
Es por eso que un diseño no funcionará de la misma manera
para un público oriental que para Latinoamérica, tenemos un simbolismo
diferente para ciertos colores, palabras y lugares… percibimos diferente.
Podríamos escribir muchísimo más acerca de la maravilla de
la percepción pero quizás el punto medular sea que es parte de nuestra esencia,
que está directamente relacionada a nuestro ser individual y que constantemente
está siendo modificada por todos los acontecimientos, pequeños o grandes,
afortunados o no, que marcan nuestra vida. Que con cada nueva experiencia o
cambio al que nos enfrentamos modificamos nuestra manera de percibir y que,
como dije al principio, la percepción es una herramienta evolutiva que nos
ayuda a seguir viviendo y nos permite adaptarnos a nuestro entorno actual, sin
duda no es igual al de ayer y será totalmente distinto al de mañana.
La vida cambia y con ella nuestra situación laboral,
familiar y emocional, por lo tanto, percibimos siempre de acuerdo a nuestra
propia historia.
Hugo W Arostegui
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