Dentro de lo que sería la psicología es frecuente hablar de
la convicción. En concreto, de ella se dice que es fundamental para encontrar
la motivación a la hora de llevar a cabo determinadas acciones, para ser
positivo y confiar en que las cosas que vamos a realizar se van a conseguir e
incluso para convencerse de que uno mismo está y estará bien.
Pero en ese mismo campo también se hace referencia a todas
esas personas que tienen convicción pero sobre aspectos pesimistas y negativos
en todo momento. Son individuos que creen a pies juntillas que no valen nada,
que no son capaces de afrontar el reto que tienen por delante o que la persona
a la que aman no les va a corresponder porque no poseen nada para ofrecerle a
esta.
Convicción también es una idea política, ética o religiosa a la que una persona se encuentra fuertemente adherida. Lo
habitual es que el término se utilice en plural (convicciones): “Les
aseguro que nunca traicionaré mis convicciones”, “Agradezco
tu propuesta, pero va en contra de mis convicciones”, “Sin
convicciones, es imposible triunfar en un mundo tan competitivo”.
La noción de convicción suele confundirse con la idea de creencia.
Puede decirse que una convicción es una creencia de la que un sujeto considera
que tiene evidencias suficientes para considerarla cierta.
No importa si dichas
evidencias son científicas, racionales o subjetivas: la persona cree que son
suficientes para sostener su idea. La creencia, en cambio, es más bien una
suposición o una cuestión de fe, ya que el individuo no puede justificar su
veracidad.
Muchos sostienen que tanto la razón como la fe son distintas
formas de convicción que pueden co-existir con distintos grados de conflicto.
La fe es una convicción que no está basada
en el raciocinio, mientras que la razón sí está fundada en la lógica.
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